Cavallo «Hay que aplicar un desdoblamiento cambiario»

Este es el título que le puso el periodista Daniel Penizzotto del Diario Río Negro a un muy buen reportaje que publicó este domingo

ENTREVISTA EXCLUSIVA │ La coyuntura, la inflación, la convertibilidad, el corralito, el kirchnerismo, Macri, el Fondo Monetario, Massa, Milei y las criptomonedas. En un extenso mano a mano con RÍO NEGRO, el ex super ministro de los ‘90 habla de todo y de todos.

POR DIEGO PENIZZOTTO

Histórico. Fue el último capaz de domar a la fiera y gestionar el periodo más largo sin que Argentina haya padecido a su bestia negra: la inflación. Polémico. Fue parte del naufragio de la Alianza que dio puntapié inicial al pos menemismo, y autor de una de las medidas más antipáticas de la historia reciente: el corralito.

Su impronta aun sigue presente en la década de los ’90 con el apogeo del Consenso de Whashington tras la caída del muro de Berlín, y la extensión a todo el globo de la economía de mercado. Hasta el día de hoy su apellido se asocia al 1 a 1, la estabilidad y la convertibilidad. También a las privatizaciones, los retiros voluntarios y la crisis en la industria.

Por todo ello, la figura de Domingo Felipe Cavallo sigue siendo gravitante, y sus apreciaciones relevantes para entender la Argentina de la inflación más alta en tres décadas, de la pospandemia, de la grieta, de la incertidumbre.

PREGUNTA: ¿Cómo analiza la coyuntura económica actual?
RESPUESTA:
 La economía está muy desorganizada. Se viene desorganizando desde el año 2002 en adelante. Ello se manifiesta en la inflación, pero también en muchos otros aspectos como la ausencia de inversiones en sectores clave de la economía, no se crean empleos productivos, el gobierno en sus distintos niveles termina creando puestos en el sector público, lo que a su vez aumentan el gasto sin agregar nada a la producción y a la productividad de la economía. En fin. Con el enfoque del actual gobierno es imposible que se encuentren soluciones. La verdadera solución es elegir un nuevo gobierno.

P: De todo lo que describe ¿cuál es el principal nudo a resolver?
R:
 Son muchos nudos al mismo tiempo. Pero sin duda con la actual configuración del mercado cambiario, con trabas para el mercado de capitales y para el comercio exterior, se crean serias dificultades en materia de crecimiento y de inflación. Y por supuesto el desajuste fiscal, al que hay que analizar como «exceso de gasto público a nivel nacional y provincial», y no como «exceso de déficit». Naturalmente hay que eliminar el déficit, eso es esencial. Pero no se puede eliminar pensando en seguir aumentando impuestos. Hay que encontrar la forma de reducir el gasto público.

P: ¿Es posible reducir el gasto de forma abrupta?
R: 
Los resultados no se obtienen de inmediato. Hay que tener bien pensado el cambio de organización económica, anunciarlo al inicio de la gestión de una manera creíble para la gente, y luego empezar a implementarlo.

P: Significa que la inflación seguirá siendo alta…
R:
 Se necesita como mínimo un año. Es probable que el año 2024 siga siendo de una inflación tan alta como la actual, pero si se aprovecha ese periodo para hacer necesarios reajustes en los precios relativos de la economía y para producir una reducción del déficit total, no solo del primario, se puede esperar que en el año 2025 se vean resultados en términos de una rápida desinflación. Obviamente ello requiere poner en marcha un plan de estabilización, y eso solo es posible una vez que se haya logrado unificar y liberalizar el mercado cambiario. Luego, una vez que la economía logre estabilizarse a partir de 2025, es mucho más probable que la población apoye las reformas estructurales.

P: Antes de la convertibilidad, estuvo el Plan Bonex ¿es necesario resolver la deuda en pesos antes de un plan de estabilización?
R: 
Ninguna medida que signifique una nueva violación de los derechos de propiedad de quienes han confiado en la moneda argentina, ayuda a crear un clima de estabilidad. Hay que encontrar la forma de poder cumplir con las obligaciones, sean en pesos o en dólares. Y hay que descartar transformaciones compulsivas de los pasivos del gobierno. No sirven los «pases mágicos» de pasivos. La situación fiscal se debe aliviar por vía de la reducción de los gastos del presupuesto y por vía de procesos de desregulación y sinceramiento. No se puede seguir con tarifas de los servicios públicos que no cubren los costos, y requieren que luego el gobierno pague subsidios. O empresas que han sido re estatizadas para generar enormes pérdidas que debe financiar el Estado.

P: ¿Es necesario revisar el gasto social y previsional?
R: 
Sí es necesario, pero no es por allí donde hay que comenzar. Hay que revisar las pérdidas de las empresas del Estado. Hay que privatizar esas empresas. También por los subsidios económicos a las empresas privadas. Hacia el futuro, hay que replantear totalmente el sistema previsional, pero eso es algo para pensar cuando se haya logrado estabilizar la economía. Este gobierno bajó el gasto previsional en términos reales, y esa no es la forma de resolver el problema del gasto previsional.

P: ¿Cuál es el primer impuesto a corregir ?
R: 
Primero hay que definir a donde se quiere llegar en el sistema impositivo. Y luego ir corrigiendo en base a las posibilidades para eliminar distorsiones en los precios relativos. Un sistema impositivo del futuro tendrá que tener un Impuesto a la Renta bien definido y progresivo, un Impuesto al Valor Agregado de amplia cobertura y con un sistema que permita evitar la evasión, y un Impuesto Inmobiliario sobre la tierra urbana y rural como única forma de recaudar de las provincias. A la vez habría que eliminar todos los impuestos a las transacciones como Ingresos Brutos o el Impuesto al Cheque. Para implementarlo, al inicio habrá que tomar esos impuestos como pago a cuenta de los tributos que luego van a quedar. Otro de los ítem a corregir, son los impuestos sobre la nómina salarial. Pero primero hay que reducir el gasto.

P: ¿Se puede unificar hoy el mercado cambiario?
R: 
Hoy no se puede unificar pero si se puede hacer algo previo, que es un desdoblamiento cambiario. Es decir, liberalizar el mercado cambiario para pagos y cobros que no tengan que ver con el comercio exterior. Hay que limitar el control de cambios a las transacciones comerciales. Si estas últimas se dejaran al tipo de cambio libre, habría un impacto inflacionario peligroso. Pero todas las demás transacciones, como atesoramiento, turismo, pago de servicios o amortizaciones de deuda en el exterior, debe correr por el mercado libre. También deben ir al mercado libre todos los cobros de servicios, por ejemplo todo lo relacionado al trabajo de los argentinos en la economía del conocimiento en el exterior. Eso generaría un solo precio en el mercado libre, determinado por la oferta y la demanda. Ya con la gente acostumbrada a comprar, vender y pagar en dólares, y cuando además se hayan corregido desequilibrios fiscales y los precios relativos, entonces si será posible unificar. Lo que no se puede es prometer la unificación al otro día que asuma el próximo gobierno.

P: Hasta hoy su figura sigue asociada al 1 a 1 ¿cuál fue el principal mérito de aquel «Plan de Convertibilidad»?
R:
 Bueno, logramos que el país tuviera moneda, que tuviera crédito, que la gente confiara, y que el ahorro argentino se canalizara al financiamiento de la inversión y a la producción de las empresas, tanto en pesos como en dólares. Ese es el clima que hay que recrear. Cualquier plan de estabilización debería lograr eso que logró la convertibilidad.

P: ¿Es posible repetir la experiencia? ¿De qué forma?
R:
 La forma de lograrlo puede diferir. Puede ser con un sistema bimonetario como funciona en Perú, en Paraguay y en Uruguay, donde se permite el uso del dólar y de la moneda local y luego el banco Central maneja la política monetaria de forma tal que la moneda local se estabilice respecto al dólar. Se puede también con una nueva convertibilidad, permitiendo que además del peso convertible se pueda usar el dólar, como en la década del 90. Y en el extremo, se puede pensar también en una dolarización total de la economía, como lo hizo Ecuador, El Salvador o Panamá. Pero no sirve pronunciarse teóricamente por uno o por otro. Hay que observar las circunstancias en las que se tiene que poner en marcha el plan de estabilización. Todo ello debiera ser en una economía que vuelva a abrirse al mundo, que remueva los obstáculos a las exportaciones y las importaciones, y que tenga equilibradas las cuentas fiscales. De lo contrario hay una dominancia fiscal sobre la política monetaria que hace imposible la estabilidad.

P: Una de las mayores críticas al periodo de la convertibilidad es el efecto negativo de la apertura sobre la industria y el empleo argentino ¿hay forma de evitar ese efecto?
R:
 Esa crítica siempre existe ante procesos de apertura, porque hay gente que se ha acostumbrado a producir con calidades y precios que les impiden competir en los mercados del exterior. Los que gozan de sistemas extraordinarios de protección, en lugar de adaptarse a las nuevas circunstancias, se quejan y buscan regresar al proteccionismo. Por supuesto hay muchas fábricas que cerraron, porque no lograron adaptarse para competir. Pero hay un indicador que señala que durante los 90 hubo un proceso genuino de industrialización, y son las exportaciones industriales. Las de manufacturas, no las agroindustriales. En comparación con las décadas anteriores y las décadas posteriores, nunca, ni antes ni después de los 90 las exportaciones de manufacturas industriales aumentaron tanto como en esa década. Quiere decir que la industria se estaba transformando en un sector capaz no solo de competir, sino de exportar y colocar su producto en los mercados del mundo. Es la única forma de industrializarse de forma sostenida. Es la experiencia china y la del sudeste asiático.

P: ¿A qué atribuye las altas tasas de desempleo del periodo?
R: 
Obviamente las privatizaciones llevaron a que más de 500.000 trabajadores que estaban en las empresas del Estado pasaran a ser desocupados. Algunos lograron reinsertarse rápidamente y otros no. Cuando se sobre dimensiona el plantel de las empresas públicas, lo que hay en realidad es «desocupación disfrazada». Se la puede mantener indefinidamente. Pero a costa de que entonces no hay posibilidad de crecimiento económico, porque eso es pura ineficiencia, que genera déficit, y luego inflación. Por supuesto cuando hay transformaciones estructurales por un tiempo puede haber desocupación friccional mientras se van desarrollando nuevas actividades, sobre todo de exportación, que puedan pagar mejores remuneraciones.

P: Hacia fines de los 90 todos los espacios políticos acordaban con la continuidad de la convertibilidad, pero a los dos años de asumir De La Rua el programa «voló por los aires» ¿por qué sucedió?
R:
 El programa no «voló por los aires». Al programa «lo hicieron volar por los aires». La convertibilidad se acabó porque hubo un golpe institucional para sacar al Presidente De La Rua y para sacarme a mi. El objetivo de quienes lo impulsaron era pesificar la economía de manera forzosa. Algo que significó la peor redistribución imaginable en la riqueza y el ingreso. Le sacaron más de la mitad de los ahorros a quienes tenían depósitos en dólares para bajarle a un tercio la deuda a los grandes empresarios que estaban endeudados en dólares. El golpe al salario de los trabajadores fue tremebundo, porque la devaluación provocó un enorme impacto inflacionario. Y los que generaban dólares, recibieron un premio enorme. Una redistribución muy regresiva.

P: ¿A quienes atribuye el golpe institucional?
R: 
En parte a los dirigentes políticos que tomaron el poder. Sin duda Eduardo Duhalde, que lamentablemente tuvo apoyo de Raúl Alfonsín. Pero ellos fueron «idiotas útiles» de quienes en buscaban la pesificación. Ese sector era impulsado por la Unión Industrial Argentina que en ese momento tenía como máximo dirigente a José Ignacio De Mendiguren. A ello se sumó un grave error que cometió el directorio del Fondo Monetario Internacional, que nos negó un desembolso de u$s 1.400 millones en noviembre de 2001. Todo ello creo el clima para el golpe institucional, y destruyeron la convertibilidad. A raíz de eso es que 20 años después tenemos 100% de inflación. Sin un régimen monetario que obligue a la disciplina necesaria para preservar la estabilidad, la estabilidad es insostenible.

P: ¿El corralito fue producto de ese golpe institucional?
R
: No, el corralito fue una forma de ponerle un límite a la corrida contra los depósitos bancarios. Cada vez que hay una corrida, esa es la única forma inmediata de detenerla. Pero el sistema puede seguir funcionando, porque no se necesitan billetes para los pagos. Se pueden utilizar tarjetas de débito o de crédito, y el dinero sigue circulando dentro del sistema bancario. El corralito se iba a levantar en 90 días al culminar la re estructuración ordenada de la deuda, y el FMI iba a desembolsar los fondos que había comprometido. Utilizaron la excusa del corralito para robarle los ahorros a la gente. La pesificación compulsiva, siendo que el 80% de los depósitos estaba en dólares, fue un verdadero robo. Es la mayor violación de los derechos de propiedad que uno pueda imaginar en una economía. Es un daño gravísimo. Es muy difícil convencer a alguien del exterior para que invierta en Argentina, si a los propios ahorristas argentinos se les quitaron el 50% de sus ahorros y la Corte Suprema convalidó en ese momento semejante violación de los derechos de propiedad.

P: ¿Qué opina del crecimiento observado por la economía entre 2003 y 2007?
R:
 Creo que los resultados de ese periodo no fueron producto de la gestión económica, sino del boom de las comodities que nos benefició en forma extraordinaria con el precio de la soja que llegó a u$s 600. Las retenciones establecidas por Néstor Kirchner permitieron financiar el sector público en ese periodo. Pero utilizaron todos los ahorros que se habían acumulado en los periodos anteriores. Primero los depósitos de los ahorristas. Luego los ahorros del sistema previsional. En general, los ahorros que estaban en forma de reservas del Banco Central. Y todo ello más que inversiones productivas, financió gasto público. En el momento en que el gasto superó a la recaudación, inició el proceso inflacionario. Desde 2002 en adelante ha sido todo un desastre, porque se ha manejado sin respeto por las reglas básicas de cualquier economía bien organizada: organización presupuestaria estricta y libre mercado sin que el gobierno intervenga con regulaciones absurdas e impuestos distorsivos.

P: ¿A qué atribuye la centralidad que sigue teniendo Cristina Fernández en la política argentina?
R:
 Me sorprende. Pero han abusado tanto de la plata ajena para hacer creer a la gente que ellos son generosos, que a algunos los han convencido. Pero entiendo que su base de apoyo política hoy es menor, y que es mayoritaria la porción de la población que ya no la votaría. Cristina es en gran parte responsable de la delicada situación actual, al haberle abierto la puerta a las ideas de Kicillof. Ellos atacan al neoliberalismo, pero Kicillof es un neomarxista, que pregona las viejas recetas para el manejo de la economía.

P: ¿Qué opina de la gestión Martín Guzmán?
R: 
La única misión que le encomendaron a Guzmán, con el padrinazgo de Stiglitz, fue la re estructuración de la deuda. En mi opinión, se tomaron demasiado tiempo, pero es cierto que Guzmán estaba condicionado por Cristina y su sector, y tampoco tuvo un Presidente con ideas muy claras respecto a respaldar o no una tarea seria de re estructuración. Su acción fue muy limitada.

P: ¿Cómo ve a Sergio Massa?
R:
 A Massa hay que juzgarlo más como dirigente político que como economista. Creo que tomó la responsabilidad de gobernar cuando la economía ya está con severos problemas. Temas como la inflación, distorsiones por todos lados y controles absurdos. Cuenta con un economista serio que lo asesora, como Gabriel Rubinstein, que conoce la problemática argentina, y tiene como mérito el haber logrado que le permitan tomar decisiones. Pero con ello no alcanza para evitar el clima recesivo que inevitablemente se va a producir este año, y siempre está el riesgo de que la inflación se descontrole.

P: ¿Por qué Macri no logró llevar adelante una receta como la que Ud. propone?
R: 
Macri nunca prometió nada de esto. Recuerdo a Macri haber dicho en campaña «no vamos a privatizar Aerolíneas». Estaba de por medio el discurso de Scioli que advertía sobre el peligro del «ajuste» si volvía la derecha. En ese marco, Duran Barba le recomendaba a Macri no hablar de ajuste ni de privatizaciones, y afirmar que era muy sencillo eliminar la inflación. Ese fue el discurso de Macri. Luego de haber leído los dos libros que escribió, creo que si hoy fuera candidato ahora sí tendría un discurso similar al que yo le menciono. Cometió el error de creer que su sola presencia alcanzaba para atraer capitales.

P: ¿Qué opina de la disputa «halcones vs palomas» en Juntos por el Cambio?
R:
 Veo que tanto Horacio Rodriguez Larreta como Patricia Bullrich, hablan de una agenda similar a la que yo estoy describiendo.

P: ¿Cómo evalúa el crédito que se solicitó al FMI en 2018?
R:
 Mejor hubiese sido no tomar ese dinero, porque ese crédito se usó para cancelar deuda con el sector privado. Fue una forma de evitar un default. Pero podrían haberse utilizado otras estrategias para que quienes le habían prestado a la Argentina mantuvieran esos créditos, y no fuera necesario utilizar un apoyo del FMI de esa envergadura para permitir que los acreedores se vayan del país. El apoyo del Fondo hay que conservarlo para momentos críticos de balanza de pagos y para apoyar reformas estructurales que permitan resolver los problemas de fondo.

P: Osea que acuerda con que el crédito de 2018 se usó para financiar la fuga de capitales…
R: 
Bueno, eso se observa mirando las estadísticas.

P: Pero el macrismo se resiste a esa mirada…
R: 
El macrismo lo que niega es que la deuda con el FMI haya aumentado el volumen total de la deuda pública. No. El crédito reemplazó deuda que estaba en el mercado, con tasas de interés más altas, por nueva deuda con el Fondo. Pero así y todo, no fue la mejor decisión en ese momento, porque el Fondo no permitía que el Banco Central pudiera intervenir en el mercado cambiario y le impuso libertad cambiaria total. Eso hizo que fuera muy difícil evitar una escalada inflacionaria, que le quitó popularidad al gobierno y dificultó las reformas de fondo que había que encarar.

P: ¿Cómo valora la propuesta libertaria de Javier Milei?
R:
 Lo que me gusta de Milei es su prédica a favor de la libertad y contra los vicios de la política, a los cuales describe bastante bien. Eso es lo que le ha valido el apoyo de miles de jóvenes. Fui dirigente estudiantil hace 50 años, y con las ideas de la libertad no se podía convencer a los jóvenes en aquella época. El marxismo o la izquierda en general los atraía más a los jóvenes con la idea de que el Estado podía resolver todos los problemas y de que el mercado era un mecanismo para enriquecer a los poderosos. Milei está produciendo un cambio cultural importante, incluso entre la gente más humilde.

P: Los libertarios lograron correr el eje del debate…
R: 
En efecto. Eso se observa por ejemplo en Juntos por el Cambio, que aceptó entre sus filas a Ricardo López Murphi, y tiene a un dirigente jóven como Martín Tetaz, cuyo discurso no se distingue demasiado del de López Murphi. Un discurso muy bien orientado en el sentido de organizar una economía con el sector público bien presupuestado y ordenado y sin déficit, y el sector privado con libertad y no intervención del Estado.

P: ¿Qué opina de la agenda económica «disrruptiva» de Milei?
R: 
Creo que no debería enfatizar tanto su propuesta económica, porque de lo contrario parece que quisiera ser ministro de economía y no Presidente. Él exagera porque quiere que la gente entienda que para eliminar la inflación es necesario dejar de emitir dinero. Y como el que emite es el Banco Central, la forma gráfica que encontró fue decir «prendemos fuego el Banco Central». Pero eso equivale a lo que logró el régimen de convertibilidad, que hizo del Banco Central una caja de conversión. O a lo que generaría una dolarización completa de la economía, donde el banco central sería una Superintendencia de Bancos. Pero eso es ininteligible para la gente.

P: ¿La derecha le robó las consignas revolucionarias a la izquierda?
R:
 Me parece que derecha e izquierda son categorías que han perdido sentido. Hay una derecha que es la antítesis del liberalismo. Y a la vez hay una izquierda que es mucho más liberal que más de una «derecha». El liberalismo para mi es más «progresista» que el anti liberalismo. Es ridículo por ejemplo tildar de progresista al kirchnerismo, que en muchos de sus planteos es retrógrado. Imagínese: quienes se tildan de «progresistas» en Argentina, apoyan a Maduro en Venezuela, a Castro en Cuba, o a Ortega en Nicaragua.

P: ¿Qué opina de la irrupción de las criptomonedas?
R:
 La tecnología blockchain va a ser muy relevante para perfeccionar el funcionamiento de los mercados de capitales, de los sistemas financieros, y de la economía global. En cuanto a las criptomonedas en particular, creo que son activos para la organización del ahorro, pero no me parece que vayan a jugar el rol de moneda desplazando a las monedas tradicionales. Para ser dinero, las criptomonedas debieran cumplir ciertas funciones. Por ejemplo para transacciones, al ser tan inestable el valor de las criptomonedas en relación a las monedas tradicionales, es difícil que sirvan a los fines de un sistema de pagos. La verdad es que es un tema que no manejo del todo, y prefiero escuchar las discusiones entre jóvenes que tienen un entusiasmo mayor que yo con el tema.

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Domingo Cavallo: «Alberto y Massa tenían ideas razonables, pero no las pudieron aplicar porque están sometidos a Cristina y Kicillof»

Cara a cara con Clarín. Duras críticas a la vicepresidenta y al gobernador bonaerense. Afirma que el excesivo intervencionismo del Gobierno en la actividad económica deriva en una competencia de lobbies. Qué hacer con el mercado cambiario y las tarifas. Reclama un fuerte y rápido ajuste para borrar el déficit fiscal.

Gustavo Bazzan

28/01/2023

– Usted es de los que creen que, cualquiera sea el resultado de las elecciones, Argentina va a dar un giro pro mercado?

«- Sí. inexorablemente el futuro Gobierno debe encaminarse a una organización de la economía similar a la de los años ‘90. abierta e integrada al mundo, con mercados libres y con un sector público más disciplinado. Es lo que se debería hacer para asegurar estabilidad, crecimiento económico y creación de empleos productivos.

– ¿El giro pro mercado tendrá matices, según quien gane? ¿Es lo mismo que gane un candidato del oficialismo o uno Juntos por el Cambio?

– Hay muchas coincidencias en la idea de que la economía debe organizarse sobre la base de mercados libres para enmarcar la actividad del sector privado y un sector público equilibrado, con presupuesto lógico, para asegurar estabilidad y eficiencia en el gasto público. creo que todos se mueven en esa dirección. A mí me parece que Massa o Alberto Fernández si hubieran podido gobernar con las ideas que traían de antes, se habrían orientado en esa dirección. Pero están sometidos y dependen de Cristina y en la práctica llevaron adelante las políticas de Kicillof, que han sido un desastre y serán un desastre si la siguen aplicando.

«Hay que volver a la economía de mercado y terminar con el capitalismo de amigos»

– ¿Qué se debería hacer el día uno del próximo Gobierno con el régimen cambiario?

– Ojalá lo que se tiene que hacer lo haga este Gobierno y no dejarle esa tarea al que viene. Hay que dejar que funcione un mercado libre donde todos puedan comprar y vender.

– ¿Liberación total para todo el mundo?

– No. Cuando digo mercado libre me refiero a que el gobierno debería tener controlado y regulado solo el mercado de importaciones y exportaciones, que deberá tener un tipo de cambio regulado hasta que se pueda unificar el mercado, que no va a ser en el día uno. Pero el resto de las operaciones deberían cursarse por un mercado único donde el precio surja de la libre oferta y demanda. Esto significa que el dólar en ese mercado libre va a funcionar como una moneda de curso legal. Y una transacción financiera en dólares se hace libremente al tipo de cambio de mercado. Ese es el punto de partida. Pero la unificación total es probable que tome un tiempo hasta que se resuelvan las tarifas, los subsidios y el déficit fiscal.

– ¿Cuánto tiempo puede llevar hasta llegar a un verdadero mercado único y libre de cambio?

– Si el nuevo Gobierno está bien preparado y ha estudiado bien cómo hacer el ajuste fiscal y de las tarifas, y lo tiene bien armado, en menos de un año, tal vez en seis meses se va a poder avanzar hacia la unificación.

– ¿Pero cuando llegue ese momento, ¿será un mercado de flotación libre o administrada?

– Primero, para administrar una flotación se necesitan reservas. Sin reservas no se puede hacer la libre flotación, que igual no quiere decir que el Banco Central se desentienda del tipo de cambio. El Gobierno tiene las herramientas monetarias y fiscales para influir sobre el tipo de cambio. La clave va a estar siempre en estabilizar el tipo de cambio. Si la gente piensa que el peso se va a desvalorizar siempre, como tendencia, cada vez la va a utilizar menos. por eso es clave estabilizar el tipo de cambio.

Económicamente, Argentina es un socialismo sin plan o un capitalismo sin mercado. Y el capitalismo sin mercado es un capitalismo ineficiente y de amigos

– ¿Y cómo se logra esa estabilización, y sobre todo cómo se hace creíble, con la historia que tiene la Argentina?

– Por de pronto es clave lo fiscal y monetario, pero puede haber arreglos institucionales que faciliten el proceso. Casi todos los planes de estabilización tuvieron de entrada un tipo de cambio fijo. Pero para tener ese tipo de cambio fijo se necesita previamente haber ajustado precios relativos y hacer que la economía pueda funcionar adecuadamente con ese precio del dólar. Y sobre todo, que la gente crea que se va a poder mantener. En resumen: generar confianza y poder mostrar resultados.

– ¿Qué puede a pasar con la deuda en dólares, la privada y la que le debemos al FMI? Habrá que reestructurarla otra vez?

– Yo creo que toda la deuda que ya fue reestructurada y la del FMI, se va a poder atender si Argentina recupera acceso a los mercados de capitales. Es ridículo suponer que el país va a pagar con superávit fiscal no solo los intereses sino el capital de esa deuda.

– ¿Pero se podrá lograr rápidamente el acceso a los mercados?

– No va a haber una nueva reestructuración de la deuda privada ni con el FMI. Va a haber que prepararse para cumplir con esas deudas. La clave está en acceder al mercado a tasas razonables. Ese debe ser el resultado de todas las políticas. Si el Gobierno arranca hablando de reestructuración de deuda empieza perdiendo.

– ¿Y con la deuda en pesos?

– Yo creo que cuando se anuncie el plan de estabilización y reorganización económica, acompañada por la reforma monetaria y fiscal y cambiaria completa el mercado se va a calmar. A partir de ese momento la tasa de interés que los tenedores de pesos van a pedir para financiar al gobierno va a caer significativamente. Y por lo tanto no va a ser un problema renovar toda esa deuda. Pero para ello habrá que frenar en seco el déficit fiscal Lo que no parece una tarea fácil Yo hice alguna simulación y creo que el gobierno en el año 2024 va a tener que conseguir que el déficit fiscal total sea cero, para lo cual hay que producir un superávit primario de 2 puntos del PBI, dado que este año el déficit primario cerraría en 2 puntos del PBI. De modo que el ajuste va a tener que ser de 4 puntos del PBI. Es un ajuste importante. pero teniendo en cuenta que los subsidios son 3 puntos del PBI y se puede generar un ahorro importante en el gasto de las empresas públicas. Si el Gobierno se pone firme en esto y en dejar de girar fondos discrecionales a las provincias, el ajuste de 4 puntos del PBI es muy factible.

El mercado cambiario se podrá unificar en seis meses, si de entrada el próximo gobierno hace todo bien

– ¿Bajar 4 puntos el déficit fiscal puede frenar de golpe la inflación?

– SI. pero no creo que en 2024 pueda pensarse en una inflación del 20%. Los reajustes de precios relativos más la tarea de eliminación de déficit a lo sumo se va a notar en 2025. En 2024 vamos a tener una inflación parecida a la de 2023. Pero ya en el 2025 es muy posible que si las cosas se hacen bien tengamos una inflación del 20% anual Siempre que hay ajuste hay costos sociales, que dependiendo de su profundidad pueden hasta ralentizar el ajuste necesario. ¿Cómo se maneja eso?

– La clave estará en focalizar muy bien los subsidios sociales.

– Los subsidios que hay que eliminar son los económicos, los que van a las empresas, públicas o privadas. Los sociales irán bajando solo cuando sus beneficiarios consigan trabajos formales. En la transición habrá que convertir los subsidios sociales en estímulos para la salud infantil, la educación y la formación profesional.

– Para usted la sociedad en general y el empresariado en su conjunto están de acuerdo con ese deseo de economía abierta?

– Los empresarios, en general los pequeños y medianos, como los emprendedores nuevos, permanentemente se quejan de las regulaciones, los impuestos, las trabas que el Gobierno les pone para el desarrollo de sus actividades. La vocación de ellos es poder funcionar en una economía más libre, más integrada, con menos obstáculos para el comercio interior y exterior. Eso yo lo noto cuando converso con ellos, y sobre todo con los jóvenes que tienen ganas de crear empresas con nuevas ideas. Es impresionante ese fenómeno que se está dando. Por eso ha tenido tan buena recepción el discurso de Javier Milei. No por lo que él diga de economía en general, sino por su apelación a la libertad económica.

Hay que producir un sinceramiento inmediato de las tarifas de los servicios públicos y eliminar los subsidios económicos

– Es verdad que todos los empresarios reclaman menos regulaciones e impuestos. Pero cuando se abre la economía no faltan los sectores que piden protección para ellos.

– Eso es razonable cuando la economía está plagada de regulaciones y de impuestos anti productivos que encarecen los costos de producción y descolocan a las empresas frente a cualquier competencia externa. No se puede pensar en libre comercio sin al mismo tiempo remover las regulaciones ineficientes, sin implementar una política de estabilización que sea exitosa. Yo no hablo de abrir la economía y nada más. La apertura tiene que ser un ingrediente más dentro de una reforma de la organización económica del país.

– En ese sentido, ¿hace falta un mega decreto de desregulación como el que, a instancias suyas, dictó el Gobierno de Menem en octubre de 1991?

– Hace falta eso y muchas cosas más. La convertibilidad fue un régimen monetario que dio diez años de estabilidad y eliminó la inflación, pero fue un ingrediente que si no era acompañado por la desregulación, las privatizaciones y la eliminación rápida del déficit fiscal no hubiera dado resultado, incluso en la apertura de la economía. El mismo día de lanzada la convertibilidad anunciamos la eliminación de todas las retenciones. Al abrir la economía lo primero que hay que hacer es quitar trabas a las exportaciones. Eliminar retenciones es el primer acto de apertura de la economía. Y luego prudentemente abrir las importaciones. Hay que ser muy inteligente en esa apertura, porque si no el desarrollo industrial pensado para exportar no se concreta.

Recién en 2025 podría pensarse en una baja sustancial de la inflación

– ¿Pero es posible eliminar inmediatamente las retenciones a las exportaciones, o puntualmente a la soja, en el arranque del próximo gobierno?

– No se puede predecir cuándo se eliminarían las retenciones a la soja y demás. Depende de cómo avance la cuestión fiscal y también si se avanza o no hacia la unificación del mercado cambiario. No es un tema que pueda resolverse con independencia de los demás cambios. Cuando digo retenciones 0 me refiero al momento en que se ponga en marcha el plan de estabilización.

– ¿La economía abierta de libre mercado le dio paso a una economía más cerrada y, como se suele decir, a un capitalismo de amigos?

– Siempre cito una frase que Adolfo Sturzenegger me dijo en los años ‘80. En lo económico, la Argentina es un socialismo sin plan. O un capitalismo sin mercado. El Gobierno interviene, traba los mercados, no los deja funcionar libremente. Y así no hay competencia ni búsqueda de la eficiencia. El capitalismo sin mercados es inexorablemente ineficiente y de amigos. En ese contexto, todos los empresarios terminan buscando favores del Gobierno haciendo lobby a favor de su sector. y sin tener en cuenta el efecto negativo sobre todo el resto de la población. Hay que volver a la economía abierta y terminar con este capitalismo de amigos.

– El presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde, le dijo a Clarín que es importante mantener a raya los lobbies sectoriales.

–  Es así. Es fundamental que se desmonten los mecanismos que inducen u obligan a los empresarios a hacer lobby solo para favorecer a sus sectores.

– ¿Se da un crecimiento del empresariado local por el espacio que dejaron las multinacionales que se retiraron o están en retirada?

– Es bastante lógico. El capital extranjero, cuando invierte en la Argentina invierte bajo determinadas reglas. Si ve que las decisiones que el Gobierno toma no son en función de una lógica económica y transparentes, obviamente piensan que siempre va a haber ventajas para los empresarios locales con mayor capacidad de lobby. No todos los empresarios tienen esa capacidad. Dentro de los empresarios hay muchos perjudicados. Cuando empezamos en la mediterránea en el 77 los empresarios que apoyaron estaban indignados porque había grandes empresas locales y extranjeras con gran capacidad de lobby. radicadas en la ciudad de Buenos Aires o en Provincia. Y las empresas del interior, aunque eran eficientes, quedaban en desventaja

– Argentina fue líder en los años 90 en atraer la inversión externa directa. Hoy capta montos marginales. ¿Se puede recuperar aquel liderazgo?

– Sí, pero hay que definir muy claras reglas de juego. sobre todo en los sectores relacionados con la infraestructura, para que vengan capitales a extraer el gas y el petróleo y transformarlo en un elemento de exportación, también el litio y desde ya el agro. Todo eso requiere básicamente definir reglas de juego, y si todo es arbitrario y cambiante, obviamente el capital extranjero no va a venir. En los 90, cuando llevamos adelante el programa de privatizaciones abrimos oportunidades de inversión con reglas muy claras. Ahí es cuando vinieron los capitales. En 2002, al borrar la convertibilidad y pesificar contratos, virtualmente se expropió todo el capital local y extranjeros que había permitido la modernización de la infraestructura y el sistema productivo. Ahora por supuesto los que piensan en invertir en la Argentina se preguntan: ¿Va a volver ocurrir eso de cambio de reglas cambiantes y nos expropiarán? Eso es algo que juega en contra de convencer al capital para que venga.

– ¿Pero eso de “esperar y ver qué pasa”, no puede demorar o hasta frustrar la recuperación del país? Algo de eso se vio en el gobierno de Macri.

– El primer capital que hay que seducir y convencer es el capital de los argentinos, los cientos de miles de millones de dólares que tienen los argentinos en el exterior. El punto de partida es crear reglas de juego que convenzan a los locales y luego se sumarán los extranjeros. En 1991, lo primero que ocurrió fue el regreso de los capitales argentinos. Ese año las reservas arrancaron en 4000 millones de dólares y terminaron en 15.000 millones. Esos 11.000 millones eran capitales argentinos que se depositaron en los bancos y dieron lugar a que los bancos pudieran prestar en pesos y dólares. Recién después del plan Brady, 1993, realmente vinieron muchos capitales al país. Fue cuando se privatizaron la parte de energía. Cuando se privatizó Entel, los que vinieron fueron capitales que compraron bonos de la deuda a precio muy bajo y con eso pagaban la compra de empresas. Pero la inversión directa relevante, modernizadora, vino después del 93, cuando ya las reglas de juego insinuaban que eran lógicas y se iban a mantener en el tiempo.

– ¿Qué debe hacer el próximo gobierno con las tarifas de los servicios públicos?

– Tiene que producir un sinceramiento inmediato. Que vayan al nivel necesario para cubrir los costos de producción, y en todo caso si se necesita, el subsidio tiene que ser focalizado en la demanda, y dejar de darle subsidios económicos a las empresas. Hay que volver a un sistema de manejo de las tarifas idéntico al de los años ‘90. En los 90 la electricidad era barata y no había que pagarle nada a las empresas. Con las privatizaciones de la electricidad el kwh se vendía a 44 milésimos de dólar. Hacia 1999 el sistema funcionaba bien y con competencia y el precio había bajado a 22 milésimos de dólar. Con el gas pasó algo parecido. Y además había para exportar. Había abundancia de energía, a buen precio, y las empresas ganaban plata.

– ¿Es decir que habría que aplicar tarifa plena a todo el mundo y subsidiar a las familias que lo necesiten?

– Así es. Y lo mismo en el transporte. Es tan fácil focalizar con la tarjeta SUBE. Es cuestión de venderle un precio bajo al usuario que lo necesite y nada más.

– Y después está el caso de Aerolíneas, que pierde 500 millones de dólares por año

– En ese caso lo que no se puede hacer es proteger a la empresa en contra de la competencia. Hay que dejar que compitan y si no se ajusta, redimensionarla. Lo mejor es privatizarla para que quien invierta en Aerolíneas, si tiene capacidad de reorganizarla, que la haga funcionar pero sin necesidad de subsidios.

– ¿La inflación es un fenómeno monetario, multicausal o está en la cabeza de la gente, como dijo el Presidente Fernández?

– Lo que dijo el Presidente es la primera vez que lo escucho. La inflación es obviamente un fenómeno monetario. Si fuera factible dejar de emitir dinero la inflación se tiene que reducir. Pero claro, la emisión de dinero no surge por voluntarismo del BCRA, es consecuencia del desajuste fiscal. Quizás Fernández quiso referirse al fenómeno de la inercia inflacionaria. Con una inflación persistente como la argentina, siempre hay una serie de precios que se deben ajustar porque quedaron atrasados. y luego otros y otros. es difícil cortar esa cadena