La corrupción que no se investiga

La entrevista que me hizo Alberto Armendariz fue muy larga. Y es natural que La Nación no la haya publicado completa. Aprovecho esta oportunidad para trasmitir a ustedes algunos comentarios que hice al periodista y que no quedaron registradas en el reportaje publicado.

Por ejemplo, cuando Alberto Armendariz me preguntó cómo me siento después de haber sido demonizado en la Argentina, yo le contesté lo que figura en la nota bajo el título "A mi me han demonizado los medios de comunicación". Luego de aludir que ahora quieren demonizar a la gente que trabajó conmigo, agregué la siguiente descripción de la labor de mis colaboradores: "Se trata de personas que durante cinco a siete años trabajaron entre 10 y 15 horas por día, incluso muchos sábados y domingos y que dejaron jalones de sus vidas para servir al país. En los primeros años cobraban sueldos de no más de 2000 pesos, cuando antes, trabajando en el sector privado, habían logrado asegurar un nivel de vida digno a sus respectivas familias. Si no fuera por el reconocimiento de gastos protocolares, no podrían haber dejado sus anteriores ocupaciones para trabajar en la transformación de la Argentina. Por eso es infame que ahora se los indague como imputados por haber cumplido con su obligación de incluir ese reconocimiento de gastos en sus declaraciones ante la DGI".

Cuando expliqué que mi demonización y los escraches a que estuve sometido eran resultado de las campañas mediáticas, consideré importante dar un ejemplo ilustrativo. "A principios de 2002, el Diario Clarín publicó una nota describiendo un escrache frente a la casa de mi madre, en San Francisco. El escrache nunca se había producido, pero me enteré que camarógrafos de TN y Canal 13 habían estado ese día en San Francisco, incitando a los vecinos que se reunían en el centro de la ciudad para manifestar frente a los bancos, para que fueran a escrachar frente a mi casa paterna. Los vecinos de San Francisco rechazaron la sugerencia, pero como la nota periodística había sido escrita con anterioridad, se olvidaron de omitir su publicación. Era claro que el frustrado escrache frente a la casa de mi madre había sido organizado por periodistas de Clarín".

Luego de preguntarme si estoy en contacto con Menem y de recibir la respuesta con que concluye el reportaje publicado, Alberto Armendariz me pidió detalles sobre las cifras globales del sistema de reconocimiento de gastos protocolares en comparación con las magnitudes de los hechos de corrupción que según mi opinión no estaban siendo adecuadamente investigados. Mi respuesta fue la siguiente: "No he hecho cálculos prolijos, pero recuerdo cifras que acabo de releer en un artículo de Marcelo Zotlogwiasda de febrero de 1993. Allí él habla de 6.350.000 anuales como costo del sistema de reintegro de gastos protocolares, pero hace el cálculo con montos mensuales algo inferiores a los reales. Un cálculo mental rápido me permitió aumentar esa cifra a 10 millones por año. Así que se trataría de 40 millones para el período de cuatro años. Sin duda, mucho menos de los casi 1.000 millones que según he leído en los diarios, serían los gastos de la SIDE por arriba de lo normal, durante el decenio de Menem.

En todo caso deberían citar a dar explicaciones a los responsables de administrar esos fondos. El Ministerio de Economía nunca tuvo partidas de gastos secretos, porque según la ley 18302 sólo correspondían a los organismos encargados de la Seguridad. Y, en tren de comparar cifras, hasta los gastos secretos de la época de Menem empalidecen frente a la magnitud de las transferencias de riqueza desde los depositantes hacia las empresas endeudadas y desde los ingresos de los trabajadores y jubilados hacia los productores de bienes exportables que produjo la devaluación-pesificación en el 2002. Los diarios en aquella época estaban demasiado ocupados en hacer lobby por la ley que proteje a las empresas culturales como para advertir que en estas transferencias salvajes de riqueza e ingresos, de muchos miles de millones de pesos, se podían esconder escandalosos actos de corrupción."

Finalmente Alberto Armendariz me preguntó cuál era mi opinión sobre la evolución de la corrupción a lo largo de los últimos diez años. Más específicamente, si la corrupción había aumentado o disminuido. Mi respuesta fue la siguiente:"Yo no tengo elementos para hacer una medición propia. Pero acabo de leer un informe del Banco Mundial sobre la "calidad de gobierno" en un gran número de países y su evolución entre 1998 y 2004. Allí se mide, entre otras cosas, la magnitud de la corrupción. Para Argentina los índices muestran un gran desmejoramiento. Pero me dá la impresión, que la magnitud de las transferencias de riqueza y de ingresos que provocaron las medidas de Duhalde en 2002 constituyen el determinante fundamental de esta tendencia. Por eso, sorprende mucho que la posible corrupción de ese año, esté ausente en la discusión mediática de la Argentina".

Aunque entiendo que estas respuestas mías a interrogantes del periodista hubieran ocupado mucho espacio en una edición dominical de La Nación, he querido transcribirlas en esta página, para que mis lectores no queden con la sensación de que acepté un reportaje para hablar sólo de lo que desde el vamos me pareció un tema poco relevante.

En realidad, acepté el reportaje porque me angustia que, en lugar de investigar la verdadera corrupción, en la Argentina los jueces y fiscales dediquen su tiempo a indagar a los integrantes de mi equipo económico, por el sólo hecho de no haber omitido en sus declaraciones impositivas la percepción de un recupero de gastos protocolares, que no hacía más que reparar la injusticia que significaban sus muy bajos sueldos.

Una buena labor periodística

Ayer hice una advertencia a mis amigos, los lectores de esta página, con motivo del adelanto publicitario sobre la entrevista que el día anterior me había hecho Alberto Armendariz. Esta mañana, cuando leí el reportaje en La Nación [Ver nota 1] [ Ver nota 2], quedé satisfecho con la labor del periodista y su medio. Nobleza obliga. Reconozco que mis dudas del sábado se originaron en mi insatisfacción por el tratamiento periodístico anterior del tema de la lucha contra la corrupción y no en el comportamiento de Alberto Armendariz, que una vez más actuó con gran profesionalidad.

Gancho publicitario o tergiversación de un reportaje?

Mañana lo sabremos.

Esta mañana Sonia, mi esposa, atendió insistentes llamados de la periodista de Clarín, Silvia Naishtat, que quería que yo le concediera un reportaje como el que el día anterior le había concedido a La Nación. Ante la sorpresa de Sonia, que no sabía nada del asunto, Silvia le dijo que la Nación lo estaba publicitando y había anunciado que lo publicaría mañana. Le dijo además que La Nación anunciaba que yo había involucrado a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia en el tema de los “sobresueldos”.

Luego de esa llamada tuve que explicarle a Sonia porqué había concedido el reportaje a Alberto Armendariz de la Nación. Y porqué se lo negaba a Silvia Naishtat de Clarín. Como probablemente todos mis amigos y lectores se harán la misma pregunta, decidí responderla a través de esta página. Y de paso dejo planteado el interrogante que encabeza esta nota, por las razones que explicaré de inmediato.

Hace aproximadamente 8 o 9 días, casi a la misma hora, recibí llamadas telefónicas de Alberto Armendariz y Silvia Naishtat, pidiéndome sendos reportajes. A ambos les respondí exactamente lo mismo: que por el momento sólo me comunicaría a través de mi sitio en la Web y que si en el futuro decidía aceptar un reportaje para la prensa escrita, les avisaría. Mientras Alberto Armendariz mantuvo nuestro diálogo telefónico en privado, Silvia Naishtat lo publicó en Clarín, algo retocado, como si yo le hubiera concedido un reportaje.

Cuando a mediados de esta semana decidí que debía decir algo a través de la prensa escrita, es natural que haya elegido la vía del periodista que respetó la privacidad de nuestra conversación telefónica. Esa es la razón, y ninguna otra, por la que le concedí el reportaje a Alberto Armendariz de La Nación.Pero debo reconocer que el anuncio publicitario publicado hoy en La Nación me ha sorprendido. Nada tiene que ver con el contenido de mi diálogo con Alberto Armendariz.

Por de pronto, durante el reportaje me negué a hablar del tema “sobresueldos en la época de Menem” para poder hablar de la transparencia como antídoto a la corrupción en todos los gobiernos .Y, porque además, yo nunca pagué ni cobré “sobresueldos”.

Me referí sí al sistema de reintegro de gastos protocolares que entre 1991 y mediados de 1994 tuvo como fuente de recursos a la ley 18302, pero que luego pasó a financiarse del presupuesto ordinario, sin secreto de por medio, conforme lo dispuso el decreto 838 de 1994. Por supuesto, no dije nada distinto a lo que ya había escrito en mi página el domingo anterior.No di ningún monto ni cifra nueva, salvo confirmar la mención del límite de 6.500 pesos mensuales que había mencionado antes.Para contestar una pregunta sobre el monto global a que podría haber ascendido el sistema de reintegro de gastos protocolares, recordé una cifra que había leído en el artículo de Marcelo Zlotogwiazda, publicado el 18 de febrero de 1993, y que yo reproduje en este sitio la semana pasada. Es obvio que si recurrí a esa fuente, no tenía cálculo propio en mi mente y, por lo tanto, no podía ser tomada como la gran novedad del reportaje, y mucho menos ameritar dos frases grandilocuentes del anuncio publicitario.

Y, finalmente, en ningún momento del reportaje mencioné a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia.El anuncio publicitario de La Nación dice textualmente:“CAVALLO HABLA DE LOS SOBRESUELDOS PAGADOS DURANTE EL GOBIERNO DE MENEM”. Los montos. La SIDE. Los millones de dólares distribuidos mediante el “sistema de reintegro de gastos protocolares”. El total de fondos repartidos entre 1991 y 1994. El papel de la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia”

Quiero pensar que ese anuncio refleja las respuestas que La Nación esperaba que yo diera al reportaje y no las que yo realmente di. Esto puede ser así, si quien preparó el aviso publicitario no había leído el reportaje. Espero, sinceramente, que como me ha asegurado Alberto Armendariz, en cuya integridad profesional confié, el titulado y los destacados reflejen el verdadero contenido de nuestro diálogo. Caso contrtario, me habré equivocado una vez más en mi intento por evitar que se siga sembrando confusión.

Mingo Cavallo lo dijo sin vergüenza

Lugar: el Hotel Wellington, de Madrid. Ocasión: seminario sobre la seguridad jurídica de las inversiones extranjeras en la Argentina. Invitados: empresarios extranjeros con intereses en el país y ex funcionarios.

En ese escenario, a 10 mil kilómetros de Buenos Aires, Domingo Cavallo ofreció su versión sobre la crisis de fines de 2001 que terminó en los cacerolazos y en su eyección del gobierno y en el derrumbe institucional. Opinó también sobre el presente: dijo que el Fondo Monetario “sigue estafando” a la Argentina y dio recomendaciones a la actual administración. Sólo pidió perdón a los presentes por apasionarse arriba del escenario. “Es mi estilo y son temas que llegan mucho a mi corazón”, se disculpó.

Luego de dar su particular versión del corralito –señaló que no se trató de un congelamiento de depósitos sino de un control de cambios–, Cavallo concluyó: “Ahora, la solución es sencilla”. Y sentenció: que el gobierno argentino pesifique la deuda con los organismos multilaterales de crédito. “Si se obliga al Fondo a aceptar títulos en pesos, el FMI va a empezar a preocuparse porque nuestra moneda, ahorros y nuestro trabajo valgan. Que los argentinos valgamos”, enfatizó.

El encuentro que duró la mañana y buena parte de la tarde madrileña fue organizado por el Real Instituto Elcano, una organización cercana a la administración Aznar. La preocupación de los asistentes se refiere a la política tarifaria que tendrá el Gobierno. El seminario finalizará hoy con las presentaciones de funcionarios argentinos, como el canciller Rafael Bielsa y el ministro Gustavo Beliz.

Cavallo aprovechó la presentación para despacharse a gusto. Primero apuntó contra el Fondo: “La Argentina está sufriendo porque desde Washington decidieron convertirnos en conejillos de Indias para aplicar el principio de riesgo moral”, dijo. A su vez, aseguró que el organismo se encuentra en una posición “cómoda” frente a la salida de la crisis ya que es un acreedor privilegiado: cobra en dólares sin la aplicación de ninguna quita. “Así, el FMI nos estará ayudando a terminar de estafar a los argentinos y a los extranjeros que confiaron en el país”, exclamó el ex ministro, en la última exposición antes del almuerzo.Cavallo despotricó también contra Eduardo Duhalde por la devaluación. Y elogió a Lula porque “está haciendo lo contrario, al evitar una devaluación del real”. Con ironía, incluso criticó, sin nombrarlo, a Roberto Lavagna: “La devaluación fue exitosa porque devaluó las aspiraciones de los argentinos”, apuntó, al referirse a las polémicas declaraciones del actual ministro sobre el éxito de la salida de la convertibilidad. Por último, a los españoles les dejó una inquietud. “Me pregunto cómo podrán aumentar las tarifas con los actuales salarios”, señaló.

Cavallo: «El FMI le debe dinero al país»

NUEVA YORK.- Domingo Cavallo está acostumbrado a remar en contra de la corriente.

Mientras en la Argentina y en muchos otros lugares del mundo se interpretó que el acuerdo que firmó el gobierno de Néstor Kirchner con el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue un triunfo para nuestro país, el polémico ex ministro de Economía se declara "indignado" porque el "FMI está usurpando privilegios que son de los propios acreedores argentinos y de los extranjeros que confiaron en la Argentina".

El cielo está nublado sobre Manhattan, no llueve, pero igual Cavallo, precavido, abre el paraguas antes de tiempo: "No voy a dar opiniones políticas", advierte cuando se encuentra con LA NACION en un hotel del Midtown y comienza la corta caminata hasta la oficina donde se realizará esta larga entrevista. Al principio se muestra muy cauteloso y tenso. Cuenta que está cansado "de que los periodistas saquen de contexto sus palabras", y por eso mismo piensa dos veces cada oración y habla con tono pausado. Pero así como el tráfico neoyorquino matinal empieza a cobrar ritmo en las avenidas del East Side que se ven por las ventanas de la oficina, Cavallo, el ex superministro de Economía de Carlos Menem y fallido piloto de tormentas de Fernando de la Rúa, se distiende, comienza a apasionarse y a hablar libremente del FMI, del presidente Kirchner y de su futuro en la Argentina.

-¿Por qué sostiene que el acuerdo con el Fondo no debe ser interpretado como un éxito de la Argentina? -Los que entienden de temas financieros lo perciben como un éxito del FMI, pero no en términos de que haya cumplido con su misión y su responsabilidad, sino porque defendió sus intereses como acreedor. Que el FMI actúe así es una gran injusticia, además de ir en contra de la ley argentina. El Fondo está pretendiendo hacer valer un privilegio que no tiene. Privilegio que en todo caso sí poseen los que tenían activos en pesos en la Argentina, incluidos los trabajadores que cobraban sus sueldos en pesos; privilegios que sí tienen los depositantes, porque además de la ley de convertibilidad tenían la ley de intangibilidad de los depósitos; privilegios que sí tienen los que aportaron a los fondos de pensiones; lo mismo que los bancos que habían participado en la reestructuración de la deuda en 2001, porque habían transformado sus acreencias en préstamos garantizados, que estaban respaldados por recaudación impositiva, del impuesto al cheque.Todos esos acreedores tenían privilegios que no se les están reconociendo, y, sin embargo, se le reconoció al FMI un privilegio, que no está legislado en ningún lado, como acreedor.

-¿A quién culpa, al Gobierno o al Fondo?-Al Fondo. Atando cabos, y viendo cómo ha actuado ahora, el FMI fue el que en el segundo semestre de 2001 entorpeció la reestructuración ordenada de la deuda, además de no cumplir con desembolsos que había prometido para apoyar ese proceso de reprogramación.En realidad, el FMI le debe dinero a la Argentina porque en agosto de 2001 aprobó un plan para reestructurar la deuda -y la palabra "reestructuración" fue prácticamente impuesta por ellos y por el gobierno de Estados Unidos-, que incluía no sólo los desembolsos pendientes del blindaje de 2000, de los cuales no hicieron el pago que correspondía a noviembre de 2001, por 1290 millones de dólares, sino que además en ese programa habían comprometido 3000 millones de dólares adicionales para apoyar la reprogramación de deuda. Pero a diferencia de la actitud que por entonces tomó el gobierno de Estados Unidos, de apoyo al programa que lanzamos el 1° de noviembre de 2001, el Fondo lo boicoteó.-¿Por qué?-Porque les estábamos reconociendo un privilegio a los tenedores de bonos, argentinos o extranjeros, y a los acreedores, argentinos o extranjeros, que voluntariamente entraran en lo que se llamó la primera etapa de la reestructuración, que fue muy exitosa, porque abarcó 55.000 millones de dólares de bonos y préstamos, incluyó los préstamos que los bancos le habían dado a las provincias, que estaban pactados a tasas de interés muy altas, y significó una reducción de la factura de intereses sobre una base anual de 4000 millones de dólares.Ahora me queda claro que el FMI no quería que respetáramos ese privilegio que se les había dado legítimamente a los acreedores argentinos, sobre todo a los futuros jubilados, y a los depositantes de los bancos, dado que se protegía el valor de los activos que respaldaban esas obligaciones. Y ahora lo ha conseguido. Porque se puso a quienes participaron en la primera etapa de la reestructuración de la deuda en la misma bolsa que a los tenedores de bonos que no lo hicieron. Y en realidad, según la ley argentina -que por otro lado estaba aceptada por el Fondo en todos los préstamos que le dio al país- se reconocían estas ventajas, a partir del privilegio que la ley de convertibilidad les daba a los tenedores de pesos argentinos, respaldados por las reservas del Banco Central.

-¿Quién es menos confiable, el FMI o la Argentina?-El Fondo en estos momentos está siendo muy poco confiable, porque impulsó a la Argentina a ser absolutamente no confiable. Cuando un país deja desvalorizar su ley y su sistema de protección legal a los que confiaron en él, y cuando particularmente deja de proteger a los propios argentinos, obviamente pierde toda credibilidad.

-¿Qué siente cuando ve que personas como Alberto Fernández, que militó en su partido, o Daniel Scioli, con quien hizo alianzas, ahora culpan a la convertibilidad de todos los males?-A ninguno de ellos los escuché aplaudir la devaluación ni el default. Ninguno estaba en el Congreso el día en que se declaró el default, y me parece que Kirchner era muy crítico del abandono de la convertibilidad y de la devaluación en los primeros meses de 2002.La primera actitud de Kirchner y de su gente fue ver esas medidas como un desastre para la Argentina. También entiendo que a esta altura prefiera echarle la culpa a Menem o a De la Rúa o a Cavallo, antes que a Duhalde, Alfonsín y el FMI. Pero creo que los responsables de lo que pasó en la Argentina son Eduardo Duhalde, Raúl Alfonsín y el Fondo.

-¿Por qué el FMI impulsaba el default y la devaluación?-Porque tenía interés en que las reservas que estaban en el Banco Central -respaldando la convertibilidad, los depósitos bancarios y a quienes cobraban en pesos- dejaran de estar comprometidas en ese respaldo y pasaran a estar disponibles para cobrarse de ellas.Y lo lograron, porque en el primer semestre de 2002 la Argentina utilizó 4000 millones de dólares de reservas para amortizar deuda con el FMI. Fue sólo a fines del año pasado que el Fondo empezó a hacer el roll over de la deuda. No sólo consiguió eso, sino que logró no desembolsar los 1290 millones que debería haber pagado en noviembre, porque se habían cumplido todas las condiciones hasta el tercer trimestre de 2001. Y se hizo el burro con los 3000 millones de dólares que deberían apoyar la reestructuración de la deuda

-¿Qué debería planteársele al FMI ahora?-Hay dos alternativas. O el FMI se sienta con los demás acreedores, tenedores de bonos que no entraron en la reestructuración de la deuda de 2001, y juntos negocian con el gobierno argentino y aceptan las mismas condiciones. Es decir, la quita que se le pretende imponer a los acreedores la acepta también el Fondo.O la otra alternativa es que ponga todo el dinero que debería haber puesto: los 1290 millones, más los 3000 millones que comprometió para acompañar la reestructuración, y el dinero que cobró en el primer semestre de 2002 y que nunca le devolvió a la Argentina.Son unos 6000 millones de dólares, con los que el país atraería a los acreedores que tienen bonos y que no cobraron intereses con un pago en efectivo, aunque más no sea una parte de los intereses caídos. Esa sería una buena forma de atraer a los bonistas para que participen en una buena reestructuración de la deuda. También podría servir ese dinero para que se respeten los derechos de los ahorristas que todavía no han aceptado ninguna de las
ofertas que el Gobierno y los bancos les han hecho, y que quieren recuperar sus depósitos en dólares

-¿Aceptar ese dinero no sería endeudarse más con el FMI?-No, aceptar ese dinero sería empezar a resolver el problema de la deuda. Sería para empezar a conseguir efectivamente quitas del resto de los acreedores y serviría para terminar con juicios que pueden costarle mucho al Gobierno.

-¿No se arrepiente de haber impulsado la jubilación privada? -No, en absoluto. El sistema jubilatorio es un avance importante para la Argentina. Si se respetaran los privilegios que tienen los aportantes a los fondos de pensiones, que son privilegios que se acordaron en la reestructuración de la deuda que se concluyó en diciembre de 2001, los fondos de pensiones deberían estar funcionando perfectamente.Y por primera vez en la historia, los futuros jubilados tendrían garantizado el pago de buenas jubilaciones, cosa que no sucede porque el FMI ha impulsado la violación del orden de privilegios que contenía la ley argentina. Y lamentablemente, en el país no se está defendiendo la ley propia; se la está manoseando de una manera muy alevosa. El hecho de que la Corte Suprema todavía no se haya pronunciado sobre la inconstitucionalidad de la pesificación o sobre todas las violaciones de la Constitución que se produjeron desde principios de 2002 durante tres o cuatro meses, con todas esas medidas que adoptó Duhalde, representa un terrible manoseo.

– ¿No fue un error obligar a las AFJP a pasar todos sus depósitos a plazo fijo a letras del tesoro?-No. Nadie suponía que las letras de tesorería dejarían de ser cumplidas por el Estado. Eran el instrumento por el cual se captaban recursos en el mercado local de capitales. Y por supuesto, si las AFJP hubieran mantenido depósitos en el sistema bancario, como los tenían hacia mediados de 2001 en proporciones significativas, hubieran sido más afectadas aún de lo que han sido por tener bonos. Vino la pesificación, la reestructuración compulsiva de depósitos y eso afectó el valor de los depósitos en los bancos.

-¿Las AFJP no deberían haber podido colocar una proporción mayor de sus recursos en papeles empresariales o en el extranjero? -Los papeles empresariales han caído más que los del Gobierno en muchos casos. Porque el default no fue sólo del país, sino de prácticamente todos los endeudados de la Argentina. Pero lo más lamentable, lo que queda ahora claro es que el Fondo empujó no sólo al Gobierno sino a toda la economía argentina hacia el default. Y lo hizo para impedir que los que participaban en la primera reestructuración de la deuda hicieran valer sus privilegios legítimos.

Por Alberto Armendáriz , para LA NACION