Siento la obligación cívica de volver al ruedo político

Estoy en Córdoba y acabo de decidir participar en las próximas elecciones como candidato a Diputado Nacional. Soy conciente que luego de una trayectoria política tan activa como controvertida, voy a tener que hacer un gran esfuerzo físico y mental y someteré nuevamente a mi familia a las angustias que provocan las vicisitudes de la lucha política. Pero también estoy convencido que se trata de un sacrificio adicional que le debo a mi Patria.

Los peligros que acechan a la Argentina son muchos y graves. La Presidente, Cristina Kirchner, ademas de continuar la destrucción de las instituciones económicas fundamentales iniciada por sus predecesores, se ha embarcado en una lucha frontal contra las instituciones políticas de la Republica. Afortunadamente todos los partidos de la oposición y buena parte de la dirigencia que colaboró en las primeras etapas del régimen Kirchnerista están comprometidos y empeñados en impedir la destrucción de la República. La Corte Suprema de Justicia acaba de dar una muestra cabal de que aún existe independencia del Poder Judicial. Y ello es muy alentador. Yo también pienso poner mi granito de arena en esta defensa insitucional que es imprescindible para seguir viviendo en libertad. Pero los peligros no terminan allí.

Estan en grave peligro también el bienestar presente y las posibilidades de progreso futuro de millones de familias argentinas. Hace ya demasiado tiempo que se dejaron de respetar reglas básicas de disciplina y transparencia que son fundamentales para la estabilidad y el progreso económico y social. Pero esto se ha hecho con una metodología política muy perversa, que ha creado mucho engaño y confusión. El mayor peligro es que, aún con una derrota del Kirchnerismo, el nuevo Gobierno que resulte elegido en 2015, lejos de revertir esta tendencia a la desorganización económica y social, la acentúe. No hay nada que asegure que de una crisis como la que se avecina, emerja necesariamente una alternativa superadora. Lo hemos visto en 2001 y 2002, cuando la crisis lejos de ser sucedida por un diseño insitucional superior, abrió las puertas al desmanejo político que hoy nos agobia, a pesar de que Argentina gozó desde 2003 de las condiciones económicas externas más favorables de toda su historia.

Veo en el discurso económico y social de la oposición confusiones y propuestas, en muchos casos, tan graves y desenfocadas como las del Gobierno de Cristina y, en algunos, mucho más extremas. Quienes siguen habitualmente mis artículos y el intercambio de opiniones a que dan lugar los comentarios de los lectores, saben de estos peligros. Pero no es este el caso de la mayoría de los ciudadanos que siguen los acontecimientos como receptores más pasivos de la maraña de información, deliberadamente distorsionada, que trasmiten los medios de comunicación controlados por el Gobierno, al mismo tiempo que bloquean y descalifican a quienes aportan opiniones más independientes y bienintencionas.

Desde el Congreso Nacional, cuando fui Diputado Nacional en dos oportunidades, por un total de cinco años, desde los Ministerios que ocupé durante ocho años y desde la tribuna que tuve a mano durante toda mi vida política, dediqué un gran esfuerzo a la tarea de comunicar mis ideas y mi interpretación de la realidad. Siempre con el propósito de ayudar a que los ciudadanos conozcan la verdad de los hechos y puedan distinguir entre propuestas y acciones que resuelven los problemas de manera sostenible de aquellas propuestas y acciones que aún produciendo algún alivio momentáneo, lo hacen a costa de dificultar cada vez más una solución duradera. No siempre tuve éxito. Reconozco el último de mis intentos resultó en un ruidoso fracaso que me sacó del ruedo político por casi once años e, incluso, me impidió el regreso en 2005 cuando hice el intento de volver. Pero recuerdo con nostalgia las numerosas oportunidades, entre 1987 y 2001, en las que logré persuadir a mucha gente sobre los cambios que eran capaces de brindarnos mejores perspectivas de estabilidad y de progreso.

Pienso que ha llegado el momento en que debo hacer el máximo esfuerzo para que las ideas y propuestas que los visitantes de este blog conocen muy bien, tengan amplia difusión hacia toda la opinión pública y ayuden a reencontrar el buen rumbo político. Mi prédica va a estar orientada a dos objetivos: primero, que el Gobierno de Cristina, en los dos años que le quedan, pueda evitar el riesgo de que los actuales desequilibrios terminen en una explosión inflacionaria descontrolada y, segundo, que el futuro Gobierno que elijamos para gobernar a partir del 10 de diciembre de 2015, tenga ideas claras sobre la reorganización institucional que se necesita para encontrar buenas soluciones.

No sé qué resultados obtendré en el plano electoral. Pero estoy seguro que voy a quedar tranquilo con mi conciencia: una vez más no le habré sacado el cuerpo a una batalla que, peor que perderla, será no haberla intentado.

El campo y la industria, igualmente agobiados por los altos impuestos y el cepo cambiario

Los dirigentes del sector agropecuario están por iniciar una nueva protesta, plenamente justificada. Tal como ya lo sostuve en marzo de 2003: «el campo tiene razón«. Quiero traer a colación que la primera gran protesta del campo se llevó a cabo del 2 al 7 de marzo de 2003, porque, como sostengo en aquel artículo de 10 años atrás, se trató de una «decisión que sorprende a quienes ven al campo, junto a las industrias sustitutivas de importaciones y al turismo, como los grandes beneficiarios de la política económica del gobierno de Duhalde. Pero, la actitud del campo no debería sorprender a nadie porque los agricultores tienen 45 años de experiencia de reglas de juego como las que esta reinstalando el gobierno actual, para advertir de inmediato que, tal como se suceden los acontecimientos, el beneficio que les dejará la fuerte devaluación del peso será transitorio, mientras que los perjuicios asociados a las reformas impositivas que le siguieron serán permanentes.»

Los dirigentes de la industria manufacturera no se animan a pronunciamientos tan claros como los de los dirigentes agropecuarios, por la simple razón de que el Gobierno los amenaza con arbitrariedades de la AFIP, la discrecionalidad en la asignación de permisos de importación y los controles de precios. No creo que sigan sin darse cuenta de lo que los dirigentes agropecuarios tienen claro desde principios de 2003. En aquel artículo sobre el campo yo advertía que el sector industrial se demoraría más en advertir la trampa en la que cayó, pero creo que sus dirigentes ya tuvieron suficiente tiempo como para darse cuenta. Me permito reproducir el texto de aquella afirmación de 2003:

«A las actividades de exportación de la industria manufacturera les costará un poco más advertir los costos permanentes del sesgo anti-exportador que introducen las nuevas reglas de juego que hoy parecen facilitar la reactivación a través de la sustitución de importaciones. Es que con una moneda muy subvaluada, podrán exportar los mismos bienes que producen para sustituir importaciones. Pero sólo a costa de cobrar precios muy bajos en dólares, por la mercadería que exportan. Cuando el precio del dólar tenga un valor mas equilibrado, esas exportaciones se tornarán no rentables y la nueva sustitución de importaciones sólo podrá sostenerse mediante una política de protección arancelaria que reintroducirá el viejo sesgo anti-exportador de la política industrial argentina.»

«Más tarde o más temprano, todas las actividades que hoy aparecen como beneficiarias de la devaluación, terminarán formulando los mismos reclamos que hoy plantean con elocuencia los representantes del campo y de la actividad agroindustrial. La razón es muy clara: las retenciones a las exportaciones, la demora en devolver el IVA y los demás impuestos sobre los insumos, la inflación no reconocida por la legislación del impuesto a las ganancias y el deterioro creciente de la infraestructura y los servicios que sobrevendrán como consecuencia del acelerado proceso de descapitalización que sufre el país, no sólo corroerán los beneficios transitorios de la devaluación sino que quedarán como determinantes permanentes de baja rentabilidad de todos los sectores vinculados a la exportación.»

Traigo a colación estas tempranas advertencias sobre el caracter muy transitorio de los efectos de las devaluaciones y de las consecuencias muy negativas que traen a mediano y largo plazo a las mismas actividades que dicen pretender beneficiar, para que frente a las elecciones de Octubre de este año, tanto los dirigentes del campo como los de la actividad industrial, exijan de los candidatos de la oposición definiciones sobre el sistema impositivo, las restricciones acambiarias y al comercio exterior, los controles de precios, las estatizaciones, los congelamientos tarifarios financiados con subsidios que agravan la situación fiscal y el gasto excesivo por ineficiencia y corrupción, sin dejarse engañar, como ya lo hicieron en 2002, con la promesa de la devaluación salvadora.

Un claro pronunciamiento de Aecio Neves, candidato a ser el próximo Presidente del Brasil.

Justo al día siguiente de subir a mi sitio el post en el que sostengo que debemos desmontar la Unión Aduanera y perfeccionar al Mercosur como un Area de Libre Comercio, me encantó leer el importante reportaje a Aecio Neves que publicó La Nación. Acá transcribo la última pregunta y la clara respuesta de Aesio Neves. Ojalá sea el Próximo Presidente de Brazil.

«¿Qué lugar ocupará el Mercosur en ese esquema?»

«-Estamos muy preocupados por lo que hoy sucede en el Mercosur, que está muy anquilosado. Dudamos si la unión aduanera es aún el mejor camino. No debemos perder las alianzas comerciales de Brasil con la Argentina, pero tenemos que transformar el Mercosur en un área de libre comercio que permita a cada Estado-miembro firmar acuerdos comerciales con otros países. De la forma en que está ahora, en los últimos años, el Mercosur no ha beneficiado en todo lo que debería haber beneficiado ni a Brasil ni a la Argentina. Tenemos que tener el coraje de repensar y revisar el Mercosur. En este sentido, la Alianza del Pacífico, constituida por México, Colombia, Perú y Chile, es un ejemplo ya de movilidad y dinamismo.»

Debemos desmontar la Unión Aduanera y perfeccionar a Mercosur como Area de Libre Comercio

Mercosur enfrenta una crisis que, de no manejarse con inteligencia, puede terminar en la desintegración total del espacio económico regional y dejar a las economías nacionales en la situación en la que estaban a principios de 1991, antes de que se firmara el tratado de Asunción. Es decir,  sin ni siquiera un acuerdo de libre comercio entre sus miembros.

Si Mercosur se hubiera perfeccionado como área de libre comercio, camino en el que estuvo entre marzo de 1991 y fines de 1994 (es decir desde la firma del Tratado de Asunción hasta la firma del Tratado de Ouro Preto) y no se hubiera embarcado en la construcción de la Unión Aduanera, hoy algunos de los miembros de Mercosur, o, quizás todos, tendrían firmados acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, con la Unión Europea y con otros muchos países del mundo.

Los compromisos que significan la Unión Aduanera (el arancel externo común y la política comercial externa conjunta) se constituyeron en impedimento para que cada una de las naciones llevaran a cabo negociaciones como las que produjeron tantos beneficios a México, Chile,Perú y Colombia, los cuatro países que acaban de conformar la «»Alianza del Pacífico». El comercio exterior, tanto intra como extra regional creció más rápido en aquellas cuatro naciones que en Mercosur. Un estudio estadístico realizado por una de mis alumnas en la Universidad de Yale, cuyos resultados pueden verse en la presentación que acabo de hacer en el Astana Económic Forum 2013, así lo demuestran. Mientras el comercio externo en Mercosur creció a razón del 11,5% anual, el de los actuales miembros de la Alianza del Pacífico el crecimiento fue del 13,1% anual. Paradógicamente, hasta el comercio intra-regional creció más entre los miembros de la Alianza del Pacífico (14,4% anual) que entre los miembros de Mercosur (13,4%). La diferencia a favor de los miembros de la Alianza del Pacífico es mayor aún cuando se trata del comercio con el resto del mundo (mientras en los primeros ese comercio se expandió al 13 % anual, en Mercosur sólo lo hizo al 11 % anual).

Cuando los organizadores del Astana Economic Forum 2013 me pidieron que opinara sobre el proceso de integración que se está dando entre los países de la ex Unión Soviética que conforman la Confederación de Estados Independientes (CEI), utilicé esta experiencia latinoamericana para argumentar que es mejor que avancen en el proceso de integración conformando un área de libre comercio y que no se comprometan a conformar una Unión Aduanera. En realidad ya hay tres países (Rusia. Kazakhstan y Bielorusia) que han creado una Unión Aduanera, pero esa iniciativa es apenas incipiente. Aconsejé a los Kazakhstanies, que pueden llegar a verse condicionados por Rusia en negociaciones de libre comercio con China, con la Unión Europea y con los Estados Unidos, que entre los países del CEI perfeccionen un área de libre comercio y se abstengan, por el momento, de acordar un arancel externo común y una política comercial externa conjunta. Mi consejo fue bien receptado, al menos por los participantes en la sesión de la conferencia en la que hice mi presentación.

Por supuesto que ese consejo es aún más relevante para los países miembros del Mercosur. Es muy importante que dejemos de lado el ambicioso, pero restrictivo, proyecto de Unión Aduanera y pefeccionemos el área de libre comercio. De esa forma, cada país podrá elegir, con independencia, en qué otras negociaciones de libre comercio desea embarcarse. Si en lugar de adoptar esta posición realista y pragmática, nos seguimos condicionando recíprocamente frente a cambiantes y caprichosas estrategias nacionales, podemos terminar sin tener ni siquiera un área de libre comercio, además de quedar muy rezagados frente a los impresionantes avances que se están produciendo en el mundo a partir de las negociaciones bilaterales y regionales. Basta recordar que en estos momentos hay 14 naciones que están negociando un área de libre comercio Transpacífica y que también avanzan las negociaciones de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea. Chile,por caso, además de tener acuerdos de libre comercio con Perú, México y Colombia, tiene acuerdos similares con Panamá y América Central, los Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), Korea, Japón, China, Malasya, Australia, Nueva Zelandia, Brunei y Turquía.

No creo que el Gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner se vaya a interesar por este tipo de negociaciones en los dos próximos años, pero es importante que el gobierno que elijamos en 2015 no encuentre en los compromisos incumplidos, pero aún así condicionantes, de Mercosur, dificultades adicionales para avanzar hacia una rápida y eficaz reinserción de Argentina en el mundo.