Y Péguele Fuerte…hacia el precipicio

La vuelta al peor pasado de la Argentina, representado claramente por las décadas del 70 y del 80, no comenzó con la expropiación del 51 % de las acciones de YPF que pertenecían a Repsol. Tampoco con la confiscación de los fondos de pensiones, ni con las estatizaciones de Aerolíneas Argentinas y Aguas Argentinas. Ni con la creación de ENARSA. Ni con el control de los precios, las cuotas de exportación y las retenciones que llevaron al desmantelamiento de miles de  tambos, a la reducción dramática del stock ganadero y a muchos otros desatres productivos. Tampoco comenzaron con las restricciones a las importaciones y a la venta de divisas y los demás desmanejos económicos a los que asistimos desde el año 2002.

La vuelta al peor pasado de la Argentina comenzó con el Golpe Institucional  que se extendió del 19 al 30 de Diciembre de 2001. Y digo entre el 19 y 30 de diciembre de 2001 y no el 19 y 20 de diciembre de aquel año, porque el Golpe Institucional logró su objetivo cuando los representantes de los dos principales partidos de la Argentina, el Peronismo y el Radicalismo, designaron a Eduardo Duhalde como Presidente para completar el mandato de De la Rúa. Éste, en la opinión de quienes lo derrocaron, había cometido el grave error de darle continuidad a las políticas de los 90’s y de haberme pedido que yo volviera al Ministerio de Economía para buscar una salida ordenada a la grave crisis en la que había caído nuestra economía.

La vocación de la mayoría de los dirigentes políticos por retomar la tendencia al aislamiento internacional de la Argentina y echarle la culpa de nuestros problemas a quienes nos habían ayudado a modernizar la anquilosada estructura económica de la Argentina ya se había puesto de manifiesto en el largo aplauso que los miembros del Congreso Nacional habían prodigado al anuncio presidencial del Default de la Deuda Externa.

Peronistas y Radicales votaron los primeros días de enero de 2002 la virtual derogación de la Ley de Convertibilidad y consintieron en las semanas siguientes la pesificación, la derogación de la ley de intangibilidad de los depósitos bancarios  y la automática violación de todas las reglas bajo las cuales se había producido la privatización de las empresas estatales durante la década de los 90’s.

Todo lo que ocurrió desde entonces, incluida la expropiación de acciones de YPF, ha sido avalado por la mayoría de los dirigentes de los principales partidos políticos y constituyó un proceso magistralmente liderado por Néstor y Cristina Kirchner que han demostrado una genial habilidad para convencer a los argentinos que nuestro peor pasado es nuestro mejor futuro.

Casi todos los que pretendieron evitar esta vuelta a nuestro peor pasado han bajado ya los brazos y aceptado como inexorable este triste porvenir de nuestra Patria. Las últimas votaciones del ex Presidente Menem en el Senado de la Nación dan cuenta de esta resignación. Por supuesto que son muchos los que antes que Menem optaron por esta actitud. Yo diría que casi todos los dirigentes, con unas pocas honrosas excepciones. Cada vez que los veo votar las leyes que destruyen todo lo que habíamos conseguido en los 90’s, recuerdo el entusiasmo con el que seguían en aquellos años mis discusos en las tribunas políticas cuando me pedían que fuera a hacer campaña por ellos en sus respectivas provincias.

A quienes aún tienen deseos de que Argentina retome la buena senda, vuelva a insertarse con inteligencia en el Mundo y ofrezca oportunidades de progreso a todos sus habitantes, quiero trasmitirles que yo no he bajado los brazos. Yo sigo con la misma fuerza y pasión por el progreso de nuestra Patria que la que puse en mi tarea como Diputado Nacional entre 1987 y 1989, como Ministro de Relaciones Exteriores entre 1989 y 1991, como Ministro de Economía y de Obras y Servicios Públicos entre 1991 y 1996, como candidato Presidencial en 1999 y como Ministro de Economía entre marzo y diciembre de 2001.

Reconozco que durante los 90’s se cometieron muchos errores, de los cuales soy mucho menos responsable de lo que se quiere hacer creer a la gente, porque los principales errores se cometieron en el período en el que yo estuve fuera del Gobierno de Menem y, en la práctica, era su principal crítico. Pero nunca voy a dejar de sostener que la visión del Mundo y de Argentina que supimos predicar y convencer en aquellos años era y sigue siendo la correcta.  Y que, por el contrario, la visión del Mundo y de la Argentina que se ha impuesto desde 2002 nos llevará al mismo desastre en que terminaron las décadas del 70 y del 80.

Quien asuma la Presidencia el 10 de Diciembre de 2015 tendrá que hacer, en materia de política exterior, lo que yo hice como Ministro de Relaciones Exteriores y, en materia de organización económica y social, lo que hice como Ministro de Economía y Obras y Servicios Públicos . Porque tal como vamos, se están recreando todas las condiciones que hacia 1989 nos habían aislado del Mundo y la economía llegará al 2015 tan desorganizada y deteriorada como llegó a 1991.

Para quienes, por la forma en que está votando Carlos Menem, están perdiendo la esperanza de que este cambio drástico de tendencia política se produzca, quiero hacerles saber que yo no he bajado los brazos ni he cambiado de opinión. Y que mucho antes del 2015 me tendrán muy activo luchando por la Argentina que pudo y debió ser y no por esta deplorable versión a la que la actual dirigencia Argentina nos está conduciendo.

Cuando escuché las medidas que el Gobierno había decidido para resolver la crisis energética generada por las políticas del 2002 en adelante, recordé aquella vieja propaganda con la que, allá por los 80’s, se alentaba el uso de la nafta de YPF: Y Péguele Fuerte… sólo que esta vez la fuerza generada por la nafta de YPF apunta hacia el precipicio.

Auto-aislados del Mundo

Mientras la mayor parte de las naciones en proceso de desarrollo, de las cuales China es quizás el mejor ejemplo reciente, se integran crecientemente al Mundo y aprovechan las tecnologías, las inversiones y el comercio que cruzan las fronteras  cada vez con mayor libertad, nuestro País se ha ido auto-aislando a paso redoblado.

Este proceso comenzó con el default de la deuda externa, sin que desde entonces haya mediado negociación de buena fe con los acreedores; se acentuó con la violación por parte de Argentina de todos los contratos de concesión y la virtual confiscación del capital invertido en los sectores en los que se habían producido privatizaciones durante los 90’s; y culminó en las crecientes restricciones al comercio externo y al movimiento de capitales.

En materia de restricciones al comercio y violación de compromisos con nuestros socios comerciales pasamos de la prohibición de exportar gas a Chile en 2003 y de las trabas generalizadas a las exportaciones de carnes y cereales desde 2004 en adelante, a las trabas cuantitativas al comercio intra-mercosur y, mas recientemente, al virtual control discrecional de prácticamente todo tipo de importación de bienes y servicios.

No es de sorprender que la inversión directa extranjera haya prácticamente desaparecido y que quienes tienen excedentes financieros en Argentina, en lugar de invertirlos en el País, prefieran enviarlos al exterior. Si faltaba alguna señal que le indicara a quienes disponen de capacidad inversora que no se estaban equivocando cuando adoptaban esas decisiones, las restricciones a la compra de dólares y las trabas a las transferencias financieras al exterior, incluídos dividendos y repatriación de capitales, sirvió de certificación de que estaban acertando en buscar refugio fuera de la Argentina.

En lo inmediato el Gobierno Argentino parece creer que estas medidas perjudican sólo a países extranjeros y a residentes en el exterior pero que son beneficiosas para el País. Craso error. El auto-aislamiento Argentino a quienes más perjudica es a los propios argentinos que quedaremos entrampados en una economía cerrada a las nuevas teconogías, a las inversiones y al comercio tanto de importación como de exportación. Volveremos a quedar rezagados frente al resto del mundo en materia de productividad y calidad de vida y acentuaremos las pujas distributivas internas que aceitadas con la emisión monetaria van a provocar tasas crecientes de inflación. No debería ser difícil a nuestra gente, especialmente a quienes tienen más de 30 años, advertir que ésta sera la consecuencia, porque hemos vivido el mismo proceso en las décadas anteriores a 1990.

Lo que resulta difícil de entender, especialmente a quienes nos observan del exterior, es la perseverancia de los dirigentes argentinos en el error de creer que el auto-aislamiento puede aportar alguna solución duradera a nuestra decadencia económica. Debo confesar que yo me hago la misma pregunta y no encuentro respuesta fácil.

No subestimen a los Griegos!

Ultimamento es muy común leer comentarios peyorativos sobre los griegos y su democracia. Se dice que son improductivos y que nunca podrán acompasar al aumento de la eficiencia alemana, que no podrán seguir en la Eurozona, que terminarán defaulteando desordenadamente y tendrán que reintroducir el Dracma, que su sistema democrático no funciona porque tuvieron que designar a un Primer Ministro tecnócrata, que su economía nunca volverá a crecer, etc. etc.

Yo tenía otra imágen del Pueblo Griego y de su dirigencia, quizás porque conocía a muchos griegos que viven o vivían en Argentina, había conversado mucho con mi amiga Miranda Xafa y conocido desde tiempo atrás a Lucas Papademos además de a otros economistas griegos de muy buen nivel profesional y de mejor calidad humana. Pero debo reconocer que había entrado a dudar de mis prejuicios ante tantos comentarios desfavorables que escuchaba y leía… hasta que a mediados del año pasado hice dos viajes a Atenas, conocí a muchos de sus dirigentes y pude hablar con mucha gente común.

Debo confesar que de esos viajes y de mi participación en la discusión sobre que les convenía hacer a los griegos frente a la crisis me he convencido que mis prejuicios eran correctos.: los griegos son un gran pueblo y hacen honor a su cultura milenaria. No por nada son los inventores de la democracia. Para quienes aún tengan dudas invito a ver estos dos videos y advertirán cómo se discute en Grecia el futuro de su economía y como piensa la gran mayoría silenciosa del Pueblo Griego. Invito a que presten atención a los gestos de Nouriel Roubini que desde los Estados Unidos los quiere inducir al Default y a la Dracmización de la economía Griega.

Y con respecto a los que dicen que la designación de Lucas Papademos como Primer Ministro fue una imposición antidemocrática de Europa, no advierten el sentido de responsabilidad de la dirigencia política griega: fueron los dos principales partidos políticos : El PASOK (Partido Socialista) y Nueva Democracia (Partido Conservador) quienes decidieron formar un gobierno de Unidad Nacional y proponer a Lucas Papademos asumir como Primer Ministro. Ahora irán a elecciones parlamentarias y, si ninguno de los dos partidos obtiene mayoría absoluta, no sería raro que decidieran continuar con Lucas Papademos como líder del Gobierno. Y si ganara uno de los dos partidos, ambos responsables en igual medida de los desmanejos del pasado, es altamente probable que continúen implementando el programa de reformas que han comprometido frente a la Troika. Y lo harán, no porque se los haya impuesto Europa sino porque el Pueblo Griego exige a sus dirigentes que dejen de cometer los errores del pasado.

Me apena advertir que, lamentablemente, desde 2001 en adelante, nuestros dirigentes estuvieron muy distantes del patrón de conducta de los dirigentes griegos y me entristece que nuestro pueblo les haya permitido actuar con tanta impunidad.

Grecia eligió el camino correcto

Los economistas argentinos que consideran que el default, la pesificación y la devaluación aportaron soluciones a nuestra economía y varios economistas norteamericanos muy influyentes, con Nouriel Rubini a la cabeza, bregaron para que Grecia declarara el default de su deuda, transformara todos sus activos y pasivos financieros de Euros a Dracmas y  dejara que un golpe devaluatorio e inflacionario reconstruyera su competitividad y cerrara su brecha fiscal. Afortunadamente para los griegos, para los europeos y para todo el mundo, Grecia no prestó atención a esos consejos.

Con la ayuda de Europa, Grecia logró restructurar su deuda con acreedores privados en forma ordenada y sin que quedaran tenedores de bonos en condiciones de reclamar ante los tribunales. Consiguió una quita en el capital de más del 50 % y reducir la tasa de interés a 2 % anual por los primeros cuatro años. No me caben dudas que el resto de la deuda con el Banco Central Europeo, con el Fondo de Estabilización Europea y con varios estados nacionales también será renegociada de tal forma que Grecia pueda honrarla normalmente.

Gracias a la exitosa restructuración de deuda, la crisis financiera que estaba adquiriendo en Grecia características muy parecidas a las de Argentina en los meses finales de 2001, con fuertes retiros de depósitos por parte de la gente y extrema iliquidez bancaria, va a ser rápidamente superada: los depósitos volverán a los bancos y gradualmente retornarán también los capitales griegos que fugaron al exterior en los últimos dos años.

La recesión que fue muy acentuada, comenzará a ceder y pronto la economía Griega estará creciendo sostenidamente. Se pondrá de manifiesto que la recesión fue muy fuerte no tanto porque el Gobierno se hubiera visto obligado a aplicar una política fiscal más restrictiva y porque la economía griega había perdido competitividad, sino porque las expectativas de default, dracmisación y devaluación generaron un clima de crisis financiera que provocó fuertes fugas de capitales y retiro de depósitos bancarios por parte del público.

Por supuesto que Grecia tendrá que ajustar sus cuentas fiscales y tendrá que adoptar medidas para recuperar competitividad. Pero podrá hacerlo en un clima de estabilidad financiera y monetaria y a través de decisiones discutidas en su Parlamento y no a través de reducciones salvajes de sueldos, salarios y jubilaciones como las que resultan de los golpes devaluatorios e inflacionarios. Deberá, por ejemplo, decidir una fuerte reducción de los impuestos que encarecen la nómina salarial, tal como lo ha comenzado a hacer Brasil en nuestra región y como lo habíamos dispuesto también nosotros en 2001 a través de los planes de competitividad. Ninguna de estas decisiones será fácil y seguramente habrá reclamos y conflictos. Pero el costo económico y social que deberán soportar los griegos resultará muy inferior al que pagamos los argentinos en 2002 y en los años siguientes. Y esto, a pesar de que los desajustes fiscales acumulados por Grecia desde la entrada al Euro fueron tres o cuatro veces superiores a los de Argentina durante la convertibilidad y que, además, Grecia no avanzó en materia de privatizaciones, desregulación y aumento de la productividad como sí lo había hecho Argentina durante los 90s.

¿Por qué pudo Grecia lograr algo que nosotros no conseguimos en 2001 y 2002? Esta pregunta es relevante porque nuestra deuda a fines de 2001 era del 60 % del PBI en comparación con una deuda de 160 % del PBI en el caso de Grecia, nuestro déficit fiscal era un tercio del de Grecia y hacia fines de 2001 el déficit en cuenta corriente había prácticamente desaparecido. Grecia, frente a problemas mucho más agudos que los que nosotros enfrentábamos en aquella época, consiguió restructurar su deuda en forma ordenada y está a punto de restablecer la normalidad financiera.

Acá va la respuesta: Grecia consiguió el apoyo de Europa y sus dirigentes, al menos los que pertenecen a sus principales partidos políticos, advirtieron que la «solución a la Argentina» era un salto al vacío. En nuestro caso, el FMI nos retiró el apoyo en medio del proceso de restructuración ordenada de la deuda y una parte importante de nuestra dirigencia, tanto en el Partido Justicialista como en el Partido Radical escucharon el canto de sirenas de los que querían la pesificación y la devaluación para sacarse de arriba las deudas que imprudentemente habían adquirido.

Si en lugar de haber decidido la pesificación los primeros días de enero, el Gobierno Argentino hubiera ido adelante con la oferta de canje de la deuda (que no se había presentado a la transformación en Préstamo Garantizado) programada para el 15 de enero, hacia el 15 de Febrero de 2002 Argentina hubiera estado viviendo la misma sensación de éxito que hoy está viviendo Grecia. La crisis financiera se hubiera revertido rápidamente sin que los ahorristas perdieran un sólo dólar de sus depósitos. Los fondos que el FMI no había desembolsado en Noviembre más los 3 mil millones de dólares que había comprometido para apoyar la restructuración de deuda hubieran sido seguramente aportados para la normalización financiera porque para entonces Argentina habría demostrado, sin lugar a dudas, que podía manejarse con déficit fiscal cero.

Los mismos que recomendaban a Grecia seguir el camino de Argentina 2002, hoy sostienen que Grecia no podrá volver a crecer sin una devaluación de su moneda. Paradójicamente muestran nuevamente a la Argentina como prueba de sus afirmaciones. Atribuyen el crecimiento del 2003 en adelante a los «beneficios» de la devaluación. Por supuesto, aún no se han enterado de todos los desequilibrios que los desajustes de precios relativos que siguieron a la devaluación provocaron en nuestro país: no saben de nuestro déficit energético, de la liquidación del stock ganadero, del deterioro creciente de nuestra infraestructura de transporte y de la bomba de tiempo fiscal que representan los subsidios que se debieron pagar para mantener los servicios públicos en funcionamiento. Tampoco señalan que ahora la economía Argentina está nuevamente infectada de inflación y que los conflictos sociales que se avecinan tienen precisamente su origen en las pujas distributivas que reviven con la inflación.

Afortunadamente los griegos, con el apoyo de Europa, están transitando el camino correcto: el de la búsqueda de soluciones sinceras, honestas y transparentes. Ojalá sus dirigentes tengan la capacidad, que los nuestros no tuvieron, para explicarle al pueblo que la dracmisación y devaluación provocarían más sufrimiento que  el que  se deriva de las decisiones parlamentarias sobre recortes de gastos, privatizaciones y desregulación. Si lo consiguen, los griegos habrán dado un paso importante para que la mentira no se transforme en la principal herramienta política. La mentira es, precisamente, la manifestación más evidente de la degradación social que está sufriendo la Argentina desde el 2002 en adelante.

La situación fiscal en Argentina se está agravando peligrosamente

Durante el mes de Enero la diferencia entre los gastos y los ingresos totales del Gobierno Nacional, es decir, su déficit fiscal, fue de 2815 millones de pesos comparado con un superávit de 88 millones de pesos durante el mismo mes del año anterior. Este deterioro se produjo porque los ingresos nacionales aumentaron 27.4 % durante ese período y los gastos aumentaron 36.6 %. Si bien no existen aún cifras, las noticias que llegan de las provincias indican que en ellas el deterioro de la situación fiscal es aún más acentuado.

No se trata de una reversión sino de la acentuación de la tendencia al deterioro que viene de varios años atrás, a pesar de que la recaudación fiscal ha alcanzado niveles records y la demanda agregada se ha estado expandiendo a ritmo acelerado.

Las cifras fiscales oficiales para 2011 muestran un déficit fiscal del Gobierno Nacional de 30,7  mil millones de pesos lo que representa un 1,6 % del Producto Bruto Interno. Esta cifra no es real: el verdadero déficit fiscal del Gobierno Nacional  asciende a 52,2 mil millones de pesos  (2.8 % del PBI) porque las cifras oficiales incluyen dentro de los ingresos fiscales 21,5 mi millones de pesos (1.2% del PBI) de transferencias de la ANSES y del Banco Central al Tesoro que en realidad no deben computarse como ingresos sino como financiamiento del déficit. Pero esto no es todo. En el mismo período, el conjunto de provincias tuvo un déficit de 36,7 mil millones de pesos (2 % del PBI) por lo que el déficit fiscal del Sector Público en su conjunto ascendió a 88,9 mil millones de pesos, es decir un 4,8 % del PBI.

El siguiente cuadro pone las cifras fiscales en perspectiva histórica:

Los déficits fiscales de los últimos tres años son del mismo orden de magnitud (en proporción al PBI) que en los tres años finales del período de la convertibilidad y son menores a los déficits fiscales delos años de la hiperinflación.  Pero si se comparan los niveles de gasto en proporción al PBI, se observa que en 2011 el gasto representa el 41.1 % del PBI mientras en 2001 representaba 31%. Incluso el gasto en 2011 es bastante superior a los niveles que había alcanzado el gasto público en los años de la hiperinflación.

A pesar de este gran aumento del gasto público, el déficit es comparable al de los últimos años de la convertibilidad porque los favorables términos del intercambio externo y los grandes estímulos de demanda que aplicó el Gobierno desde 2003 en adelante permitieron un aumento de la presión tributaria semejante a la del gasto público. Pero esta situación es muy peligrosa: si la recaudación llegara a reducirse como consecuencia de la desaceleración del crecimiento que ya se ha comenzado a observar,  el déficit fiscal puede llegar a ser tan alto como el de los años de la hiperinflación.

Por primera vez desde 2003 el Gobierno de los Kirchner enfrenta el desafío que más tensiones creó en los gobiernos de Alfonsín, de Menem y de De la Rúa: cómo reducir un déficit fiscal que tiende a descontrolarse. Bajar el Gasto público en proporción al PBI requiere adoptar decisiones que no son populares pero que si se postergan pueden dar lugar a costos sociales mucho más altos: aquellos que se derivan del descontrol inflacionario.