Argentina viene perdiendo mucha competitividad

por Domingo Cavallo, para «La Nación»

Quienes lean este título pueden pensar que me refiero al supuesto “atraso cambiario” del que se ha vuelto a hablar últimamente. No es así. La pérdida de competitividad que está sufriendo la Argentina frente al resto de las economías emergentes tiene poco que ver con la apreciación real de su moneda. En realidad la economía argentina viene perdiendo competitividad frente a países en los que la apreciación nominal y real de sus monedas ha sido mucho mayor que en el nuestro.

El caso más claro es Brasil. En la década del noventa, cuando nuestra moneda estaba mucho más apreciada que la Brasilera y prácticamente no existían trabas cuantitativas para la entrada de productos brasileros a la Argentina , teníamos superávit comercial con nuestro vecino. Hoy, con una moneda Argentina más depreciada que la de Brasil y a pesar de que desde 2003 en adelante le venimos poniendo trabas cuantitativas a las importaciones procedentes de ese país, tenemos un enorme déficit comercial con nuestro vecino.

Esto ocurre porque la competitividad real de la economía no depende tanto del tipo de cambio como de la productividad de la economía y del costo de los factores de la producción. Y la productividad, ponderada por el costo de los factores de la producción, ha estado creciendo mucho más rápido en Brasil que en Argentina, una relación inversa a la que se dio durante la década de los 90s.

La ventaja de Brasil radica en el entusiasmo inversor, tanto de los brasileros como de muchas empresas del exterior, derivado de la predictibilidad de sus políticas y del bajo costo del capital de mediano y largo plazo. Además, la política impositiva de Brasil, a pesar de que se trata de un país con una alta presión tributaria, no discrimina tanto contra las exportaciones y contra el empleo formal como sí lo hace la política impositiva argentina. Paradójicamente, la mayor apreciación del Real ha inducido fuertes esfuerzos empresariales enderezados al aumento de la productividad, algo que se observó también en Argentina entre 1990 y 1998. En contraste, en nuestro País la idea que comenzó a generalizarse a partir de 2002 de que el Peso siempre estaría muy depreciado, llevó al Gobierno y a las empresas a despreocuparse de la productividad. Y ahora, que la inflación ha dado lugar a una fuerte apreciación real del Peso, la pérdida de competitividad se pone de manifiesto sin ningún tipo de atenuante.

La pérdida de competitividad es un problema particularmente serio tanto por la coyuntura externa  que enfrentará nuestro país en los próximos meses y años, como por la delicada situación macroeconómica hacia la que nos estamos encaminando.

Las perspectivas externas no son halagüeñas. Muy probablemente los EEUU y Europa, afectados por sus respectivas crisis financieras, van a estar estancados o creciendo muy poco por varios años, tal como ocurrió con Japón desde 1990. Si bien es probable que Asia continúe en fuerte expansión, la competencia internacional en los mercados de manufacturas y servicios se va a intensificar y, salvo la exportación de mercancías b’asicas (commodities), el resto de las exportaciones enfrentarán dificultades. En la carrera ganarán los países que hayan aumentado más su competitividad y en esa carrera Argentina quedará descolocada.

Los empresarios  comenzarán a demandar y los inversores financieros a apostar por una devaluación monetaria como forma de recuperar la competitividad disminuyendo la remuneración en dólares a los factores de la producción. Pero con la actual situación monetaria y fiscal de nuestro país, estas demandas y apuestas pueden llegar a ser muy desestabilizantes e inflacionarias. Si la gente comienza a  predecir una devaluación monetaria, las tasas de interés de corto plazo van a aumentar y, si el Banco Central lo impide y se acentúan los controles de cambio, la brecha entre el mercado oficial y el mercado paralelo del Dólar puede ampliarse peligrosamente. Si pasadas las elecciones, el gobierno decide producir una devaluación significativa (para evitar que la devaluación gradual obligue a mantener alta las tasas de interés) el impacto inflacionario puede ser muy fuerte.

Países como Brasil, que han dejado apreciar nominalmente sus monedas y tienen inflación mucho más baja, podrán dejar que sus monedas se deprecien sin los peligros que enfrenta la economía argentina. Claro que si ellos dejan que sus monedas se deprecien, la presión devaluacionista en Argentina va a aumentar.

Por todas estas razones, lo mejor que podría hacer el Gobierno es revisar la política impositiva y crear un buen ambiente para las inversiones productivas, de tal manera que la búsqueda real y no monetaria de la competitividad pase a ser un empeño de todos los emprendedores, trabajadores e inversores.

«La Mansedumbre Argentina»

Diana Ferraro acaba de publicar (en un blog diferente a los dos de su autoría que están linkeados al mío) la que, en mi opinión, es la mejor reflexión que he leído sobre el resultado de las últimas elecciones. Como muchos de los visitantes de este blog me manifiestan que existe un vacío de opinión sobre este tema, me apresuro a sugerir, a quienes quieran conocer lo que pienso, que lean “La mansedumbre Argentina”. Coincido totalmente con la reflexión de Diana Ferraro.

Muy bien Brasil!

El Gobierno de Dilma Rousseff está enfrentando el problema de competitividad que le crea la fuerte apreciación del Real de manera inteligente. Ha decidido disminuir las contribuciones para la Seguridad Social que pagan los empleadores en los sectores de la economía que exportan bienes intensivos en mano de obra. También ha aumentado el monto de los reintegros y reembolsos de exportación. Esto es exactamente lo que hicimos en Argentina entre abril y diciembre de 2001, cuando estuvieron en vigencia los planes de competitividad. Es, por otro lado, lo que con Rodrigo Botero hemos venido recomendando a todos los países afectados por la enfermedad holandesa.

Los industriales argentinos deberían pensar en este tipo de solución a sus problemas de competitividad, tal como yo se los sugerí hace ya varios años. A esta altura ya deberían estar desengañados de la estrategia del Dólar Alto con la que se entusiasmaron a partir de 2002.

Ojalá los exportadores de Brasil, en particular los industriales, valoren el esfuerzo que está haciendo su Gobierno y entiendan que la vía de promover artificialmente una devaluación del Real no es la alternativa para curar la enfermedad holandesa sino el camino seguro para aumentar la inflación.

La depreciación global del Dólar perjudica a las economías emergentes que luchan contra la inflación

La fuerte expansión monetaria de los Estados Unidos explica la tendencia global a la depreciación del Dólar frente a la mayor parte de las monedas nacionales del mundo emergente.

El aumento del precio de las materias primas tiene su orígen principalmente en el rápido crecimiento de China e India, pero la depreciación del Dólar acentúa la tendencia al aumento de esos precios.

Lamentablemente, los aumentos no son generalizados y mucho menos uniformes, por lo que al mismo tiempo que las economías emergentes ven mejorados sus términos del intercambio externo (si tienen abundantes recursos naturales), encuentran que la apreciación de sus monedas significa deflación para el resto de los bienes que entran en su comercio exterior. Por eso, en las economías emergentes más ordenadas, aquellas que han tratado de mantener baja la inflación con políticas monetarias muy responsables, hoy se sienten los síntomas de la denominada “enfermedad holandesa”.

Rodrigo Botero y yo acabamos de escribir un artículo para una conferencia sobre el tema. La conferencia fue organizada por FLAR (Fondo Latino Americana de Reserva) y CAF (Coporación Andina de Fomento) en Catagena de Indias, el fin de semana pasado. El artículo se titula “La mejor terapia para la enfermedad holandesa es fiscal, no monetaria”, pero tiene una sección final en la que argumentamos que la política monetaria puede terminar agravando el problema si la autoridad monetaria nacional fija una tasa de interés de intervención demasiada alejada de la del Banco de la reserva Federal de los Estados Unidos.

Siendo la mayor parte de los visitantes de mi blog ciudadanos argentinos, quiero alertarlos que las ideas que aportamos con Rodrigo Botero se refieren a las economías emergentes que vienen aplicando políticas monetarias serias y que además han creado un clima de confianza interno y externo que induce una fuerte entrada de capitales. Nos referimos a países como Colombia, Perú, Chile, México, Brasil, Uruguay e incluso Paraguay. Pero  ciertamente no se aplican a Venezuela o Argentina, cuayas políticas monetarias han sido absolutamente irresponsables y, además, los respectivos Gobiernos han generado fuerte desconfianza que, lejos de inducir entrada de capitales, provoca una fuga permanente de ahorros nacionales hacia el exterior.

En estos días, he recibido muchos mensajes en el blog preguntando sobre el efecto que puede llegar a tener sobre la economía de nuestro país un eventual default técnico de los Estados Unidos, si es que el Congreso no autoriza el aumento del endeudamiento público. Mi respuesta es que no creo que vayan a dejar producir ese default técnico. Pero en cualquier caso, en el momento que los Estados Unidos encuentren límites para su endeudamiento, de una u otra forma, terminarán pagando sus deudas con emisión de dólares. Y ello, en todo caso, acentuará la tendencia hacia la depreciación de la moneda norteamericana que ya se ha venido observando.  Se tratará, simplemente, de la acentuación de los efectos que discutimos en nuestro artículo con Rodrigo Botero. Invito, a quienes estén interesados, a bajarlo de la página de artículos en español de este sitio.