Si no se recupera el crédito, no hay solución para los jubilados.

Por Felipe Murolo.

La eliminación del régimen de capitalización (AFJP) sigue generando polémicas y confusiones. En todo caso, como anticipara Domingo Cavallo en Noviembre de 2008, esta es otra situación en la que, también desde el punto de vista político, al Gobierno le ha salido el tiro por la culata. Aunque desde el punto de vista fiscal le permite seguir tirando algo de manteca al techo.
Mientras los títulos públicos estaban en los Fondos de Jubilaciones y Pensiones no había necesidad de preocuparse. El pago de las prestaciones en un sistema inmaduro generaba menores egresos que los ingresos mensuales. De manera que el Gobierno podía seguir refinanciando los cupones de renta y amortización a través de compras de nuevas emisiones por parte de los mismos fondos.
Ahora, como los han confiscado, son un bocado muy atractivo, al que le está echando el ojo mas de un sector. Pero no se dan cuenta de que es un bocado tan inexistente como el traje invisible del rey que se paseaba desnudo entre sus súbditos. En todo caso, inaccesible en el presente.
El nuevo fondo de sustentabilidad, aún manejado prolijamente, sólo admite egresos semejantes a los que estaban previstos para el régimen de capitalización: casi nulos en el presente.
No es posible echar mano a esos recursos porque ello requeriría un superavit fiscal equivalente para pagar la deuda pública de la que ese fondo es acreedor, y esa no es la situación actual, en especial cuando no existen inversores dispuestos a comprar nuevas emisiones de deuda pública que sirvieran para pagar los cupones de renta y amortización de los papeles que se encuentran en poder del fondo de sustentabilidad, ya que solo de esa manera se podrían utilizar para mejorar sustancialmente los haberes de los jubilados y pensionados sin que se afecte la situación de la Tesorería.
Solo cabe esperar que en algún momento del futuro, siempre que no se dilapiden esos recursos, o se licúen a expensas del fisco, pueda mejorar la situación macroeconómica, Argentina recupere el crédito, y esta situación, actualmente sin salida, pueda revertirse, como un caso atípico de hambre para hoy, pan para mañana.

De jubilados, ranas y escorpiones.

Por Felipe Murolo.

¿A quién se dirige Néstor Kirchner cuándo habla? ¿A enanos mentales?
Sus dichos son un insulto a la inteligencia de sus conciudadanos, en especial a la de sus seguidores, porque supuestamente a éllos les habla.
¿Cómo puede comparar la inmovilidad de las pasividades en términos nominales en los años de inflación cero, con los 17 aumentos de los que se jacta, en un contexto altamente inflacionario y luego de no haberse reconocido para nada el traslado a precios de la devaluación, durante los primeros 18 meses posteriores a la macrodevaluación del año 2002?
El doloroso efecto provocado a los jubilados y pensionados por esa política fué por supuesto mucho mayor que el recorte del 13% propugnado en el año 2001, ferozmente resistido y criticado por una parte de las ranas, la mayoría de los escorpiones y la voraz oposición de entonces. (Mas adelante volveré al tema de las ranas y los escorpiones).
Seguramente a Néstor Kirchner le debe haber provocado una crisis de nervios el artículo de Ismael Bermúdez publicado en Clarín, en el que sostiene que el promedio de las jubilaciones en Argentina equivale al 36% de los salarios del personal en actividad. Y como se habla de promedios puede ser (en rigor lo es) que en algunos casos la pasividad que se recibe equivalga al 10% de las remuneraciones del personal en actividad.
Es que la verdad duele, y en especial cuando con ella se refutan argumentos principales que, consecuentemente, se revelan falaces.
Se ha caído tan abajo que ha cambiado el discurso político justificativo de los errores, que era común en todos los Gobiernos: «la culpa la tuvo el otro». Ahora, después de 7 años, eso ya resulta difícil de sostener. Entonces lo han cambiado por: «nosotros somos malos pero los anteriores fueron peores».
Volviendo al tema de las ranas y los escorpiones, parecía genuino en 1999 dudar de la continuidad del acompañamiento de los escorpiones, pero fué ingenuo olvidarse del canibalismo de las ranas.
Olvidarse de que cuando se recuerda la caída de Don Arturo Illia, siempre se habla de pacto sindical – militar, pero pocos mencionan la participación de sus opositores internos. Y de que si nos remontamos en el tiempo hacia atrás podemos seguir encontrando ejemplos de la destrucción de sus propios Gobiernos, a causa de “desavenencias” internas.
En mi juventud, me tocó sufrir, en la Ciudad en la que me crié, la presentación de un referendum revocatorio del Gobierno Municipal en ejercicio, elegido democráticamente, impulsado por la rama partidaria opositora a ese Gobierno Municipal. ¡Qué casualidad! Estoy hablando del año 1964, pocos meses antes de la caída de Don Arturo.

Auto-marginados del Mundo

Después de una década en la que Argentina reconstruyó lazos de amistad con casi todas las naciones del Mundo, inclusive con aquellas con las que había tenido conflictos más graves y, gracias a ello, consiguió ingresar al grupo de las 20 naciones que se reunirán dentro de pocos días para discutir las reglas del juego internacional del futuro, estamos terminando una década en la que política exterior nos ha llevado a quedar auto-marginados del Mundo. Sólo falta que nos expulsen del Grupo de los 20, cosa que puede llegar a ocurrir si nuestra Presidente sigue haciendo el tipo de discursos que ha hecho hasta ahora y la política exterior de Argentina contradice todos los compromisos asumidos en ese ámbito.

El primer acto de auto-marginación fue el aberrante manejo de la relación con los acreedores externos de la Argentina desde que se declaró el default de la deuda. En lugar de mostrarse compungidos por no poder cumplir con sus obligaciones, nuestros gobernantes trataron a los acreedores como usureros mal-intencionados, cuando ellos, particularmente muchos jubilados italianos, alemanes, españoles, franceses, japoneses y norteamericanos, habían comprado bonos de la Argentina cuando éstos pagaban rendimientos inferiores a los de México y Brasil. Hoy esos dos países han conseguido el grado de inversión para su deuda y tienen tasas de riesgo país muy bajas, mientras el nuestro no accede a crédito externo alguno y, los bonos en circulación, reflejan una tasa de riesgo cinco veces más alta que la de esas dos naciones.

El segundo acto de auto-marginación fue la tendencia a imponer restricciones a nuestras exportaciones de gas natural, trigo y carnes que nos llevó a incumplir con contratos y a desabastecer mercados tan tradicionales e importantes como los de Chile, Brasil y Europa. Lo que había sido una política de aliento generalizado a las exportaciones durante la década de los 90s, que había recreado la imagen de una nación capaz de cumplir con sus compromisos comerciales, fue reemplazada por una secuela de decisiones que, en aras de abastecer al mercado interno a precios ruinosos para los productores y satisfacción apenas temporaria de los consumidores, restringieron las ventas al exterior, aún de bienes que el país se había comprometido a proveer en contratos de largo plazo.

El tercer acto de auto-marginación fue la rehabilitación de la anacrónica política de sustitución de importaciones, forzada por restricciones cuantitativas, altos aranceles específicos y uso y abuso de las denuncias de dumping y de subsidios. Este tipo de política comercial externa afectó nuestra relación con Brasil, prácticamente puso en crisis al Mercosur y, más recientemente, ha dado lugar a fuertes reclamos y reproches de países como China, probablemente nuestro mercado más importante del futuro y Grecia, una nación amiga que está atravesando una situación económica extremadamente crítica.

La  descabellada forma de pretender evitar la contaminación del Río Uruguay que se llevó a cabo alentando a la gente de Gualegüaychú a que persistiera con el bloqueo del Puente al Uruguay por más de cinco años, es una manifestación escandalosa de inamistad hacia una nación hermana a la que nos unen los mayores lazos imaginables de la historia y la geografía.

Todos estos actos de barbarie económica y diplomática han sido coronados con discursos agresivos, prepotentes, llenos de falsedades obvias y con descortesías dignas del más vulgar comensal de un comedor de los arrabales.

Una de las tareas más urgentes que tendrá que hacer un futuro gobierno es reparar todos los daños emergentes de esta pésima política exterior. Si no se comienza por este ángulo, Argentina va a tener que enfrentar la crisis en la que terminará el Gobierno de los Kirchner, en el peor de los escenarios imaginables, dado que nadie en el Mundo estará dispuesto a darnos una mano cuando más la vamos a necesitar. La auto-marginación internacional a que nos ha conducido el gobierno de los Kirchner sólo tiene parangón, como herencia muy pesada hacia el futuro, con la crisis inflacionaria y fiscal a la que está conduciendo la política económica.

¿Hemos salido de la estanflación?

                                                               Por Domingo Cavallo, para La Nación

El Gobierno muestra orgulloso los índices que reflejan la recuperación del nivel de actividad económica y el aumento de la recaudación impositiva; y sigue escondiendo los índices de la inflación verdadera. Los analistas económicos, incluso los más críticos, sostienen que hemos pasado de la “estanflación” a la “reactinflación”. Es, con esta interpretación, que muchos empresarios aseguran que la inflación es soportable porque evita que sigamos en recesión. Y los sindicalistas encuentran que la inflación revaloriza su rol dirigencial, porque pueden negociar, más frecuentemente, fuertes aumentos de salarios nominales.

Aparentemente, la dirigencia argentina, a diferencia de la de la mayoría de los países del mundo, incluidos nuestros vecinos latinoamericanos, tiene una actitud complaciente frente a la inflación. Lo único parecido a la actitud de nuestra dirigencia  es la del Gobierno de Venezuela: la inflación no es problema para el “Socialismo del Siglo XXI”.

Craso error! Cuando la inflación se reinstala en una economía, como lo ha hecho en Venezuela y lo está haciendo en la Argentina, las perspectivas de mediano y largo plazo no son nada halagüeñas. Siempre terminan en un período largo de estanflación, si es que no desembocan pronto en una crisis hiper-inflacionaria.

En Argentina iniciamos un período de estanflación en el último trimestre de 2008 y es muy difícil estimar por cuanto tiempo estaremos viviendo con esta realidad. La estanflación se caracteriza porque convive el estancamiento económico- como tendencia de largo plazo- con inflación persistente. El estancamiento no significa que la economía esté permanentemente en recesión, como estuvo en 2009. Puede haber períodos de recuperación del nivel de actividad económica, como está ocurriendo en lo que va de 2010. Pero la economía sigue estancada porque no hay inversión eficiente, esa inversión que hace crecer a la capacidad productiva. A  causa de los cuellos de botella que va encontrando el proceso de producción, cualquier recuperación requiere niveles más altos de inflación y, cuando a ésta se la trata de detener, sea retrasando el tipo de cambio o restringiendo la expansión monetaria, esas mismas medidas terminan provocando una nueva recesión… y así sucesivamente.

En nuestro país la estanflación se extendió desde 1975 hasta 1988. Este período desembocó en la crisis hiper-inflacionaria de 1989-1990. Entre 1975 y 1988 la economía argentina estuvo virtualmente estancada, con períodos de recesión (1975-1976, 1981-1984, 1987-1988) y períodos de recuperación (1977-1980, 1985-1986) pero cada recuperación acumuló desequilibrios que llevaron a la posterior recesión y, en todos los casos, la inflación se mantuvo elevada, subiendo un escalón después de cada crisis.

Es una pena que con tanta experiencia no aprendamos de nuestra propia historia. Quienes se ilusionan con la recuperación del nivel de actividad económica que se observa en lo que va de 2010 deberían advertir que la elevada inflación que el gobierno está promoviendo para financiar este proceso reactivador, sembrará la semilla de la próxima recesión. Ésta será consecuencia de la crisis cambiaria, fiscal y monetaria que algún gobierno, el actual o el que lo suceda, va a tener que enfrentar con fuertes medidas restrictivas, so pena de abrir nuevamente las puertas a una crisis hiper-inflacionaria. Es muy difícil predecir cuanto tiempo tomará. Pero es seguro que habrá un momento de decisión. Y no será una decisión fácil. La inflación es la enfermedad económica más difícil de erradicar.

Para visualizar el futuro que nos espera, en la medida en que el Gobierno mantenga el manejo económico que viene haciendo desde 2003, basta observar lo que está ocurriendo en Venezuela. La inflación supera el 30 % anual, existen múltiples tipos de cambios como resultado de restricciones cambiarias draconianas, el país está virtualmente marginado de las corrientes globales de comercio e inversión y su gobierno introduce un nuevo control o lleva a cabo una nueva nacionalización cada semana, por no decir, cada día.

Por supuesto, este tipo de intervencionismo económico no sólo es incompatible con un sistema democrático de gobierno sino que crea innumerables oportunidades para la corrupción y las injusticias de todo tipo. Los grandes perjudicados no son ni los empresarios ni los banqueros. Ellos tienen muchas  oportunidades de sacar sus capitales de los países que manejan de esta forma sus economías. Los grandes perjudicados son los trabajadores y la gente más humilde, que ven deteriorar, primero, sus ingresos familiares y, a la larga, su futuro y el futuro de sus hijos. Por algún tiempo este tipo de gobierno confunde a los sectores populares con dádivas y subsidios, pero cuando los recursos tributarios se agotan y la inflación se vuelve insoportable, sólo quedan para ellos la angustia y la desesperanza.