La próxima gran mentira

Nestor Kirchner ya lo decidió: quienes están por votar en contra de la gestión de Cristina Kirchner en la próxima elección cargarán con las culpas por todos los ajustes recesivos e inflacionarios que nos depara el futuro post-electoral.

El sabe que, independientemente del resultado electoral, es inevitable que el boleto de subte, de los viajes en tren y de los colectivos van a tener que duplicarse. Lo mismo va a ocurrir con el precio de la electricidad, el gas y el agua para todos aquellos hogares que aún no sufrieron fuertes aumentos. Los precios del pan, las pastas y los alimentos de orígen animal también van a aumentar porque escaseará el trigo y la reducción del stock ganadero hará sentir su efecto sobre el abastecimiento de leche y de carne. Todo esto ocurrirá porque el gobierno, cualquiera que sea el número de legisladores con los que cuente en el Congreso Nacional, ya no tendrá financiamiento para los multimillonarios subsidios con que ha venido compensando, parcialmente, la diferencia entre los costos de producción y los precios de todos estos bienes y servicios.

También sabe que mucha gente quedará desempleada, no sólo en el interior del país, donde ya se vive un clima de recesión mucho peor que el que se vivió entre 1999 y 2001, a pesar de  que los precios internacionales están todavía a más del doble del nivel que tenían en los 90s, sino también en los grandes conglomerados urbanos, porque las pequeñas y medianas empresas, frente a las caídas de sus ventas, ya no podrán pagar los sueldos y salarios de sus trabajadores. La construcción también se está parando y generará mucha desocupación, porque ha caído la demanda de propiedades por parte de los inversores privados y las provincias y municipios no pueden mantener el ritmo de pagos a sus contratistas y proveedores.

Kirchner sabe que con estatizaciones “a la Aerolíneas Argentinas” o “a la Massuh” sólo puede asegurar la continuidad de algunas pocas grandes empresas, pero con un costo fiscal que agravará la situación de todo el resto de empresas que continúen en manos privadas, por lo que se trata no de una solución, sino de un verdadero veneno de efecto retardado para la sistema productivo.

No puede desconocer que la emisión descontrolada de dinero a que se verá obligado el Banco Central cuando se agoten los pocos saldos bancarios que aún tienen organismos como la ANSESS y la AFIP para hacer frente a los déficits del Estado Nacional, las provincias y los municipios, va a repercutir sobre el precio del dólar en el mercado paralelo, aún cuando intenten controlarlo en el mercado oficial acentuando las restricciones para la compra de divisas por parte de la gente. Y es sabido que en épocas de alta inflación, los precios de muchos bienes y servicios siguen más al dólar paralelo que al dólar oficial. Las mentiras del INDEC serán cada vez más evidentes y la gente sentirá el encarecimiento del costo de la vida con más nitidez aún de lo que lo ha venido observando hasta ahora.

Porque sabe todo ésto y porque además advierte que el Kirchnerismo quedará en minoría en ambas cámaras, Nestor Kirchner ha decidido lanzarse en una carrera desesperada por convencer a la gente de que la culpa de todo lo que está por acontecer será de quienes voten a alguna fuerza política no alineada con el gobierno de su esposa. Esta es la próxima gran mentira. Una que dejará a las mentiras del INDEC como olvidables pecados veniales…

Europa sigue comprometida con la globalización y la economía de mercado


Durante los últimos diez días participé en muchas discusiones entre líderes de opinión europeos y economistas de todo el mundo sobre la situación política y económica de las naciones europeas. Estuve en la sexagésima primera reunión del Grupo de los 30 y en la octava edición del Foro Estambul, reuniones que tuvieron lugar en Roma y Estambul respectivamente, entre el 23 y el 29 de Mayo.

 

Llegué a esas reuniones con el deseo de descubrir cómo estan reaccionando los europeos frente al fuerte impacto negativo que la crisis financiera y económica global está teniendo sobre sus economías nacionales. Mi curiosidad al respecto, tenía que ver con un artículo que hace apenas algunos meses publicó la revista británica “El Economista”, titulada “Argentina en el Danubio”.

 

Ese artículo trazaba un paralelo entre las economías de los países de Europa del Este frente a la crisis actual con la situación de Argentina en 2001 y se preguntaba si esos países no se verían obligados a aplicar el tipo de “soluciones” que aplicó Argentina alrededor del año nuevo de 2002 : el default, la pesificación y una devaluación que redujo a menos de un tercio el valor de su moneda.

 

Más aún, algunos comentaristas sobre la situación de países que integran el área del euro, es decir que no tienen ya monedas nacionales sino una moneda común, se hicieron una pregunta semejante en relación a países como España, Irlanda, Italia, Portugal y Grecia, que están enfrentando una interrupción repentina ("sudden stops") en los flujos de capitales. Flujos que durante un largo período anterior habían permitido financiar fuertes déficits en sus respectivas balanzas en cuenta corriente. Esta pregunta no era sino una insinuación de que estas naciones podrían verse obligadas a abandonar el euro para permitir que una devaluación de sus recreadas monedas nacionales les permita aplicar la “solución argentina".

 

El argumento de los que visualizan una salida “a la Argentina” de las crisis de los países de Europa del Este, así como de aquellos de la Europa del euro que están sufriendo interrupciones repentinas en los flujos de capitales, es el mismo que hicieron los impulsores de lo que ellos dieron en llamar “el modelo productivo” en Argentina en 2001: era necesario devaluar para permitir un ajuste rápido de la cuenta corriente de la balanza de pagos alentando las exportaciones y desalentando las importaciones y era necesario pesificar las deudas y los ahorros internos, además de "defaultear" la deuda externa, para reducir el peso de la deuda tanto del sector público como del sector privado.

 

En las muchas reuniones y discusiones en las que acabo de participar, llegué a la conclusión que, afortunadamente para Europa y para el Mundo, ningún líder político ni empresarial relevante ni ningún economista prestigioso apoya estas ideas. Por el contrario, lo que se observa es un compromiso creciente con la globalización, de la que Europa es pionera a través de su propio proceso de integración. No sólo países como España, Irlanda, Grecia, Portugal e Italia descartan totalmente un abandono del euro y la recreación de sus monedas nacionales, sino que los países de Europa del Este que aún no están en el euro  visualizan la entrada formal a la zona del euro como la mejor solución a los problemas que están enfrentando en la actualidad.

 

Llegan a esta conclusión porque observan que los dos países de Europa del Este que ya tienen al euro por moneda, Eslovenia y Eslovaquia, son los menos afectados por la crisis global y porque los demás países de Europa de Este, tanto los que tienen sus monedas alineadas con el euro a través de cajas de conversión (los bálticos y Bulgaria) como los que tienen monedas flotantes y siguen la regla monetaria "metas de inflación", sólo se perjudicarían si hicieran lo que hizo Argentina en 2002.

En las que tienen cajas de conversión, en caso de verse obligadas a abandonar el tipo de cambio fijo, enfrentarían terribles desajustes en los balances de sus empresas, familias e instituciones financieras, porque la mayor parte de las deudas y activos están denominados en euros. La “solución argentina”, esto es, la conversión obligatoria de deudas y activos en euros a las respectivas monedas locales, para después devaluarlas, lejos de resolverles el problema, les generaría una recesión aún mayor, destruiría los incentivos al ahorro interno, re-introduciría la inflación y condenaría a estas economías al aislamiento. Todo el desarrollo de estas economías, desde 1991 en adelante, se basó en el proceso de apertura comercial y financiera y en el perfeccionamiento de las reglas de mercado, con respeto pleno a los derechos de propiedad de sus ciudadanos y de los extranjeros que invirtieron en ellas.

 

Los países de Europa del Este que tienen monedas nacionales flotantes y manejan sus políticas monetarias enderezadas a metas de inflación, también tienen un alto grado de “eurización” de sus economías, es decir una alta proporción de activos y pasivos financieros están pactados en euros. La depreciación de sus monedas frente al Euro les crea también problemas serios de desajustes monetarios en los balances de las familias, las empresas y los intermediarios financieros. Por eso tratan de conseguir apoyo financiero del exterior, incluidos los bancos centrales de Europa Occidental y los organismos multilaterales de créditos, para poder atenuar las fluctuaciones de la cotización de sus monedas en términos del euro. Estas economías ven a un futuro ingreso al área del euro como una forma de ponerle un límite a las expectativas de devaluación y poder conducir un proceso ordenado de reestructuración de deudas de las familias y empresas que enfrentan problemas de insolvencia ligados a las fluctuaciones cambiarias. En ninguna de estas naciones se habla de producir una transformación compulsiva de deudas y activos en euros a las respectivas monedas nacionales, por la misma razón que no se concibe hacerlo en las naciones que tienen cajas de conversión.

 

En Estambul advertí que precisamente, la comparación de las experiencias Argentina y Turca después de las fuertes crisis que ambas naciones sufrieron en 2001, abona la conclusión a la que arriban las naciones de Europa sobre la inconveniencia de aplicar una “solución argentina” a sus crisis nacionales actuales.

 

En 2001 tanto Argentina como Turquía estaban atravesando por crisis de balanza financieras y de pagos muy similares. Ambas economías tenían gran parte de sus economías nacionales dolarizadas o eurorizadas y en los dos casos había fuertes presiones para abandonar el ancla cambiaria con el que se había estado luchando contra la inflación. Turquía, que a pesar de su política cambiaria antiinflacionaria aún sufría alta inflación, no pudo evitar una devaluación a principios de 2001 pero no cambió la moneda de sus contratos denominados en monedas extranjeras. La devaluación fue acotada precisamente por eso, pero igualmente se produjo una fuerte crisis financiera y una gran recesión.

 

Argentina decidió provocar una devaluación más fuerte aún que la de Turquía, a pesar de que hacía varios años que su economía no sufría inflación. Pero lo hizo porque su nuevo gobierno, luego de la caída del que había sido elegido por el voto popular en 1999, creyó conveniente disponer la “pesificación” de todos los contratos internos denominados en monedas extranjeras. La devaluación del Peso Argentina fue mucho más fuerte que la devaluación de la Lira Turca, por lo que mientras que en Turquía, luego de la devaluación, su Banco Central pudo aplicar políticas monetarias enderezadas a reducir la tasa de inflación, en Argentina, la devaluación re-introdujo la inflación que en la década anterior había desaparecido.

 

Ambas economías comenzaron a recuperarse un año después de la devaluación y ambas se beneficiaron de la bonanza global del período 2003-2007, pero mientras hoy la tasa de inflación es del orden del 6 % anual en Turquía, Argentina, que había sido estable en los años anteriores, tiene hoy una inflación cercana al 20 % anual. Otra gran diferencia es que Turquía, al no haber "defaulteado" ni transformado ahorros y deudas de monedas extranjeras a Liras, nunca perdió el crédito y hoy, a pesar de la crisis global, sigue teniendo acceso a los mercados de capitales y, por supuesto, al crédito de los organismos financieros multilaterales, si llegara a necesitarlo. Argentina, lamentablemente, no tiene hoy ningún tipo de crédito.

 

El contraste entre las experiencias Argentina y Turca, ayuda también a fundamentar la conclusión a la que están arribando prácticamente todas las naciones de Europa que enfrentan crisis parecidas a las que sufrieron Argentina y Turquía en 2001: que, en todo caso, es mucho más alentadora la experiencia Turca que la Argentina. Por eso toda Europa sigue comprometida con la globalización y la economía de mercado. Y, en el caso particular de Turquía, la conclusión del Foro Estambul 2009, que discutió las metas de esa nación para su centenario, el año 1923, es que lo que Turquía necesita es ser admitida como miembro pleno a la Unión Europea y tener como moneda al euro.

 

Mi anterior visita a Turquía había sido en 1997. En aquella oportunidad, la Asociación de Bancos me había invitado a explicar la experiencia argentina de lucha contra la inflación. En aquel entonces, todos los países que aún sufrían inflación miraban a la Argentina con admiración. En este nuevo viaje, me produjo mucha tristeza constatar que hoy, 12 años después, no sólo Turquía, sino todos los países de Europa, miran la experiencia de Argentina posterior a 2002 para descubrir lo que las naciones en crisis que quieren resolver sus problemas no deben hacer.

La economía argentina después de las elecciones

La economía argentina ya está sufriendo estanflación, un fenómeno que se hará aún más virulento luego de las elecciones, con absoluta independencia de cuál sea el resultado. Se trata de una crisis que no se parecerá a la del 2001, año en que la debacle financiera local sobrevino a un proceso depresivo-deflacionario que se había iniciado en el segundo semestre de 1998. La crisis estanflacionaria actual prácticamente no tiene agravantes financieros locales . Es un fenómeno de la economía real que devendrá en crisis fiscal. En todo caso tendrá algunos rasgos de la del 2002, porque como entonces habrá inflación y fuerte recesión. Pero será una crisis mucho más parecida a las de 1975-76 y a la de 1989-1990.

La estanflación argentina, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de las economías emergentes, tiene poco que ver con la crisis financiera global. Argentina es uno de los países menos afectados por lo que está pasando en la economía mundial porque sus principales productos de exportación mantienen precios bastante más elevados que los que predominaron en la década anterior. No han caído tanto como los precios de los minerales de uso industrial y del petróleo. Además Argentina no había estado recibiendo capitales financieros del exterior y sus bancos no habían tenido una gran expansión del crédito en los últimos años. Por esa razón tampoco adquirieron grandes riesgos crediticios como los de los bancos de los países avanzados y de las economías emergentes con gran desarrollo financiero reciente.

La crisis argentina es totalmente autogenerada y era totalmente predecible. Yo la anticipé a principios de 2007 cuando describí cómo serían los escenarios de un futuro gobierno según ganara las elecciones Cristina Kirchner o Roberto Lavagna. Luego la describí con más detalle en mi libro Estanflación, escrito durante el invierno del año pasado, cuando todavía no se había producido ningún impacto significativo de la crisis financiera global sobre las economías emergentes.

La crisis argentina tiene su origen en:

1) las medidas impositivas y de controles de precios y tarifas que desalentaron la inversión y la producción en los sectores más productivos de nuestra economía, particularmente los sectores agropecuario y energético;

2) el aumento desmesurado del gasto público improductivo financiado con el producido de los impuestos distorsivos y

3) el encerramiento comercial y el aislamiento financiero que impidieron la recuperación del crédito público y privado y transformaron a Argentina en una economía a la que los demás países y organismos financieros del exterior les importa poco.Por eso la consideran no elegible para recibir los apoyos financieros que se están brindando a la mayor parte de las economía emergentes.

El tercero de estos factores es el que me lleva a predecir que la crisis argentina se va a agravar en la segunda mitad de este año y probablemente durante 2010 y 2011, aún cuando comiencen a verse signos de recuperación en la economía global y en la mayoría de las economías emergentes.

El déficit fiscal adquirirá dimensiones hasta hoy impensadas por la mayor parte de los economistas, aún de los que critican al gobierno. La caída de la recaudación, la necesidad de asistir financieramente a las provincias y de cumplir con los compromisos de pagos de obras públicas y a proveedores, determinarán un déficit fiscal significativo que no podrá financiarse con crédito público. Por lo tanto, habrá una fuerte emisión monetaria con el consiguiente drenaje de divisas. Si el Banco Central intenta frenarlo acentuando los controles de cambio, aparecerá un mercado paralelo como el que existió entre 1975 y 1990. Si el banco Central defiende sus reservas y no impone controles de cambio, se producirá una fuerte devaluación que espiralizará la inflación.

Estoy convencido que Néstor Kirchner sabe que la que acabo de describir es la realidad presente y futura. Hablé con él muchas veces durante la década de los 90 y me siento seguro en afirmar, como profesor de la materia, que tiene suficientes conocimientos de economía como para saber cuál es la interpretación correcta de nuestra realidad. Lo que lo lleva a argumentar que la crisis argentina es fruto de la crisis global y que la crisis se agravará sólo si el Gobierno pierde las elecciones del 28 de junio no es su desconocimiento de cómo funciona la economía argentina si no su falta de escrúpulos políticos .

Ya ha encontrado culpable para la crisis que estamos viviendo: son los EEUU que engendraron la crisis financiera global. Está preparando la lista de culpables del agravamiento de la crisis argentina. Como sabe que el gobierno va a perder esas elecciones (al menos en términos del número de diputados y senadores oficialistas que quedarán en el nuevo Congreso), ha decidido identificar como culpables del agravamiento de la crisis a los ciudadanos que voten a alguna de las variantes opositoras, es decir, a la mayoría del Pueblo Argentino. Sólo así se explica su discurso de campaña.

Esta falta de escrúpulos políticos me preocupa no por el efecto que pueda tener sobre el resultado electoral, sino porque es un indicio de que Néstor Kirchner esté planeando el alejamiento de su esposa de la Presidencia, luego de las elecciones del 28 de junio, en medio de algún episodio que pueda mostrar frente a la gente como un “Golpe Duhaldista”. Por otro lado, hay mucha gente alrededor de Duhalde a la que no le disgustaría esa alternativa, porque piensan que un futuro gobierno de Cobos, para completar período, necesitaría del apoyo del “Piloto de Tormentas” del 2002. Si Néstor Kirchner decide que no quiere pagar el precio político de hacerse cargo del agravamiento inexorable de la crisis, puede encontrar la bandeja servida para aparecer echado. Algo que el visualiza como un episodio histórico semejante al que vivió Perón en 1955.

Para quienes quieran imaginarse como podría ser un futuro gobierno de Cobos apoyado por Duhalde y con Lavagna de Jefe de Gabinete, sugiero a los visitantes de mi blog que relean el artículo que publiqué el 31 de marzo de 2007 titulado “Los inevitables sobresaltos de un futuro gobierno de Kirchner o Lavagna”. Por supuesto que hay una esperanza: la que describí en el artículo inmediato siguiente al anterior titulado: “Una alternativa electoral, difícil pero no imposible”. Pero para que ella vuelva a tener vigencia, habrá que esperar hasta las elecciones presidenciales de 2011.

 

Argentina frente a la Crisis Global

 Artículo de Domingo Cavallo publicado por Perfil en su edición del 3 de mayo bajo el título "Nuestra Torpeza".

La interpretación que prevalece en nuestro país sobre el origen de la crisis global, los mecanismos para su solución y la causa de nuestra crisis estanflacionaria es totalmente equivocada. Si nuestra dirigencia no lo comprende, aun cuando la mayoría de la naciones encuentre una salida y vuelvan a crecer sostenidamente, nosotros seguiremos enredados en una crisis local mucho más grave que la que ya nos aqueja y estaremos cada vez más aislados del mundo.

La interpretación que prevalece en Argentina.

Los economistas que dan apoyatura intelectual a las políticas de los Kirchner, así como los empresarios que bregaron por la pesificación con devaluación para licuar sus pasivos en 2002, entienden que la crisis global, iniciada en EE.UU. en agosto de 2007 demuestra el fracaso de la economía de mercado abierta al comercio y al movimiento de capitales, sin suficiente intervención de los Estados nacionales para proteger la producción interna de bienes y servicios. Sostienen que este fracaso quedó demostrado cuando entraron en crisis las políticas de los 90 en Argentina, entre 1999 y 2002.

Entienden que la solución es la que se aplicó en Argentina desde 2002, es decir la implementación de lo que denominan el “modelo productivo”, para contraponerlo al “modelo neoliberal”, al que caracterizan como la prevalencia de los intereses del sector financiero y de los exportadores e importadores sobre los intereses de los que producen bienes y servicios para el mercado interno. Y atribuyen la crisis de la economía argentina al impacto negativo de la crisis global sobre nuestro país que, de otra manera, habría continuado creciendo, según ellos, al ritmo que lo hizo entre 2003 y los tres primeros trimestres de 2008.

Si ésta fuera la interpretación sólo de los Kirchner y sus seguidores, se podría sostener que se trata de una lectura oportunista de la realidad frente a la necesidad de llevar adelante una campaña electoral que se presenta difícil para el oficialismo. Pero muchos de los dirigentes y economistas que habiendo apoyado a Néstor Kirchner durante una buena parte de su mandato se han distanciado de él desde su ruptura con Duhalde algunos, desde la salida de Lavagna del Gobierno otros, o desde la aparición del conflicto con el campo los más, parecen tener la misma interpretación que los Kirchner, al menos respecto de lo que significa la crisis global y cuál es su solución.

Sólo se diferencian de los Kirchner por las causas de la crisis que sufre ahora la Argentina. Sostienen que antes que el impacto negativo de la crisis global, son más responsables los errores de los Kirchner al dejar atrasar el tipo de cambio desde fines de 2006 en adelante.

La interpretación que prevalece en el mundo.

Aunque hay interpretaciones diversas, en el mundo prevalece la opinión de que la crisis global tiene su origen en la subestimación del riesgo asociado a inversiones inmobiliarias y de otro tipo en economías en las que abundó la liquidez y el optimismo, principalmente, pero no exclusivamente, en los Estados Unidos. Algo parecido ocurrió en España, Inglaterra, Irlanda y los países de Europa oriental.

El exceso de liquidez y el optimismo exagerado no se debió a la falta de intervención de los Estados nacionales sobre la economía, sino a la ausencia de mecanismos de coordinación y supervisión global de las intervenciones estatales nacionales que, tanto en países superavitarios como deficitarios, contribuyó por igual al desbalance global de la última década.

Los excesos de liquidez en las economías que pudieron sostener por muchos años fuertes déficits en las cuentas corrientes de sus balanzas de pagos, tuvieron que ver con políticas monetarias expansivas de sus bancos centrales y con las intervenciones de los Estados de muchas economías emergentes que, para evitar la repetición de crisis financieras que las habían afectado en el pasado, siguieron políticas mercantilistas para generar fuerte superávits en las cuentas corrientes de sus balances de pagos. Precisamente, como lo hiciera Argentina desde 2002 en adelante.

Por consiguiente, si ésta es la interpretación más aceptada sobre el origen de la crisis global, es inimaginable que la solución se consiga con una generalización de las políticas mercantilistas como las que pregonan en Argentina los promotores del “modelo productivo”. Por el contrario, en la reunión del G-20 en Londres, se puso énfasis en el compromiso de evitar el proteccionismo y en la necesidad de dar crédito a las economías emergentes para que puedan aplicar políticas expansivas de su demanda interna y no se vean obligadas a generar superávits en la cuenta corriente de su balanza de pagos.

Esta estrategia para sacar al mundo de la crisis global va a determinar que el consumo y la inversión aumenten en las economías emergentes que tienen muchas reservas y conservan buen crédito público, como China, India, Brasil, México y la misma Rusia. Los EE.UU. serán los primeros interesados en que esto ocurra, porque necesitan que alguien compense la caída del consumo y la inversión que sufren y que, si bien podrá atenuarse con las medidas monetarias y fiscales que está aplicando el gobierno de Obama, no se puede revertir totalmente, porque la tasa de ahorro de las familias norteamericanas debe necesariamente aumentar.

En este contexto no debería esperarse un impacto demasiado negativo de la crisis global sobre la economía argentina, porque nuestros principales productos de exportación tienen precisamente como mercados estas economías emergentes y sus precios no deberían bajar mucho más de lo ya han bajado. Además, tienen todavía precios que son casi el doble de los que se conseguían en la década de los 90. ¿Por qué entonces hay más pesimismo que en la mayor parte de las economías emergentes?

La razón es simple. Mientras las economías emergentes, especialmente las que acabo de mencionar, cuentan con un elevado nivel de reservas y muy buen crédito público, nuestra economía apenas tiene reservas para respaldar los pasivos monetarios del Banco Central y el crédito público está más deteriorado que nunca. Además, nuestra economía sufre una inflación persistente y está comenzando a aparecer un déficit fiscal que sólo podrá ser financiado con emisión monetaria. Y los sectores más productivos están agobiados por impuestos distorsivos que desalientan la producción y la inversión.

En otras palabras, nuestros problemas no se originan en la crisis global sino que son fruto de nuestra propia torpeza.

Debemos advertir el error y reinsertarnos en el mundo.

Para salir de esta trampa en la que hemos caído por errores de diagnóstico y la tendencia a culpar a otros de nuestros males, debemos cambiar de actitud frente al mundo. Cumplir con los compromisos asumidos en las reuniones del G-20 y dejar de encerrar a nuestra economía con medidas proteccionistas de viejo cuño que nos malquistan con nuestros vecinos y nos alejarán de China, nuevo actor del escenario mundial.

Debemos aprovechar los mecanismos que están poniendo en marcha las instituciones financieras internacionales para reconstruir el crédito público. No será imposible, siempre y cuando estemos dispuestos a dejar de mentir con nuestras estadísticas y demostremos voluntad de encontrar soluciones mediante el diálogo y la negociación con los acreedores que aún sufren nuestro default de la deuda: los países nucleados en el Club de París y los tenedores de bonos que no se presentaron al canje.

La recuperación del crédito público, en particular el de los organismos, permitirá que el déficit fiscal, sobre todo el que surja de la eliminación de los impuesto distorsivos, no agrave las presiones inflacionarias que surgen de los inevitables ajustes de precios y tarifas antes congelados.

Apenas termine el proceso electoral, cualquiera sea su resultado, el Gobierno debe revisar con sensatez la estrategia seguida desde 2002. Esperar hasta diciembre de 2011, cuando seguramente asumirá un nuevo gobierno, significará una tragedia, porque si no encontramos una salida a la trampa estanflacionaria, las consecuencias sociales en los próximos dos años y medio serán muy dolorosas. Argentina no puede seguir desafiando al mundo con arrogancia, restringiendo las importaciones con medidas proteccionistas y desalentando la inversión y la producción de alimentos y energía.

Estos son los dos rubros en los que nuestros valiosos recursos naturales nos ofrecen oportunidades extraordinarias de generación de ingresos y riqueza y nos permiten contribuir a resolver la crisis alimentaria y energética global que, lejos de haber desaparecido, se acentuará cuando se hayan superado los problemas financieros que hoy agobian al mundo.

Nuestros dirigentes deberían prestar atención a lo que opinan los presidentes de Brasil, Uruguay, Chile, Perú y Colombia. Acabo de participar en Washington en muchas reuniones en las que pensadores de todas las latitudes aportan ideas para resolver la crisis global.
En ninguna he escuchado opiniones positivas sobre el discurso oficial de la Argentina, en contraste con la simpatía que despierta entre gente de distintas posiciones ideológicas, pero obsesionada por encontrar soluciones, la posición de los países hermanos que he mencionado. En nada nos ayuda identificarnos con la Venezuela de Chávez y la Cuba de Fidel. La mayoría de los dirigentes políticos y económicos del mundo identifica los regímenes de estos países como resabios de un pasado al que nadie quiere volver.