Donde quedó el modelo de «Dólar Alto»?

Tal como lo predije en  marzo de 2007, en plena contienda electoral entre los Kirchner y Roberto Lavagna, enfrentado con el riesgo de una aceleración inflacionaria, Nestor Kirchner abandonaría las prescripciones de política cambiaria de los ideólogos del "Modelo Productivo basado en el Tipo de Cambio Real Alto", como a sus mentores les gusta llamarlo. (Hago la aclaración sobre quienes le han puesto este rótulo, porque en mi opinión no es un "modelo" y mucho menos "productivo", pero así es como han logrado presentarlo en sociedad en base a la propaganda oficialista, desde 2002 en adelante).

En mi artículo titulado "Los inevitables sobresaltos de una futura gestión de Kirchner o Lavagna" sostengo que mientras Lavagna se aferraría a las prescripciones de acompañar con devaluaciones del peso cualquier aumento de los precios y salarios internos, aún los originados en la eliminación de atrasos tarifarios, controles de precios, restricciones a las exportaciones y retenciones, Nestor Kirchner dejaría de lado el compromiso de mantener el dólar alto y haría todo lo que estuviera a su alcance para evitar que nuevas devaluaciones retroalimenten la inflación.

La reacción de kirchner al aumento de la inflación hasta el mes de setiembre pasado fue exactamente la que yo había predicho casi dos años antes. Pero quiero dejar bien en claro que, aún cuando el tipo de manejo cambiario que ha estado haciendo el gobierno es mejor que el que hubieran hecho los ideólogos del "Dolar  Alto", de ninguna manera está asegurado que el precio del Dólar pueda seguir siendo controlado si los instrumentos que se utilizan para evitar la devaluación del Peso, son los que se han utilizado hasta ahora.

Tal como le explicó mi amigo Felipe Murolo a alguien que le preguntó si descartaba una fuerte devaluación del Peso durante los próximos meses, es razonable descartar una devaluación como decisión deliberada del gobierno, pero no es posible descartar que llegue a haber una fuerte devaluación por la simple razón de que el gobierno no pueda frenar una escapada de la gente hacia el Dólar. En otras palabras, no habrá fuerte devaluación decidida por el gobierno, pero sí puede haberla por reacción del mercado.

En la medida que la inflación mensual se mantenga relativamente alta por ajustes de tarifas públicas que habían quedado muy atrasadas, o porque el gobierno permita que aumenten precios que habían estado artificialmente controlados o elimine restricciones a las exportaciones, como las que afectaron a la producción lechera y de carnes, o porque el gobierno reduce las retenciones a las exportaciones y permite que los precios internos se acerquen a los internacionales, nadie podrá argumentar que esa inflación provoca atraso cambiario. Por el contrario, se tratará de una suerte de inflación correctiva que lleva los precios relativos a los niveles que aseguran equilibrio entre la oferta y la demanda de cada uno de los bienes. El gobierno estará en lo cierto si no presta atención a las demandas de devaluación que se basan en el argumento de que estos precios, antes atrasados, están aumentando.

Pero si, por falta de crédito genuino, el Gobierno trata de financiar el déficit fiscal que inexorablemente va a resultar del proceso recesivo que ya se ha iniciado y trata de crear artificialmente crédito para el sector privado acudiendo, en ambos casos, a la emisión monetaria, la gente puede comenzar a demandar dólares como forma de cubrirse frente a un eventual descontrol inflacionario. Si la reacción del gobierno es detener una corrida semejante mediante acentuación de los controles de cambio y mandándolos a Moreno y Etchegaray a controlar las transacciones en la calle San Martín, se va a producir una fuerte devaluación en el mercado paralelo de cambios. Esto no debería ser novedoso para nadie: ya ocurrió de manera casi permanente en nuestro país entre 1975 y 1990 y viene ocurriendo en Venezuela desde varios años atrás.

Cuando se establece una brecha entre el mercado oficial de cambios y el mercado paralelo, la cotización del Dólar en este último mercado pasa a tener más influencia sobre las expectativas de inflación y el comportamiento de muchos precios que la cotización controlada por el gobierno. Un mercado cambiario desdoblado es normalmente la contracara monetaria de una ecoomía real en estado estanflacionario.

Es por esta razón que la decisión de Nestor Kirchner de abandonar la política de Dólar Alto sólo será exitosa en el sentido de evitar la espiralización de la inflación, si va acompañada no sólo de la eliminación de la inflación reprimida sino también de la recreación del crédito público y privado. Pero no del crédito ilusorio que se crea por emisión monetaría sino del crédito genuino que resulta de la confianza en que hacia el futuro a) no se volverán a violar los derechos de propiedad de los ahorristas argentinos y de los inversores del exterior y b) de que los deudores podrán cumplir con sus obligaciones. Por supuesto que ninguna de estas dos condiciones podrán alcanzarse si se continúa con la parte del discurso del gobierno que no cambió desde 2002: la de la violación permanente de los derechos de quienes arriesgan sus ahorros invirtiéndolos en la Argentina.

 

 

 

 

 

Artículos de La Nación sobre Colombia

En forma casi simultánea con mis notas sobre Colombia, el diario La Nación publicó varios artículos sobre los avances en materia de seguridad ciudadana en Bogotá y Medellín. Hoy también publicó un artículo muy bueno de Juan Manuel Tokatlian sobre la política exterior Argentina en relación a Colombia. Se los recomiendo a los lectores de mi blog a quienes mis notas les hayan despertado interés sobre la realidad colombiana.

El éxito de Colombia es clave para la seguridad y la integración del continente.

Quinta y última nota.

No quiero dejar la sensación de que en mi reciente viaje a Colombia sólo vi progreso y confianza. Colombia sigue enfrentando un problema muy serio de narco-guerrilla; tiene que cauterizar las típicas heridas post-conflicto que dejan las guerras civiles, cuando aún el conflicto no está definitivamente terminado; han renacido acusaciones de violaciones de los derechos humanos por parte de militares en relación a hechos antiguos, como el de la toma por el M-19 del Palacio de Justicia en 1985 y los casos mas recientes denominados “falsos-positivos”, en los que jóvenes de barrios marginales habrían sido asesinados y disfrazados de guerrilleros; se acaban de descubrir y abortar pirámides financieras no tan viejas ni tan grandes como la de Madoff en New York, pero sumamente gravosas para las regiones afectadas del interior del país; y se comienza a percibir el impacto de la crisis global por la gran importancia que tienen sus exportaciones a los países del NAFTA y de la CAN, regiones en las que puede caer mucho la demanda por la producción manufacturera colombiana.
Si bien, como yo intenté destacarlo en mis conferencias y declaraciones públicas en Bogotá y Medellín, Colombia presenta la ventaja de haber cuidado siempre su crédito público y privado, por lo que puede recurrir al endeudamiento para sostener la demanda efectiva, algo que no podrán hacer países como Argentina, Venezuela y Ecuador, no es menos cierto que Colombia, por el enorme esfuerzo fiscal que ha significado una guerra tan larga y con tantos frentes, no ha logrado acumular reservas excedentes como lo han hecho Chile y Méjico y, en menor medida, Brasil y Perú.
En sentido inverso, si bien la caída de la demanda de productos manufactureros originada en probables crisis profundas y prolongadas de Venezuela y Ecuador producirán un impacto inmediato negativo sobre la economía colombiana, el debilitamiento de los regímenes políticos de esos dos países, probablemente detenga o atenúe el apoyo subrepticio que desde el territorio venezolano y ecuatoriano han estado recibiendo las FARC, lo que como efecto mediato será muy positivo para Colombia.
Esta mezcla de circunstancias, algunas favorables y otras desfavorables, debería llevar a los Estados Unidos y al resto de las naciones americanas que están empeñadas en consolidar un clima de seguridad e integración en el continente, a redoblar los esfuerzos para ayudar a Colombia, tanto en el frente económico como en el de la lucha contra las FARC. Sólo gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y, lamentablemente, el de mi País, no parecen valorar los titánicos esfuerzos que Colombia está haciendo, en democracia y con pleno respeto de los principios republicanos, para erradicar definitivamente del continente americano un fenómeno que en los países que lo sufrieron, su extirpación costó muchas vidas y dio lugar a violaciones aberrantes de los derechos humanos.
Es inconcebible que algunos estrategas de la política exterior y legisladores en los Estados Unidos no adviertan el daño moral y material que para la causa de la paz y el progreso de todo el continente significa el manoseo que está recibiendo en el Congreso Americano el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos. Afortunadamente Méjico y Canadá en el norte y Chile, Perú y Brasil en el sur, tienen una actitud mucho más constructiva con Colombia, en términos de una relación comercial más abierta y profunda. También es alentador constatar la predisposición favorable al proceso integrador, por via de acuerdos de libre comercio, de Europa y Asia, que aunque no son mercados tan importantes para Colombia en la actualidad, el caracter bioceánico de su rica geografía ayudará a que lo sean en el futuro.
Además de reforzar el proceso de integración continental con la aprobación del Tratado de Libre Comercio, los Estados Unidos y los demás países importantes de América deben utilizar toda su influencia en los organismos multilaterales de crédito para que Colombia pueda financiar un programa ambicioso de mejoramiento de la infraestructura de transporte, así como de la infraestructura económica y social en las ciudades y pueblos del interior del país que no cuentan con el nivel de desarrollo de Bogotá y Medellín. Una consecuencia visible de los conflictos que debió soportar Colombia durante décadas es el deterioro y en algunos casos la ausencia de infraestructura para la interconección terrestre entre las comunidades de su vasto y accidentado territorio, así como las carencias de servicios básicos en muchas poblaciones pequeñas y alejadas del interior colombiano.
Hasta algunos años atrás, en estas poblaciones el único poder que existía era el de la narco-guerrilla. No existe mejor forma para neutralizar las tendencias recesivas originadas en la crisis económica global que redoblar los esfuerzos para revertir estas situaciones críticas, porque además de crear oportunidades de empleo y generar ingresos a la población, se estará apuntalando la presencia del Estado, en su rol prestador de los servicios básicos esenciales en los territorios que las fuerzas del orden han logrado recuperar de las garras de la guerrilla.
Además de todo el potencial que se detecta en Colombia para la producción de bienes, cuando se superen las limitaciones que hoy imponen la falta de infraestructura y de servicios, la geografía y la cultura de Colombia se constituirán en imanes poderosos de contingentes hoy inimaginados de turistas de toda las latitudes. Esta es una de las conclusiones de mi viaje que me siento más seguro de formular. Dan testimonio de ello la eficiencia y simpatía de María Ema García, la secretaria del Gerente General del Banco de la República que organizó y reorganizó mi agenda con una puntillosidad que yo, en toda mi larga historia de viajero incansable, nunca antes había conseguido; de Alejandra Rincón, joven licenciada en artes plásticas que me hizo recorrer y gozar de la admirable colección de pinturas y esculturas de la Casa Botero y del Museo de Arte de Bogotá. Sus explicaciones demostraban no sólo erudicción sino, y sobre todo, su amor por el arte colombiano; y de Juan Camacho, jóven antropólogo que me explicó la historia y las características de las piezas admirables de arte precolombino que se exhiben en el renovado Museo del Oro.
Los paseos que hice guiado por viejos amigos argentinos que viven en Colombia, Ana y Antonio Assefh y amigos colombianos, desde la época de estudiantes en Harvard, Cecilia y Alvaro Pachón, me permitieron conocer lugares tan impresionantes como la “Catedral de Sal”, en Zapataquía y tan divertidos como “Andrés Carne de Res”, en Chía. Estas visitas terminaron de convencerme de algo que ya había comenzado a descubrir en mis viajes a Cartagena de Indias en el pasado. Que Colombia, en un clima de paz se transformará en un destino turístico de relevancia mundial, para beneficio no sólo de quienes presten servicios a los turistas, sino también y, sobre todo, para deleite cultural y espiritual de quienes decidan acometer la aventura de descubrir la otra cara de Colombia. Tal como lo hice yo en este viaje inolvidable.

Vigor y fertilidad en el entramado empresarial colombiano.

Cuarta nota.

Desde que siendo jóven veía en Argentina la propaganda que la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia hacía para imponer su producto, siempre asocié el empuje empresarial de los colombianos con su sector cafetero. Cuando leí sobre la historia de Medellín, advertí que esta institución gremial había nacido también en esa ciudad, como la admirable Sociedad de Mejoras Públicas a la que me referí en mi nota anterior. Pero en mi viaje reciente aprendería mucho más sobre el entramado empresarial colombiano, que se extiende mucho más allá del sector cafetero tradicional.

En el almuerzo de trabajo organizado por El Colombiano me sorprendió advertir el orgullo que demostraron todos los empresarios privados allí presentes por la eficiencia de la EPM, acronismo de Empresas Públicas de Medellín. El Alcalde, cuando describió las finanzas de la administración comunal, señaló que dicha Empresa aporta alrededor de un tercio de los ingresos de la alcaldía.

A medida que los comensales me iban contestando las preguntas con las que procuré completar la información que sobre EPM me había dado ya Diego Fernanado Gómez el día anterior, mientras me hablaba de la calidad de los servicios urbanos, fui  advirtiendo la importancia que las Empresas Públicas de Medellín habían tenido en la conformación de un entramado empresarial lleno de vigor, como el estaba conociendo en Antioquia. Además de los servicios de tranvía eléctrico, telefonía y agua potable, en 1954, cuando se constituyó como entidad autónoma del municipio, comprometida con un sistema eficiente de gerenciamiento profesional, incluía también los servicios de electricidad que un poco más adelante dieron orígen a otra empresa pública prestigiosa que hoy tiene proyección internacional: Interconección Eléctrica SA (conocida como ISA) y, después de la reforma del sistema eléctrico de 1994 a ISAGEN, una importante empresa de generación eléctrica. ISA e ISAGEN tienen mayoría de capital estatal pero cuentan con participación privada y cotizan en la Bolsa de Valores de Colombia y en el NASDAQ de Nueva York.

Los directivos y gerentes de estas empresas figuran entre los más admirados de Colombia y muchos de los ejecutivos de las empresas privadas hicieron sus primeras prácticas en estas empresas públicas, las que se transformaron en verdaderas escuelas de administración empresarial, complementaria de las universidades en las que los futuros emprendedores y ejecutivos estudian ingeniería, economía y administración.

Conocí a los presidentes de las empresas privadas más importantes de Medellín y, varias de ellas, de Colombia: Jorge Londoño de Bancolombia, David Bojanini de Inversura SA, Carlos Enrique Piedrahíta de Compañia General de Chocolates, José Alberto Vélez de Cementos Argos SA, Francisco Martínez, gerente de Arquitectura y Concreto SA, Juan Esteban Restrepo de Diagonal (Corporación Distribuidora de Algodón). Todos ellos me impresionaron no sólo por la descripción que hicieron de sus empresas, en las que se trasuntó el énfasis en la eficiencia y la ausencia de prevenciones contra la competencia,  sino también por la determinación que demostraron para trabajar unidos por la calidad de la educación de los niños y jóvenes colombianos.

El mismo énfasis advertí en los economistas e ingenieros dedicados a  asesorar empresas que conocí en estas reuniones. En particular, el Ingeniero Jorge Eduardo Coq, ex Ministro de Minas y Energía, con gran experiencia empresarial en esos sectores, que el día anterior también me había acompañado en la recorrida por la ciudad, me brindó amplia información sobre las reformas de la legislación minera y de la energía, muy parecidas a las que implementamos en Argentina durante los noventas. Gracias a su gestión, al día siguiente pude entrevistarme en Bogotá con el actual Ministro de Minas y Energía: Don Hernán Martínez, un ex ejecutivo de una importante empresa minera productora de carbón. En una conversación muy ordenada, típica de un ingeniero con ideas muy claras y larga experiencia, el Ministro se explayó sobre los avances regulatorios, que a la inversa de lo que ocurrió en los últimos años en Argentina, tienen por objetivo alentar inversiones cada vez más eficientes y el pleno cumplimiento por parte del sector privado de sus obligaciones impositivas y medioambientales. En Colombia, a diferencia de lo que ha ocurrido en Argentina desde 2002, las reformas de la Minería y de la Energía de los años 90, lejos de revertirse, han avanzado hacia su perfeccionamiento, siempre en la dirección de la creciente participación del mercado y de la inversión privada, con marcos regulatorios que procuran promover a la vez el abastecimiento eficiente y el cuidado del medio ambiente.

En Bogotá, a pesar de que yo estaba muy comprometido con reuniones académicas y con funcionarios oficiales, también pude palpar  no sólo el vigor sino también la fertilidad del entramado empresarial colombiano, que no es sólo un fenómeno de Medellín. Una muy interesante reunión con el Presidente de la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI), Don  Luis C Villegas, a quien yo había conocido como Vicecanciller de Colombia cuando yo era Canciller de la Argentina, a principios de los 90s, me permitió apreciar el entusiasmo empresario colombiano con los tratados de libre comercio y la proyección internacional de las empresas colombianas, otro gran contraste con la realidad que hoy se percibe en mi país.

Finalmente, una muy instructiva y entretenida reunión que organizó un joven emprendedor colombiano, Sebastian Shrimpff, en el impresionante Club El Nogal, aquel que hace algunos años fue motivo de noticias por un lamentable atentado terrorista, me permitió confirmar que no solo tiene muy buenas empresas de larga trayectoria, sino que Colombia cuenta también con emprendedores jóvenes, muy bien formados y creativos, en rubros tan variados como sistemas y manejo de información en empresas inmobiliarias, pagos online, planeamiento financiero familiar y personal, restauración capilar, software a medida, educación secundaria con orientación internacional y hasta el desarrollo de un automóvil eléctrico vanguardista para dos pasajeros. Compartir una cena con Sebastián y Martín Schimpff,  Fernando y Julio Mario Camacho,Mauricio Buenaventura, Sergio Gabriel Camacho, José Velez, Andrés Fernández y Juan Carlos Lenz, agregó a mi estadía en Colombia el condimento de entusiasmo y sentido de futuro que sólo los jóvenes son capaces de aportar a quienes ya somos sexagenarios. Y el único integrante del grupo "Mangos" (así se llama el club informal que integran quienes participaron en esta cena), don Francisco Vergara, que tiene una edad parecida a la mía, agregó el necesario ingrediente de experiencia y conocimiento vivo de la historia, que a todos nos ayudó esa noche, a valorar aún más la posibilidad que se abre hacia el futuro para una Colombia sin las guerras que la han desgarrado hasta el presente.