Que los mercados de capitales predigan una nueva crisis de la deuda argentina es consecuencia de la ceguera ideológica de Cristina y Nestor Kirchner. Si la ideología y el discurso de nuestros gobernantes fuera el que predomina en todos los países del mundo, gobernados por dirigentes sensatos, hoy nadie debería predecir que Argentina marcha hacia una nueva crisis de su deuda.
Aún cuando los métodos utilizados para un feroz ajuste fiscal en 2002 fueron muy injustos e ineficientes y se basaron en el engaño, no cabe ninguna duda que a partir de 2003 en adelante, gracias a ese ajuste previo y a la bonanza internacional, Argentina estuvo generando superávit fiscales mayores a los que tradicionalmente imponía el FMI con sus condicionalidades. De esa forma, Argentina disminuyó su deuda externa, tanto del sector privado como del sector público.
Es cierto que no lo hizo por virtud, más bien lo hizo por paralización de las inversiones privadas en sectores claves de la economía que habían recibido fuertes inversiones durante los noventas. Y, en el caso de la deuda externa pública, lo hizo apelando a impuestos distorsivos, como las retenciones a las exportaciones y defraudando a un millón y medio de jubilados a los que no se les dio la movilidad de sus haberes. Pero lo cierto es que la deuda pública externa disminuyó significativamente.
La causa de la crisis de la Deuda Argentina en 2001 nunca tuvo motivos ideológicos o relacionado con el discurso de los gobernantes. La causa de aquella crisis fue porque la deuda había crecido desmesuradamente y, frente a circunstancias muy adversas en el orden internacional, los acreedores externos primero y los acreedores internos después, comenzaron a advertir que el País podía enfrentar incapacidad de pago. Aún cuando quienes gobernábamos manifestábamos voluntad de atender las obligaciones asumidas.
La deuda había crecido desmesuradamente por buenas y malas razones. Entre 1991 y 1996, la deuda pública externa creció por consolidación de pasivos internos que se habían acumulado anteriormente y que no aparecían registrados, pero eran reconocidos por la justicia ante millones de reclamos legítimos de los acreedores, fundamentalmente los jubilados, las provincias y los proveedores y contratistas del Estado. Hasta 1998, la deuda externa creció también por fuertes inversiones del sector privado, muy eficientes y productivas. Son esas inversiones las que han permitido que hasta hoy, tengamos abastecimiento de energía, a pesar de que hace 7 años que sólo se des-invierte.
Pero entre 1997 y 1999 la deuda pública, más interna que externa en este período, subió por causas muy malas: las provincias no sólo gastaron al ritmo del fuerte aumento de la recaudación que siguió a la recuperación económica, luego de la crisis Tequila, sino que lo hicieron apelando al endeudamiento con el Sistema Bancario Argentino, algo que les había estado prohibido hasta agosto de 1996. Mientras yo fui Ministro de Economía, Ricardo Gutierrez el Secretario de Hacienda y Juan Carlos Pezoa, el Subsecretario de relaciones fiscales Nación-Provincias, no permitimos que las Provincias comprometieran sus recursos de coparticipación federal de impuestos para garantizar deudas con los bancos.
A fines de 2000 y principios de 2001, muchos analistas del exterior y tenedores de bonos argentinos, comenzaron a dudar de que las Provincias pudieran cumplir con sus obligaciones bancarias y que el Gobierno Nacional pudiera seguir atendiendo normalmente el pago de los servicios de la deuda pública, para las que ellos ya no estaban dispuestos a proveer nuevo financiamiento. Así se gestó la crisis de la deuda, que hizo eclosión en Julio de 2001, cuando para renovar las letras del tesoro a 180 días, el mercado nos demandó 16 % anual. Como no estuvimos dispuestos a convalidar esa tasa, decidimos comenzar a buscar el equilibrio presupuestario a ultranza, lo que denominamos Ley del Déficit Cero.
A pesar de que el Congreso Nacional y los Gobernadores apoyaron esa ley, los mercados siguieron apostando en contra, en especial a partir de noviembre de 2001, cuando anunciamos un programa de reestructuración de deuda, que prometía ser ordenado, pero que no contó con el apoyo explícito del Fondo Monetario Internacional. Lo demás es una historia conocida y muy triste, por cierto.
Hoy la situación es totalmente distinta. No ha habido exceso de endeudamiento y para hacerse exigibles, las deudas que el gobierno no reconoce, aunque existen, tienen probablemente un camino judicial largo por delante. Me refiero tanto a los reclamos de los bonistas extranjeros como al de los millones de jubilados a los que se les ha negado la movilidad de sus jubilaciones. Por lo tanto, nadie puede argumentar que hay incapacidad de pago de origen fiscal. Pero, porqué los mercados apuestan a que habrá una nueva crisis de la deuda?. Por la simple razón de que ven que el gobierno no tiene voluntad de pago.
La desvirtuación del índice CER, por las manipulaciones del INDEC, son interpretadas como una estrategia para introducir una nueva quita en las deudas refinanciadas y en las que se originaron en nuevos bonos ajustables por aquél índice. Además nadie entiende porqué el Gobierno se niega a solicitar el visto bueno del Fondo Monetario Internacional, necesario para lograr un acuerdo con el Club de París. Y menos aún se entiende, porqué se recurre a Chávez que nos presta al 15 % anual, cuando Argentina podría conseguir asistencia del Fondo Monetario Internacional al 5 % anual.
La Posición de Argentina frente al FMI es absurda. Si algo debiéramos criticar al FMI es que, a partir de noviembre de 2001, no nos haya dado apoyo explícito para la re-estructuración ordenada de la deuda, que en su tramo interno estaba siendo exitosamente refinanciada con intereses bajos. Pero es absurdo criticarlo por los apoyos que nos dio en momentos críticos de 1991, 1995, 2000 y 2001. El Fondo está para eso: para ayudar en momentos de crisis y evitar que los ajustes sean feroces e ineficientes, como lo fue el ajuste del 2002, precisamente por falta de apoyo del Fondo.
Lamentablemente, esta posición absurda frente al Fondo Monetario Internacional, no es sólo de los Kirchner. La he escuchado varias veces a la Senadora Hilda de Duhalde decir que yo siempre le pagaba al FMI en lugar de darle plata a los pobres. Qué ignorancia! No hubo Ministro de Economía en la historia Argentina que le haya hecho desembolsar más plata al Fondo! Los que hicieron pagos netos al FMI fueron el gobierno de Duhalde y, muy especialmente, el Gobierno de Néstor Kirchner. Y para colmo, lo hicieron para caer en las garras de Chávez, que no es, precisamente, un acreedor más bondadoso que el FMI. También es absurdo echarle la culpa al Fondo Monetario Internacional del exceso de endeudamiento argentino, particularmente del de las Provincias con el sistema bancario.
En fin, el gobierno de Cristina Kirchner, en materia de deuda, se está ahogando en un vaso de agua. Y todo por ceguera ideológica. Bastaría que el gobierno cambie de discurso y demuestre voluntad de pago, para que el fantasma de la nueva crisis de deuda desaparezca del horizonte. Si no son capaces de advertir que existen soluciones tan fáciles y sin costo, cómo podemos apostar a que descubrirán las soluciones que son mucho más complejas y costosas?. Debemos rogar a Dios que ilumine la mente de nuestros gobernantes, antes de que sea demasiado tarde.