Segunda nota de seis
La crisis energética que denuncia Lavagna es fruto de la destrucción de las reglas de juego que en la década de los 90 impulsaron inversiones muy eficientes, tanto en generación, como en transmisión y distribución. Esta destrucción se produjo como consecuencia de las decisiones de Duhalde durante 2002, y no hubieran sido revertidas ni por los tímidos aumentos de tarifas que Lavagna gestionó, ni por las inversiones cuasi-públicas cuya demora Lavagna ahora critica.
La superación del riesgo de crisis energética sólo se logrará con un replanteo integral de reglas de juego para el sector, que Lavagna nunca pregonó porque es contrario a los postulados del denominado Modelo «Productivo». Con las nuevas condiciones de la energía en el mundo, los precios en dólares de todo tipo de energía en la Argentina tendrán que ser más elevados que en la década de los noventa. Por consiguiente, el tipo de cambio real, al menos en relación a los precios de la energía, no podrá ser mas alto que en la época de la Convertibilidad.
El aumento del gasto público por subsidios al transporte a los que Lavagna también critica es, como la crisis energética, una consecuencia inevitable de la decisión de mantener el tipo de cambio real alto. Para que los precios del transporte público y otros servicios públicos y privados no aumenten al mismo ritmo que el precio de los bienes atados al dólar serán necesarios más y más subsidios. No sólo se necesitará subsidiar la operación de las empresas prestadoras, sino también su inversión, porque de otra manera los servicios públicos y privados terminarán totalmente descapitalizados y degradados.
Las re-estatizaciones parciales, como las de Aeropuertos y Aerolíneas y las re-estatizaciones totales como las de los servicios de aguas, que Lavagna también critica, son solo el comienzo de un proceso inevitable, si continúa en vigencia el denominado Modelo “Productivo” con tipo de cambio real alto. De hecho, la fijación de tarifas de servicios que aún con subsidios sólo cubren los costos operativos, significa que ya se ha decidido estatizar toda la nueva inversión, aún en servicios cuya operación siga concesionada al sector privado. Y no puede ser de otra manera si para mantener bajas las tarifas, en relación al tipo de cambio, se recurre a dejar sin remuneración el capital privado invertido con anterioridad.
Otra de las críticas de Lavagna se refiere al control de precios. Pero si el precios de los bienes en el mercado interno y los salarios deben mantenerse bajos para que el precio del dólar en términos reales sea alto, elevadas al extremo las retenciones y comprometida la política monetaria en la compra de reservas ¿qué otro instrumento le queda al gobierno para lograr ese objetivo?
Yendo más al terreno de la calidad institucional de naturaleza política, Lavagna critica la utilización de los recursos presupuestarios y de los superpoderes para disciplinar a gobernadores e intendentes y comprar su apoyo político. Esta utilización de los recursos del fisco es el resultado de la aplicación de las retenciones como principal fuente de recaudación, que reduce la base tributaria de un impuesto coparticipable, como el Impuesto a las Ganancias, y aporta recursos no coparticipables al Presupuesto Nacional. Pero las retenciones son inherentes del Modelo “Productivo”, dado que si éstas se eliminaran el tipo de cambio real se desplomaría.
Yendo al plano de la política exterior, Lavagna critica el acercamiento a Hugo Chávez, y los numerosos conflictos con otras naciones hermanas. Pero esta política exterior es la consecuencia natural del auto-encerramiento económico al que llevaron las decisiones de Duhalde en 2002.
Finalmente, la crítica que pretende tener más impacto político, porque sugiere que hay corrupción de por medio, es la que se refiere al “capitalismo de amigos”. Corresponde preguntarse: en un sistema de ausencia total de reglas de juego y redistribuciones arbitrarias como el que se inauguró en 2002, ¿a quien, sino a los capitalistas y sindicalistas amigos, beneficiarán las medidas discrecionales del gobierno? Si Lavagna siguiera siendo Ministro de Economía, o si resultara elegido Presidente, ¿utilizaría la repartija discrecional de premios y castigos, que es inherente al Modelo “Productivo”, a favor de sus enemigos?
Sin duda, el Gobierno de Kirchner merece severas críticas por todo lo que señala Lavagna y muchas cosas más. No menos criticables son: la deuda creciente que se está acumulando con los Jubilados a los que no se les dio suficiente movilidad a sus jubilaciones, los atrasos salariales de los trabajadores de la salud y otros servicios privados, los compromisos de inversión pública crecientes por ausencia de inversión privada en sectores de la energía, los transportes y la infraestructura, la desproporción entre los costos de la vivienda y los salarios de los trabajadores y el encarecimiento prohibitivo de los insumos tecnológicos en muchas actividades de servicios.
Pero si esas críticas sirven para que Kirchner sea reemplazado por los ideólogos del Modelo “Productivo”, sólo conseguiremos salir de la sartén para caer en el fuego.