Conozco a muy pocos economistas profesionales que sostienen que el Estado no debe intervenir en la economía, aún frente a crisis económicas. Pero tampoco conozco a economistas profesionales, con prestigio y experiencia, que sostengan que el tipo de intervención del Estado que se requiere para resolver crisis económicas sea la que se utilizó en Argentina desde enero de 2002 hasta el día de hoy, como parecen decirle a nuestra Presidente algunos asesores. Espero que Cristina Kirchner no desperdicie la oportunidad que significa la reunión del G20, en Londres, reiterando este error de diagnóstico.
Hasta economistas absolutamente liberales (o conservadores en el sentido norteamericano del término) como Milton Friedman, sostuvieron en el pasado que la gran depresión de los años 30s se hizo tan larga y profunda porque el Banco de la Reserva Federal (la FED en inglés), es decir, la autoridad monetaria del Estado norteamericano, no intervino suficientemente para impedir la contracción monetaria derivada del pánico bancario que provocó el crack de Wall Street en octubre de 1929.
Pero hasta los economistas más estatistas (o más liberales, por contraste a mas conservadores, en el sentido norteamericano) sostienen que las intervenciones de los Estados Nacionales durante los años 30s, enderezadas a cerrar las economías y adoptar medidas proteccionistas, sea a través de controles selectivos de cambios o trabas tarifarias o cuantitativas a las importaciones, tendieron a agravar la crisis, porque provocaron no sólo el colapso de los mercados de capitales sino también el colapso del comercio internacional de bienes y servicios reales.
Son mayoría los economistas profesionales (especialmente aquellos que no se dejan encasillar en las categorías extremas de liberales o estadistas) que sostienen que en la década de los 30s no se utilizaron suficientemente los estímulos fiscales sobre la demanda de bienes y servicios reales y que, por consiguiente, la recesión sólo desapareció con el gasto bélico a partir de 1940.
Nadie sostiene, ni siquiera las marxistas (que en los 30s consideraban que la gran depresión del mundo capitalista era la demostración fehaciente de la crisis terminal del capitalismo predicha por Marx), que la mejor solución para superar la crisis de las economías de mercado en aquella época hubiera sido el cambio de sistema para pasar del capitalismo al socialismo, tal como lo habían hecho Rusia y sus vecinos en la década de los 20s y lo harían las naciones del este europeo y China al terminar la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, hoy la mayor parte de los economistas y políticos del mundo sostienen que la adopción por parte de la ex Unión Soviética, las naciones de la Europa del Este y la misma China, de las reglas e instituciones de las economías de mercado, ha permitido el progreso mundial de la década de los 90s y de lo que va de la década actual. En este sentido, la propuesta de Chávez de resolver la crisis inventando un socialismo del siglo XXI va a contramano de la historia.
En la misma dirección, hoy no hay nadie que opine que el progreso que se dio en la mayor parte del mundo en las últimas seis décadas hubiera sido posible sin la liberalización del comercio mundial que posibilitaron las sucesivas ruedas del GATT y la creación de la Organización Mundial del Comercio, con la incorporación a la misma de la mayoría de las naciones antes socialistas.
La fuerte experiencia acumulada en materia de manejo de crisis económicas a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI indica qué tipo de intervención de los estados en las respectivas economías nacionales es imprescindible para salir de la crisis que hoy sufre la economía global y cuales son las intervenciones que corren el riesgo de terminar agravándola. En sucesivos posts me voy a referir a varias de las intervenciones de los estados sobre las que se discute actualmente. Hoy comenzaré con la referida a las políticas monetarias y de deuda pública.
Los estados deben procurar mantener la liquidez de las economías nacionales y facilitar el sostenimiento de la demanda de bienes y servicios emitiendo deuda pública, paticularmente mientras las tasas de interés de largo plazo sean muy bajas. Los estados de los países cuyas monedas y títulos de deuda son fuertemente demandados como refugio por los inversores financieros (como los EEUU, Japón y Alemania), deben intervenir emitiendo dinero y deuda. Deben hacer ésto, tanto para sostener la demanda interna en sus respectivas economías como para ayudar a que los estados de las economías nacionales que no tienen monedas suficientemente demandadas ni crédito público tan amplio, puedan también aplicar políticas monetarias y fiscales expansivas sin poner en riesgo la estabilidad de sus monedas nacionales.
Los temores de que la emisión de dinero y de deuda pública en estos países con monedas fuertes termine generando inflación persistente, son injustificados, sobre todo en la medida que estas políticas se reviertan a partir del momento en que se haya recuperado el crecimiento sostenido de la economía global. Los riesgos de inflación, o peor aún, de estanflación, se dan en las economías emergentes que enfrentan el riesgo de colapsos de sus monedas y de sus sistemas monetarios nacionales.
Los mecanismos para ayudar a las economías cuyas monedas nacionales no son fuertes ni tienen suficiente crédito público pueden ser varios: a) Compra de monedas de los países que necesitan ayuda por parte de los bancos centrales fuertes (los denominados "swaps" de monedas, como los que ya hizo la FED en favor de Méjico, Brasil, Corea y Sudáfrica); b) aportes de capital o préstamos a largo plazo a los organismos multilaterales de crédito (como el que ha hecho Japón al FMI por 100 mil millones de dólares), para que estos otorguen préstamos a las economías emergentes que estén dispuestas a aplicar buenas políticas de expansión fiscal y monetaria sin poner trabas al comercio exterior. China está en una posición particularmente favorable para poder hacer una contribución importante en esta dirección, sobre todo si el financiamiento que el FMI otorgue esté condicionado a que no se impongan restricciones al comercio violatorias de las normas de la OMC: y c) autorizando un sisgnificativo aumento de los Derechos Especiales de Giro del FMI, para complementar a nivel global, la expansión de la liquidez que hagan los países con monedas fuertes). Esta emición de DEGs permitirá al FMI otorgar préstamos adicionales a las economías emergentes que lo requieran.
Es muy importante que en la próxima reunión del Grupo de los 20s, los países con moneda fuerte y con buen crédito público comprometan su apoyo a estos tres mecanismos de ayuda a las economías emergentes. Para lograr este compromiso, los países que llevan la voz de las economías emergentes deben enfatizar más los daños adicionales a la economía global y a las propias economías avanzadas que puede resultar de un colapso de las economías emergentes que la responsabilidad que esos mismos países tienen en la génesis de la crisis en curso.
Y logrado ésto, es fundamental que nuestro país haga todo lo necesario para transformarse en elegible para recibir ayuda de los organismos multilaterales de crédito. Si no, no podrán implementarse políticas monetarias y fiscales expansivas y se corre el riesgo de acentuar el riesgo estanflacionario.