Artículo en La Prensa:»Este gobierno comete muchos errores»

La Prensa,Lunes 18 de julio de 2005.El postulante a primer diputado nacional por Acción por la República, Domingo Cavallo, cuestionó el estilo de Kirchner y su política exterior. Aspira a formar un bloque con Macri y rescata el nivel de vida de los noventa.Por Pablo S. Otero.

Continuando con las entrevistas a candidatos con vistas a las elecciones legislativas del 23 de octubre, La Prensa conversó con el ex ministro de Economía Domingo Cavallo, quien se presenta encabezando la lista de diputados nacionales de su partido, Acción por la República. Estará acompañado por su esposa, Sonia Abrazian, Guillermo Francos y Alfredo Castañón, entre otros.Los principales conceptos del ex funcionario son los siguientes

-¿Cómo analiza las elecciones de octubre?-Es absurdo plantearlo como un plebiscito de la gestión presidencial porque una elección legislativa tiene que ver básicamente con las ideas a través de las cuales las personas se sienten identificadas y llevan, de alguna manera, su representación al Congreso.-

¿A que sector de la sociedad piensa que representa o le gustaría representar?-Yo represento a la gente que quiere que el país progrese, espero volver a convencer a los jóvenes para que me voten porque creo que hice una gestión importante en la cual los niveles de bienestar y proyección en el mundo fueron muy superiores a los que existen hoy. Si bien he sido demonizado y se pretendió cargarme todas las culpas de lo que pasó en el 2001 y 2002, yo creo que la gente advertirá que yo traté de evitar lo que lamentablemente ocurrió luego.

-¿Cuáles serán los ejes fundamentales de su campaña?-Trabajar para que no siga devaluada la aspiración de los argentinos, para que recuperemos el deseo y la ambición de un mejor nivel de vida para toda nuestra población, mejores posibilidades para nuestros jóvenes como se daban en la década de los noventa que prácticamente hoy han desaparecido.

-¿Por qué muchos aseguran que los noventa fueron algo ficticio?-Para que la gente ahora se conforme con mucho menos y admita estos terribles niveles de pobreza e indignidad que hay.

-Que opina del gobierno de Néstor Kirchner?-Este Gobierno tiene muchas cosas malas, ha cometido y comete muchos errores, pero el mayor es en política exterior. Esa agresividad e incapacidad para el diálogo constructivo en términos de política exterior es muy negativa. Yo ahora veo muy difícil para Kirchner, aun cuando logre derrotar a Duhalde en la provincia de Buenos Aires, retomar un planteo y un discurso serio y conducente a la buena organización política, económica y social de la Argentina. Este Gobierno ya ha perdido la oportunidad de hacerlo.

-¿Y sobre el estilo K?-Es un estilo agresivo, ofensivo, de romper puentes y de hacer imposible el diálogo. Y así como es malo que apliquen este estilo a la relación con la Iglesia, los militares, con la oposición o con el exterior también es malo que la apliquen en las relaciones internas del Partido Justicialista. No estoy de acuerdo con la agresividad que demostró Cristina en el lanzamiento de su campaña.

-¿Cómo decidió su candidatura a nivel personal y a nivel partidario?-Tenía ganas de volver a la Argentina, me siento mucho más útil trabajando aquí que dando clases en el exterior. Apenas arribé al país un grupo de jóvenes de mi partido, prácticamente, me exigió que me presentara como candidato, yo lo pensé y llegué a la conclusión que valía la pena. En cuanto a Acción por la República, al ser yo su fundador y tener el liderazgo natural, todos se pusieron muy contentos de la posibilidad que liderara la lista de diputados.

Articulo Ambito Financiero: «La culpa es de la devaluación»

Ámbito Financiero, lunes 18 de julio de 2005

El gobierno parece sorprendido por la inflación. Buscan culpables entre los empresarios, los sindicatos, el Banco Central y, seguramente en los próximos meses, entre todos los candidatos de la oposición al gobierno en las elecciones legislativas de octubre. Lo sorprendente es que el gobierno se sorprenda. La respuesta no puede ser otra y más simple: ¡es la devaluación, estúpido!

Cuando en enero de 2002, el gobierno decidió promover la devaluación extrema del peso, y en pocos meses le hizo perder 75% de su valor frente al dólar, reintrodujo la inflación en la Argentina, con una fuerza que nadie podía haber imaginado unos meses antes. Hacia mediados de 2002, con un aumento en el precio del dólar de casi 300%, aún suponiendo que el peso hubiera estado a fines de 2001 sobrevaluado en 30 %, los precios internos iban a subir, necesariamente, alrededor de 200%.

Aún hoy, con el dólar habiendo aumentado algo menos de 200% y no 300%, debido entre otras cosas al favorable contexto internacional, el aumento de precios implícito en el proceso devaluatorio que resultó de las medidas de enero de 2002 y los acontecimientos posteriores, sigue siendo muy elevado. Es de esperar que si el precio del dólar se mantiene cercano a los 3 pesos, los índices de inflación terminen agregando otro 70% a los aumentos de casi 70% que ya se acumularon desde diciembre de 2001.

A pesar de que los números que he mencionado hasta ahora pueden resultar de difícil interpretación para los lectores, el argumento que estoy haciendo es de sentido común. Algunas situaciones de la vida cotidiana quizá ayuden a entenderlo.

Tomemos el caso de los alimentos, la indumentaria, los artículos para el hogar y las maquinarias en general. Como muchos de ellos son productos de exportación, de sustitución de importaciones o, simplemente, importados, sus precios prácticamente se han triplicado. Es decir, son tan caros, en dólares, como lo eran en la época del 1 a 1. Si algunos aumentaron un poco menos de 200% es porque el gobierno impuso retenciones a las exportaciones y porque en la producción de bienes que sustituyen importaciones se utilizan insumos, como la mano de obra o el precio de la energía y los servicios públicos, que quedaron atrasados. Pero tan pronto desaparezcan estos atrasos, el precio de venta de todos aquellos bienes que aumentaron menos de 200%, subirán hasta ese nivel.

Algo parecido ocurre con el precio de las casas y departamentos ubicados en zonas ricas de las grandes ciudades. Sus precios han aumentado igual que el precio del dólar y, en algunos casos, incluso más. Esto es así porque la propiedad inmueble es una alternativa a la inversión financiera en todo el mundo, y mucho más en la Argentina, luego de la virtual expropiación de la riqueza financiera de sus ciudadanos que produjo la pesificación y la devaluación. El aumento del costo de la construcción y de los terrenos en barrios de menor calidad no ha sido tan alto como el de las casas y departamentos de lujo, pero la misma dinámica de la inversión en construcciones hará que el costo de la construcción y de los terrenos termine aumentando en general. Por eso, es común escuchar que, al menos para los sectores medios de la población, los salarios están 40% atrasados en relación con el precio de los inmuebles.

El precio de los servicios turísticos, para quienes nos visitan de afuera, también subió tanto como el precio del dólar. Esto ocurre con la tarifa de hoteles de cierta calidad para extranjeros y de los restoranes de lujo. Claro que las propinas les resultan más baratas y también consiguen algunas gangas si comen y compran en los mismos negocios que los argentinos. Pero esta ventaja para los turistas va a ir desapareciendo en la misma medida que los argentinos vean recomponer su poder de compra interno.

¿Quiénes son los beneficiarios de la devaluación hasta aquí? Ciertamente, los que producen y venden los bienes y servicios que han logrado subir tanto como el dólar, y aún pueden conseguir servicios públicos, servicios domésticos y algunos otros insumos a precios menores que los que se pagaban durante el 1 a 1. Sin duda, un rentista agropecuario o un empresario que sustituye importaciones que vive en Buenos Aires, tiene hoy un mejor nivel de vida, porque paga relativamente menos al personal doméstico que trabaja en su casa y tiene menores costos por los servicios privados de educación y salud. Pero la otra cara de la moneda es la gran cantidad de argentinos que resultaron perjudicados por la devaluación.

¿Quiénes resultaron perjudicados? Sin lugar a dudas los millones de hombres y mujeres que prestan servicios en la economía informal y los trabajadores de las empresas que, aún operando en la economía formal, no han podido actualizar el precio de los servicios que prestan, como es el caso de los docentes, profesionales de la salud y profesionales independientes en general. Además de los millones de jubilados y empleados públicos que aún no recibieron aumentos significativos.

Se suele argumentar que los que salieron perjudicados, gozan de todas maneras del beneficio de seguir pagando por el transporte público, la electricidad, el gas y las comunicaciones telefónicas las mismas tarifas en pesos que durante la convertibilidad. Pero esto es fruto de una distorsión que se pondrá de manifiesto en un desmejoramiento progresivo en la calidad de los servicios o en crecientes subsidios a cargo de quienes pagan sus impuestos.Todas estas situaciones de atrasos en los ingresos frente a los aumentos de precios provocados en forma casi inmediata por la devaluación del peso tendrán que irse revirtiendo, no sólo por una razón de justicia, sino como condición indispensable para que la economía pueda seguir funcionando normalmente.

Cada vez que aumente un salario o un precio de los que quedaron atrasados, se producirá algún aumento en las mediciones oficiales de la inflación, hasta que todos los aumentos acumulados se ubiquen en 200% de aumento del dólar desde enero de 2002.

Así descrito y explicado, la inflación que ya se produjo, más la que se observará en los próximos meses y años, puede parecer inofensiva. Al fin y al cabo, cuando todo haya aumentado como el dólar, volveremos a tener los ingresos per cápita, en dólares y en pesos ajustados por inflación, que teníamos en los noventa, es decir, del orden de 50% del ingreso per cápita de los españoles, algo mucho más justo y realista que 25% que tenemos ahora. Pero lamentablemente no es así, por el momento.

Tal como se está dando la discusión ideológica en la Argentina, desde el golpe institucional que tuvo lugar desde el 20 al 30 de diciembre de 2001, lo más probable es que antes de que se complete el proceso de reequilibrio de la economía argentina, con todos los precios y salarios aumentados a un ritmo parecido al del dólar, los nuevos profetas del «dólar alto», a los que mejor sería llamar «devalúomaníacos», habrán pregonado, y probablemente logrado, nuevas devaluaciones.

La consecuencia será para entonces no un proceso sostenido de estabilidad de precios, sino una inflación depredadora, cada vez más alta y crecientemente devaluadora,no sólo de la moneda,sino también de las aspiraciones y las esperanzas de los argentinos.Por eso es necesario volver a dar la batalla ideológica.

Cuando los argentinos comprendan que lo que pregonan bajo el título «dólar alto», no es otra cosa que «salarios bajos», para bienestar de unos pocos y la pobreza de muchos, es posible que los «devalúo-maníacos» comiencen a ser identificados como los verdaderos responsables de la pobreza y de la desesperanza. Mientras ello no ocurra, seguiremos enredados en la trampa en la que hemos caído.

No quiero dejar la impresión de que los argentinos deberíamos resignarnos a la inflación adicional implícita en la devaluación que se ha
producido desde enero de 2002. Todo lo contrario. Si hoy los argentinos fuéramos capaces de descubrir la verdad detrás de tanta mentira y confusión, bastaría con restablecer las reglas de juego económicas de los ’90, eliminar de cuajo los impuestos distorsivos, dejar flotar genuinamente la moneda y posibilitar el reequilibrio inmediato de la economía.

Se trataría de aquel proceso que los frigeristas llamaban de «sinceramiento», pero que ahora, con tipo de cambio genuinamente flotante y con las actuales circunstancias internacionales, podría dar lugar a un reajuste de precios relativos equitativo y eficiente, sin inflación. Claro que ello provocaría una caída del precio del dólar a 2,20 o, a lo sumo, a 2,40. Un pecado capital para los profetas del «dólar alto».

Vuelvo para luchar contra la mentira y la resignación

Sí, he decidido volver a mi Patria a luchar por mis ideas, desde la política. Tengo el propósito de reasumir mi liderazgo en Acción por la República y de buscar el voto para ser Diputado Nacional en las elecciones de Octubre.

He adoptado esta decisión contra la opinión de gran parte de la dirigencia argentina, política, empresarial y sindical…y del periodismo. Muchos amigos me aconsejaron que no lo hiciera. Se que sus opiniones son bienintencionadas y se fundan en sus deseos de no verme sufrir en una lucha desigual y sucia. Pero, a pesar de ello, siento que es mi obligación volver, no sólo a mi Patria, sino a la política.Veo a la Argentina actual mucho peor que en cualquier momento de la década del 90. Incluso, mucho peor que en los meses más difíciles del 2001.

Lo que más me lastima es la involución a niveles extremos de desorganización política, económica y social.Es lamentable ver como se predica resignación frente a la pobreza y la injusticia.Es alarmante ver la facilidad con que se engaña a la gente pobre y a los sectores medios de la sociedad.Es denigrante ver cómo los empresarios son cada vez más cortesanos y sólo buscan aprovechar redistribuciones de riqueza e ingresos a su favor, en lugar de invertir y preocuparse por aumentar la productividad.

En el plano social, después de poner en marcha durante 2002 una maquinaria infernal, la pesificación-devaluación multiplicadora de pobreza, se predica la perpetuación de este mecanismo a través de la teoría del “dólar alto”, escondiéndole a la gente que ello significa ingresos reales muy bajos, particularmente para los mas pobres. Es imposible que los programas sociales, por más abarcativos y generosos que sean, puedan compensar siquiera en parte tanta injusticia. Pero además, los programas sociales siguen siendo tan clientelistas e ineficientes como en el pasado.

En el plano económico no existe el menor intento para determinar reglas de juego claras y estables. No rige el estado de derecho. Todo es errático y arbitrario. Nadie puede predecir hacia que tipo de organización económica avanza la Argentina. En un clima semejante no debe sorprender que la inversión sea baja e ineficiente. Los empresarios sólo buscan ganar lo más posible en el corto plazo, mientras el “dólar alto” les permita pagar migajas por el trabajo y los servicios, porque saben que inexorablemente los precios relativos que los favorecen, en algún momento se van a revertir.

En el plano político la confusión y la mentira están a la orden del día. El gobierno de Kirchner, posicionado ideológicamente en la izquierda del espectro político, es hijo no planeado de un matrimonio entre el Duhaldismo y el Alfonsinismo, que con el golpe institucional del 20 al 30 de diciembre de 2001 y la pesificación y devaluación de enero de 2002, provocaron la máxima desorganización política, económica y social de nuestra historia.

El Presidente Kirchner, a pesar de haber aceptado la paternidad sin beneficio de inventario y de haber atribuido la recuperación económica, no a las favorables circunstancias internacionales, sino a Lavagna, el administrador de la maquinaria productora de pobreza que le endosaron Duhalde y Alfonsín, ahora decidió identificar a sus progenitores con la mafia y transformarlos en sus opositores. Pero mientras tanto, sigue dependiendo para el manejo cotidiano de la economía del candidato de Duhalde y Alfonsín a sucederlo en la Presidencia.

Como si toda esta confusión ideológica y de intereses políticos fuera poco, Elisa Carrió, que apoyó entusiasmada el golpe institucional de diciembre del 2001 y las medidas aberrantes de Duhalde en el 2002, ahora quiere constituirse en la oposición al gobierno izquierdista de Kirchner… desde la izquierda. Y para conseguir votos pone el guiño a la derecha, llevándolo a Enrique Olivera como candidato a primer legislador en la Ciudad de Buenos Aires.

Pero frente a este espeluznante entuerto izquierdista, por el momento no se vislumbra con claridad una alternativa superadora desde el centroderecha, el otro lado del espectro político. Los esfuerzos de López Murphy y Macri son meritorios, pero muy débiles. No tienen un discurso suficientemente claro ni una estrategia para incorporar y contener a mucha gente centrada del peronismo y el radicalismo y a otros dirigentes como Patricia Bullrich, Enrique Olivera y María Eugenia Estensoro, por mencionar sólo a unos pocos.

Los discursos de López Murphy y Macri son muy suaves y timoratos. Es como si estuvieran acomplejados porque sienten que Duhalde, Kirchner y Lavagna fueron capaces de hacer un ajuste fiscal “ejemplar”, que nunca hicimos quienes estuvimos en el gobierno durante la década del 90. Este complejo tiene su origen en el gravísimo error de muchos economistas liberales u “ortodoxos”, así como de los funcionarios del FMI y de otros organismos internacionales, que elogian el manejo fiscal del terceto Duhalde-Kirchner-Lavagna. Están terriblemente equivocados.

El manejo fiscal desde enero de 2002 fue desastroso y tendrá funestas consecuencias para el futuro del país.En lugar de bajar el gasto público en las magnitudes necesarias y por métodos transparentes, votados en el Congreso Nacional, echaron manos a la pesificación-devaluación inflacionaria, que provocó una caída del gasto en términos reales, brutal por su magnitud y por su injusticia. En lugar de cortar los gastos excesivos en burocracia y corrupción, o de bajar sólo los sueldos elevados, provocaron una caída generalizada de todos los gastos, preponderantemente los dedicados a la seguridad, la educación, la salud y las jubilaciones, y castigaron a todos los trabajadores públicos y privados de manera inhumana, particularmente a los que tenían remuneraciones más bajas.

Para recaudar más impuestos, en lugar de perfeccionar la administración tributaria, echaron manos a los impuestos más distorsivos e injustos que se puedan imaginar. Mantuvieron el impuesto al cheque sin que sea un pago a cuenta por IVA y ganancias, con lo que alientan el uso de efectivo y la evasión. Eliminaron todas las rebajas o créditos relacionados con los impuestos al trabajo, con lo que acentuaron la brecha entre costos laborales y salarios de bolsillo. Recrearon las retenciones a las exportaciones. Cobraron el impuesto a las ganancias ficticias que la inflación introduce en los balances de las empresas, y, lo que es aún más injusto, mantienen sumamente bajo el mínimo no imponible para las personas físicas.

Generaron un gran superávit fiscal para pagar servicios de la deuda, fundamentalmente al FMI y a otros organismos internacionales, pero con total desprecio por las ineficiencias e injusticias creadas por los métodos brutales que utilizaron para reducir el gasto y aumentar los impuestos. Sólo la miope visión del FMI, focalizada en el presupuesto de caja trimestral del gobierno, y la irresponsabilidad profesional de los denominados economistas ortodoxos que, obnubilados por el superávit fiscal, no prestan atención a enormes costos por ineficiencia e injusticia distributiva asociados a este manejo macroeconómico, puede llevar a elogiar el manejo fiscal del trío Duhalde-Kirchner-Lavagna.

Las consecuencias futuras de este manejo macroeconómico son alarmantes. Habrá un rápido deterioro fiscal asociado a una feroz puja distributiva que revertirá los efectos iniciales de la devaluación, pero perdurarán los impuestos distorsivos y se multiplicarán los subsidios que deberán incorporarse al presupuesto para tratar de atemperar las injusticias creadas por el ajuste del 2002. Terminaremos con un déficit estructural del sector público argentino aún mayor que el que teníamos en la década del 90.

Los líderes actuales del centroderecha, además de sentirse obligados a reconocer un supuestamente “responsable” manejo macroeconómico, sólo se animan a criticar el desaliento a la inversión en infraestructura y algunas otras cuestiones menores. Luego ponen mucho énfasis en criticar la conducta autoritaria y antirrepublicana del gobierno, crítica que es correcta, pero sobre la que Elisa Carrió tiene una voz mucho más aguda y penetrante, con lo que lo que ellos dicen pierde relevancia. Y prácticamente nada dicen sobre los ingresos reales bajos, especialmente para los más pobres, que resultan de la estrategia de “dólar alto”.

Es como si se sintieran obligados a rendir pleitesía a los empresarios que se deleitan con las ganancias que obtienen a partir de la pobreza generalizada.Así como va, el centroderecha no logrará conformar una fuerza capaz de ganarle las elecciones a Kirchner en el 2007 ni en el 2011. En todo caso se las ganará el candidato del trío Duhalde-Alfonsín-Carrió, con las mismas intenciones y consecuencias que las del golpe institucional de diciembre de 2001. Pero eso será como salir de la sartén para caer en el fuego. ¡Dios nos libre!

El centroderecha tiene que dejar de lado sus complejos ambientales y luchar por los pobres.No tiene que sonrojarse cuando explique que la devaluación y el dólar alto son herramientas para fabricar cada vez más pobres. Si se enojan los empresarios, peor para ellos. No se puede convalidar su avaricia y vocación por la vida cómoda sin hacer esfuerzos para invertir, crear empleos y aumentar la productividad.

Tiene que criticar y ayudar a revertir el perverso ajuste fiscal que ha reducido el gasto en seguridad, educación, salud y seguridad social a sus mínimos valores históricos. Con los actuales sueldos de los policías, maestros, profesores, médicos y enfermeros, cada vez tendremos menos seguridad, educación más descuidada y peor salud. Con los jubilados se está recreando la misma deuda que dejó Alfonsín al final de su Presidencia.

Al centroderecha no tiene que faltarle coraje para denunciar que el ajuste fiscal se hizo para pagarle al FMI una deuda que debió haberse refinanciado a largo plazo, con la misma quita que se impuso compulsivamente a ahorristas argentinos y bonistas extranjeros.El centroderecha no tiene porque temer que lo acusen de populista por sacarle la careta a Lavagna cuando, con gesto de serio, dice que los aumentos salariales son la causa de la inflación. ¡Qué caradura! cuando, por otro lado, llama “exitosa” a la devaluación del 2002 porque posibilitó la triplicación de muchos precios que pagan los trabajadores.

El centroderecha no tiene que acomplejarse porque lo hagan responsable de la década del 90.Durante los 90 la gente vivió mucho mejor que ahora. Muchos argentinos pudieron equipar su hogar, viajar, comprar su auto y hasta su casa.Argentina recuperó prestigio en el mundo.Se construyó una formidable infraestructura.Los empresarios argentinos y extranjeros tuvieron que invertir y aumentar la productividad, porque se los exigió la competencia y las reglas impuestas a los que participaron en las privatizaciones.Había previsibilidad en materia de reglas de juego y nadie esperaba arbitrariades.¡Vivimos once años sin inflación, luego de cuatro décadas de sufrir inflación persistente, stanflación e hiperinflación!

El centroderecha tiene que reconocer que hubo exceso de gasto público y endeudamiento, en particular en las provincias, empezando por la de Buenos Aires con Duhalde de Gobernador. También hubo mucha corrupción. Pero somos varios los dirigentes que hemos trabajado denodadamente para reducir el gasto público y para erradicar la corrupción. Y los que ahora nos quieren hacer responsables de la crisis financiera del 2001 fueron los campeones del gasto improductivo, del endeudamiento irresponsable con el sistema bancario argentino y de la corrupción en la década del 90.

Pero, ¿si tengo claro qué es lo que tendrían que decir López Murphy y Macri, porqué no salgo a decirlo yo? Pues ésa es precisamente la razón por la que me siento obligado a regresar a mi Patria y volver a la política.Algunos piensan que, al alertar a Kirchner de las inconsistencias entre su prédica izquierdista y la desorganización política, económica y social que resulta de la acción del trío Duhalde-Alfonsín-Carrió, le estoy haciendo un servicio al Gobierno. En todo caso le estaría haciendo un servicio al País.

Porque no nos vendría mal a los argentinos que Kirchner deje de comportarse como un izquierdista infantil que no entiende la realidad económica y social de su Pueblo, para transformarse en un dirigente moderno de centroizquierda, cómo los que gobiernan y gobernaron en Chile, en Brasil, en Uruguay, y en muchos países maduros.Sería una irresponsabilidad de mi parte ver que hay tanta confusión y tanta mentira y no salir al ruedo a clarificar y decir la verdad. Un pueblo engañado será también un pueblo resignado. ¡Y los argentinos no nos debemos resignar!