Conocí a Sebastian Piñera hace 50 años cuando compartíamos no sólo las actividades académicas sino tambien reuniones de familia y las misas de los domingos en el *common room* del Peabody Terrace. Desde entonces fui consolidando mi impresión de que su inteligencia y elevada moral siempre estarían al servicio no sólo de Chile sino de quien requiriera sus opiniones y ayuda.
Puso mucha energía para luchar por su ideario liberal y por el bienestar de sus semejantes.
Nuestro último encuentro virtual fue precisamente hace apenas 40 días cuando Larry Kotlikoff, otro generoso y querido amigo de ambos, nos convocó a intercambiar ideas sobre una eventual dolarización en Argentina.
Sonia y yo abrazamos sobre nuestros corazones a su esposa Cecilia, sus hijos y nietos y rogamos por su eterno descanso.