A los jubilados les corresponde un aumento adicional del 25 %

De acuerdo a la Ley de Solidaridad Previsional de 1995, los Jubilados deberían estar cobrando una jubilación media de 570 pesos mensuales y apenas están recibiendo 460. Para cumplir con aquella ley, el Gobierno debería otorgar un aumento promedio del 25 %.

Esto surge claramente del artículo de IDESA titulado "La Corte no puede resolver el problema de los jubilados", que sorprendentemente no tuvo repercusión periodística. Alli se muestra el cuadro que aparece al final de este comentario.

El régimen legal vigente es fruto de las leyes jubilatorios anteriores a la sanción de la ley de convertibilidad, con las modificaciones que introdujo la Ley de Solidaridad Previsional de 1995. Este régimen legal, con la interpretación que hizo la Justicia durante los años 90, permitió un aumento sostenido de la jubilación media desde alrededor de 350 pesos en 1991 a 530 pesos mensuales en 2001

.La Ley de Solidaridad Previsional estableció un régimen de movilidad compatible con el equilibrio fiscal, y por ende, totalmente financiable sin provocar inflación. Este requisito es muy importante, porque la principal causa de deterioro de las jubilaciones es la inflación. Basta recordar que el golpe inflacionario resultante de la fuerte devaluación monetaria de 2002 produjo un descenso de las jubilaciones, en términos de poder adquisitivo constante, desde los 530 pesos en 2001 a 390 pesos mensuales a fines de 2002.

La movilidad establecida por la Ley de Solidaridad Previsional obliga al Poder Legislativo a dar aumentos jubilatorios anuales en la misma proporción en que aumentan los ingresos del Sistema de Seguridad Social. Si el Poder Legislativo hubiera obrado en consecuencia, debería haber dispuesto el aumento del 25 % al sancionarse la Ley de Presupuesto para 2005. Pero no lo hizo, probablemente como forma de asegurar que el Sistema de Seguridad Social genere un superávit fiscal.

La sustracción de 3.300 millones de pesos anuales a los jubilados, aún cuando puede contribuir a la generación del superávit fiscal actual, tendrá graves consecuencias fiscales futuras. Seguramente, los Jubilados reclamarán ante la Justicia y ésta deberá reconocerles el derecho, no sólo al reajuste de sus jubilaciones, sino también a la diferencia entre lo que deberían haber cobrado durante los años anteriores y lo que efectivamente cobraron.

Esto ya ocurrió en 1992 como consecuencia de que a lo largo de la década del ochenta, en especial durante la hiperinflación de 1988 y 1989, los haberes jubilatorios pagados estuvieron muy por debajo de lo que establecían las leyes en vigencia. Fue por eso que el Poder Legislativo debió autorizar la emisión de Bocones por casi 18 mil millones de pesos (de entonces) y de esa forma cancelar la deuda pendiente con los jubilados.Además de este seguro efecto fiscal desestabilizante hacia el futuro, la injusticia que significa la falta de aplicación de la movilidad dispuesta por la Ley de Solidaridad Previsional, seguramente influye en el ánimo de los jueces cuando estos deben pronunciarse sobre reclamos anteriores a aquella Ley.

En lugar de mantener el criterio convalidante de las reformas a las leyes previsionales anteriores a los 90s, que permitieron el aumento de las jubilaciones en un contexto de estabilidad de precios y completa eliminación de la inflación, la Corte Suprema de Justicia está revisando sus fallos anteriores e imponiendo criterios de movilidad de las jubilaciones que harán imposible el mantenimiento de la estabilidad monetaria..Los perjudicados volverán a ser los jubilados, aunque ahora aparezca la Corte Suprema siendo muy generosa con ellos. La razón es muy simple: cuando además de los aumentos que legítimamente les corresponden a todos por la ley de Solidaridad Previsional, les concedan aumentos adicionales a los jubilados que reclamaron la revisión del criterio jurisprudencial anterior, el Sistema Previsional volverá a producir un fuerte déficit fiscal, que indefectiblemente terminará en alta inflación.

Si el Poder Legislativo vota el aumento a los jubilados que corresponde según la ley de Solidaridad Previsional, será más factible lograr que la Corte Suprema de Justicia mantenga criterios realistas, los únicos capaces de ayudar a los jubilados a cobrar una jubilación digna que no se evapore con la inflación.

La corrupción que no se investiga

La entrevista que me hizo Alberto Armendariz fue muy larga. Y es natural que La Nación no la haya publicado completa. Aprovecho esta oportunidad para trasmitir a ustedes algunos comentarios que hice al periodista y que no quedaron registradas en el reportaje publicado.

Por ejemplo, cuando Alberto Armendariz me preguntó cómo me siento después de haber sido demonizado en la Argentina, yo le contesté lo que figura en la nota bajo el título "A mi me han demonizado los medios de comunicación". Luego de aludir que ahora quieren demonizar a la gente que trabajó conmigo, agregué la siguiente descripción de la labor de mis colaboradores: "Se trata de personas que durante cinco a siete años trabajaron entre 10 y 15 horas por día, incluso muchos sábados y domingos y que dejaron jalones de sus vidas para servir al país. En los primeros años cobraban sueldos de no más de 2000 pesos, cuando antes, trabajando en el sector privado, habían logrado asegurar un nivel de vida digno a sus respectivas familias. Si no fuera por el reconocimiento de gastos protocolares, no podrían haber dejado sus anteriores ocupaciones para trabajar en la transformación de la Argentina. Por eso es infame que ahora se los indague como imputados por haber cumplido con su obligación de incluir ese reconocimiento de gastos en sus declaraciones ante la DGI".

Cuando expliqué que mi demonización y los escraches a que estuve sometido eran resultado de las campañas mediáticas, consideré importante dar un ejemplo ilustrativo. "A principios de 2002, el Diario Clarín publicó una nota describiendo un escrache frente a la casa de mi madre, en San Francisco. El escrache nunca se había producido, pero me enteré que camarógrafos de TN y Canal 13 habían estado ese día en San Francisco, incitando a los vecinos que se reunían en el centro de la ciudad para manifestar frente a los bancos, para que fueran a escrachar frente a mi casa paterna. Los vecinos de San Francisco rechazaron la sugerencia, pero como la nota periodística había sido escrita con anterioridad, se olvidaron de omitir su publicación. Era claro que el frustrado escrache frente a la casa de mi madre había sido organizado por periodistas de Clarín".

Luego de preguntarme si estoy en contacto con Menem y de recibir la respuesta con que concluye el reportaje publicado, Alberto Armendariz me pidió detalles sobre las cifras globales del sistema de reconocimiento de gastos protocolares en comparación con las magnitudes de los hechos de corrupción que según mi opinión no estaban siendo adecuadamente investigados. Mi respuesta fue la siguiente: "No he hecho cálculos prolijos, pero recuerdo cifras que acabo de releer en un artículo de Marcelo Zotlogwiasda de febrero de 1993. Allí él habla de 6.350.000 anuales como costo del sistema de reintegro de gastos protocolares, pero hace el cálculo con montos mensuales algo inferiores a los reales. Un cálculo mental rápido me permitió aumentar esa cifra a 10 millones por año. Así que se trataría de 40 millones para el período de cuatro años. Sin duda, mucho menos de los casi 1.000 millones que según he leído en los diarios, serían los gastos de la SIDE por arriba de lo normal, durante el decenio de Menem.

En todo caso deberían citar a dar explicaciones a los responsables de administrar esos fondos. El Ministerio de Economía nunca tuvo partidas de gastos secretos, porque según la ley 18302 sólo correspondían a los organismos encargados de la Seguridad. Y, en tren de comparar cifras, hasta los gastos secretos de la época de Menem empalidecen frente a la magnitud de las transferencias de riqueza desde los depositantes hacia las empresas endeudadas y desde los ingresos de los trabajadores y jubilados hacia los productores de bienes exportables que produjo la devaluación-pesificación en el 2002. Los diarios en aquella época estaban demasiado ocupados en hacer lobby por la ley que proteje a las empresas culturales como para advertir que en estas transferencias salvajes de riqueza e ingresos, de muchos miles de millones de pesos, se podían esconder escandalosos actos de corrupción."

Finalmente Alberto Armendariz me preguntó cuál era mi opinión sobre la evolución de la corrupción a lo largo de los últimos diez años. Más específicamente, si la corrupción había aumentado o disminuido. Mi respuesta fue la siguiente:"Yo no tengo elementos para hacer una medición propia. Pero acabo de leer un informe del Banco Mundial sobre la "calidad de gobierno" en un gran número de países y su evolución entre 1998 y 2004. Allí se mide, entre otras cosas, la magnitud de la corrupción. Para Argentina los índices muestran un gran desmejoramiento. Pero me dá la impresión, que la magnitud de las transferencias de riqueza y de ingresos que provocaron las medidas de Duhalde en 2002 constituyen el determinante fundamental de esta tendencia. Por eso, sorprende mucho que la posible corrupción de ese año, esté ausente en la discusión mediática de la Argentina".

Aunque entiendo que estas respuestas mías a interrogantes del periodista hubieran ocupado mucho espacio en una edición dominical de La Nación, he querido transcribirlas en esta página, para que mis lectores no queden con la sensación de que acepté un reportaje para hablar sólo de lo que desde el vamos me pareció un tema poco relevante.

En realidad, acepté el reportaje porque me angustia que, en lugar de investigar la verdadera corrupción, en la Argentina los jueces y fiscales dediquen su tiempo a indagar a los integrantes de mi equipo económico, por el sólo hecho de no haber omitido en sus declaraciones impositivas la percepción de un recupero de gastos protocolares, que no hacía más que reparar la injusticia que significaban sus muy bajos sueldos.

Una buena labor periodística

Ayer hice una advertencia a mis amigos, los lectores de esta página, con motivo del adelanto publicitario sobre la entrevista que el día anterior me había hecho Alberto Armendariz. Esta mañana, cuando leí el reportaje en La Nación [Ver nota 1] [ Ver nota 2], quedé satisfecho con la labor del periodista y su medio. Nobleza obliga. Reconozco que mis dudas del sábado se originaron en mi insatisfacción por el tratamiento periodístico anterior del tema de la lucha contra la corrupción y no en el comportamiento de Alberto Armendariz, que una vez más actuó con gran profesionalidad.

Gancho publicitario o tergiversación de un reportaje?

Mañana lo sabremos.

Esta mañana Sonia, mi esposa, atendió insistentes llamados de la periodista de Clarín, Silvia Naishtat, que quería que yo le concediera un reportaje como el que el día anterior le había concedido a La Nación. Ante la sorpresa de Sonia, que no sabía nada del asunto, Silvia le dijo que la Nación lo estaba publicitando y había anunciado que lo publicaría mañana. Le dijo además que La Nación anunciaba que yo había involucrado a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia en el tema de los “sobresueldos”.

Luego de esa llamada tuve que explicarle a Sonia porqué había concedido el reportaje a Alberto Armendariz de la Nación. Y porqué se lo negaba a Silvia Naishtat de Clarín. Como probablemente todos mis amigos y lectores se harán la misma pregunta, decidí responderla a través de esta página. Y de paso dejo planteado el interrogante que encabeza esta nota, por las razones que explicaré de inmediato.

Hace aproximadamente 8 o 9 días, casi a la misma hora, recibí llamadas telefónicas de Alberto Armendariz y Silvia Naishtat, pidiéndome sendos reportajes. A ambos les respondí exactamente lo mismo: que por el momento sólo me comunicaría a través de mi sitio en la Web y que si en el futuro decidía aceptar un reportaje para la prensa escrita, les avisaría. Mientras Alberto Armendariz mantuvo nuestro diálogo telefónico en privado, Silvia Naishtat lo publicó en Clarín, algo retocado, como si yo le hubiera concedido un reportaje.

Cuando a mediados de esta semana decidí que debía decir algo a través de la prensa escrita, es natural que haya elegido la vía del periodista que respetó la privacidad de nuestra conversación telefónica. Esa es la razón, y ninguna otra, por la que le concedí el reportaje a Alberto Armendariz de La Nación.Pero debo reconocer que el anuncio publicitario publicado hoy en La Nación me ha sorprendido. Nada tiene que ver con el contenido de mi diálogo con Alberto Armendariz.

Por de pronto, durante el reportaje me negué a hablar del tema “sobresueldos en la época de Menem” para poder hablar de la transparencia como antídoto a la corrupción en todos los gobiernos .Y, porque además, yo nunca pagué ni cobré “sobresueldos”.

Me referí sí al sistema de reintegro de gastos protocolares que entre 1991 y mediados de 1994 tuvo como fuente de recursos a la ley 18302, pero que luego pasó a financiarse del presupuesto ordinario, sin secreto de por medio, conforme lo dispuso el decreto 838 de 1994. Por supuesto, no dije nada distinto a lo que ya había escrito en mi página el domingo anterior.No di ningún monto ni cifra nueva, salvo confirmar la mención del límite de 6.500 pesos mensuales que había mencionado antes.Para contestar una pregunta sobre el monto global a que podría haber ascendido el sistema de reintegro de gastos protocolares, recordé una cifra que había leído en el artículo de Marcelo Zlotogwiazda, publicado el 18 de febrero de 1993, y que yo reproduje en este sitio la semana pasada. Es obvio que si recurrí a esa fuente, no tenía cálculo propio en mi mente y, por lo tanto, no podía ser tomada como la gran novedad del reportaje, y mucho menos ameritar dos frases grandilocuentes del anuncio publicitario.

Y, finalmente, en ningún momento del reportaje mencioné a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia.El anuncio publicitario de La Nación dice textualmente:“CAVALLO HABLA DE LOS SOBRESUELDOS PAGADOS DURANTE EL GOBIERNO DE MENEM”. Los montos. La SIDE. Los millones de dólares distribuidos mediante el “sistema de reintegro de gastos protocolares”. El total de fondos repartidos entre 1991 y 1994. El papel de la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia”

Quiero pensar que ese anuncio refleja las respuestas que La Nación esperaba que yo diera al reportaje y no las que yo realmente di. Esto puede ser así, si quien preparó el aviso publicitario no había leído el reportaje. Espero, sinceramente, que como me ha asegurado Alberto Armendariz, en cuya integridad profesional confié, el titulado y los destacados reflejen el verdadero contenido de nuestro diálogo. Caso contrtario, me habré equivocado una vez más en mi intento por evitar que se siga sembrando confusión.

“A los argentinos les importa más el pasado que el futuro”

Escribe Ezequiel Burgo 

Domingo Cavallo antes citaba a los periodista en el coqueto Café Tabac para charlar. Ahora, estando de paso por Washington DC, lo hace en un Starbucks, algo así como el Mc Donald’s para tomar el café que hoy ofrece el Primer Mundo. El sueldo de un profesor en Harvard no da para lujos. “La gente piensa que estas universidades pagan bien, pero no es tan así”.

El ex ministro llegó caminando con paso tranquilo y disfrutando de un tibio sol a las 8 y media de la mañana. Había poca gente en la calle. Pidió un café y un croissant que devoró en un minuto. Y enseguida se puso a hablar de los principales temas que se trataron en la Asamblea Anual del Fondo: economía de Estados Unidos y China. Más tarde vino la conexión de estos problemas con los mercados emergentes y luego su verdadera pasión: la economía y la política argentina. “En la Argentina no esta dado el clima para una discusión de los temas que verdaderamente importan para el futuro del país”, dice.

Piensa que el actual estado de la economía global es para analizar muy a fondo y que no debe menospreciarse. “pero dada la coordinación que hoy hay entre los policy makers de todo el mundo, no creo que haya un ajuste de Estados Unidos que implique un brusco aumento de tasas de interés”.

El Economista: – ¿Es decir, que no es pesimista con respecto al futuro de la economía global?

Domingo Cavallo: – Mi impresión es que el grado de dialogo e interacción que hoy hay entre los responsables de manejar las economías de l mundo va a permitir finalmente que se coordinen acciones conducentes a corregir los desequilibrios globales. Además creo que va haber tiempo, porque yo no pienso que de repente el mundo pierda confianza en Estados Unidos como lugar donde conservar el valor de sus ahorros. Mientras eso no ocurra no tiene porqué haber un aumento en la tasa de interés de largo plazo. Lo ideal sería lo que recomienda Lawrence Summers, presidente de la Universidad de Harvard: hay que seguir una estrategia gradualista y coordinada con el G-20 que incluye a la India y Brasil.

EE: – ¿Cómo ve a los países emergentes, incluida la Argentina?

DC: – Creo que entre los emergentes es muy diverso el panorama. Hay un elemento común a todas estas economías y es la tasa de interés internacional todavía baja. Los spreads han estado cayendo también, con lo cual ha habido capital disponible para estas naciones. Un grupo de ellas, el que esta haciendo reformas y esta trabajando para que la inversión sea suficiente, representa a las economías que van a tener crecimiento no solamente del producto corriente sino del producto potencial, esto es, la capacidad instalada que es lo importante para que el proceso de expansión sea sostenible en el tiempo. Otras economías en cambio, que en la actualidad se benefician con el flujo positivo de capitales y los altos precios de las commodities, no están abriendo oportunidades nuevas de negocios y tampoco están llevando a cabo las inversiones con eficiencia.

EE: – ¿Se refiere a la Argentina concretamente?

DC: – Bueno, en el caso de la Argentina hay dos problemas. Primero, podemos llegar a tener un problema con la calidad de las nuevas inversiones porque no estan funcionando bien los mecanismos de mercado que deberían orientar de manera eficiente esos capitales. Segundo,  podemos tener un problema de escaso monto de inversión que no alcance para mantener un ritmo sostenido de crecimiento.

EE: – ¿De que depende, según usted, que se vuelva a los niveles normales de antes?

DC: – Tanto el monto de la inversión como la calidad de ésta, depende de las reglas de juego de la economía. El problema de la Argentina es que las tenía y ahora ya no las tiene más. Lo que el gobierno debería hacer es clarificar cuales son estas reglas de juego. A lo mejor lo hará una vez que termine de reestructurar la deuda… pero por el momento si a alguien le preguntan cuales son las reglas de juego de la economía argentina le resulta muy difícil responder. Por ello no me queda claro que pasará en el futuro con la economía; cuanto se va a invertir, como se va a financiar esa inversión y sobre todo de que calidad será esa inversión. Es decir, la gran pregunta acá es ¿cómo van hacer para aumentar la capacidad instalada de la Argentina?. Ese es el tema clave para la sostenibilidad del crecimiento.

EE: – ¿lo que usted menciona, dos tipos de mercados emergentes, es por la imagen distinta que dan Brasil y la Argentina hoy en el mundo?

DC: – Brasil no alteró sus reglas de juego, sigue trabajando en el perfeccionamiento de la organización de su economía. Además ellos no dejaron de cumplir con los contratos y sus obligaciones. Son considerados como una economía normal. La Argentina transmite una imagen que todo lo que se hizo en los noventa se hizo mal, que fue un fracaso total. Pero resulta que hoy se critica el pasado cuando nadie todavía sabe muy bien como va a ser la economía en el futuro. Es decir, se preocupan más por el pasado que por el futuro.

EE: – Sin embargo hay quienes dicen que la economía argentina hoy tiene de heterodoxa solamente la impronta. Que hay cuestiones ortodoxas que se mantienen a rajatabla: la necesidad de un superávit, la disciplina monetaria.

DC: – La clave de los noventa fue utilizar mecanismos de mercado y tratar de dar seguridades que se iban a cumplir las reglas de juego y los contratos. En ese sentido yo creo que de los 90 queda muy poco. Estos eran los principios básicos de aquella organización económica y que hoy han desaparecido. Y repito, no se sabe bien con que se los va a reemplazar. En todo caso, lo que queda de los noventa es la gran inversión que hubo y la creación de capacidad productiva que aún perdura y que resulta útil para esta reactivación que hubo en los últimos años.

EE: – Da la sensación de que el crecimiento que hoy la Argentina experimenta es más “sólido y menos histérico” que el que tuvimos en la década pasada ¿no es así?

DC: – Mire, a esta altura no me quedan dudas de que todo país que crece rápido y utiliza más ahorro externo está más expuesto al humor del mercado. Para poder sustraerse a los vaivenes de los movimientos de capitales hay que tener mucho ahorro interno, como China o como otros países asiáticos. Ojalá la Argentina pudiera encontrar la fórmula para tener mucho ahorro interno, como por ejemplo Chile, que tiene 25 puntos de su PBI. Nosotros en el año que más alto ahorro tuvimos, este fue 16 – 17 %. Y para tener una tasa de inversión adecuada de 20% del producto hemos tenido que recurrir a un ahorro externo del 3% del producto. Yo creo que un país puede tener estabilidad monetaria y financiera recurriendo a un ahorro externo del 3 o 4 % del producto. Claro, siempre y cuando ese ahorro sea muy bien invertido.

EE: – Pero cuando estuvimos en los mercados de capitales nos fue pésimo…

DC: – El problema de la Argentina de los 90, sobre todo en su segunda mitad, es que ese ahorro no se invirtió bien porque cuando empezó la expansión del gasto en las provincias y el endeudamiento de éstas con el sistema bancario, comenzaron a distraerse recursos para gastos no productivos. Cuando uno accede al crédito y la utilización de éste no es buena ni eficiente, es obvio que uno se torna más vulnerable. Las crisis financieras tienen su origen en la mala utilización del crédito y no en la mera llegada de ese dinero. Si éste tiene un buen uso, no tiene porque haber crisis. En cambio si se despilfarra la plata, los acreedores desconfían de la capacidad del país para pagar. En mi opinión, el centro de cualquier estrategia de crecimiento está en el monto de la inversión, pero sobre todo en la calidad de ésta. Yo creo que la eficacia de las reglas de juego de la economía se mide por el nivel de inversión que es capaz de generar y sobre todo la calidad, insisto.

EE: – ¿Qué opina del tema de la deuda de la Argentina?

DC: – Si el gobierno pone voluntad lo termina resolviendo, es un tema que se puede arreglar porque los acreedores tienen muy poco de donde agarrase, entonces vana terminar aceptando lo que la Argentina les proponga. Uno puede discutir en el margen si se ofrece un peso más o menos. Pero para mi, esto se arregla. Además, no me parece que el tema de la deuda hoy por hoy sea el problemas más difícil ni el tema más relevante. Sería bueno en todo caso, que el tema de la deuda dejara de ser algo conflictivo para que los dirigentes argentinos piensen en las nuevas reglas de juego de la Argentina.

EE: – Cuándo se critican los 90 ¿Usted se siente directamente aludido?

DC: – Depende de que es lo que se critique. Por ejemplo el Director del FMI, Rodrigo de Rato, el otro día correctamente señaló que el gran problema de la Argentina en la década pasada fue el gran gasto y endeudamiento que hubo en las provincias. Yo estoy de acuerdo y además creo que ese fue el gran defecto de la segunda mitad de la década. Ahora cuando critican las privatizaciones energéticas o de los puertos ahí sí me siento aludido porque yo fui el responsable de esas privatizaciones y creo que las críticas son totalmente injustas porque son casos modelos. Pero igual creo que acá no es cuestión de sentirse aludido o no en el plano personal, lo importante es que en la Argentina quede claro qué ideas de organización económica son conducentes a la solución de los problemas y qué ideas no lo son.

EE: – ¿Y como ve al país preparado para ese debate?

DC: – Siento que en la Argentina no hay una discusión abierta, sincera y respetuosa de todas las alternativas que deberían considerarse para cuando la economía se normalice. Predomina el agravio y no hay absolutamente nada que se le parezca a una discusión constructiva para el futuro. Pero deben hacerse esfuerzos para seguir adelante. Por ejemplo debemos entender que el aislamiento de la Argentina y el encerramiento del país no conducen a buen puerto.

EE: – Mucha gente se pregunta por qué cuando Kirchner critica a los 90 a usted no lo menciona.

DC: – Bueno, tampoco el ex Presidente Eduardo Duhalde me ha criticado. Que los lleva a no mencionarme yo no lo sé. Los que siempre me pegaron fueron los radicales. Otra persona que agravió muchísimo y que contribuyo a la desestabilización fue Carrió, una dirigente con actitudes anárquicas. Parecería que ahora utiliza un discurso institucionalista, parecido al de Lopez Murphy, pero nada que ver…

EE: – Precisamente ¿Cómo lo ve a Lopez Murphy ocupando su espacio?

DC: – Lo veo haciendo un enorme esfuerzo por ubicar la discusión sobre la realidad argentina y sus problemas sobre donde debería estar realmente. Pero veo que tiene severas limitaciones para llegar con su mensaje. A mi me pasó lo mismo. Me asombra que el sector empresario, que debería entender los valores y las ventajas de una economía de mercado que el propone, no lo apoye más.

EE: – ¿Entonces la unica alternativa viable que ve hoy para gobernar en la Argentina es el Peronismo?

DC: – Hoy por hoy la única organización política que parece poder acceder al poder y permanecer en él es el Peronismo. Es un partido que no se une por ideas compartidas sino por esa capacidad para acceder al poder y aún con todos sus errores, ha ofrecido liderazgos capaces de conducir al país.