Inflación por puja distributiva

El “cambio de modelo” del que hablaban Duhalde y Alfonsín antes del Golpe Institucional que llevo al primero al poder, no era otro que la vuelta a la inflación por puja distributiva que caracterizó a la Argentina entre 1946 y 1990. Alfonsín había sido claro cuando pedía “un poquito de inflación”. Duhalde era mas vago en su bosquejo del “nuevo modelo”, pero su entusiasmo por las consecuencias “reactivadoras” de la devaluación combinada con pesificación, deja en claro que considera saludable alentar la sustitución de importaciones, el turismo en la Argentina y las exportaciones a partir de un golpe brutal al ingreso y los ahorros de la mayoría de las familias argentinas. Volvió con mucha fuerza la peor enfermedad institucional de la Argentina del siglo XX: la inflación como mecanismo redistribuidor de ingresos y riqueza.  

Todas las discusiones actuales en materia económica lo ponen claramente en evidencia. 

¿El Banco Central debe dejar caer el precio del dólar o lo tiene que sostener a un nivel alto? Los adherentes a la teoría de la reactivación inducida por las exportaciones, la sustitución de importaciones y el turismo defienden el dólar alto, lo mismo que los deudores beneficiados por la pesificación. Los que generan sus ingresos por ventas de bienes o servicios al mercado interno y los endeudados en dólares quieren que el dólar baje. El gobierno razona como si debiera ser él, y no el mercado, el que determine el valor del dólar, arrogándose de esa manera el derecho a decidir a favor de uno u otro grupo de presión. 

¿Deben aumentarse las retenciones sobre la exportación de alimentos para que no siga subiendo el precio en el mercado interno? Los productores agropecuarios se alarman con razón, pero los supermercadistas y los funcionarios encargados de recaudar sostienen que es inevitable hacerlo para evitar que los precios sigan aumentando. Sostienen que aún con un dólar estable aumentarán los precios de productos como la leche, aunque no es un producto de exportación importante, porque los tamberos se ponen a producir soja en lugar de mantener el tambo. El gobierno, está evaluando que decisión le conviene adoptar. Nuevamente, debe dirimir una puja distributiva.

 

¿Si la inflación fuera inferior al 22% anual planeada para la formulación del presupuesto, se pondrían en peligro las metas de superávit primario comprometidas con el FMI?

La autoridad fiscal acaba de decir que sí. Es decir, se necesita inflación para generar cierta capacidad de pago de intereses de la deuda pública. Esto significa que la estrategia implícita en el presupuesto es provocar mayor caída de los ingresos reales, al menos de los salarios públicos y las jubilaciones, para poder pagar intereses de la deuda pública. ¿Qué opinan al respecto la Ministro de Trabajo y los sindicatos? ¿Son todos los integrantes del Gobierno y sus respectivos apoyos sectoriales conscientes de que están utilizando a la inflación como instrumento de una puja distributiva?

 

¿Se deben autorizar aumentos de tarifas para los servicios públicos o es preferible re-estatizarlos por denuncia de los contratos de concesión? Los que se oponen al aumento de tarifas sostienen que de esa forma se evitará un rebrote inflacionario. Los que argumentan que deben aumentarse las tarifas alertan sobre la des-inversión que ya se está produciendo y que se acentuaría aún más con la re-estatización de los servicios. El gobierno trata de postergar una decisión pero, sin duda, está acentuando una puja distributiva que puede tener consecuencias muy serias en el mediano plazo.

 

Todos estos dilemas eran moneda corriente en los 45 años anteriores a la Convertibilidad y desaparecieron durante su vigencia, porque la inflación, también llanada “política monetaria” en los países con monedas inconvertibles, dejó de ser instrumento para la redistribución de ingresos y riqueza. Lamentablemente, la Argentina sin Convertibilidad ha reinstalado de una manera brutal a la inflación como el instrumento político de la puja distributiva. Como esta puja es tan intensa y despiadada, y la falta de inversión impedirá que se resuelva en base al crecimiento de la economía, la Argentina volverá a sufrir en esta primera década del siglo XXI la peor enfermedad institucional del siglo XX. Se lo debemos a Duhalde y a Alfonsín que gobernaron y gobiernan con nostalgia de la época en que la política no estaba condicionada por la economía.

Golpe a los ahorristas y a los pobres

Si en febrero de este año, luego del pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia en el caso Smith, el Gobierno hubiera reconocido la razonabilidad de la postura Judicial y, en lugar de intentar remover a los miembros de aquel tribunal, hubiera buscado una solución al problema del endeudamiento del sector privado que no significara la pesificación forzosa de todos los contratos, la economía hoy estaría estabilizada con un precio del dólar no superior a 2 pesos. Podría incluso haberse logrado la nueva estabilidad al precio de 1,40 inicialmente fijado por el nuevo Gobierno. El aumento de los precios y la consiguiente caída del salario real hubiera sido mucho menor a la que se produjo a lo largo del año.

¿Cual era la solución correcta? Sin duda, dejar flotar el peso sin abandonar la convertibilidad, es decir manteniendo la libre elección por parte de la gente de la moneda y dándole seguridad jurídica a los contratos en la moneda original. Para ayudar a los endeudados en dólares, el Gobierno debería haber asumido el compromiso de pagar una proporción de los intereses y del capital adeudado por familias y empresas cuyos ingresos no se ajustaran al precio del dólar. Los bancos seguirían siendo acreedores en la moneda original. El Gobierno hubiera devengado un subsidio a pagar en el futuro, al ritmo al que el sector privado cumpliera con sus obligaciones y en la medida que la magnitud de la devaluación lo requiriera. El subsidio hubiera terminado siendo relativamente bajo si el sector privado conseguía diferir el pago de su deuda y reducir el costo de intereses a través de la negociación con los acreedores. Además, con el paso del tiempo la divergencia entre los ingresos de los deudores y el precio del dólar se habría ido cerrando, con lo que el monto del subsidio terminaría siendo acotado y presupuestable.

Pero ocurrió todo lo contrario. La pesificación se transformó en la herramienta para resolver parcial y desequilibradamente el problema del endeudamiento privado y dejó como saldo un clima de inseguridad jurídica extremo en materia de derecho de propiedad de los depositantes y acreedores en general. La magnitud del costo fiscal futuro del sistema que se eligió para compensar a los bancos es enorme y creciente, con lo que se terminará agravando el problema del endeudamiento público. Y sigue pendiente la disputa judicial planteada por los ahorristas y acreedores que no aceptaron la pesificación.

La Corte Suprema esta a punto de decretar la inconstitucionalidad de la pesificación ¿La convertibilidad con cambio flotante sigue siendo la mejor solución? Sin duda, porque cualquier otra solución, deja abierta la puerta de una emisión presente o futura de pesos que la gente no desea mantener como tales y que, tarde o temprano, va a generar un proceso inflacionario peligroso. Además, cualquier otra solución dejará a la economía sin crédito por mucho tiempo, dado que no cabe esperar que la gente ahorre en pesos, y el ahorro en dólares u otras monedas extranjeras no se hará dentro del país.

Convertibilidad con cambio flotante significa organizar un sistema monetario que le permita a la gente sentir que sus ahorros en el país están seguros y disponibles para ser utilizados en cualquier pago interno o externo. En relación a los pagos externos con dólares ahorrados en el país sólo deberían estar restringidos por los controles de cambio vigentes, los que deberían eliminarse luego de completada la reestructuración de la deuda pública. La clave de la solución está en que la gente encuentre conveniente mantener sus dólares bancarios dentro del país, ya sea en depósitos a plazo fijo, si es que quiere ganar un interés, o en depósitos a la vista, si es que quiere hacer pagos internos o externos admitidos por el control de cambios. Para ello, debe no sólo permitirse sino también dotar de pleno respaldo legal a las cuentas a la vista en dólares, permitiendo que se movilicen a través de cheques, tarjetas de débito o transferencias bancarias. Si la convertibilidad con tipo de cambio flotante comienza a ser entendida y creída por la gente, lo cual requiere necesariamente convicción por parte de las autoridades sobre su conveniencia y viabilidad, el precio del dólar comenzará a bajar, y el problema del endeudamiento en dólares del sector privado, así como el costo fiscal de las compensaciones y subsidios a los que se ha ido comprometiendo el Gobierno, irá disminuyendo y se podrá trabajar en la preparación de un programa económico fiscalmente sostenible.

Lamentablemente, los discursos de Lavagna demuestran que el Gobierno no está convencido que la convertibilidad sea conveniente. Siguen insistiendo en obligar a la gente a ahorrar en pesos. Eso significa dejar abierta la puerta a un nuevo golpe inflacionario. Le echarán la culpa a la Corte y a los que bregamos por que se reconozcan los derechos de propiedad de los ahorristas. Pero la verdad es que los verdaderos culpables son los mismos que en enero y febrero de este año, decidieron resolver el problema del endeudamiento privado destruyendo los ahorros y provocando un brutal deterioro de los ingresos reales de la población.

Cavallo sólo lamenta no haber peleado más para ser presidente

Estoy muy bien. Muy tranquilo. No estoy participando activamente de la vida política. He decidido durante un tiempo ser un observador y reflexionar sobre mi propia experiencia. Y espero volver en la segunda mitad de este año, o a más tardar el año próximo, para retomar mis actividades profesionales y políticas».Esto es: vuelve por más. Es cierto que Domingo Cavallo está más tranquilo: con algunos kilos menos que los que desplazaba cuando los ajetreos de su vida pública, su voz, cosa rara, es un remanso; sus gestos, los de un director de orquesta en pleno adagio; a veces, cuando nombra a quienes considera sus enemigos declarados, sus ojos parecen recobrar el brillo feroz de los días de batalla. Pero es un reflejo. Enseguida retorna el autodominio. Está de paso en Buenos Aires. Enero lo llevará de nuevo a Nueva York, donde da cátedra en la New York University que lo tiene contratado hasta agosto. Después promete, o amenaza, con el regreso a la política.Esa reflexión de la que habla, ¿qué le dice?Que hay una dirigencia argentina que tiene una actitud muy irresponsable. Y que lo único que busca es el poder por el poder mismo. Y que aprovecha las circunstancias para conquistar ese poder aún a costa de causarle graves daños a la gente. Lo que más me impresiona de todo lo vivido en la Argentina, es la traición que el actual gobierno, al que yo identifico como un gobierno de Duhalde apoyado por Alfonsín, ha hecho a los ahorristas y a los pobres. Porque utilizó la bronca de la gente para conquistar el poder y luego, lo primero que hizo fue pegarle un golpe adicional a los pobres a través de la pesificación, la devaluación, la creación del «corralón», en beneficio de las empresas fuertemente endeudadas y los gobiernos provinciales, en especial el de Buenos Aires.Sin embargo mucha gente le adjudica a usted la responsabilidad del estallido de la economía, el corralito, la confiscación de los depósitos. ¿No lo siente así?No del lado de la gente. Lo noto, sí, del lado de los medios. Y en particular de Clarín. Pero de la gente, no. La gente, cuanto más tiempo pasa, más se da cuenta de que yo traté de evitar que les confiscaran sus depósitos y que hubiera una devaluación destructora del salario real. La gente percibe la realidad mucho más allá de lo que plantean los medios.Usted siente que puede caminar tranquilo por la calle…Así es.¿Volvería hoy a la convertibilidad?En el sentido de la libre elección de la moneda, sí, por supuesto. Y además, se va a volver. Digo: que la gente pueda ahorrar en dólares si quiere, o en pesos, y se le cumplan los contratos en la moneda en que se hicieron. Al uno a uno, hoy, ya no se puede volver. No habría que haberlo abandonado. Pero no se puede volver. Pero a la estabilidad cambiaria con el dólar a un precio muy inferior al de hoy, sin duda que va a haber que volver.¿Por qué la convertibilidad no generó condiciones de crecimiento?La década del 90 fue la de mayor crecimiento del siglo XX.Doctor, el país está devastado…Pero eso es porque se gastó en el sector público mucho más de lo que debió gastarse, sobre todo en las provincias; es porque se declaró el default, porque se abandonó la convertibilidad, porque se pesificó y se devaluó.Eso pasó este año. La pobreza extrema del país no es del último año.Pero eso no tiene que ver con la convertibilidad, sino con el despilfarro de los recursos públicos, el gasto excesivo y no dirigido a resolver los problemas de la educación, la salud. No son causa de la pobreza los salarios de la convertibilidad, compara tivamente más altos que los de hoy.Cuando usted mira este país devastado y analiza las causas de la pobreza, ¿no se adjudica ninguna responsabilidad, usted que fue dos veces superministro de la Argentina?La responsabilidad que me adjudico es no haber trabajado mejor para haber conquistado el poder total: ser presidente de la Nación. En lugar de haber aceptado volver como ministro, tendría que haber perseverado por ser presidente.¿Vuelve para intentarlo?No sé. Si en algún momento veo que la gente vuelve a confiar en mí, seguramente lo voy a hacer. Pero no vuelvo con ese objetivo. Si no me hubiera metido en el gobierno de la Alianza, posiblemente hoy estaría liderando las encuestas.

Convertibilidad con cambio flotante

Si en febrero de este año, luego del pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia en el caso Smith, el Gobierno hubiera reconocido la razonabilidad de la postura Judicial y, en lugar de intentar remover a los miembros de aquel tribunal, hubiera buscado una solución al problema del endeudamiento del sector privado que no significara la pesificación forzosa de todos los contratos, la economía hoy estaría estabilizada con un precio del dólar no superior a 2 pesos. Podría incluso haberse logrado la nueva estabilidad al precio de 1,40 inicialmente fijado por el nuevo Gobierno. El aumento de los precios y la consiguiente caída del salario real hubiera sido mucho menor a la que se produjo a lo largo del año.

¿Cual era la solución correcta? Sin duda, dejar flotar el peso sin abandonar la convertibilidad, es decir manteniendo la libre elección por parte de la gente de la moneda y dándole seguridad jurídica a los contratos en la moneda original. Para ayudar a los endeudados en dólares, el Gobierno debería haber asumido el compromiso de pagar una proporción de los intereses y del capital adeudado por familias y empresas cuyos ingresos no se ajustaran al precio del dólar. Los bancos seguirían siendo acreedores en la moneda original. El Gobierno hubiera devengado un subsidio a pagar en el futuro, al ritmo al que el sector privado cumpliera con sus obligaciones y en la medida que la magnitud de la devaluación lo requiriera. El subsidio hubiera terminado siendo relativamente bajo si el sector privado conseguía diferir el pago de su deuda y reducir el costo de intereses a través de la negociación con los acreedores. Además, con el paso del tiempo la divergencia entre los ingresos de los deudores y el precio del dólar se habría ido cerrando, con lo que el monto del subsidio terminaría siendo acotado y presupuestable.

Pero ocurrió todo lo contrario. La pesificación se transformó en la herramienta para resolver parcial y desequilibradamente el problema del endeudamiento privado y dejó como saldo un clima de inseguridad jurídica extremo en materia de derecho de propiedad de los depositantes y acreedores en general. La magnitud del costo fiscal futuro del sistema que se eligió para compensar a los bancos es enorme y creciente, con lo que se terminará agravando el problema del endeudamiento público. Y sigue pendiente la disputa judicial planteada por los ahorristas y acreedores que no aceptaron la pesificación.

La Corte Suprema esta a punto de decretar la inconstitucionalidad de la pesificación ¿La convertibilidad con cambio flotante sigue siendo la mejor solución? Sin duda, porque cualquier otra solución, deja abierta la puerta de una emisión presente o futura de pesos que la gente no desea mantener como tales y que, tarde o temprano, va a generar un proceso inflacionario peligroso. Además, cualquier otra solución dejará a la economía sin crédito por mucho tiempo, dado que no cabe esperar que la gente ahorre en pesos, y el ahorro en dólares u otras monedas extranjeras no se hará dentro del país.

Convertibilidad con cambio flotante significa organizar un sistema monetario que le permita a la gente sentir que sus ahorros en el país están seguros y disponibles para ser utilizados en cualquier pago interno o externo. En relación a los pagos externos con dólares ahorrados en el país sólo deberían estar restringidos por los controles de cambio vigentes, los que deberían eliminarse luego de completada la reestructuración de la deuda pública. La clave de la solución está en que la gente encuentre conveniente mantener sus dólares bancarios dentro del país, ya sea en depósitos a plazo fijo, si es que quiere ganar un interés, o en depósitos a la vista, si es que quiere hacer pagos internos o externos admitidos por el control de cambios. Para ello, debe no sólo permitirse sino también dotar de pleno respaldo legal a las cuentas a la vista en dólares, permitiendo que se movilicen a través de cheques, tarjetas de débito o transferencias bancarias. Si la convertibilidad con tipo de cambio flotante comienza a ser entendida y creída por la gente, lo cual requiere necesariamente convicción por parte de las autoridades sobre su conveniencia y viabilidad, el precio del dólar comenzará a bajar, y el problema del endeudamiento en dólares del sector privado, así como el costo fiscal de las compensaciones y subsidios a los que se ha ido comprometiendo el Gobierno, irá disminuyendo y se podrá trabajar en la preparación de un programa económico fiscalmente sostenible.

Lamentablemente, los discursos de Lavagna demuestran que el Gobierno no está convencido que la convertibilidad sea conveniente. Siguen insistiendo en obligar a la gente a ahorrar en pesos. Eso significa dejar abierta la puerta a un nuevo golpe inflacionario. Le echarán la culpa a la Corte y a los que bregamos por que se reconozcan los derechos de propiedad de los ahorristas. Pero la verdad es que los verdaderos culpables son los mismos que en enero y febrero de este año, decidieron resolver el problema del endeudamiento privado destruyendo los ahorros y provocando un brutal deterioro de los ingresos reales de la población.

Domingo Cavallo “Nunca debí entrar al gobierno de la Alianza”

Domingo Cavallo está de vuelta en la Argentina. Vino de visita para las fiestas, pero se negó a dar entrevistas antes del trágico aniversario de la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. “No quiero que mis palabras ni mi imagen sean utilizadas para generar más tensión y violencia. Ya tuvimos suficiente”, dice el padre de la convertibilidad y del corralito. Ya distendido, en su oficina en Palermo, Cavallo viste una camisa que probablemente estuvo de moda hace muchos años, como el billete de “un millón de pesos” que adorna su colmada biblioteca y está firmado por él mismo, cuando fue presidente del Banco Central en 1982. A la hora de reflexionar sobre el último año, sus venas sobresalen y su piel enrojece, ocultando el tono de pálido de su piel, curtida por el invierno de Nueva York, donde ahora trabaja como profesor.

En medio de su continua denuncia del “golpe institucional”, ya que según él, planearon Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde, quiere dejar en claro algunas cosas. Por ejemplo, que él no es rico, y que nunca pensó en abandonar el país durante la crisis. “El día 20 recibí llamadas de la SIDE, que quería ponerme en un avión para que me fuera a Uruguay. Aparentemente, el que se ocupaba de todo era (Enrique) Nosiglia. Los radicales que estaban aliados con los peronistas querían que yo pidiera asilo, que apareciera como el problema del país. Querían provocar ese hecho para, sin Cavallo, poder reconstruir un gobierno entre el radicalismo y el peronismo bonaerense”, asegura. “El problema no era De la Rúa dice él al preguntarse si no está resentido por la actitud del ex presidente de dejarlo caer. Él estaba convencido de que lo que estábamos haciendo era lo único posible para evitar males mayores. Pero, con la actitud que tuvo el partido radical el 19 a la tarde y las conversaciones que sostuvo con el peronismo esa noche, obviamente De la Rúa ya no tenía ninguna posibilidad el día 20”.

¿Qué lecciones saca de todo lo sucedido el año pasado? Lo que ha pasado en la Argentina pinta de cuerpo entero a personajes muy importantes de la política argentina y define un estilo político que no ayuda a crear y a preservar buenas instituciones políticas y económicas. Porque la dirigencia alfonsinista del partido radical claramente destruye instituciones, a su propio partido y a su propio gobierno. La actitud de un (Leopoldo) Moreau, apoyado por Alfonsín y Ángel Rozas, de socavar permanentemente las bases de su propio gobierno y atentar contra su capacidad para aportar soluciones, es algo increíble. La vocación por la autodestrucción ahora se ha reeditado en la interna del radicalismo, en la que se ha dado un fraude alevoso.

¿También ve esa vocación auto-destructiva entre los justicialistas? No, lo que sí veo allí es una transposición total de aquella jerarquía que les había predicado Perón de que primero la patria, después el partido y luego los hombres. Lo que hay en el PJ es una pelea a muerte por ver quién tiene realmente el poder en un plano personal, antes que pensar en la patria y el partido. Pero hay que advertir que el Justicialismo cuando ha gobernado se ha unido para responder siempre a quien está en el poder: Se ha visto durante el gobierno de Menem y ahora con Duhalde. En realidad, creo que el Justicialismo, incluido el Menemismo, ha estado ayudando a que Duhalde pueda mantener cierto orden en el plano de paz interior y la seguridad.Si hubiera podido prever cómo terminaría todo, ¿qué hubiera hecho distinto hace un año?Yo no podía hacer nada distinto de lo que estaba haciendo. La Argentina tenía que terminar la re-estructuración ordenada de su deuda. El 15 de diciembre habíamos logrado concluir exitosamente la re-estructuración de 55.000 millones de dólares…. Y antes de pensar en cualquier modificación del régimen monetario o cambiario era fundamental terminar la re-estructuración. Eso significaba hacerle una oferta a los tenedores de bonos del exterior y esa oferta sólo podía hacerse si lográbamos el apoyo del Fondo, del Banco Mundial y del BID. El Fondo nos ponía una sola condición: la aprobación del presupuesto para el 2002 con déficit cero, algo alcanzable. Por lo tanto, en esos días tenia que abocarme, como me aboqué, a convencer a los legisladores para que se reunieran y trataran el presupuesto.

¿Es consciente de que para la mayoría de los argentinos la culpa de todo el descalabro económico es suya?No, yo no lo siento. Siento que prendo la radio, la TV y leo los diarios y sí, es así: hay una premeditada campaña para confundir el corralito con el corralón. Pero a nivel de la gente, yo creo que, sobre todo ahora que han levantado el corralito, queda claro que el corralito era algo que no perjudicaba. Era inducir un proceso de bancarización para que la gente pagara con tarjeta de débito, con cheque o transferencia bancaria lo que antes pagaba en efectivo. En todo caso, reconozco que perjudicó a los que operaban la economía informal. Pero el corralito se implementó para evitar una medida tan absurda como el corralón, que fue una estrategia deliberada de confiscar los ahorros.

Usted formó parte de un gobierno militar, de uno peronista y de otro radical. ¿En quién confía menos?En el gobierno militar yo tuve un rol muy marginal: no era un gobierno constitucional, fue un accidente de la historia que nunca más se debe repetir: Pero claramente, el Justicialismo tiene mucha más capacidad de gobierno y de resolver los problemas que el Radicalismo. Y el período de De la Rúa fue muy claro al respecto.

¿Volvería a participar en un gobierno de Menem? No voy a participar en gobiernos hasta el día en que la gente me elija para algún cargo. Pero voy a colaborar con los gobiernos que sean elegidos, en la medida en que se propongan en avanzar hacia la solución de problemas.

¿Todavía sueña con ser presidente?Soy una persona ambiciosa, pero yo nunca planteé el tema en términos de ser presidente o no.Fue candidato en el 99….Si, pero sabiendo que no sería elegido. Mi ambición es poder hacer el máximo aporte que mi capacidad, mis conocimientos, mi experiencia, mi trayectoria, me permitan hacer para la organización del país. Para que tenga instituciones respetables y respetadas; para que la Argentina pueda ofrecer una mayor calidad de vida a su pueblo. No es una ambición personal.

¿Cuáles considera que fueron sus mayores errores? No creo en mi tozudez en temas económicos sea un error: Yo he sido perseverante en la verdad. Haber creído, como Alfonsín y Duhalde, que el default y la devaluación iban a resolver los problemas de la Argentina hubiera sido un tremendo error: Dicen que la ilusión fue la convertibilidad. ¡La convertibilidad fue una verdad! Nos permitió tener un fenomenal nivel de inversiones y un importante aumento de la productividad; hemos tenido la década de mayor crecimiento del siglo XX.

¿No se arrepiente de nada?Mis errores han sido fundamentalmente políticos. Fue un error entrar al gobierno de la Alianza; Yo tenía que haber advertido que el radicalismo iba a terminar trabajando por mi fracaso como ministro, porque ellos querían el fracaso del modelo de los noventa. Intenté lo que políticamente era imposible: que la Alianza gobernara con sensatez y con coherencia.

Pensó en algún momento: “¿Qué estoy haciendo acá?”Esa sensación la tuve a lo largo de todo el segundo semestre. Pero soy una persona que, porque piensa en la Argentina y no en mi posicionamiento personal, estuve dispuesto a jugarme hasta las últimas consecuencias. Una vez que había entrado en el gobierno, y me había hecho responsable de manejar la situación económica, no iba a abandonar en el barco por más que tuviera enormes dificultades y sufriera por lo que estábamos pasando mi familia y yo.

¿Se considera un patriota? No me voy a auto-calificar; pero que amo a mi patria y he hecho todo lo que ha estado a mi alcance para resolver los problemas de la Argentina, no le quepa ninguna duda.