Inflación y ausencia de crédito: bueno o malo?

Los economistas que dieron apoyo intelectual a la política económica de Duhalde y Kirchner, fundamentalmente los autores del Plan Fénix, argumentan que la inflación y la falta de crédito que ha sufrido la economía argentina desde 2002 en adelante, actuarán como atenuantes del impacto  sobre nuestro país de la crisis financiera global que está afectando al mundo.

El argumento, que ellos dicen se  basa en las ideas de Keynes, es el siguiente: la crisis financiera global producirá recesión y deflación en el mundo, eventualmente depresión económica y, por mucho tiempo, desaparecerá el crédito con lo que  cada país tendrá que «vivir con lo suyo». Para el caso de Argentina, lo que será deflación afuera, se transformará en estabilidad o, al menos, en «des-inflación» adentro…gracias a que partimos de inflación alta y no de estabilidad. Mientras que para otros países, «vivir con lo suyo» y perder el crédito será un drama, para nosotros, que hace 7 años «vivimos con lo nuestro», no debería serlo. No sufriremos la pérdida de crédito, simplemente porque ya lo habíamos perdido y no hicimos nada para recuperarlo. En definitiva se aplicaría aquello de que «no hay mal que por bien no venga».

Lamentablemente están muy equivocados. Y sería bueno que los dirigentes políticos argentinos lo advirtieran a tiempo. Pronto saldrá un libro mío que apunta a arrojar luz sobre esta interpretación tan peligrosa de la situación actual, pero siento que no puedo esperar a que el libro esté en las librerías para hacer, al menos, una advertencia.

La inflación y la falta de crédito son un peligroso agravante para el impacto de la crisis financiera global en pleno desarrollo y para la recesión y deflación mundial que se vienen, por una razón muy simple: a la inflación y la ausencia de crédito, que ya teníamos como problemas, ahora se agregarán un gran déficit fiscal y una fuerte demanda de dólares billete por parte de la gente que nos llevarán a un escenario muy parecido al del período 1975-1988, la época de la estanflación: inflación con recesión. Excluyo, por el momento el período 1989-1990, porque la hiperinflación aún no es inexorable. Pero a la estanflación no sólo que no la excluyo, sino que me atrevo a decir que se viene cantada.

La crisis financiera global ya ha producido una fuerte baja de los precios de nuestros productos de exportación. Esta tendencia se acentuará cuando se comiencen a percibir los efectos completos sobre el nivel de actividad económica en casi todos los países del mundo y serán extremos y muy prolongados en el tiempo si el mundo entra en depresión y deflación.

Además, en el caso particular de la producción agropecuaria, hay que advertir que en China, el principal demandante de estos productos en los últimos años, se está por producir una nueva revolución verde por incorporación de tecnologías que antes no se podían aplicar dado el reducido tamaño de las unidades agropecuarias. El nuevo régimen de propiedad rural y la posibilidad de que los pequeños agricultores vendan o arrienden su tierra y se formen unidades más grandes, puede significar el mismo aumento de productividad que en la Argentina provocaron los pooles de siembra a partir de los años 90s.

Los efectos de esta baja de los precios de nuestros productos de exportación tendrá enormes consecuencias fiscales, porque además de caer los ingresos por precios más bajos, caerán los volúmenes físicos exportados, por caídas en la producción, debido al desaliento que han provocado las retenciones y las restricciones a las exportaciones de trigo, lácteos y carnes. La única forma de revertir la caída de la producción, será eliminando las retenciones, lo que acentuará el deterioro de las cuentas fiscales. Si para dar incentivo al campo, en lugar de eliminar las retenciones se permite que el Peso se devalúe, el deterioro fiscal vendrá por el aumento de los subsidios a la energía, los transportes y todas las actividades que han sufrido congelamiento de precios y tarifas o controles que han ubicado los precios por debajo de los costos de producción.

Para tratar de compensar este inexorable deterioro fiscal, el gobierno ya ha dado la señal de su accionar futuro: echará manos a cualquier ahorro acumulado que exista en la economía, siempre que esté a su alcance. Lo ha hecho con el anuncio de que se apropiará del ahorro acumulado por los trabajadores que eligieron enviar sus aportes personales jubilatorios al sistema de AFJPs. Esto no hace más que aumentar el descrédito.

El crédito, tanto público como privado requiere de dos ingredientes: el ahorro, que es la única fuente genuina de fondos para prestar y la confianza, que hace que alguien reúna la condición  necesaria para hacerse acreedor al préstamo. Las acciones del gobierno que significan una apropiación compulsiva de ahorros del pasado, hacen desaparecer el ahorro presente y del futuro, al menos el ahorro que se canaliza a través de instituciones encargadas de prestarlo y que pueden llegar a ser controladas por el gobierno. Y destruyen la confianza, tanto en el sector público como en el sector privado.

Por supuesto, el ahorro externo no viene a la Argentina desde 2001 y mucho menos vendrá a partir de ahora. Todo esto significa que no sólo el gobierno no dispondrá de crédito, sino que nadie en el sector privado conseguirá que le presten para financiar inversiones, capital de trabajo y, mucho menos, consumos o inversiones familiares. Sin crédito, la economía entrará inexorablemente en una fuerte recesión, tanto por caída de la demanda como por caída de la producción.

Los optimistas empedernidos dicen: habrá recesión, pero al menos la inflación tenderá a desaparecer. Y argumentan: ya lo estamos viendo, durante octubre los precios en los supermercados han dejado de subir y,en muchos casos, están bajando.

No me alegra terminar esta nota con una mala noticia: la inflación, luego de una breve caída, va a seguir alta e incluso podrá aumentar de la mano del aumento del precio del dólar, que terminará siendo mucho más alto que el que demandan los devalúo-maníacos, como ya ocurrió en 2002. Probablemente el precio del Dólar que primero se escape será el del Dólar billete en el mercado paralelo y por un tiempo, el efecto inflacionario se intentará atenuar con controles de cambio y la administración, por el Banco Central, del precio del Dólar para las transacciones comerciales, al mejor estilo del período 1975-1988.

Hoy he leído en la Nación una muy buena nota de Roberto Cachanosky titulada «La tormenta perfecta«. Mi única discrepancia con su pronóstico es que esta vez no habrá «corralito» sino, en todo caso algo más parecido al «corralón» de Duhalde, o en el mejor de los casos, un nuevo Plan Bonex. No habrá «corralito», porque cuando la gente quiera retirar sus depósitos de los bancos, éstos conseguirán los pesos y los dólares necesarios para entregárselos a los depositantes. Los conseguirán del Banco Central con el simple arbitrio de no renovar las LEBACs y N0BACs que tienen en sus activos. Y si no les alcanzaran, el Banco Central podrá actuar, ahora, como prestamista en última instancia de los Bancos, dado que no tiene la limitación que imponía la Ley de Convertibilidad.

Pero he aquí que éste será el Talón de Aquiles de todo el sistema: la enorme cantidad de pesos billetes que la gente obtendrá a través de la corrida contra los depósitos intentarán convertirse en dólares billete, porque la gente no sólo predecirá sino que estará viendo que el Peso se devalúa aceleradamente.

El gobierno no va a estar dispuesto a vender todas sus reservas para permitir este atesoramiento en dólares billetes. Pero tampoco aceptará que el precio del dólar para las exportaciones e importaciones aumente todo lo que la demanda de dólares billete determinaría. El resultado será un sistema de control de cambios, con un precio administrado del Dólar en el mercado oficial y un precio mucho más alto en el mercado paralelo. Algo que existió frecuentemente en Argentina entre 1975 y 1988 y que hoy es una realidad en Venezuela.

La administración del precio del Dólar en el mercado oficial permitirá que la inflación no se descontrole… por un tiempo. Pero luego de meses y quizás uno o dos años de vivir con una brecha grande entre el Dólar oficial y el Dólar paralelo vendrá un ajuste tipo «Rodrigazo». Mi única duda se refiere a los tiempos. No sé si la historia lo denominará «Kichnerazo» o estará a cargo, para el momento de la verdad, otro personaje, con tan mala suerte que aportará su apellido para tan ingrato rol.

Los devaluomaníacos quieren esconder la mano.

Es asombroso lo que ha pasado después que yo publicara en mi modesto sitio un artículo titulado “Quien asesora a Cristina en materia financiera?”

Marcelo Bonelli, en su programa “A dos voces” en TN dijo que yo hice un pronóstico “tenebroso” y Eduardo Van der Kooy y Julio Blanck, nada menos que dos de los principales columnistas políticos del Diario Clarín, me asignaron el premio Pinocho por mi “pronóstico mentiroso de que el dólar va a subir a 4,47 pesos”. Solo faltaría que salga Ignacio de Mendiguren en nombre de la Unión Industrial a acusarme que yo quiero que el dólar se escape!

Puede ser que no hayan leído mi artículo que de ninguna manera pronostica un dólar de 4,47 pesos. Todo lo contrario, advierte sobre el peligro de corrida contra las reservas del Banco Central, precisamente para que la eviten, lo que es perfectamente factible si dejan de cometer errores.

O quizás lo leyeron, y para evitar que Cristina le preste atención, decidieron no reproducirlo sino presentarlo como un supuesto operativo desestabilizador de Cavallo. Yo creo que esa es la verdadera razón por la que se ocuparon de mi artículo en sus programas de televisión y en el diario para el que escriben.

Pero, porqué quieren que yo aparezca como desestabilizador? A nadie que conozca mi absoluta pasividad política de los últimos tiempos se le puede ocurrir que yo pueda estar tratando de desestabilizar. Tratando de desestabilizar a quien? Con qué dirigentes políticos o empresarios o sindicales me reúno? Cuantos medios de comunicación frecuento y que capacidad de influir en el pensamiento y la acción de actores relevantes tengo?

La razón por la que han salido a tergiversar mi opinión no puede ser una sorpresa para quienes conozcan la trayectoria de estos periodistas, especialmente su actuación durante los episodios de diciembre de 2001 y enero de 2002. Todo el mundo mínimamente informado sabe que bregaron con gran entusiasmo no sólo por la pesificación asimétrica y la devaluación de Duhalde, sino que han sido los voceros más destacados de la demanda permanente del dólar caro y del peso depreciado.

Mientras yo escribía artículos diciendo que “Es positivo que el Peso y el Real se fortalezcan” como lo hice ya en marzo de 2003, ellos seguían pidiendo un dólar bien alto y alertaban contra la apreciación del Peso. Allá por julio de 2005, cuando yo escribí mi artículo titulado “La culpa la tiene la devaluación” me criticaron porque dije que sin retenciones a las exportaciones el precio del dólar podría haber bajado a 2,20 o 2,40, como lo había hecho el Real por la misma época.

Y siempre que yo puse a Brasil como ejemplo para señalar que la apreciación de la moneda ayuda a estabilizar la economía me trataron de retrucar diciendo que yo quería quitarle competitividad a la industria. Por supuesto que nunca se ocuparon de destacar que durante la convertibilidad tuvimos superávit comercial permanente con Brasil y desde 2002, con un peso muy desvalorizado, tenemos déficit comercial con nuestro vecino.

Por eso, y para facilitar la comunicación, yo me he referido a ellos como lo hago en el título de este post. Sin lugar a dudas se merecen el apodo de “devaluomaníacos”.

Ahora que yo he escrito cinco notas para señalar cómo se puede luchar contra la inflación, de las que se deduce claramente que sostengo que el peso no tiene que devaluarse más, los devaluomaníacos me quieren hacer aparecer como pronosticando o, peor aún, promoviendo que el dólar suba a 4,47!

Pueden ser tan burros que no hayan entendido mi artículo? Es tan difícil comprender que yo calculé el precio del dólar que podría ser defendido por el Banco Central en caso de una corrida extrema contra sus reservas? El número 4,47 surge de dividir los 179 mil millones de pesos de pasivos monetarios del Banco Central por los 40 mil millones de dólares de reservas que quedarán luego de pagarle al Club de París.

Precisamente el objetivo de mi artículo es abrir los ojos de Cristina Kirchner para que advierta que el mal asesoramiento que la llevó a hacer el anuncio de ese pago, tal como lo hizo, aumenta la probabilidad de un escenario que estoy seguro que ella y su gobierno quieren evitar.

No creo que el gobierno esté dispuesta a aplicar una política monetaria muy restrictiva, con altísimas tasas de interés, que seguramente pararía una corrida aún con reservas escasas, pero al costo de una recesión muy severa. Por eso es muy importante que tenga una estrategia inteligente para recuperar el crédito público sin tener que acudir al uso de las reservas del Banco Central, que no son del Gobierno, para afrontar los vencimientos de capital adeudado de aquí al final de su mandato.

Nadie, a esta altura, puede dejar de advertir que la inflación se debe a la devaluación del Peso. O es casualidad que el índice de precios mayoristas haya aumentado tanto como el precio del dólar (alrededor de 200%) y que el aumento del costo de la vida, si fuera bien medido, seguramente estaría muy cerca de es mismo porcentaje? Que precios o que salarios creen los devaluomaníacos que se podrían mantener permanentemente atrasados frente a una nueva devaluación de nuestra moneda?

Por eso no hace falta ser muy versado en economía para saber que una nueva devaluación sólo agravará el problema inflacionario que ya se está transformando en insoportable.

Pero entonces, que quieren los devaluomaníacos cuando pretenden hacerme responsable del pronóstico de una nueva devaluación? No me cabe ninguna duda que, como ellos sí están promoviendo el aumento del precio del dólar, quieren volverme a transformar en el chivo expiatorio, como lo hicieron con la devaluación del 2002.

Por entonces, a la pesificación asimétrica combinada con devaluación y congelamiento de depósitos le llamaron “corralón” para que la gente la asociara con el corralito y prendiera el argumento de que yo era el responsable del caos que ellos contribuyeron a crear deliberada y alevosamente. En aquella oportunidad se salieron con la suya. Ellos tiraron la piedra, escondieron la mano y me transformaron en el chivo expiatorio. A esa exitosa operación mediática de los devaluomaníacos nunca la voy a poder revertir.

Pero ésta vez no se saldrán con la suya. Los que tiren las piedras no podrán esconder la mano. Voy a concentrar mis esfuerzos comunicacionales, ahora que ellos mismos le han hecho propaganda a mi sitio, para desenmascarar a los verdaderos desestabilizadores.

La devaluación lleva inevitablemente a una mayor inflación, tarde o temprano, y yo quiero que el Gobierno tenga éxito en su lucha con la inflación. Es lo que necesitamos todos los argentinos, aunque no convenga a los intereses a los que responden los devaluomaníacos.

El Megacanje y el préstamo de Chávez

Desde que el Gobierno de Cristina le vendió Bonos, en forma directa, a Chávez, por 1.000 millones de dólares, con una tasa de rendimiento del 15 % anual, muchos economistas y analistas especializados dijeron que se trataba de la re edición de una operación ruinosa para el país «como lo había sido el Megacanje de Cavallo».

Esta comparación demuestra una gran ignorancia. El único analista que no se equivocó, fue Joaquín Morales Solá, que en un artículo publicado ayer por La Nación, hizo la comparación relevante. El sostuvo, correctamente, que » Pocos meses antes de la gran crisis de 2001, Domingo Cavallo, entonces Ministro de Economía, había rechazado pagar un porcentaje parecido de tasas de interés a un grupo de bancos locales».

El Megacanje, que se cerró el 19 de julio de 2001, fue un canje de bonos, hecho por Oferta Pública Internacional, con el apoyo de 10 bancos internacionales de primera línea, que consiguió ofertas por 30.000 millones de dólares. La tasa implícita que resultaba de esa operación era cercana al 14 % anual y resultaba de la cotización que los bonos a canjear ya tenían en el mercado antes de que se concretara el Megacanje. Además se postergaban por varios años el pago de capital e intereses, con lo que se despejaba totalmente el panorama de la deuda externa por un período largo. La reacción de los mercados fue muy positiva, y al día siguiente del anuncio, la tasa riesgo país, es decir el rendimiento de los bonos, descendió y se mantuvo más baja por dos semanas. Todo lo contrario de lo que aconteció con la venta de Bonos a Chávez.

La pérdida del crédito que sufrió Argentina desde la segunda semana de julio de 2001, se debió no a la deuda externa, que, salvo la denominada en monedas diferentes al dólar, había entrado toda en el Megacanje, sino a la Deuda Interna.

La componente más gravosa de la deuda interna era la que habían contraído muchos gobiernos provinciales, particularmente la Provincia de Buenos Aires, con los bancos locales. Se habían comprometido a pagar la tasa «badlar», es decir, la tasa de los depósitos bancarios de más de 1 millón de Pesos, mas siete puntos porcentuales o el 50 % de la tasa badlar, la que fuera mayor. Apenas la tasa badlar llegó al 14 % anual, la tasa de esos préstamos comenzó a devengar 21 % anual de interés! Y esto ocurrió la primera semana de julio, cuando la Provincia de Buenos Aires intentó, sin éxito, renovar 300  millones de dólares de vencimientos. Como consiguió apenas la mitad, anunció el lanzamiento de los Patacones.

A la semana siguiente de este evento, La Secretaría de Finanzas intentó renovar Letras del Tesoro Nacional por alrededor de 1.000 millones de dólares, que los bancos se habían comprometido a renovar en el contexto de lo que se llamó el «Blindaje», y pidieron una tasa de 16 %, que yo no autoricé. A diferencia del Megacanje, la renovación de letras no significaba una refinanciación completa e integral, sino una operación parcial y a corto plazo, que si aceptábamos pactar en esos términos, nos llevaría inexorablemente a la ruina. No se renovaron las letras y debimos embarcarnos en la política del «Déficit Cero». Es lo único que se puede hacer cuando se pierde el crédito.

Tan lógico fue el Megacanje, y tan antitético con la operación que acaba de hacer este gobierno con Chávez, que durante el mes de noviembre de 2001, cuando estuvimos dispuestos a ofrecer garantías de pago que el Congreso Nacional no nos había autorizado antes del Megacanje, logramos que los tenedores de bonos emergentes del Megacanje, por 26 mil millones de dólares de capital, es decir el 85 % de los que habían sido emitidos a través de la operación de junio anterior, los convirtieran en un Préstamo Garantizado, bajando la tasa de interés al 7 % anual y alargando en tres años adicionales los plazos de vencimiento. Y todo a través de una operación voluntaria, que también se hizo por oferta pública, pero bajo ley Argentina. Se trató de la primera etapa de la re estructuración ordenada de la deuda, que habíamos anunciado el 1 de Noviembre.

Lamentablemente, el mismo día que se concluyó esta operación, que había incluido también a la deuda provincial, con lo que se había logrado reducir su costo financiero del 21 al 7 % anual, debimos anunciar lo que dió en llamarse «El Corralito». No podíamos hacer otra cosa, ante la corrida que se había producido contra los depósitos del Sistema Bancario Argentino. Lo que sí podría haber sido diferente, es lo que ocurrió a partir de Enero, cuando se creó el mal llamado «Corralón», es decir la re estructuración compulsiva de los depósitos, la pesificación y la devaluación, que lejos de resolver la crisis, la agravaron aún más. Pero, lamentablemente también, ya se había producido el Golpe Institucional del 19 y 20 de Diciembre de 2001, y su réplica en la última noche de ese año, para abrir las puertas al más injusto y feroz ajuste de la Economía Argentina, de toda su historia.

Lo que está haciendo el Gobierno de Cristina Kirchner es totalmente diferente a lo que hicimos en 2001, mientras yo fuí el Ministro de Economía. Entonces tratamos de evitar la destrucción del Crédito Público. En la actualidad, pareciera que quieren terminar de destruirlo.

Un reportaje nunca publicado


Un periodista interesado en nuestra historia reciente me pidió, hace algún tiempo, una entrevista que nunca publicó. Como sus preguntas me parecieron muy interesantes, quiero compartir, con mis lectores, las respuestas que le di. Como se trata nuevamente de una vuelta al 2001, a quienes ya estén cansados de leer mis escritos sobre este tema les pido disculpas y los invito a que sólo lean la respuesta a la última pregunta.

Periodista: ¿Usted no se dio cuenta en 2001 que Argentina no era competitiva?

Por supuesto que me di cuenta que la Argentina no era competitiva. La desvalorizaciòn del real, la depreciaciòn del Euro desde 1999 y la extrema apreciaciòn del Dòlar durante 2001, a pesar de la recesiòn que se vivìa en ese paìs y en muchas regiones del mundo, habìan deteriorado la competitividad de la economìa Argentina. Además, el excesivo gasto público y el endeudamiento, particularmente de las provincias, encarecían los costos internos de todas las actrividades productivas.

Pero resolver este problema mediante una devaluacióbn y pesificación forzada era castigar a la gente de una manera brutal. Yo no quería que ello ocurriera.

Por eso pusimos en marcha el Plan de Competitividad, que contemplaba acuerdos sectoriales para recuperar la competitividad de la economía, sin hacerle soportar el costo a los trabajadores y jubilados. Si se hubiera continuado con esta política, a partir de 2002, con la devaluación del dólar en el mundo y el aumento de los precios de las commodities que vino de la mano de la fuerte expansión de China e India, se habría producido una recuperación mucho más genuina de la competitividad, que la que se obtuvo por la devaluación.

Periodista: ¿Y con respecto a las deudas de las provincias y de las empresas, no advirtió que eran impagables?

Por supuesto que me di cuenta. Por eso encaramos primero el blindaje, luego el megacanje, y cuando vimos que las tasas de interés no bajaban y que, por el contrario, el riesgo país seguía aumentando, pusimos en marcha un programa de reestructuración ordenada de la deuda, que sólo pudimos concretar en relación a la deuda interna. Ese programa daba una solución a la nación, las provincias y al mismo sector privado, para el que también se contemplaban mecanismos de refinanciación de pasivos, particularmente de aquellas empresas que habían caído en mora.

Pero Duhalde prefirió tirarles el problema de las deudas provinciales y empresarias a los ahorristas y trabajadores. Yo nunca quise que el problema del endeudamiento se resolviera a partir de una caída del salario real y de las jubilaciones de casi el 50 % y de una virtual expropiación de los ahorros de la gente. Yo nunca hubiera autorizado una devaluación combinada con pesificación forzosa de los depósitos.

Periodista: ¿Pero Usted creó el corralito, que luego provocó la pesificación y la devaluación.

Todo lo contrario. El corralito, que no significaba expropiar ningún ahorro, sino que sólo obligaba a que los ahorros se movilizaran a través del sistema bancario, tenía por objeto evitar la desvalorización de los depósitos. Lo que ocurrió después, fue que Duhalde dispuso que los ahorros de la gente financiaran la licuación de los pasivos de las empresas y de las provincias, y, para confundir y hacer creer que eso tenía que ver con el corralito, le llamaron Corralón. Pero nunca tuvimos la intención de que el corralito terminará en lo que decidió Duhalde. Eso era lo que queríamos evitar.

Periodista: Usted mismo pidió una rebaja del 13 % de los salarios públicos y las jubilaciones. Así que era consciente que el pato lo terminarían pagando los trabajadores.

La rebaja del 13 % abarcó sólo a los salarios del sector público y a las jubilaciones superiores a 500 pesos del 1 a 1. La devaluación seguida de pesificación provocó una reducción real de los salarios, a través del impacto inflacionario, de más del 50 %. Aún hoy, seis años después, los trabajadores de la economía informal tienen salarios inferiores a los de diciembre del 2001, y lo mismo pasa con los jubilados que cobraban por entonces más de 500 pesos. Fíjese que en el caso de los jubilados que cobraban más de 1.000 pesos en 2001, hoy todavía soportan una reducción de sus jubilaciones del 40 %.

El salario Real de los trabajadores formales, después de caer casi el 50 %, recuperó los niveles de diciembre de 2001 recién en 2006, la jubilación mínima recién recuperó los niveles reales de 2001 en 2004, y, como dije antes, los salarios reales de los trabajadores informales y las jubilaciones de los que ganaban arriba de la mínima, aún hoy están peor que en nuestra época.

Periodista: Usted diría entonces que quisieron sacar a De la Rúa del gobierno para hacerle pagar el costo de la solución de los problemas de competitividad y endeudamiento a los más pobres?

Sin ninguna duda. Y lo hicieron para poder decir que la culpa era nuestra y no de ellos. Por eso esperaron hasta el momento de mayor debilidad nuestra, cuando el Fondo Monetario también quería empujarnos a la devaluación y al Default, y en lugar de ayudarnos a enfrentar esa postura, se transformaron en sus ejecutores, echándonos la culpa a nosotros.

Con convertibilidad hoy estaríamos mucho mejor

Con convertibilidad hoy estaríamos mucho mejor

La crisis energética es consecuencia de la violación por el Estado de todos los contratos de concesión y de las reglas de juego de mercado que significó el congelamiento de las tarifas en pesos a los niveles anteriores a la devaluación. Si se hubiera mantenido la convertibilidad, las empresas habrían seguido invirtiendo y hoy no habría crisis energética.

La inflación ha reaparecido en la economía Argentina porque la devaluación permitió que los precios de los bienes competitivos con importaciones y la mayoría de los bienes de exportación se multiplicaran por 3, mientras se pretende evitar que los salarios y los bienes y servicios no ligados al comercio exterior aumenten en la misma proporción. Como esta pretendida redistribución regresiva del ingreso, además de injusta, es una situación de desequilibrio, todos los precios y salarios que aún no se multiplicaron por 3 seguirán aumentando hasta deshacer el efecto de la devaluación. Y si el gobierno insiste con la política de tipo de cambio real alto y vuelve a devaluar, la inflación se espiralizará y se transformará en una enfermedad crónica de la economía, como lo fue entre 1950 y 1990. Nada de esto habría ocurrido si no se hubiera abandonado la convertibilidad.

Hay desabastecimiento de muchos bienes, porque el gobierno quiere evitar el aumento de los precios con controles que violan las leyes más elementales del mercado. Nada de esto hubiera ocurrido con convertibilidad.

Los problemas del transporte urbano y del tráfico aéreo, también son la consecuencia de las distorsiones entre precios y costos que creó la devaluación. La situación sería totalmente diferente si continuara la convertibilidad.

Sin devaluación no hubiese habido Corralón, y el Corralito podría haberse levantado sin problemas en 90 días, luego de concluida la reestructuración de la Deuda, que, en diciembre de 2001, ya se había logrado en más de un 50 %.

Y, por si todo esto fuera poco, con convertibilidad podríamos haber acumulado el mismo crecimiento del empleo y de la producción, con mucho mejores perspectivas se sostenimiento en el tiempo, porque no existirían los cuellos de botella que hoy amenazan con frenar la expansión económica.

Quienes descreen de esta interpretación de nuestra historia reciente, no advierten que el crecimiento de los últimos cuatro años es simplemente el rebote de la fuerte caída anterior y a la bonanza internacional que se produjo a partir de la devaluación del… Dólar frente al Euro y las demás monedas. Era esta devaluación, y no la del Peso frente al Dólar la que se necesitaba para sacar al país de la depresión en que había entrado desde 1999.

Y la necesaria devaluación del Dólar frente a prácticamente todas las monedas importantes del mundo se produjo a partir de mediados de 2002. Como no podía ser de otra forma, vino acompañada de una fuerte recuperación de los precios de nuestros productos de exportación…en dólares!. Por lo tanto, aún sin devaluación del Peso frente al Dólar, los problemas de competitividad de Argentina se habrían resuelto de manera genuina, sin provocar injustas redistribuciones de ingresos y riqueza y sin crear los desequilibrios que hoy amenazan con generar estancamiento y aceleración inflacionaria.

Y si a lo largo de 2002, luego de reestructurada ordenadamente la deuda pública externa, hubiese quedado demostrado que el Peso seguía sobrevaluado, habría bastado moverse hacia una convertibilidad flotante, acompañada por una política monetaria de metas de inflación, como la que vienen aplicando Chile, México, Perú y Brasil, que de ninguna manera hubiera significado una devaluación del Peso mayor al 20 %.

Hasta que un gobierno no advierta que ésta es la lectura correcta de nuestra historia reciente, no se encontrarán soluciones ni a la crisis energética, ni a la crisis de los transportes, ni al desabastecimiento y, mucho menos, a la inflación.

Alguien tiene que animarse a decirle esto a Kirchner.

Espero no ser el único, porque lamentablemente, la estrategia de los que hoy aconsejan al Presidente es descalificarme en lugar de prestarme la atención que me brindaban cuando necesitaban de mi ayuda para ganar elecciones.

No estoy totalmente desesperanzado porque en Enero de 2002, cuando Duhalde producía la zafarranchosa salida de la convertibilidad, Kirchner todavía tenía buena intuición económica. Yo creo que perdió esa buena intuición cuando comenzó a re-estudiar economía con Lavagna como maestro…Bueno sería que así como se lo sacó a Lavagna de encima, se deshaga cuanto antes de los ideólogos del “Modelo Productivo” Duhaldista, que aún tienen monopolizado su oído.

Y, hablando de Duhalde, es sorprendente no encontrar en su reciente libro una línea sobre la cantidad de leña que él le puso al incendio cuando endeudó a su provincia de manera alevosa entre 1997 y 1999. Tampoco reflexiona sobre la leña que aportó a los incendios que ahora han comenzado a aparecer en la gestión de Kirchner. Se trata de un incendiario que cree que mientras haya incendios, puede ofrecer impunemente sus servicios de bombero.