Urge restablecer el sistema de pagos internos

El corralito fue desde el inicio una restricción al retiro de efectivo de los bancos y el consiguiente control de cambios para impedir que todos los depósitos se fueran al exterior. Debió servir para terminar la reestructuración de la deuda pública sin abandonar definitivamente la convertibilidad. Lamentablemente fue aprovechado para crear el corralón, que significó un verdadero congelamiento de depósitos, la pesificación y la devaluación extrema de la moneda. El Gobierno sostiene que nunca se abrirá el corralón porque consideran que la despesificación provocaría caos ¿Porqué insisten entonces en mantener el corralito? 

Si mantienen el corralón, no tiene sentido mantener el corralito. La gente ya se ha dado cuenta que es mejor pagar con cheques, tarjetas de débito o transferencias bancarias que hacerlo en efectivo. Y, por otro lado, con el precio tan elevado que hoy tiene el dólar, lo natural es que la gente quiera vender dólares, como se esta viendo en las últimas semanas, más que seguir comprando, como lo hizo apenas instalado el corralón.

Por consiguiente, eliminar el corralito no crearía ningún problema y, por el contrario, ayudaría a normalizar el sistema de pagos de la economía y a evitar restricciones innecesarias sobre el comercio exterior. No tiene ningún sentido discutir con los exportadores si tienen o nó disponibilidad plena de la divisa que generan, cuando la cotización del dólar se determina por flotación. Mantener esta discusión sólo crea sospechas de que no se quiere eliminar el sesgo antiexportador tradicional de nuestra economía, en un momento en que el aliento a las exportaciones se está otorgando a costa de un enorme esfuerzo de toda la sociedad.

Mantener por un tiempo el corralito, sólo tendría sentido si se levantara de inmediato el corralón. Es decir, si se devolviera a los depositantes la plena disponibilidad de sus ahorros en la moneda original y en los plazos en que habían sido constituidos. Esto es lo que yo he venido pregonando desde la creación del corralón y lo que, en mi opinión, debería resolver la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero el Gobierno de Duhalde y los sectores políticos y económicos que lo apoyan, dicen que la despesificación traería el caos y, aparentemente, están negociando una convalidación del corralón por parte de la Corte.

No cabe ninguna duda, que, hoy por hoy, y aún sin pronunciamiento de la Suprema Corte de Justicia, lo más conveniente es levantar el corralito. Si luego, ésta decidiera obligar también a levantar el corralón, el gobierno debería encontrar la forma de que los depositantes mantengan sus fondos dentro del sistema bancario. Posiblemente, los mismos depositantes pedirían que se reestablezca el corralito, pero con la garantía judicial que nunca más podrá ser utilizado para congelar depósitos y cambiar la moneda de los mismos.

¿Por qué mantienen el corralito?

El corralito fue desde el inicio una restricción al retiro de efectivo de los bancos y el consiguiente control de cambios para impedir que todos los depósitos se fueran al exterior. Debió servir para terminar la reestructuración de la deuda pública sin abandonar definitivamente la convertibilidad. Lamentablemente fue aprovechado para crear el corralón, que significó un verdadero congelamiento de depósitos, la pesificación y la devaluación extrema de la moneda. El Gobierno sostiene que nunca se abrirá el corralón porque consideran que la despesificación provocaría caos ¿Porqué insisten entonces en mantener el corralito?

Si mantienen el corralón, no tiene sentido mantener el corralito. La gente ya se ha dado cuenta que es mejor pagar con cheques, tarjetas de débito o transferencias bancarias que hacerlo en efectivo. Y, por otro lado, con el precio tan elevado que hoy tiene el dólar, lo natural es que la gente quiera vender dólares, como se esta viendo en las últimas semanas, más que seguir comprando, como lo hizo apenas instalado el corralón.

Por consiguiente, eliminar el corralito no crearía ningún problema y, por el contrario, ayudaría a normalizar el sistema de pagos de la economía y a evitar restricciones innecesarias sobre el comercio exterior. No tiene ningún sentido discutir con los exportadores si tienen o nó disponibilidad plena de la divisa que generan, cuando la cotización del dólar se determina por flotación. Mantener esta discusión sólo crea sospechas de que no se quiere eliminar el sesgo antiexportador tradicional de nuestra economía, en un momento en que el aliento a las exportaciones se está otorgando a costa de un enorme esfuerzo de toda la sociedad.

Mantener por un tiempo el corralito, sólo tendría sentido si se levantara de inmediato el corralón. Es decir, si se devolviera a los depositantes la plena disponibilidad de sus ahorros en la moneda original y en los plazos en que habían sido constituidos. Esto es lo que yo he venido pregonando desde la creación del corralón y lo que, en mi opinión, debería resolver la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero el Gobierno de Duhalde y los sectores políticos y económicos que lo apoyan, dicen que la despesificación traería el caos y, aparentemente, están negociando una convalidación del corralón por parte de la Corte.

No cabe ninguna duda, que, hoy por hoy, y aún sin pronunciamiento de la Suprema Corte de Justicia, lo más conveniente es levantar el corralito. Si luego, ésta decidiera obligar también a levantar el corralón, el gobierno debería encontrar la forma de que los depositantes mantengan sus fondos dentro del sistema bancario. Posiblemente, los mismos depositantes pedirían que se reestablezca el corralito, pero con la garantía judicial que nunca más podrá ser utilizado para congelar depósitos y cambiar la moneda de los mismos.

 

El Dólar cercano a los 4 pesos obliga a duplicar el esfuerzo fiscal

Hace un año, el superávit primario que se iba a necesitar en el año 2002 para conseguir el déficit cero ascendía a 7 mil millones de pesos para la Nación y las provincias juntas. El superávit primario es la diferencia entre ingresos y gastos nos financieros del Sector Público. Como la reestructuración de la deuda pública lanzada el 1 de noviembre de 2001 apuntaba a reducir la factura de intereses de la Nación y las provincias de 14 a 7 mil millones de dólares y el precio del dólar se proyectaba a 1 peso, bastaba un superávit primario de aproximadamente 2,5 % del PBI para generar equilibrio presupuestario. Hay que recordar que el PBI ascendía a aproximadamente 280 mil millones de pesos.

Un año después y con el precio del dólar cercano a 4 pesos, lograr el equilibrio fiscal va a requerir un superávit primario cercano al 5 % del PBI, es decir el doble que el que se necesitaba antes de la devaluación, y esto si se consigue una quita superior al 50 % de la deuda en manos de acreedores privados!

Paso a explicar el porqué de este resultado tan desastroso. La Deuda Pública, es decir la deuda de la Nación y las provincias por la que se estaban pagando intereses, ascendía a 140 mil millones de dólares de los cuales, aproximadamente 40 mil millones eran con acreedores oficiales (FMI, Banco Mundial y BID) y el resto con acreedores privados. Los acreedores oficiales nunca han concedido quita de la deuda ni alivio de intereses. Peor aún, no están dispuestos a aceptar ninguna suspensión de pagos de intereses y, de hecho, nuestro país siguió pagándoles aunque tuviera que utilizar las reservas que hasta el año anterior estaban comprometidas en el respaldo a la moneda nacional. Esto significa que la nueva factura de intereses tendrá que incluir aproximadamente 12 mil millones de pesos para pagar los más de 2.500 millones de dólares de intereses a los organismos financieros internacionales. Suponiendo que se lograra una quita del 65 % sobre el resto de la deuda, todavía habría que pagar alrededor de 4.000 millones de dólares de intereses a los acreedores privados y eso significa casi 14 mil millones de pesos. Es decir que la factura de intereses del 2003 no bajaría de los 28.000 millones de pesos. Suponiendo, con mucho optimismo, que el PBI en términos nominales se duplicara a causa de una inflación del 100 %, éste no superaría los 560 mil millones de pesos, es decir que el superávit primario capaz de equilibrar el presupuesto sería exactamente el 5 % del PBI.

Es por esta razón que el gobierno no encuentra la forma de presentar un plan fiscal sustentable. En realidad es imposible conseguirlo con la actual estructura de precios relativos. Por eso no deberían despreciar la posibilidad de que el restablecimiento de la confianza financiera que se derivaría de la re-dolarización de los depósitos haga bajar el precio del dólar a alrededor de 2 pesos y Argentina comience a funcionar como una economía mas equilibrada. En ese contexto, un superávit primario de 2.5 % del PBI debería volver a ser suficiente para lograr el déficit cero.
 

Con el dólar a casi 4 pesos la inflación latente es del 100%

Los salarios, las tarifas de los servicios públicos y muchos precios que no se movieron desde el mes de diciembre del año pasado, van a terminar aumentando 150%, es decir, un poco menos que lo que aumentaron los precios de los bienes de exportación o sustitutos de importaciones. De esta forma, el tipo de cambio real volverá a un nivel muy parecido al que prevaleció durante la convertibilidad.

A lo sumo, si la economía vuelve a organizarse sobre bases razonables, quedará una devaluación real del 20 %. Ésto se puede predecir con alta probabilidad. Lo único incierto es el plazo dentro del cual se producirán los aumentos.

Si se dieran en dos meses, estaríamos frente a un panorama hiperinflacionario. Si se producen a lo largo de dos años, la gente tendría la sensación de que se mantiene el ritmo inflacionario del primer semestre del 2002. Si el aumento se produce a lo largo de un año, la sensación será de aceleración pero no de hiperinflación.

Si Duhalde logra reprimir esta inflación con todo tipo de controles, como lo viene haciendo en los últimos meses, el riesgo hiperinflacionario se trasladará al comienzo del próximo gobierno.

Es aún posible evitar toda esta inflación latente? Sí, si el Gobierno entendiera que con la pesificación de los activos triplicó la devaluación de la moneda a la que hubiera conducido una flotación sin pesificación. Por eso, yo sostengo que si el Gobierno no estuviera obsesionado por quitarle el 50 % de sus ahorros a la gente y aceptara la lógica de los fallos judiciales contra la pesificación, podría conseguir que el precio del dólar se desplome a menos de la mitad de su valor actual, con lo que eliminaría todo vestigio de inflación latente de la economía.

De paso, se conseguiría rápidamente la normalización del sistema financiero y se podría comenzar a reestructurar la deuda externa, sin regalarle a los acreedores del exterior el beneficio de una enorme quita concedida por los ahorristas internos. Los acreedores saben bien que mientras más concedan los ahorristas y los fondos de pensiones argentinos, menos tendrán que conceder ellos. En las negociaciones por la deuda, lo que se discute es cuánto aporta cada uno a la quita necesaria. Nadie concederá nada por arriba de lo estrictamente necesario.

La insensatez de nuestros gobernantes está poniendo en ventaja a los acreedores del exterior en comparación con los acreedores internos, siendo que éstos son millones de pequeños y medianos ahorristas y millones de trabajadores aportantes a los fondos de pensiones.
 

¿Qué significa decir que la Convertibilidad era un espejismo?

Duhalde, Alfonsin y los beneficiarios de la devaluación dicen a coro que la convertibilidad era un espejismo. Que el 1 a 1 era artificial y que la gente no tenía dólares en su activo. ¿Qué quieren significar con esta afirmación? Pues simplemente que la productividad de la economía argentina no permitía sostener ingresos per cápita promedio de alrededor de 8 mil dólares. Lo que nos están diciendo es que el ingreso per cápita que nos merecemos los Argentinos es de alrededor de 2 mil dólares.

Se la pasaron criticando a las reformas económicas de la década del ‘90 con el argumento de que generaban desocupación y pobreza, y ahora quieren que nos acostumbremos a vivir con un ingreso per cápita de sólo 2 mil dólares! Ésta es una pretensión absurda.

Los 8 mil dólares de ingreso per cápita no era nada anormal para la economía argentina. España tiene un ingreso per cápita de 16 mil dólares. Después del proceso de modernización de los ‘90 y de la fuerte inversión en prácticamente todos los sectores de la economía, la productividad media del trabajo en nuestro país era probablemente superior a la mitad de la productividad media del trabajo en España. En todo caso, si nuestro ingreso per cápita en dólares había quedado sobrevaluado a causa de la fortaleza del dólar frente al Euro, la reducción necesaria no podía exceder el 20 % y la deflación salarial de los últimos años ya prácticamente había generado esa caída.

Cuando vuelvan a aplicarse políticas sensatas, la Argentina va a recuperar su ingreso per cápita cercano a los 8 mil dólares. Mientras tanto, las desastrosas políticas del Gobierno de Duhalde, apoyado por Alfonsin y los devalúo maníacos, nos harán perder por varios años casi el 75 % de esos ingresos.

El verdadero espejismo habrá sido el de los exportadores y productores de sustitutos de importaciones que intentarán exportar y producir con salarios, electricidad, gas y otros insumos muy bajos en dólares. Por supuesto que esa supuesta “ultra competitividad” es ilusoria y se va a evaporar tan pronto la economía vuelva a la normalidad. El actual tipo de cambio real esta mucho más alejado del equilibrio de largo plazo, es decir del nivel sostenible en el tiempo, que el 1 a 1 de la convertibilidad.

Por eso, mientras vivamos en el caos post pesificación, no habrá inversión significativa ni en industrias de exportación, ni en producción de sustitutos de importaciones. Sólo se aprovechará la capacidad instalada de los sectores afectados por la estrepitosa caída de la demanda interna. En otros términos, seremos exportadores de saldos y retazos no vendidos al mercado interno, como ocurría antes de la convertibilidad.

El verdadero boom exportador, apoyado por fuertes inversiones, se dará cuando volvamos a organizar la economía para aumentar la productividad del trabajo y no para devaluar los salarios y los ahorros de los argentinos. Puede ser que para entonces Duhalde, Alfonsin y los devalúo maníacos hayan dejado de tener alucinaciones y adviertan cuál es el verdadero espejismo.