Ajuste feroz

Con buen criterio, los gobiernos del Grupo de los 7 prefirieron que Argentina no fuera empujada a caer en mora con los organismos multilaterales de crédito. Tengo la impresión que algunos dirigentes de aquellos países comienzan a advertir que fue un error de la gerencia ejecutiva del FMI no haber apoyado más activa y directamente el proceso de reestructuración ordenada de la deuda pública que anunció la Argentina el 1 de Noviembre de 2001[1]. La necesidad de esa reestructuración había sido reconocida por el Directorio del FMI cuando aprobó el préstamo de 8 mil millones de dólares en agosto de aquel año. Lamentablemente, la demora de los más altos funcionarios de aquella institución por explicitar su apoyo al procedimiento que Argentina había puesto en marcha, acentuó el clima de incertidumbre que llevó a los depositantes a retirar masivamente sus depósitos y obligó a la creación del corralito el 3 de diciembre de 2001.

Esa actitud de la gerencia del FMI se originaba en la presión ideológica de algunos economistas ultra conservadores, adherentes a la teoría del “riesgo moral” (moral hazard, en inglés), que querían evitar que aquel organismo salvara la situación de los acreedores externos de la Argentina. El clima de incertidumbre agravado por esa demora fue aprovechada por los dirigentes más populistas de nuestro país, para tomar el poder e impulsar, paradójicamente, el más feroz de los ajustes internos imaginables.

Lamentablemente, ese ajuste, que ha creado millones de nuevos pobres adicionales a los que ya había creado la larga recesión iniciada a mediados de 1998, no ha servido para mejorar las chances de que Argentina pueda poner en marcha un plan de crecimiento sustentable. Ese es el argumento que estaba usando la gerencia ejecutiva del FMI para resistir la extensión de los plazos de vencimiento de la deuda argentina. Pero los gobiernos del G7 tienen razón en argumentar que acentuar el clima de enfrentamiento de Argentina con sus acreedores, incluidos los organismos multilaterales de crédito, no ayuda a que un futuro gobierno, si quiere revertir la crisis, encuentre caminos abiertos en esa dirección. Es una forma de comenzar a reparar el error del FMI durante los meses finales de 2001.

El Presidente Duhalde ha dicho que el apoyo del FMI se limita a extender los plazos de vencimiento y no es más amplio, porque esa institución sigue demandando ajustes como los que en otras épocas no dieron resultados. Es una lástima que no advierta que el ajuste feroz que su administración ha hecho soportar a los argentinos no ha resuelto ninguno de los problemas que impedían el crecimiento sustentable, y muy por el contrario, ha creado muchos problemas adicionales.

Se necesitaba un ajuste fiscal para terminar con el déficit. Por eso había sido necesario rebajar 13 % los sueldos públicos y las jubilaciones superiores a los 500 pesos. Era necesario además extender ese ajuste a las provincias que estaban emitiendo bonos. Pero bajar, a través de la devaluación y su impacto sobre los precios, el 30 % todos los salarios y jubilaciones de la economía, incluyendo los del sector privado y los inferiores a 500 pesos en el sector público, era absolutamente innecesario. Más aún, semejante deterioro de todos los ingresos laborales sólo iba a agravar la situación fiscal, al acentuar la recesión y hacer más difícil la recaudación impositiva, obligando a crear nuevos impuestos distorsivos.

Se necesitaba un ajuste de precios relativos para alentar a las exportaciones. Por eso en el 2001 se estaba trabajando en la eliminación completa de los impuestos distorsivos y se había aprobado una flexibilización de la convertibilidad. Pero provocar una devaluación extrema como consecuencia de la flotación acompañada por la pesificación de todos los contratos en dólares y destruir los derechos de propiedad de los que habían confiado en la ley argentina, era no sólo un ajuste innecesario sino absolutamente inconducente al crecimiento sustentable, porque aleja por mucho tiempo la reaparición del crédito en la economía argentina.

Se necesitaba ajustar el nivel de la tasa de interés pagada sobre las deudas públicas y privadas y alargar los plazos de vencimiento para evitar la quiebra de los deudores, Pero el ajuste feroz que se impuso a todo tipo de acreedores, en particular a los acreedores internos, incluidos los ahorristas bancarios y previsionales, para licuar las deudas de los deudores que pudieron aprovechar la devaluación y aumentar sus ingresos, era completamente innecesario y absolutamente inconveniente para que en el futuro pueda financiarse la inversión.

En síntesis, se necesitaba más de un ajuste. Pero todos ellos mucho más circunscriptos y socialmente menos costosos que el ajuste feroz que aplicó el Presidente Duhalde, apoyado por el ex Presidente Alfonsín. Los economistas ultra conservadores de la teoría del “riesgo moral” y los populistas argentinos han contribuido a que Argentina se transforme en el caso más doloroso de ajuste empobrecedor que se haya visto en la historia reciente.

[1] Ver mi comentario semanal titulado “Es muy peligroso que el FMI se siga equivocando”. 4 de noviembre de 2002. www.cavallo.com.ar

“Productivismo” versus “Neoliberalismo”

Parece que el slogan que utilizará el Duhaldismo para confrontar con el “neoliberalismo” en la próxima elección es el siguiente: debe darse continuidad a la política económica “productivista” inaugurada con el abandono de la convertibilidad, en reemplazo de la política económica que caracterizó a la década del 90.

Pero, ¿Es “productivista” la política económica que se viene aplicando desde principios de 2002? Ciertamente no, si uno entiende por “productivismo” un fuerte impulso al aumento de la productividad.

El aumento de la productividad se obtiene a través del proceso de inversión que permite incorporar tecnologías mas avanzadas, aumentar el capital humano a través de la capacitación y mejorar los métodos de administración de las empresas que producen bienes y servicios. Las políticas implementadas desde el abandono de la convertibilidad han hecho desaparecer totalmente el crédito interno y externo, no sólo para el sector público, sino también para el sector privado. Por consiguiente, es casi imposible imaginar que puedan financiarse los planes de inversión necesarios para sostener, mucho menos para aumentar, los niveles de productividad logrados hacia finales de los 90’s.

Pero, ¿No está aumentando la productividad en los sectores que producen bienes de exportación, sustitutos de importaciones o servicios turísticos? No más que lo que declina la productividad en todo el resto de la economía. Lo que en todo caso está aumentando es el grado de utilización de la capacidad instalada en esos sectores pero a causa de un drástico cambio en los precios relativos, que ha producido una simultánea caída de la demanda en todo el resto de la economía. Los sectores beneficiados por la fuerte devaluación del peso representan no más del 25 % de la estructura productiva. El otro 75 % está sufriendo una caída brutal en el grado de utilización de su capacidad de producción. No puede sostenerse que ésta sea una política “productivista” cuando el efecto neto es una fuerte caída en la utilización de la capacidad productiva ya instalada.

En un sentido de mediano y largo plazo, las políticas en vigencia desalientan la inversión en sectores de exportación eficientes, que son los que al mismo tiempo podrían ayudar a sostener un proceso de sustitución de importaciones que no sea permanentemente costoso para el país. Esto ocurre porque se han introducido las retenciones a las exportaciones y se han eliminado los planes de competitividad. Cuando no había impuestos a las exportaciones y se permitían acreditar contra el IVA los impuestos distorsivos sobre los insumos y los salarios, el aliento a la inversión en sectores de exportación era permanente, porque no dependía de una moneda extremadamente devaluada. Desde que se abandonó la convertibilidad, el aliento a la exportación se basa en salarios que medidos en dólares son extremadamente bajos.

 Este tipo de beneficio para los exportadores, los induce a utilizar intensamente la capacidad productiva instalada, pero no los alienta a invertir y crear capacidad adicional, dado que no existen garantías que los salarios en dólares puedan mantenerse tan bajos en el mediano plazo. Lo que si es muy probable, como lo ha demostrado la experiencia desde que se introdujeron las retenciones a las exportaciones agropecuarias en los 50’s, es que los impuestos distorsivos van a tardar mucho más en desparecer que los bajos salarios en dólares. Con lo que la economía del futuro promete acentuar, más que reducir, su sesgo anti-exportador.

 Algo parecido ocurrirá con las industrias que producen sustitutos de importaciones. Al haberse reinstalado impuestos distorsivos por el lado de los insumos y la mano de obra, y ante la extrema dependencia de salarios en dólares muy bajos, no habrá inversión nueva. La producción aumentará sólo en la medida que pueda aprovecharse la capacidad ya instalada y no se requiera mucho capital de trabajo. Además, la desaparición del crédito hará muy difícil financiar cualquier inversión significativa.

 ¿Si la política no es “productivista” desde el ángulo de la inversión y el aumento de la productividad,  no lo es al menos desde el punto de vista de la reducción del endeudamiento y del costo financiero de las empresas productivas? Si éste es el significado que se quiere dar al término “productivista”, entonces la respuesta puede ser parcialmente afirmativa, pero al costo de generar estancamiento permanente. La pérdida sufrida por los ahorristas nacionales y extranjeros que colocaron sus fondos en la Argentina permitirá resolver el problema de endeudamiento de las empresas por una sola vez. Pero la desaparición del crédito, significará un fenomenal aumento en el costo del capital para los futuros emprendimientos, e incluso, para hacer funcionar a las empresas que requieren mucho capital circulante. Esto acentuará el estancamiento de la economía argentina y no permitirá que las empresas se revaloricen, aún habiendo eliminado su endeudamiento pasado.

 ¿Cómo harán para convencer a la gente que el “productivismo” devaluador de ahorros y salarios es mejor que el “neoliberalismo” de la convertibilidad? Seguramente el gobierno de Duhalde confía en el apoyo de los medios. Es sorprendente ver cómo se destacan los síntomas reactivadotes de las políticas “productivistas” y cómo se recalca que los salarios e ingresos de la convertibilidad eran una ilusión. Tan notable como el esfuerzo que hicieron durante los primeros días de diciembre de 2001, para describir al “corralito” como una expropiación de los ahorros y no como un proceso de bancarización de los pagos.

 La información sobre los beneficios para la gente y para el fisco de la utilización de las tarjetas de débito y crédito, llenaron las páginas de los diarios del último domingo. Sin embargo, ninguno de los medios reconoce que la campaña contra el “corralito” de diciembre de 2001 sólo sirvió para que la gente no advirtiera que la bancarización forzada procuraba beneficiarla, y terminara empujando al poder a los que iban a crear el “corralón”, aún vigente, para inaugurar la política que ahora denominan “productivista.

“Todos perdimos poder”

Aunque aún tiene contrato por un año más en los Estados Unidos, Domingo Cavallo (56) volvió a Buenos Aires para pasar el fin de año. Aprovechó también para palpar cuál es la reacción que provoca, luego de irse tras los cacerolazos del 19 de diciembre de 2001. Está más tranquilo y casi no se enoja por nada. En su oficina de Barrio Parque hay poco movimiento. Se muestra distendido y hasta se permite usar palabras que suenan raro en su boca. Dirá que creer que Antonio de la Rúa influía en las decisiones de su padre “es una boludez”. Y que a las provincias no habría que haberles dado “un mango”. Noticias: ¿Porqué decidió volver? Domingo Cavallo: Yo no me he ido, así que tampoco necesito volver. Estoy enseñando en los Estados Unidos porque de algo tengo que vivir. Mi mente siempre ha estado en mi país, aún cuando la mayor parte de los periodistas reaccionó mal a mi decisión de publicar un artículo en “La Nación” en febrero del 2002. Pero voy a intensificar mi participación en la discusión de los temas públicos. Luego de participar en el gobierno de De la Rúa he tenido que disminuir la intensidad de mi presencia pública. Espero, desde el segundo semestre del año o desde el 2004, volver a tener participación muy activa. Noticias: ¿Cuánto cobra por sus clases en Nueva York? Cavallo: Mire, es un tema que no interesa. Alguna vez dije cuanto cobraba y se armó un lío tremendo. Hay periodistas que ganan mucho más que yo y nadie los cuestiona. Noticias: Cuando era funcionario, todos teníamos derecho a saber cuanto cobraba… y ahora está en su derecho de no decirlo. Cavallo: No voy a decirlo. Y si alguien lo quiere saber, que vaya a fin de año a ver mis declaraciones de impuestos.Noticias: El ex asesor de Menem, Emilio Perina, siempre decía que no había que pelearse con usted porque era uno de los hombres más ricos de la Argentina. “Sólo hay que calcular un dos por ciento de comisión en la renegociación de la deuda externa que renegoció Cavallo.”Cavallo: Mire, los menemistas han dicho tantas cosas sobre mí, que no merecen respuesta. Noticias: Ahora se queja de “la mayor parte de los periodistas”, pero antes buena parte de la prensa lo elogiaba, ¿se siente traicionado?Cavallo: En la segunda mitad del 2001 y principios del 2002, una parte del periodismo empujó al proceso de cesación de pagos y de pesificación y devaluación. Creo que fue en respuesta a intereses de los medios que representaban. Pensaban que esas medidas iban a permitirles resolver las dificultades financieras que tenían. Y cometieron un error muy grave. Yo sentí que eso repercutió en la forma en que trataron mis opiniones. Publiqué ese artículo en “La Nación”, y en la tevé, en la radio y otros medios salieron a criticarme. Pero no al contenido del artículo, sino diciendo que debería llamarme a silencio. Me privaban de mi derecho a expresarme.Noticias: ¿A qué medios se refiere?Cavallo: Todos los que controla el Grupo Clarín, claramente. Pero no sólo el diario, sino los medios que controla directamente, como la radio y la televisión.Noticias: ¿Habló con algunos de sus directivos o periodistas a raíz de esta percepción suya?Cavallo: Si, yo hablé con Héctor Magnetto, con el cual tengo una relación personal muy buena. Y me dice… (N. de la R: se tienta y debe hacer una pausa), je, je, me dijo que yo invento o que yo creo que hay una campaña, y él lo niega. Pero de hecho yo siento que es así.Noticias: ¿No es simplista culpar de sus desgracias al periodismo?Cavallo: No. Estoy convencido de que el radicalismo alfonsinista viene planeando que yo sea el chivo expiatorio de todos los problemas del país, desde que ingresé en el gobierno de De la Rúa. Ellos querían que todo se fuera al diablo con Cavallo administrando este sistema de los ’90. Yo lo percibía desde antes del 20 de diciembre. Pero ese día, cuando se gestaba la caída definitiva del gobierno, quisieron que yo me fuera del país y apareciera pidiendo asilo político. De esa forma iban a simbolizar, con mi “fuga” que yo aceptaba ser culpable de lo que había pasado. Pero la insistencia de que me tomara un avión para ir a Uruguay, combinado con otros rumores, me dio la pauta de que yo era el chivo expiatorio. Por supuesto, no caí en la trampa.Noticias: Tras la caída, usted pasó a ser un paria después de diez años de poder, ya sea como ministro o como opositor, ¿cómo sintió esa pérdida de poder?Cavallo: Creo que toda la dirigencia política ha perdido poder. Incluidos Duhalde y Alfonsín, quienes son los que pretenden conformar el actual gobierno. Y todos han perdido poder porque los resultados han sido muy malos para los argentinos. Y una persona como yo, que ha tenido un rol tan importante en la década del 90, es natural que haya quedado casi con nulo poder. Pero esto no es relevante. El poder que siempre me interesó tener es el poder para influir en la solución de los problemas argentinos. Ese poder, yo siento que lo voy a tener en el futuro…Noticias: Claro que depende de cómo lo tome la sociedad…Cavallo: El tema de la sociedad es importante si uno quiere tener poder a través de las ideas y que la sociedad sea receptiva a las ideas. Obviamente he sentido que la sociedad y sobre todo la que se deja intermediar por los medios no ha estado muy receptiva o ha estado muy poco receptiva a lo largo de este año para escuchar lo que tengo que decir, por eso me he replegado un poco.Noticias: Así como se lo castiga a usted, ahora está de moda ensalzar a Lavagna, ¿cuánto hay de mito y cuánto de realidad en la capacidad del ministro?Cavallo: Yo no soy quién para juzgar la gestión de Lavagna, a mí no me parece que él esté expresando ideas que vayan a ayudar a resolver el problema de los argentinos de una manera sostenida y permanente en el tiempo. Pero como alguna gente a mediados de año hizo pronósticos muy extremos, el Gobierno y Lavagna ven que las cosas al final no salieron tan mal como algunos pronosticaban. Yo creo que están aprovechando ese argumento muy bien y muchos medios, sin duda, los están ayudando a usar ese argumento, pero a mí me parece que este gobierno, me refiero al gobierno de Duhalde apoyado por Alfonsín en el cual Lavagna es ministro de Economía, no ha clarificado para nada lo que la Argentina quiere para el futuro…Noticias: ¿No lo exime el que sea un gobierno de transición? Cavallo: Pero uno tiene el poder que dan las ideas cuando tiene idead claras y las expresa, yo creo que en la Argentina ahora hay una tremenda confusión. Este gobierno y todos los que lo han apoyado se ocupan y procuran decir que las ideas de la década del 90 fueron todas equivocadas, un desastre, y que sólo sirvieron para empobrecer al país, para crear desocupación, para estafar a los que invirtieron en la Argentina, esa es la única idea que expresan. Ahora, cómo van a reemplazar las reglas de juego de los ’90 por un sistema de organización política, económica y social capaz de lograr mejores resultados, no lo han explicado, no lo van a explicar ni intentan explicarlo. A nivel propuestas o candidatos, no hay nadie que sea escuchado o que intente hacerse escuchar y logre adhesiones con un nuevo esquema de ideas alternativo a la década anterior.Noticias: Durante los ’90, López Murphy acompañó su gestión con elogios, ¿cómo lo ve a él como candidato? Cavallo: Creo que tiene ideas muy buenas, pero está teniendo dificultades para transmitirlas y lograr adhesiones. Espero que supere esas dificultades porque es un hombre que puede contribuir grandemente a que la Argentina encuentre un buen rumbo.

Inflación por puja distributiva

El “cambio de modelo” del que hablaban Duhalde y Alfonsín antes del Golpe Institucional que llevo al primero al poder, no era otro que la vuelta a la inflación por puja distributiva que caracterizó a la Argentina entre 1946 y 1990. Alfonsín había sido claro cuando pedía “un poquito de inflación”. Duhalde era mas vago en su bosquejo del “nuevo modelo”, pero su entusiasmo por las consecuencias “reactivadoras” de la devaluación combinada con pesificación, deja en claro que considera saludable alentar la sustitución de importaciones, el turismo en la Argentina y las exportaciones a partir de un golpe brutal al ingreso y los ahorros de la mayoría de las familias argentinas. Volvió con mucha fuerza la peor enfermedad institucional de la Argentina del siglo XX: la inflación como mecanismo redistribuidor de ingresos y riqueza.  

Todas las discusiones actuales en materia económica lo ponen claramente en evidencia. 

¿El Banco Central debe dejar caer el precio del dólar o lo tiene que sostener a un nivel alto? Los adherentes a la teoría de la reactivación inducida por las exportaciones, la sustitución de importaciones y el turismo defienden el dólar alto, lo mismo que los deudores beneficiados por la pesificación. Los que generan sus ingresos por ventas de bienes o servicios al mercado interno y los endeudados en dólares quieren que el dólar baje. El gobierno razona como si debiera ser él, y no el mercado, el que determine el valor del dólar, arrogándose de esa manera el derecho a decidir a favor de uno u otro grupo de presión. 

¿Deben aumentarse las retenciones sobre la exportación de alimentos para que no siga subiendo el precio en el mercado interno? Los productores agropecuarios se alarman con razón, pero los supermercadistas y los funcionarios encargados de recaudar sostienen que es inevitable hacerlo para evitar que los precios sigan aumentando. Sostienen que aún con un dólar estable aumentarán los precios de productos como la leche, aunque no es un producto de exportación importante, porque los tamberos se ponen a producir soja en lugar de mantener el tambo. El gobierno, está evaluando que decisión le conviene adoptar. Nuevamente, debe dirimir una puja distributiva.

 

¿Si la inflación fuera inferior al 22% anual planeada para la formulación del presupuesto, se pondrían en peligro las metas de superávit primario comprometidas con el FMI?

La autoridad fiscal acaba de decir que sí. Es decir, se necesita inflación para generar cierta capacidad de pago de intereses de la deuda pública. Esto significa que la estrategia implícita en el presupuesto es provocar mayor caída de los ingresos reales, al menos de los salarios públicos y las jubilaciones, para poder pagar intereses de la deuda pública. ¿Qué opinan al respecto la Ministro de Trabajo y los sindicatos? ¿Son todos los integrantes del Gobierno y sus respectivos apoyos sectoriales conscientes de que están utilizando a la inflación como instrumento de una puja distributiva?

 

¿Se deben autorizar aumentos de tarifas para los servicios públicos o es preferible re-estatizarlos por denuncia de los contratos de concesión? Los que se oponen al aumento de tarifas sostienen que de esa forma se evitará un rebrote inflacionario. Los que argumentan que deben aumentarse las tarifas alertan sobre la des-inversión que ya se está produciendo y que se acentuaría aún más con la re-estatización de los servicios. El gobierno trata de postergar una decisión pero, sin duda, está acentuando una puja distributiva que puede tener consecuencias muy serias en el mediano plazo.

 

Todos estos dilemas eran moneda corriente en los 45 años anteriores a la Convertibilidad y desaparecieron durante su vigencia, porque la inflación, también llanada “política monetaria” en los países con monedas inconvertibles, dejó de ser instrumento para la redistribución de ingresos y riqueza. Lamentablemente, la Argentina sin Convertibilidad ha reinstalado de una manera brutal a la inflación como el instrumento político de la puja distributiva. Como esta puja es tan intensa y despiadada, y la falta de inversión impedirá que se resuelva en base al crecimiento de la economía, la Argentina volverá a sufrir en esta primera década del siglo XXI la peor enfermedad institucional del siglo XX. Se lo debemos a Duhalde y a Alfonsín que gobernaron y gobiernan con nostalgia de la época en que la política no estaba condicionada por la economía.

Golpe a los ahorristas y a los pobres

Si en febrero de este año, luego del pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia en el caso Smith, el Gobierno hubiera reconocido la razonabilidad de la postura Judicial y, en lugar de intentar remover a los miembros de aquel tribunal, hubiera buscado una solución al problema del endeudamiento del sector privado que no significara la pesificación forzosa de todos los contratos, la economía hoy estaría estabilizada con un precio del dólar no superior a 2 pesos. Podría incluso haberse logrado la nueva estabilidad al precio de 1,40 inicialmente fijado por el nuevo Gobierno. El aumento de los precios y la consiguiente caída del salario real hubiera sido mucho menor a la que se produjo a lo largo del año.

¿Cual era la solución correcta? Sin duda, dejar flotar el peso sin abandonar la convertibilidad, es decir manteniendo la libre elección por parte de la gente de la moneda y dándole seguridad jurídica a los contratos en la moneda original. Para ayudar a los endeudados en dólares, el Gobierno debería haber asumido el compromiso de pagar una proporción de los intereses y del capital adeudado por familias y empresas cuyos ingresos no se ajustaran al precio del dólar. Los bancos seguirían siendo acreedores en la moneda original. El Gobierno hubiera devengado un subsidio a pagar en el futuro, al ritmo al que el sector privado cumpliera con sus obligaciones y en la medida que la magnitud de la devaluación lo requiriera. El subsidio hubiera terminado siendo relativamente bajo si el sector privado conseguía diferir el pago de su deuda y reducir el costo de intereses a través de la negociación con los acreedores. Además, con el paso del tiempo la divergencia entre los ingresos de los deudores y el precio del dólar se habría ido cerrando, con lo que el monto del subsidio terminaría siendo acotado y presupuestable.

Pero ocurrió todo lo contrario. La pesificación se transformó en la herramienta para resolver parcial y desequilibradamente el problema del endeudamiento privado y dejó como saldo un clima de inseguridad jurídica extremo en materia de derecho de propiedad de los depositantes y acreedores en general. La magnitud del costo fiscal futuro del sistema que se eligió para compensar a los bancos es enorme y creciente, con lo que se terminará agravando el problema del endeudamiento público. Y sigue pendiente la disputa judicial planteada por los ahorristas y acreedores que no aceptaron la pesificación.

La Corte Suprema esta a punto de decretar la inconstitucionalidad de la pesificación ¿La convertibilidad con cambio flotante sigue siendo la mejor solución? Sin duda, porque cualquier otra solución, deja abierta la puerta de una emisión presente o futura de pesos que la gente no desea mantener como tales y que, tarde o temprano, va a generar un proceso inflacionario peligroso. Además, cualquier otra solución dejará a la economía sin crédito por mucho tiempo, dado que no cabe esperar que la gente ahorre en pesos, y el ahorro en dólares u otras monedas extranjeras no se hará dentro del país.

Convertibilidad con cambio flotante significa organizar un sistema monetario que le permita a la gente sentir que sus ahorros en el país están seguros y disponibles para ser utilizados en cualquier pago interno o externo. En relación a los pagos externos con dólares ahorrados en el país sólo deberían estar restringidos por los controles de cambio vigentes, los que deberían eliminarse luego de completada la reestructuración de la deuda pública. La clave de la solución está en que la gente encuentre conveniente mantener sus dólares bancarios dentro del país, ya sea en depósitos a plazo fijo, si es que quiere ganar un interés, o en depósitos a la vista, si es que quiere hacer pagos internos o externos admitidos por el control de cambios. Para ello, debe no sólo permitirse sino también dotar de pleno respaldo legal a las cuentas a la vista en dólares, permitiendo que se movilicen a través de cheques, tarjetas de débito o transferencias bancarias. Si la convertibilidad con tipo de cambio flotante comienza a ser entendida y creída por la gente, lo cual requiere necesariamente convicción por parte de las autoridades sobre su conveniencia y viabilidad, el precio del dólar comenzará a bajar, y el problema del endeudamiento en dólares del sector privado, así como el costo fiscal de las compensaciones y subsidios a los que se ha ido comprometiendo el Gobierno, irá disminuyendo y se podrá trabajar en la preparación de un programa económico fiscalmente sostenible.

Lamentablemente, los discursos de Lavagna demuestran que el Gobierno no está convencido que la convertibilidad sea conveniente. Siguen insistiendo en obligar a la gente a ahorrar en pesos. Eso significa dejar abierta la puerta a un nuevo golpe inflacionario. Le echarán la culpa a la Corte y a los que bregamos por que se reconozcan los derechos de propiedad de los ahorristas. Pero la verdad es que los verdaderos culpables son los mismos que en enero y febrero de este año, decidieron resolver el problema del endeudamiento privado destruyendo los ahorros y provocando un brutal deterioro de los ingresos reales de la población.