El crecimiento global futuro sólo puede ser liderado por las inversiones en los países en desarrollo…

…para implementar en todo el mundo los avances tecnológicos que emergerán fundamentalmente de la investigación y el desarrollo que llevan adelante los países desarrollados.

Esto es lo que han descubierto los chinos y los indios, luego de asimilar la experiencia de sus vecinos asiáticos de menor tamaño, pero pioneros en el descubrimiento de las claves del desarrollo: Japón, Korea, Singapur, Taiwán y Hong Kong.

Durante los 50’s y hasta entrados los 80’s, los países en desarrollo y, sobre todo, los de América Latina, creyeron que el crecimiento económico debía estar liderado por la sustitución de importaciones. Cometieron el error de alentar inversiones basadas en tecnologías que el mundo desarrollado ya estaba abandonando y no consiguieron producir bienes con los niveles de eficiencia y calidad que exigían los mercados mundiales. Sólo eran capaces de abastecer bienes y servicios de calidad mediocre y precios comparativamente elevados para un mercado interno cuya expansión terminaba siendo frenada por las limitaciones que el modelo imponía a la capacidad para importar insumos y bienes de capital.

Los tigres asiáticos desde los 60s, China desde los 80’s, India y la mayor parte de los países de América Latina y del Este Europeo desde los 90’s, advirtieron que era mejor virar hacia un modelo de desarrollo liderado por las exportaciones, porque al tener que abastecer mercados exigentes del exterior, las inversiones que requería ese proceso de crecimiento debían utilizar las tecnologías más avanzadas y alcanzar niveles aceptables de eficiencia productiva y calidad de los bienes y servicios ofrecidos. De otra manera, no lograrían penetrar los mercados mundiales en la proporción necesaria para que la expansión de las exportaciones lidere un proceso de rápido crecimiento.

En China, India y el resto de los países asiáticos, este crecimiento liderado por las exportaciones fue acompañado por tasas de inversión de entre el 30 y el 40 % de sus respectivos ingresos nacionales e implementado con un alto componente de inversión extranjera directa, a pesar de que contaron con ahorro interno suficiente como para financiar el 100 % de la inversión y acumular reservas externas. La utilización de la inversión externa directa no tuvo el propósito de captar ahorros externos sino de hacer posible la aplicación del conocimiento tecnológico y de administración de negocios de los países desarrollados, origen de esas inversiones. Sin la inversión extranjera directa, corrían el riesgo de no tener acceso a los niveles tecnológicos y de administración de los EEUU, de Europa y de Japón.

En los países en los que el crecimiento liderado por las exportaciones fue acompañado por altas tasas de inversión e incorporación de las tecnologías más avanzadas, el impacto de la crisis global que se inició en los EEUU, está, paradójicamente, siendo menor que en los países que continuaron o reintrodujeron política de crecimiento basado en la sustitución de importaciones (como el nuestro). Digo, paradójicamente, porque en principio uno esperaría que ante un colapso del comercio mundial, los países cuyo crecimiento era liderado por exportaciones debieran haber sufrido un impacto negativo mayor. Esto es, en efecto, lo que ha ocurrido en los países que aún comprometidos con el crecimiento liderado por las exportaciones, no consiguieron tasas de ahorros suficientemente elevadas como para sostener la expansión de las inversiones. Pero la clave del éxito en contrarrestar los efectos negativos de la crisis global sobre el crecimiento exportador está precisamente, en la capacidad que están teniendo los países asiáticos no sólo de mantener sino de aumentar el ritmo de expansión de la inversión.

Los economistas occidentales acostumbrados a pensar que el crecimiento es liderado o por las exportaciones o por el consumo, siguen sosteniendo que los países asiáticos deberían poner más énfasis en la expansión del consumo interno para reemplazar, como motor del crecimiento al consumo de los países avanzados, que por muchos años, estará frenado a causa del excesivo endeudamiento de sus familias. Los asiáticos y, sobre todo, los chinos, quieren obtener la expansión del consumo interno, pero como resultado de un aumento genuino del ingreso de la población y no basado en subsidios distribuidos por el Estado entre las familias. Por eso ponen tanto énfasis en alentar la inversión, de tal forma que se creen no sólo puestos de trabajo e ingresos, sino que se expanda al mismo tiempo la capacidad productiva, es decir, la oferta de bienes y servicios para satisfacer el aumento en la demanda de consumo de las familias.

Cada vez que visito China y otros países de Asia, me convenzo más de que han descubierto las claves del desarrollo. Durante los días que estuve en Beijing se publicaron las estadísticas del PBI correspondiente a los cinco primeros meses de 2009. Si bien los envíos al exterior declinaron un 26.4% en comparación con los mismos cinco meses del año anterior, la inversión urbana en activos fijos creció un impresionante 32.9% en el mismo período. Gracias e ese crecimiento, el PBI aumentó un 6,1 %, bastante menos que en los años anteriores, pero a un ritmo que contrasta significativamente con la declinación del 3 % que se espera para la economía global.

La pregunta que se hacen los economistas occidentales es la siguiente: ¿cómo puede ser que crezcan más la inversiones que el consumo y las exportaciones? La respuesta tiene que ver con las expectativas de crecimiento. Los chinos están convencidos que la demanda interna va a seguir aumentando. En definitiva el objetivo del crecimiento es mejorar la calidad de vida de su población, es decir hacer posible un aumento continuado y sostenible del consumo per-cápita. Pro no quieren poner el carro delante de los caballos. Para ellos la inversión es la que tiene que arrastrar al resto. Y yo, cada vez me convenzo más, que los chinos tienen razón.

No es casual que nuestros vecinos brasileros, chilenos y peruanos, estén cada vez más cerca de China. Sus dirigentes políticos y empresariales han descubierto que por esas latitudes asoma el futuro. Lamentablemente, nuestros dirigentes siguen discutiendo el pasado y tratando de redistribuir lo que puedan en el presente. Muy pocos parecen preocupados por descubrir donde están las oportunidades para tener un mejor futuro.