«Washington usó a Argentina como conejillo de indias».

El que fuera «superministro» de economía argentino considera que recuperar la seguridad jurídica y permitir que se revaloricen las inversiones extranjeras son las claves de la recuperación de su país.

Domingo Felipe Cavallo, ex ministro de Economía de Argentina, lleva casi dos años retirado de los intensos focos de la vida pública, y sin embargo todavía levanta pasiones por donde pasa. Cavallo participó en Madrid en el seminario La seguridad jurídica y las inversiones extranjeras en América Latina. El caso argentino, en el que se analizaron las incertidumbres que planean sobre las garantías legales de las inversiones extranjeras en el país, y fue la estrella de la reunión. Ajeno a la opinión extendida en buena parte del pueblo argentino, que lo considera uno de los causantes del desastre que vive el país, huye de la autocrítica. Muy al contrario, lanza sus invectivas contra los Gobiernos que lo antecedieron y que lo sucedieron.

En su conferencia ha sido usted muy crítico con sus críticos…

No, yo simplemente he tratado de describir objetivamente cosas que ocurrieron y que habían sido desvalorizadas en intervenciones anteriores. No es cierto que en mi etapa como ministro se gobernase mediante decretos o se saltasen los trámites legales.

Pero en este seminario se ha puesto de relieve que los gobiernos argentinos han creado mucha incertidumbre sobre la situación legal de las inversiones extranjeras.

En los dos últimos años se ha creado un clima de inseguridad jurídica enorme. Pero no con el primer gobierno de Ménem ni con el de De la Rúa [los dos períodos en los que él fue ministro de Economía]. Hemos escuchado que todo se había hecho por decreto de necesidad y urgencia, en contra de las leyes, y yo he querido corregir ese error. Es cierto que así fue durante la época del doctor Alfonsín, en los años anteriores al 89, también durante el segundo mandato de Ménem, del 97 en adelante, y durante el Gobierno de Duhalde.

En estos períodos, especialmente en el último, prácticamente nada se discutió en el Congreso y todo se resolvió por decreto de necesidad y urgencia. Pero en los períodos en los que yo estuve en el Ministerio siempre tuvimos una gran relación con el Congreso. Todo lo que se hizo en materia económica se hizo por Ley. Todo se discutió y se aprobó a través del Congreso. Las privatizaciones fueron sujetas a la ley, y funcionaron mientras se mantuvo en su puesto a los funcionarios elegidos por concurso. Los entes reguladores se conformaron también por concurso, y quienes invirtieron en estos sectores lo hicieron con amparo legal y total transparencia. Todo fue sometido al trámite legal.

¿Y las leyes económicas más controvertidas también lo fueron?

También. La famosa ley del “déficit cero”, [norma que permitía reducir un 13 por ciento los salarios y pensiones superiores a 500 dólares mensuales] fue una ley muy criticada, pero se aprobó en el Congreso en el año 2001, de acuerdo al trámite legal.

La ley de Convertibilidad [la que ancló la moneda argentina al dólar], también se aprobó así. ¡Lo que nunca se discutió fue su derogación! Cuando se impuso esta ley se hizo legal el uso del dólar, que ya era la moneda más empleada por los argentinos, que no se fiaban de su moneda.  Lo que se hizo fue poner «negro sobre blanco» algo que los argentinos ya hacían.

Sin embargo, se derogó por decreto esta ley, en una violación flagrante de los derechos del pueblo argentino. Lo que pasó en el año 2002 [el fin de la convertibilidad y la devaluación del peso] ha sido una destrucción de la base institucional y contractual de la Economía, con la consecuencia de una tremenda inseguridad jurídica.

¿El Gobierno de Kirchner está respetando la legalidad y ayudando a aumentar esa seguridad jurídica?

El Gobierno de Kirchner heredó una situación de desorganización completa de la economía, y todavía en cuanto a las reglas de juego hacia el futuro no ha tomado decisiones, pero ciertamente no es responsable de lo que pasó anteriormente.

¿La pesificación fue perjudicial para los argentinos?

Sin duda. La pesificación fue la peor medida que se pudo haber tomado. En primer lugar, porque significó la violación de una ley nunca derogada, o mejor dicho, derogada por decreto, de forma inconstitucional. Se le quitó la protección a todo el trabajo y el ahorro argentino, que a partir de entonces ya no es remunerado en la moneda en la que había sido pactado, sino en pesos tremendamente devaluados. Además agravó la crisis financiera y de la deuda.

¿Pero no resultaba imprescindible devaluar el peso?

No. Cuando se creó el corralito, que no fue un congelamiento de depósitos, sino un control del cambio, existían reservas para canjear los pesos en circulación por dólares. Se había facilitado al máximo la transformación de pesos a dólares de los depósitos bancarios.

Los dueños de los pesos, los argentinos en definitiva, podrían hacer valer sus derechos y canjearlos por dólares. Las reservas lo permitían, y si la gente decidía dolarizarse totalmente, era posible.

Si la derogación de la convertibilidad fue inconstitucional, ¿es posible que se detenga ahora en los tribunales?

El Tribunal Supremo debería haberlo declarado inconstitucional, como lo hicieron todos los tribunales de primera y segunda instancia. Lamentablemente, aunque la Corte Suprema se pronuncie en este sentido, los efectos que esta medida ya ha producido desde el 2002 pueden llevar a que esa declaración sea meramente simbólica.  Pero aún así sería importante que se produjese esa declaración para que en el futuro los gobiernos sepan que medidas como ésa, aprobadas de esa forma, no tienen validez y van a ser anuladas.

¿Entonces la solución era mantener la convertibilidad del peso y el dólar?

Sin duda habría que haberla mantenido, porque eso significaba respetar los contratos en la moneda en que había sido pactada. La fijación del tipo de cambio debería haberse cambiado, y se podría haber hecho ordenadamente en el año 2002. Eso ya lo habíamos previsto, porque habíamos introducido el euro como otra moneda de referencia, y eso iba a dar más flexibilidad al peso. Eventualmente el peso hasta podría haber flotado perfectamente, pero manteniéndose la convertibilidad, es decir, respetándose los contratos en la moneda original, y quedando los argentinos con la libertad de elección de sus futuros contratos. Esto fue lo que se anuló en enero del 2002 por el famoso decreto de pesificación, ni siquiera por una Ley.

Qué puede hacer España para ayudar a Argentina?

España ha hecho muchísimo. Lo que tiene que hacer ahora Argentina es permitir que se revaloricen las inversiones españolas en la Argentina, porque de esta forma se revalorizarán también las inversiones argentinas, las inversiones de todos los que confiaron en el país, y se revalorizará el trabajo y el ahorro argentino, en definitiva se revalorizará la Argentina.

¿Considera entonces que la aportación global de España ha sido positiva?

Sí, España ayudó muchísimo al confiar en el país con sus inversiones. Lamentablemente, por los hechos del 2002, a todos los que confiaron en ella Argentina los castigó. Esto es lo que tenemos que revertir, y lo que se ha comenzado a revertir desde que el peso se ha apreciado. Ahora hemos pasado de cuatro pesos por dólar a tres pesos por dólar. A medida que se fortalezca vuelven a revalorizarse inversiones, trabajo, ahorro… En definitiva se vuelve a revalorizar la Argentina, que es en definitiva la solución final de esta situación tan delicada y tan negativa que nos afectó en los últimos años.

Sin embargo entre muchos argentinos se oye decir que “España vino a aprovecharse”, y parece extendida la opinión de que las empresas españolas se llevaron mucho más de lo que dejaron.

No creo que los argentinos íntimamente piensen mal de España. Lo que pasa es que ha habido una campaña mediática muy antiespañola, que ya comenzó en el 2001 con los problemas de Aerolíneas Argentinas. Pero los argentinos no piensan así. Al contrario, el pueblo está muy agradecido por lo que hizo España.

Habla de una campaña interesada: ¿considera que el tratamiento periodístico de su gestión y de la crisis argentina ha sido incorrecto?

En el exterior sí fue correcto excepto en una cosa: se interpretó el “corralito” como un congelamiento de depósito cuando no era eso, era un control de cambio. Pero en Argentina, en la segunda mitad del 2001, hubo un apoyo mediático a la idea de la pesificación y de la devaluación. Esto se hizo de forma interesada, porque les convenía a algunos medios que estaban muy endeudados pero por supuesto no le convenía al país. Estas medidas significaban, como se vio en el 2002, una acentuación de la pobreza.

Se plantea actualmente en todo el mundo el debate sobre la conveniencia de una mayor o menor liberalización de la Economía. En este sentido, ¿a Argentina le sobra o le falta liberalismo?

Creo que no se puede plantear el tema en estos términos. Argentina necesitaba, por un lado, reformas del mercado, y por otro reformas del Estado. Se avanzó en las reformas del mercado pero no se hicieron todas las reformas del Estado que eran necesarias para que fuera más eficiente y produjera menos distorsiones en el funcionamiento de la Economía. Se hizo una reforma incompleta.

¿Cree que el Gobierno actual cuenta con suficiente apoyo como para llevar adelante todas las reformas necesarias?

Sí, el Gobierno tiene una predisposición favorable de toda la opinión pública argentina, incluída la mía, por supuesto. Yo pienso que Kirchner tiene la posibilidad de recrear un clima de legalidad, de seguridad jurídica, que permita recuperar la confianza. Ojalá que lo pueda hacer.

¿Y cree que está actuando correctamente?

Creo que no se puede evaluar hasta el momento, porque el mandato comenzó hace prácticamente dos días. Los meses anteriores fueron de continuidad de la campaña electoral, porque si bien la elección presidencial fue en la primavera pasada, todavía estaban las provinciales de por medio.

¿Pero se nota un talante diferente en este Gobierno, una forma diferente de hacer las cosas en este breve período?

En materia económica el Gobierno no ha tomado ninguna decisión importante. Por el momento, Lavagna ha tenido éxito en su batalla contra la inflación, pero todavía no sabemos cómo quedará organizada la economía hacia el futuro.

Sin embargo se nota una gran valentía para encarar un tema que agobia mucho a los argentinos, el de la inseguridad. En este aspecto el Gobierno ha sido muy efectivo, muy diligente. Han tratado de reformar las policías y el sistema judicial para que los argentinos sientamos más seguridad. No es que haya resuelto el problema, pero por lo menos demuestra una gran voluntad de encararlo con coraje.

Con las presiones que vienen del FMI, de los inversores, de la propia situación de crisis… ¿que margen de maniobra le queda al Gobierno argentino para tomar sus decisiones en materia económica?

Yo creo que tiene un gran margen de maniobra. Lo tuvo siempre, excepto en el año 2001, cuando se produjo esta circunstancia muy desfavorable para nuestro país. Desde Washington sugerían que la cesación de pagos era la puerta para las soluciones. Creo que fue una opinión totalmente irresponsable e inadecuada, que lamentablemente encontró un caldo de cultivo entre dirigentes argentinos que estuvieron dispuestos a ir adelante con la cesación de pagos.

Usted es muy crítico con el Fondo Monetario Internacional, pero ¿no cree que fue Argentina la que falló?

Argentina siempre cumplió sus compromisos. El que no cumplió fue el Fondo, que no ayudó al país a llevar a cabo el plan de reestructuración de la deuda. Desde Washington se decidió utilizar a Argentina como un ejemplo, como conejillo de indias para enviar el mensaje de que la nueva administración estadounidense iba a evitar a toda costa el «moral hazard» [riesgo moral en los préstamos a países deudores]. El FMI aceptó el plan de reestructuración de la deuda en agosto del 2001, pero después boicoteó este plan y rechazó todos los planes que se le presentaron.

¿Cuáles son las principales debilidades y fortalezas de la economía argentina para afrontar su actual situación?

Yo no quiero opinar sobre esto. Lo único que me atrevo a manifestar es que Kirchner tiene la oportunidad de recrear las reglas del juego y de restaurar un clima de seguridad no sólo física, también económica y social.

Una última pregunta de carácter personal: ¿no echa de menos la Política?

No, por el momento no. La Política me consumió tantas energías que ahora estoy descansando.

¿GENIO O CULPABLE?

Aunque es de la provincia de Córdoba, Cavallo responde al prototipo de argentino porteño: tan brillante en la dialéctica como arrogante en su actitud. Este economista metido a política de 57 años es quizá el símbolo más representativo de los 90 en Argentina, esa época fascinante en que el país pareció pasar del Tercer Mundo al Primero en tiempo récord, con un trayecto de retorno todavía más veloz.

Es difícil no dejarse cautivar por un tipo tan inteligente, y para eso lo mejor es vacunarse consultando a sus compatriotas, los argentinos corrientes, de la calle, que generalmente hablan pestes de él. Las opiniones son radicales. Para unos es el político más capacitado de la historia reciente de Argentina y para otros (la mayoría) es uno de los grandes culpables del desastre. Tampoco faltan quienes creen que ambas cosas son ciertas al mismo tiempo.

Los títulos y honores que acumula no caben en esta página, pero entre ellos hay que destacar su Doctorado en Economía en Harvard y otros cinco doctorados honoris causa en diferentes universidades europeas. En su tarea política fue elevado a los altares como «superministro» en 1991, cuando sacó de la chistera el conejo de la paridad peso-dólar y acabó de un plumazo con la hiperinflación, flagelo de la Economía argentina durante la época de Alfonsín. Años después se comprobó la incapacidad o falta de coraje de los sucesivos gobiernos para matar a ese conejo que había engordado más de lo previsto, y el país acabó en una catástrofe sin precedentes que a los argentinos les hace preguntarse si no han vivido en un espejismo todo este tiempo.