Mejor mirarnos en el espejo de Irán que en el de Venezuela

Las comparaciones de nuestro país con Venezuela en materia de políticas públicas y relación con el mundo son muy frecuentes y justificadas. Pero lamentablemente, si nos miramos en el espejo de Venezuela, podemos terminar siendo demasiado escépticos respecto a la posibilidad de que el voto popular vaya a producir un gran cambio. Luego de leer el cable que transcribo más abajo, se me ocurrió que convendría que nos miremos en el espejo de Irán, país que como Venezuela tiene un régimen que parece haber sido inspirador para los estrategas e ideólogos Kirchneristas.

Cristina Kirchner y los muchachos de la Cámpora se parecen mucho al Ayatolá Ali Kamenei y al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. En pocos años han transformado a la Economía Argentina en una economía plagada de intervenciones arbitrarias del Estado, monopolios estatales, empresas privadas que manejan información privilegiada y corrupción que pretende lograr impunidad. Han transformado al «relato» en una suerte de verdad revelada por Dios y consideran enemigos de la fé a todos los que piensan distinto y denuncian las arbitrariedades, los privilegios, los abusos y la corrupción. La Cámpora pretende ser una Cuardia Revolucionaria.

Afortunadamente para Irán y para el Mundo, el voto popular está ayudando a que los dirigentes políticos más esclarecidos comiencen a proponer cambios muy parecidos a los que necesitará nuestro País a partir de que elijamos un nuevo Gobierno.  Un cable reciente de Reuter América Latina reporta muy interesantes declaraciones del presidente Iraní Hassan Rouhani.

Si esto está ocurriendo en Irán, tengo la esperanza que a partir del 10 de diciembre de 2015 podamos leer el siguiente texto en un cable de la misma agencia noticiosa:

«El presidente electo Argentino llamó el domingo a una menor intervención estatal en los negocios y a que se termine el aislamiento internacional de Argentina, para poder rescatar a una economía dañada por sanciones, corrupción y malos manejos. Su petición, en un discurso pronunciado ante 1.550 economistas, pareció una crítica contra quienes se oponen a sus esfuerzos de liberar a Argentina de años de manejo económico errático, cuando gobernaba Cristina Kirchner».

«Nuestra economía no prosperará mientras siga monopolizada (por el Gobierno). La economía debe deshacerse del monopolio y permitir la competencia», declaró el nuevo presidente. (La economía Argentina) debe liberarse de la especulación de gente que maneja información privilegiada, tiene que ser transparente, todas las personas tienen que conocer las estadísticas. Si podemos llevar transparencia en nuestra economía, podemos combatir la corrupción».

Agregó: «Nuestra vida política ha mostrado que no podemos tener un crecimiento sustentable mientras estemos aislados».

«El nuevo presidente fue elegido en 2015 con la promesa de resolver el estancamiento en las negociaciones con las potencias mundiales y de poner fin a las sanciones que ahogan al país. Los poderosos miembros de la Cámpora, que son contrarios a Occidente, y que se reportan ante Cristina Kirchner, desconfían de las negociaciones con los Estados Unidos y algunos dirigen empresas cuyo dominio en la economía ha crecido durante el auto-aislamiento».

«El llamado del Presidente electo se alinea con interés en que exista una mayor voz del público en los asuntos estratégicos, temas en los que tradicionalmente es Cristina Kirchner quien tiene la última palabra. Pidió a los economistas que aportasen soluciones para mejorar el manejo estatal de los subsidios, los impuestos, la deuda y el sistema financiero.»

Para redactar este cable imaginario sólo reemplacé en el cable de Reuter, Irán por Argentina, al presidente iraní Hassan Rouhani por  el presidente electo de Argentina, Alí Kamenei por Cristina Kirchner y la Guardia Revolucionaria Islámica por la Cámpora. Ojalá el futuro presidente de Argentina se mire en el espejo de Irán y no en el de Venezuela.

 

 

Cristina debería imitar a Dilma

En Febrero de 2003, apenas asumido Lula Da Silva como Presidente de Brasil escribí un post titulado: «Duhalde, Carrió y Kirchner deberían imitar a Lula, no sólo admirarlo». Hoy, luego de leer en La Nación el artículo de Alberto Armendariz, creo que vale la pena recomendar a Cristina Kirchner que imite a Dilma Rousseff.

Cristina se regocijó con el triunfo de la candidata del PT frente a Aecio Neves tal como Duhalde, Carrió y Kirchner en 2003 se regocijaban con el triunfo de Lula frente a José Serra. Pero Dilma, como entonces Lula, en lugar de implementar políticas populistas como las que pregonaron en sus respectivas campañas electorales, demuestra mucha sensatez y se apresta a hacer lo que prometía su contrincante.

Cristina ni siquiera tiene el condicionante de haber prometido una cosa y tener que hacer otra. Es tan obvio que Argentina necesita un duro ajuste fiscal para reconquistar estabilidad y credibilidad, que si Cristina actuara con sensatez, lejos de estar defraudando a quienes la votaron, podría incluso recuperar algo de la confianza que ha perdido por perseverar en políticas que han llevado a la economía de Argentina al borde del abismo.

El nuevo régimen monetario que necesita Argentina

En una conferencia que pronuncié en el Instituto Tecnológico de México durante mi visita a ese país con motivo de la reunión anual del Foro Iberoamérica, pude explayarme sobre el régimen monetario que necesita Argentina para restablecer la estabilidad. La exposición es un poco larga, pero estoy seguro que algunos visitantes del blog la encontrarán de interés. Aprovecho para desearle a todos los amigos una muy Feliz Navidad.

 

El deterioro de la competitividad es estructural

Prácticamente todos los economistas que comentan la coyuntura económica argentina sostienen que existe un deterioro de las exportaciones que atribuyen al atraso cambiario en el mercado oficial y confían en que una fuerte devaluación podrá revertir ese fenómeno a partir de 2016, luego de que se produzca el cambio de gobierno.

Las estadísticas oficiales del intercambio comercial argentino, que traen datos hasta el mes de octubre inclusive, muestran una caída interanual (los primeros 10 meses de 2014 contra el mismo período de 2013) del 11 % en dólares corrientes. Parte de esta caída se explica por la disminución de los precios, pero se está produciendo también una importante caída de los volúmenes exportados. Los datos sobre índices de precios y cantidades del comercio exterior que reportan información hasta el tercer trimestre de 2014 muestran que en comparación con los mismos tres trimestres iniciales de 2013, los volúmenes exportados cayeron 9,4 %. Y las exportaciones a precios constantes, que reportan las estimaciones oficiales de las cuentas nacionales, muestran una caída del 7 % entre el primer semestre de 2014 y el mismo semestre de 2013.

En realidad esta tendencia a la declinación ya se había observado durante 2013. Las exportaciones a precios constantes declinaron 4 % en 2013 con respecto a 2012. Si se observa la evolución del tipo de cambio real, tanto bilateral (pesos por dólar) como multilateral (pesos por una cesta de todas las monedas importantes de nuestro comercio exterior), que había disminuido entre 2003 y 2011, osciló desde entonces alrededor de un nivel prácticamente constante, así que el deterioro de las exportaciones observado durante 2013 y, en forma más acentuada, en lo que va de 2014, debe obedecer a otras causas más que al deterioro del tipo de cambio real.

Tipo de Cambio Real 1991-2014

En realidad, el desestímulo que vienen sufriendo, de manera más evidente durante 2013 y 2014, tanto las exportaciones de origen agropecuario como las de origen industrial e incluso las de servicios, tiene un origen estructural, que sólo se va a revertir con cambios mucho más profundos e integrales. Esos cambios no van a poder ser reemplazados por una fuerte devaluación de la moneda. Por el contrario, una fuerte devaluación de la moneda puede crear la ilusión de que es posible continuar mucho tiempo sin corregir esos problemas estructurales y, por consiguiente, las exportaciones seguirán desestimuladas.

Para entenderlo hay que observar un cuadro que incluí en mi libro Camino a la Estabilidad y que ahora he actualizado con los últimos datos anuales disponibles.  Se trata de la comparación de la performance exportadora entre dos períodos de 10 años cada uno: el de la convertibilidad (1991-2001) y el del gobierno de los Kirchner (2003-2013). Cuando se comparan los valores a dólares corrientes de las exportaciones, se obtienen resultados engañosos, porque los precios de exportación fueron mucho más altos en el período 2003-2013 que en los años de la convetibilidad. La comparación relevante es la de las exportaciones a precios constantes, o lo que es prácticamente lo mismo, los volúmenes físicos exportados.

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Como puede apreciarse en el cuadro, las cantidades exportadas aumentaron 135 % entre 1991 y 2001 y sólo 26 % entre 2003 y 2013. Las exportaciones primarias (mineras y agropecuarias) que habían aumentado 95 % entre 1991 y 2001, sólo aumentaron 28 % entre 2003 y 2013. Para las manufacturas de origen agropecuario los guarismos son 71% durante el primer período y sólo 29 % durante el segundo. Las manufacturas de origen industrial, que son probablemente el mejor indicador del desarrollo industrial sostenible en el tiempo, habían aumentado 175 % entre 1991 y 2001 y sólo 96 % entre 2003 y 2013. Y las exportaciones energéticas, que durante la convertibilidad habían aumentado 323 %, durante los años del Kirchnerismo disminuyeron 72%!

Resulta claro que, en todos los sectores de la economía, el dinamismo exportador fue mucho menor en el segundo de los períodos comparados. Esta declinación de la performance exportadora contradice el argumento de que el tipo de cambio real alto es el que determina la competitividad de la economía. Si vuelve a observarse el gráfico de la evolución del tipo de cambio real, se puede constatar que en ningún momento del período 2003-2013 el tipo de cambio real fue inferior al de diciembre del 2001 (nivel que prevaleció a lo largo de prácticamente todo el período de la convertibilidad) Incluso ahora, cuando muchos hablan de que en el mercado oficial la moneda argentina esta sobrevaluada (o lo que es lo mismo, que el tipo de cambio está fuertemente atrasado), el tipo de cambio bilateral excede al de diciembre de 2001 en un 8 % y el multilateral está un 49 % por arriba de aquel nivel.

¿Como se explica que habiendo sido el tipo de cambio real mucho más alto y, aparentemente, mucho más favorable para las exportaciones, el desempeño exportador haya sido claramente inferior en los años del Kirchnerismo? La respuesta es relevante para pensar cómo se puede resolver el problema hacia el futuro.

En primer lugar hay que tener en cuenta que durante los años de la convertibilidad hubo un gran avance en materia de infraestructura en general, en particular la infraestructura energética, de transporte y de comunicaciones. Por el contrario, este avance, que siempre hay que medirlo en comparación con el que también se da en el resto del mundo con el que tenemos que competir, fue más lento durante los años del Kirchnerismo. Y, en materia energética se produjo un importante retroceso. Sin duda la infraestructura es muy importante para la competitividad.

En segundo lugar, durante los años de la convertibilidad no existieron impuestos a las exportaciones y, por el contrario, se devolvían los impuestos internos pagados sobre los insumos. Desde 2003 en adelante se aplicaron retenciones a las exportaciones. No sólo a las agropecuarias, sino también a las industriales y a las de las economías regionales. Y los reintegros de impuestos se redujeron y, en muchos casos, se eliminaron. En general, la presión impositiva como determinante de los costos de producción, tanto de la producción interna como de la exportable, fue mucho mayor en los años del Kirchnerismo.

Las restricciones a las importaciones y la protección a la producción competitiva con importaciones, encarecen los costos de las actividades exportadoras. No sólo aumentan los precios de los productos importados y competitivos con importaciones, sino que permiten también un aumento de los precios relativos de los bienes y servicios que no entran en el comercio exterior pero que determinan el costo interno de las exportaciones. En otros términos, la política arancelaria y de restricciones al comercio exterior hicieron renacer el sesgo anti-exportador que había tenido la economía argentina durante las décadas anteriores a la convertibilidad.

Los controles de cambio y el popularmente denominado «cepo cambiario», acompañado de una fuerte emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, al crear una brecha importante entre el tipo de cambio libre o paralelo y el tipo de cambio oficial, acentúa el sesgo anti-exportador, no tanto porque indica un atraso en el tipo de cambio sino porque induce aumentos de precios y costos internos a un ritmo mucho más parecido al del mercado paralelo que al del tipo de cambio oficial.

Quienes argumentan que los problemas de pérdida de competitividad tienen su origen en el supuesto atraso cambiario que se habría producido desde que el gobierno de Cristina Kirchner abandonó el «modelo de tipo de cambio real competitivo» y sostienen que el problema se arregla con políticas que recreen las condiciones que emergieron de la pesificación y la fuerte devaluación de 2002, pueden llegar a equivocar el rumbo del próximo gobierno. Esto ocurriría por no advertir que todos los factores que explican la pérdida estructural de competitividad aparecieron, precisamente, porque la fuerte devaluación creó colchones que el gobierno aprovechó para aplicar impuestos distorsivos, introducir congelamiento de tarifas y controles de precios, repartir protecciones ineficientes, inducir inversiones que no contribuyen a aumentar la productividad y terminó instalando el cepo cambiario como única forma de contener la fuga de capitales.

Para revertir la pérdida estructural de competitividad que se produjo a lo largo de la última década será necesario implementar, desde el vamos, un plan de estabilización que cree el espacio político para un replanteo integral de las reglas de juego de la economía. Reglas que permitan reinsertar a Argentina de manera eficiente en las corrientes internacionales de comercio e inversión y que restablezcan los equilibrios macroeconómicos, sin producir redistribuciones extremas de riqueza que sólo son un preámbulo de crecientes conflictos sectoriales y sociales. De esto trata, precisamente, mi libro «Camino a la Estabilidad».

 

 

 

 

 

El error de Duhalde y Alfonsín… según Novaro

Hoy me pasé el día contestando preguntas y comentarios a raiz del post que subí ayer sobre la Ley de Convertibilidad y la Escuela Austriaca. Ya es muy tarde, pero no puedo irme a dormir sin mencionar que me desilusionó mucho el artículo que leí ayer en La Nación, escrito por el prestigioso polítologo Marcos Novaro.

Cuando ví el título pensé que mencionaría que fue un grave error haber alterado el funcionamiento normal de nuestro sistema democrático al apoyar, como Duhalde y Alfonsín lo hicieron, el Golpe Institucional de diciembre de 2001 que forzó la renuncia de De la Rúa. Grande fué mi sorpresa cuando señala como error de Duhalde el no haber elegido a dedo a Lavagna, como candidato a la Presidencia, como lo hizo con Kirchner. Y como error de Alfonsín, haber privilegiado su intento de preservar al Partido Radical residual en lugar de seguir aliado a Duhalde y darle continuidad a su gestión a través de Lavagna, como candidato apoyado por ambos.

En todo caso, y refiriéndose a la elección del 2003, yo hubiera esperado que un polítólogo de la estatura de Novaro, que me consta que siempre bregó por la existencia de buenas instituciones políticas, hubiera señalado como error de Duhalde, no haber trabajado para que el Justicialismo unido, hubiera elegido a su candidato en internas democráticas y, como error de Alfonsín, no haber invitado a Carrió y a Lopez Murphy a volver al Partido Radical y competir en una interna entre ellos y Leopoldo Moreau. De haberse dado este proceso, que dos líderes históricos del nivel de Duhalde y de Alfonsín, actuando como estadistas, podrían haber inducido, los candidatos para la elección final hubieran, seguramente resultado ser Carlos Menem y Ricardo López Murphy. Y muy probablemente, Lopez Murphy hubiera sido elegido Presidente de la Nación. Por el contrario, el empeño de Duhalde y de Alfonsín fue, precisamente, hacer todo lo necesario para impedir la llegada de Menem y de López Murphy, simplemente porque los consideraban liberales o noventistas. Craso error!

Pero mi mayor decepción radica en haber encontrado el siguiente párrafo en el artículo de Marcos Novaro:

«La novedad iniciada con la devaluación y la subsiguiente estabilización, conducida primero por Remes Lenicov y luego por Roberto Lavagna , residió en que por primera vez en décadas una crisis cambiaria no era seguida en la Argentina de un ajuste caótico y una aceleración prolongada de la inflación. Y que, al contrario, la ganancia para la competitividad de la producción se acompañara de un aumento sostenido tanto de la recaudación fiscal, que proveyó una base inéditamente sólida para el superávit de las cuentas públicas, como de un amplio superávit comercial y un aumento de la tasa de inversión, primero en las actividades exportadoras y al poco tiempo extendida a muchas otras.»

«Que el superávit fiscal se lograra con algunos tributos de emergencia (como las retenciones y el impuesto al cheque) no significaba que no pudiera convertirse, pasada la crisis, en una conquista más firme asentada en otros menos distorsivos. Y que el dólar se estabilizara en niveles que imponían en principio un bajo nivel salarial no significaba que, a través de la generación de empleo productivo, no se pudiera con el tiempo reequilibrar la productividad con el bienestar de la población. El círculo virtuoso de movida permitió que los capitales fugados comenzaran a volver y que un mercado libre de cambios fuera compatible, ya en la segunda mitad de 2002, con una tasa muy baja de inflación y una expansión de la actividad superior al 10%.»

La pesificación forzada de todos los contratos en dólares, que fue el verdadero default de la deuda, provocó no sólo una fortísima devaluación del Peso sino que produjo el ajuste caótico más grande que registra la historia económica de la Argentina. La PBI cayó 5 % adicional a la caída que traía desde 1999, los salarios reales y las jubilaciones, en términos de poder adquisistivo, cayeron entre 25 y 30 %, la desocupación saltó del 18% en Octubre de 2001 a 24 % en mayo de 2002, el índice de pobreza aumentó del 34 al 53 % y se mantuvo en ese nivel en los dos próximos años,  se les quitó 30 mil millones de dólares a los ahorristas que se transfirieron como beneficio a los empresarios endeudados en dólares y la inflación del año 2002 fue del 41 %.  La tasa de inversión cayó durante 2002 y durante 2003 y 2004 se mantuvo todavía por debajo de la que existió en la década de la convertibilidad. La historia económica Argentina no registra ningún otro ajuste más caótico y más extremo que el del año 2002.

Que la tasa de inflación declinara en el segundo semestre del 2002 fue el resultado de haber congelado salarios nominales, de haber impuesto retenciones a las exportaciones y congelado los precios de todas las tarifas de servicios públicos, desde la energía hasta los transportes, pasando por el agua, las comunicaciones y varios más. Violando, por cierto, todos los contratos de concesión. Todas estas medidas fueron la causa de todos los fuertes desequilibrios entre la demanda y oferta de bienes y servicios en los sectores afectados por el intervencionismo estatal que se acumularon en los últimos 12 años, además que crearon el problema de inflación reprimida que estuvo permanentemente presente a lo largo de todo ese período y que hoy es un grave obstáculo para cualquier plan de estabilización que quiera aplicar un futuro buen gobierno.

La recaudación fiscal durante 2002 aumentó sólo el 10% en términos nominales, a pesar que se impusieron retenciones a las exportaciones, el impuesto distorsivo que más efectos negativos provocó a lo largo de los últimos 12 años.

El superávit comercial no fue fruto del aumento de las exportaciones sino de la fuerte caída de las importaciones, consecuencia de la acentuación de la recesión y del bajísimo nivel de inversión del año 2002 y siguientes. Las exportaciones lejos de aumentar en 2002, como lo había seguido haciendo en 2001 luego de aumentos durante todo el período de la convertibilidad, cayeron durante el año 2002, a pesar de que ya en el segundo semestre los términos del intercambio externo comenzaron a mejorar a partir del segundo semestre de ese año. El superávit comercial, lejos de servir para aumentar el nivel de reservas sólo sirvió para que durante 2002 se fugaran 5 mil millones de dólares. Las reservas bajaron de 15 mil millones de dólares al final de la convertibilidad a sólo 10 mil millones al final del 2002.

Todo este ajuste catastrófico e injusto se podría haber evitado si con apoyo de Duhalde y de Alfonsín, De la Rúa hubiera continuado en el poder y yo hubiera podido concluir con la reestructuración ordenada de la deuda, que estaba en marcha y no iba a dejar holdouts. Terminada la reestructuración de la deuda, que iba a significar una reducción de la factura anual de intereses de 7 mil millones de dólares, podría haberse dejado flotar el peso, sin pesificar. La devaluación no hubiera resultado mayor al 30 %. El verdadero error de Duhalde y Alfonsín fue no haber defendido al gobierno que había sido elegido por el pueblo dos años antes y no haber apoyado la gestión que yo estuve haciendo hasta último momento para lograr que el FMI nos enviara los fondos que había comprometido pocos meses antes.

En fin, no sé con base en qué interpretación económica de la realidad de 2002 basa Marcos Novaro su conclusión, pero valdría la pena que lea mi libro «Camino a la Estabilidad». en especial el capítulo tercero que se titula «La explicación Lavagnista de la inflación». A pesar de que estoy en el exterior se lo voy a hacer llegar mañana a través de José Luis Gimenez.