“A los argentinos les importa más el pasado que el futuro”

Escribe Ezequiel Burgo 

Domingo Cavallo antes citaba a los periodista en el coqueto Café Tabac para charlar. Ahora, estando de paso por Washington DC, lo hace en un Starbucks, algo así como el Mc Donald’s para tomar el café que hoy ofrece el Primer Mundo. El sueldo de un profesor en Harvard no da para lujos. “La gente piensa que estas universidades pagan bien, pero no es tan así”.

El ex ministro llegó caminando con paso tranquilo y disfrutando de un tibio sol a las 8 y media de la mañana. Había poca gente en la calle. Pidió un café y un croissant que devoró en un minuto. Y enseguida se puso a hablar de los principales temas que se trataron en la Asamblea Anual del Fondo: economía de Estados Unidos y China. Más tarde vino la conexión de estos problemas con los mercados emergentes y luego su verdadera pasión: la economía y la política argentina. “En la Argentina no esta dado el clima para una discusión de los temas que verdaderamente importan para el futuro del país”, dice.

Piensa que el actual estado de la economía global es para analizar muy a fondo y que no debe menospreciarse. “pero dada la coordinación que hoy hay entre los policy makers de todo el mundo, no creo que haya un ajuste de Estados Unidos que implique un brusco aumento de tasas de interés”.

El Economista: – ¿Es decir, que no es pesimista con respecto al futuro de la economía global?

Domingo Cavallo: – Mi impresión es que el grado de dialogo e interacción que hoy hay entre los responsables de manejar las economías de l mundo va a permitir finalmente que se coordinen acciones conducentes a corregir los desequilibrios globales. Además creo que va haber tiempo, porque yo no pienso que de repente el mundo pierda confianza en Estados Unidos como lugar donde conservar el valor de sus ahorros. Mientras eso no ocurra no tiene porqué haber un aumento en la tasa de interés de largo plazo. Lo ideal sería lo que recomienda Lawrence Summers, presidente de la Universidad de Harvard: hay que seguir una estrategia gradualista y coordinada con el G-20 que incluye a la India y Brasil.

EE: – ¿Cómo ve a los países emergentes, incluida la Argentina?

DC: – Creo que entre los emergentes es muy diverso el panorama. Hay un elemento común a todas estas economías y es la tasa de interés internacional todavía baja. Los spreads han estado cayendo también, con lo cual ha habido capital disponible para estas naciones. Un grupo de ellas, el que esta haciendo reformas y esta trabajando para que la inversión sea suficiente, representa a las economías que van a tener crecimiento no solamente del producto corriente sino del producto potencial, esto es, la capacidad instalada que es lo importante para que el proceso de expansión sea sostenible en el tiempo. Otras economías en cambio, que en la actualidad se benefician con el flujo positivo de capitales y los altos precios de las commodities, no están abriendo oportunidades nuevas de negocios y tampoco están llevando a cabo las inversiones con eficiencia.

EE: – ¿Se refiere a la Argentina concretamente?

DC: – Bueno, en el caso de la Argentina hay dos problemas. Primero, podemos llegar a tener un problema con la calidad de las nuevas inversiones porque no estan funcionando bien los mecanismos de mercado que deberían orientar de manera eficiente esos capitales. Segundo,  podemos tener un problema de escaso monto de inversión que no alcance para mantener un ritmo sostenido de crecimiento.

EE: – ¿De que depende, según usted, que se vuelva a los niveles normales de antes?

DC: – Tanto el monto de la inversión como la calidad de ésta, depende de las reglas de juego de la economía. El problema de la Argentina es que las tenía y ahora ya no las tiene más. Lo que el gobierno debería hacer es clarificar cuales son estas reglas de juego. A lo mejor lo hará una vez que termine de reestructurar la deuda… pero por el momento si a alguien le preguntan cuales son las reglas de juego de la economía argentina le resulta muy difícil responder. Por ello no me queda claro que pasará en el futuro con la economía; cuanto se va a invertir, como se va a financiar esa inversión y sobre todo de que calidad será esa inversión. Es decir, la gran pregunta acá es ¿cómo van hacer para aumentar la capacidad instalada de la Argentina?. Ese es el tema clave para la sostenibilidad del crecimiento.

EE: – ¿lo que usted menciona, dos tipos de mercados emergentes, es por la imagen distinta que dan Brasil y la Argentina hoy en el mundo?

DC: – Brasil no alteró sus reglas de juego, sigue trabajando en el perfeccionamiento de la organización de su economía. Además ellos no dejaron de cumplir con los contratos y sus obligaciones. Son considerados como una economía normal. La Argentina transmite una imagen que todo lo que se hizo en los noventa se hizo mal, que fue un fracaso total. Pero resulta que hoy se critica el pasado cuando nadie todavía sabe muy bien como va a ser la economía en el futuro. Es decir, se preocupan más por el pasado que por el futuro.

EE: – Sin embargo hay quienes dicen que la economía argentina hoy tiene de heterodoxa solamente la impronta. Que hay cuestiones ortodoxas que se mantienen a rajatabla: la necesidad de un superávit, la disciplina monetaria.

DC: – La clave de los noventa fue utilizar mecanismos de mercado y tratar de dar seguridades que se iban a cumplir las reglas de juego y los contratos. En ese sentido yo creo que de los 90 queda muy poco. Estos eran los principios básicos de aquella organización económica y que hoy han desaparecido. Y repito, no se sabe bien con que se los va a reemplazar. En todo caso, lo que queda de los noventa es la gran inversión que hubo y la creación de capacidad productiva que aún perdura y que resulta útil para esta reactivación que hubo en los últimos años.

EE: – Da la sensación de que el crecimiento que hoy la Argentina experimenta es más “sólido y menos histérico” que el que tuvimos en la década pasada ¿no es así?

DC: – Mire, a esta altura no me quedan dudas de que todo país que crece rápido y utiliza más ahorro externo está más expuesto al humor del mercado. Para poder sustraerse a los vaivenes de los movimientos de capitales hay que tener mucho ahorro interno, como China o como otros países asiáticos. Ojalá la Argentina pudiera encontrar la fórmula para tener mucho ahorro interno, como por ejemplo Chile, que tiene 25 puntos de su PBI. Nosotros en el año que más alto ahorro tuvimos, este fue 16 – 17 %. Y para tener una tasa de inversión adecuada de 20% del producto hemos tenido que recurrir a un ahorro externo del 3% del producto. Yo creo que un país puede tener estabilidad monetaria y financiera recurriendo a un ahorro externo del 3 o 4 % del producto. Claro, siempre y cuando ese ahorro sea muy bien invertido.

EE: – Pero cuando estuvimos en los mercados de capitales nos fue pésimo…

DC: – El problema de la Argentina de los 90, sobre todo en su segunda mitad, es que ese ahorro no se invirtió bien porque cuando empezó la expansión del gasto en las provincias y el endeudamiento de éstas con el sistema bancario, comenzaron a distraerse recursos para gastos no productivos. Cuando uno accede al crédito y la utilización de éste no es buena ni eficiente, es obvio que uno se torna más vulnerable. Las crisis financieras tienen su origen en la mala utilización del crédito y no en la mera llegada de ese dinero. Si éste tiene un buen uso, no tiene porque haber crisis. En cambio si se despilfarra la plata, los acreedores desconfían de la capacidad del país para pagar. En mi opinión, el centro de cualquier estrategia de crecimiento está en el monto de la inversión, pero sobre todo en la calidad de ésta. Yo creo que la eficacia de las reglas de juego de la economía se mide por el nivel de inversión que es capaz de generar y sobre todo la calidad, insisto.

EE: – ¿Qué opina del tema de la deuda de la Argentina?

DC: – Si el gobierno pone voluntad lo termina resolviendo, es un tema que se puede arreglar porque los acreedores tienen muy poco de donde agarrase, entonces vana terminar aceptando lo que la Argentina les proponga. Uno puede discutir en el margen si se ofrece un peso más o menos. Pero para mi, esto se arregla. Además, no me parece que el tema de la deuda hoy por hoy sea el problemas más difícil ni el tema más relevante. Sería bueno en todo caso, que el tema de la deuda dejara de ser algo conflictivo para que los dirigentes argentinos piensen en las nuevas reglas de juego de la Argentina.

EE: – Cuándo se critican los 90 ¿Usted se siente directamente aludido?

DC: – Depende de que es lo que se critique. Por ejemplo el Director del FMI, Rodrigo de Rato, el otro día correctamente señaló que el gran problema de la Argentina en la década pasada fue el gran gasto y endeudamiento que hubo en las provincias. Yo estoy de acuerdo y además creo que ese fue el gran defecto de la segunda mitad de la década. Ahora cuando critican las privatizaciones energéticas o de los puertos ahí sí me siento aludido porque yo fui el responsable de esas privatizaciones y creo que las críticas son totalmente injustas porque son casos modelos. Pero igual creo que acá no es cuestión de sentirse aludido o no en el plano personal, lo importante es que en la Argentina quede claro qué ideas de organización económica son conducentes a la solución de los problemas y qué ideas no lo son.

EE: – ¿Y como ve al país preparado para ese debate?

DC: – Siento que en la Argentina no hay una discusión abierta, sincera y respetuosa de todas las alternativas que deberían considerarse para cuando la economía se normalice. Predomina el agravio y no hay absolutamente nada que se le parezca a una discusión constructiva para el futuro. Pero deben hacerse esfuerzos para seguir adelante. Por ejemplo debemos entender que el aislamiento de la Argentina y el encerramiento del país no conducen a buen puerto.

EE: – Mucha gente se pregunta por qué cuando Kirchner critica a los 90 a usted no lo menciona.

DC: – Bueno, tampoco el ex Presidente Eduardo Duhalde me ha criticado. Que los lleva a no mencionarme yo no lo sé. Los que siempre me pegaron fueron los radicales. Otra persona que agravió muchísimo y que contribuyo a la desestabilización fue Carrió, una dirigente con actitudes anárquicas. Parecería que ahora utiliza un discurso institucionalista, parecido al de Lopez Murphy, pero nada que ver…

EE: – Precisamente ¿Cómo lo ve a Lopez Murphy ocupando su espacio?

DC: – Lo veo haciendo un enorme esfuerzo por ubicar la discusión sobre la realidad argentina y sus problemas sobre donde debería estar realmente. Pero veo que tiene severas limitaciones para llegar con su mensaje. A mi me pasó lo mismo. Me asombra que el sector empresario, que debería entender los valores y las ventajas de una economía de mercado que el propone, no lo apoye más.

EE: – ¿Entonces la unica alternativa viable que ve hoy para gobernar en la Argentina es el Peronismo?

DC: – Hoy por hoy la única organización política que parece poder acceder al poder y permanecer en él es el Peronismo. Es un partido que no se une por ideas compartidas sino por esa capacidad para acceder al poder y aún con todos sus errores, ha ofrecido liderazgos capaces de conducir al país.

Domingo Cavallo rompe su silencio

Publicado por el diario de Chile «El Mercurio» En el noveno piso de un edificio bostoniano vive hoy junto a su señora el ex ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo. El gran ventanal de su living comedor le da una vista privilegiada al ahora congelado río Charles y a la universidad de Harvard, donde actualmente se desempeña como docente.

Su departamento es sencillo pero acogedor, con varios arreglos florales y fotos familiares. El que más destaca es el retrato de su primer y único nieto, Daniel, que nació hace sólo dos meses.

Sus tres hijos viven hoy en EE.UU.: la mayor y madre de Daniel, en Washington y los hombres, también casados, los tiene aún más cerca: uno estudia en el MIT, mientras que el otro está en Harvard, la misma casa de estudios donde Cavallo se doctoró hace casi 30 años.

A Cavallo le ha cambiado mucho la vida desde que dejó el Ministerio de Economía a fines de 2001, en medio de una revuelta popular que desencadenó el gran golpe institucional en Argentina.

Desde hace un año se encuentra en Boston como profesor visitante de Harvard, dictando la cátedra Robert Kennedy sobre estudios latinoamericanos. Se le ve tranquilo y relajado.

En cuanto a su actividad profesional, actualmente está dictando junto al profesor brasileño Roberto Mangabeira Unger el curso América Latina y el Consenso de Washington, además de escribir artículos y libros y de participar en seminarios a los que es invitado en todo el mundo.

– ¿Cómo han sido estos dos años fuera del poder político? ¿Cómo ha sido la experiencia de pasar de súper ministro a la vida académica?

«Muy tranquilos, con mucho tiempo para la reflexión y para escribir. Tiempo para dedicar a la familia y para volver a la vida académica y a estar en contacto con la juventud, que es algo muy lindo. Ha sido una especie de relajo después de muchos años de una actividad súper intensa, una especie de descanso del guerrero».

– ¿Este descanso es sólo una tregua del guerrero para después volver al mundo político?

«Uno nunca sabe lo que le depara el destino. Yo siempre tengo mi mente puesta en la Argentina. No tomé una decisión de vivir permanentemente en el extranjero. Se me presentaron estas oportunidades de enseñar primero en la Universidad de Nueva York y ahora en Harvard y acepté esos desafíos que me resultan muy agradables. Pero cuanto antes pueda volver a Argentina, mejor para mí y para toda mi familia».

– La cátedra que está dictando termina a mediados de año. ¿Cuáles son sus planes inmediatos después de eso?

«Pienso viajar mucho, pero probablemente vuelva a vivir el resto del año en Argentina».

– ¿Y piensa volver a la política contingente en Argentina?

«Voy a volver a hacer la actividad profesional que siempre desarrollé. Pero cuando uno se ha metido en política, obviamente que tiene su mente puesta en los problemas del país».

Errores del pasado

– Cuando usted renunció, le pidió disculpas al pueblo argentino porque consideraba que todos quienes estaban en el gobierno eran responsables de alguna manera de la crisis a la que se había llegado. Ahora que han pasado dos años, ¿qué le diría a los argentinos?

«Creo que todos los dirigentes políticos que hemos estado en la Argentina tenemos que pedirle disculpas al pueblo, porque obviamente hemos cometido errores. Lo importante es que los argentinos no perdamos el espíritu de lucha y que todos advirtamos que el potencial de nuestro país es muy grande y rico».

«Argentina está experimentando hoy una reactivación muy importante y creo que eso es consecuencia de un proceso de modernización y capitalización de muchos sectores clave de la economía argentina, que ocurrió en la década de los noventa».

– ¿A qué tipo de errores de refiere? ¿Qué cosas no debieran haberse hecho?

«El gran problema de Argentina a lo largo de su historia, que lamentablemente se ha repetido en la segunda mitad de los noventa, es el exceso de gasto sobre todo en las provincias, y el exceso de endeudamiento de las provincias con el sistema financiero».

«La dirigencia política, en vez de tomar el toro por las astas, prefirió provocar una situación de caos a fines de 2001 y comienzos de 2002 y reducir todos los salarios en un 30% – 40%, a través de una fuerte inflación y de una devaluación».

«Creo que toda la dirigencia política tiene que procurar hacia el futuro hablarles a los argentinos con la verdad y no simplemente tratar de echar culpas a los que estuvieron antes y hacerle soportar al pueblo sacrificios enormes».

– Usted habla de la dirigencia política en general, pero hay muchos argentinos que lo culpan directamente a usted y a sus medidas, como la convertibilidad y el corralito, de la crisis que vive Argentina hasta hoy.

«Eso dicen los responsables del caos. Eso dice, por ejemplo, Eduardo Duhalde o Raúl Alfonsín. En realidad, la dirigencia bonaerense, que nunca fue votada por el pueblo pero que gobernó desde 2002 hasta principios de 2003, engañó terriblemente a todos los argentinos».

«Después de haber provocado la pérdida del crédito de la Argentina, decidieron voltear a un gobierno para adoptar la pesificación y devaluación, que resolvió el problema de endeudamiento de ellos y de los empresarios que les proveyeron financiamiento y los apoyaron mediáticamente, pero arruinó a todos los argentinos, porque erosionó sus ahorros y produjo una reducción de los salarios».

«Dentro de esta campaña mediática, para sacarse el fardo de encima, le echaron la culpa a la convertibilidad y al corralito, cuando éstos fueron en realidad dos elementos disciplinadores de una situación que desbordaba por todos lados a causa del exceso del gasto público y del endeudamiento de las provincias».

– ¿Cree que el corralito era la única salida en ese momento?

«Fue un sistema de control de cambio. No pudimos evitar ponerlo porque tres días antes la subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) había mencionado en Washington que un país que está reestructurando su deuda tiene que poner controles de cambio. Todo el mundo interpretó que Argentina iba atener que hacer eso y sacó su dinero de los bancos. Cuando ocurre eso en cualquier país hay que poner obviamente alguna restricción para el retiro».

Con la conciencia tranquila

– ¿Cómo siente que lo ve el argentino común y corriente?

«Creo que los argentinos de la calle son gente muy inteligente y que a medida que vaya decantando la polvareda, van a descubrir cuál es la verdad».

– Cuando usted va a Buenos Aires, ¿le gritan cosas en la calle?

«No, ahora no me gritan cosas. Además mucha gente me manda correos electrónicos y me da palabras de aliento. Por más que se orquesten campañas fenomenales y por más que el gobierno de Duhalde haya utilizado todo el poder para desprestigiar las políticas de los noventa, el pueblo argentino sabe que hubo un proceso muy importante de inversión y de aumento de productividad que le está permitiendo hoy a la Argentina tener mejores niveles de producción agropecuaria e industrial».

«Ese proceso de modernización le permitió al argentino medio y pobre acceder al crédito, comprar su vivienda y equipar su hogar. Eso es algo que los argentinos no se van a resignar a perder y van a demandar que vuelva a existir en nuestro país».

– ¿Usted se siente absolutamente tranquilo con todo lo que hizo? Si volviera atrás, ¿tomaría las mismas decisiones?

«Por supuesto que trataría, por ejemplo, de denunciar el sobregasto de la provincia de Buenos Aires y el endeudamiento con el banco de la provincia con mucho mas énfasis de lo que hice en 2001. Mi actitud en esa oportunidad fue tratar de ayudar a todos los gobernadores y al presidente de la nación a reducir el gasto y resolver el problema del excesivo endeudamiento, sin llegar a una situación de caos».

– ¿No se arrepiente a veces de haber entrado al complicado mundo político, en vez de haberse quedado en el ámbito más académico?

«No. Siempre he sentido una gran responsabilidad con el pueblo por ser una persona formada para el diseño e implementación de políticas públicas. Yo creo que es muy importante que la gente que se siente capaz de hacerlo y que quiere trabajar por el resto se dedique a la política. Estoy muy contento de haber asumido mi responsabilidad como hombre público. Como tal, hay que estar preparado para recibir los reconocimientos, pero también las críticas cuando a uno le va mal, cuando uno se equivoca o cuando las circunstancias lo hacen aparecer como responsable de los problemas».

– En el libro de Mario Vargas Llosa, «Conversaciones en la Catedral», dos personajes se preguntan en qué momento se «jodió» el Perú. Llevando esto a su país, ¿en qué momento diría que se «jodió» un país con tanto potencial como Argentina?

«Hay muchos momentos. Creo que Argentina después de la II Guerra Mundial erró el rumbo, como lo erró toda América Latina con las políticas de sustitución de importaciones y las políticas populistas provocaron malos resultados en la mayor parte de la región, como fue el caso de Chile y Argentina. En nuestro país eso llevó a una hiperinflación».

«En los noventa, Argentina encontró su rumbo para crecer en condiciones de estabilidad, tal como Chile lo había encontrado durante los ochenta. La diferencia es que Argentina no perseveró lo suficiente. En nuestro país, a partir del año 97, se produjo un gasto tan excesivo en las provincias y un endeudamiento tan grande con el sistema bancario, que eso le hizo perder el crédito primero a algunas provincias y luego a la Argentina».

«En vez de trabajar por restablecer la confianza, bajando gasto público y revirtiendo el gasto excesivo de las provincias, una parte de la dirigencia política prefirió volver a la metodología de los ochenta. O sea, tirar sobre las espaldas del pueblo las deudas de quienes habían pedido prestado en exceso y en forma imprudente. Yo diría que Argentina se jodió principalmente a fines de 2001 y principios de 2002 como consecuencia de la captura del poder por quienes representaban a los intereses de los endeudados que estuvieron inescrupulosamente dispuestos a tirar el peso de sus deudas sobre las espaldas del pueblo».

Argentina hoy

– ¿Cómo evalúa la gestión del presidente Kirchner?

«Kirchner ha tratado de conseguir la confianza y el apoyo de los argentinos y en eso ha tenido mucho éxito. En materia económica y en casi todas las materias aún no ha adoptado decisiones. A mí me cuesta decir que la estrategia de Kirchner ha sido equivocada. Algunos se apresuran a decir que él no se preocupa de los temas de fondo. Lo que pasa es que hacer eso cuando uno no tiene el apoyo, puede ser una receta para el fracaso. Cuando un presidente aparece no tomando muchas decisiones pero construyendo poder uno le tiene que abrir un crédito, dar un tiempo, ser paciente y no criticarlo».

– ¿Qué impresión le ha dado hasta ahora el ministro Lavagna?

«Él se limitó a poner una suerte de paño frío en una situación muy caldeada después de la devaluación y pesificación. Como tenía que ser ministro en medio de un proceso electoral, no podía hacer muchas cosas diferentes a las que hizo. Ahora tiene que implementar la estrategia económica del presidente Kirchner, pero yo creo que éste le ha dicho que vayan despacio porque tiene que acumular poder. Objetivamente, ha sido una gestión de muy poca acción, pero la construcción de poder es un paso previo».

– Usted siempre estuvo en contra de la pesificación de la economía de Argentina.

«Yo creo que fue un error garrafal haber pesificado y haber destruido toda la base contractual de la economía. Pero una vez que a los argentinos se les hizo soportar la pesificación, los organismos multilaterales que desde el exterior apoyaron esa política tendrán que aceptar las mismas reglas de juego para ellos».

– ¿No cree que la pesificación de la economía argentina era una decisión inevitable porque en la práctica igual se estaba dando una devaluación de la moneda?

«No. La moneda se comenzó a devaluar precipitadamente cuando se anunció la pesificación. Porque si los argentinos tienen inversiones por US$80 mil millones y de repente se les dice que no son dólares sino pesos, la desesperación de la gente por reconstruir sus portafolios en dólares la lleva a tratar de deshacerse de los pesos y ahí obviamente la divisa norteamericana se va a las nubes. Así que obviamente la pesificación lejos de ser necesaria, hizo que ésta fuera totalmente descontrolada y exagerada». «Menos mal las fuerzas normales de la economía han estado reparando las consecuencias del gravísimo error que significó combinar pesificación con libre flotación de la moneda».

Cavallo: «El modelo chileno es apropiado para Argentina y cualquier país emergente»

Domingo Cavallo, Mingo como a él mismo le gusta llamarse, parece sentirse como en casa en Harvard, donde hoy es Robert Kennedy Visiting Professor in Latin American Studies. Después de haber pasado parte del 2002 y el 2003 en New York University, hoy reconoce que prefiere Boston a Nueva York. Y no es sólo porque en esta universidad obtuvo su doctorado en economía, sino porque aquí estudian también dos de sus tres hijos. Con una actividad académica casi exclusivamente abocada a los temas latinoamericanos, sus cátedras y su consultora en Argentina lo mantienen conectado a su país, al cual podría retornar al término del año académico en Estados Unidos. Quizás por lo mismo, advierte que no quiere comentar la negociación que enfrenta el gobierno de Kirchner con el FMI a raíz de la deuda externa -«porque no quiero influir sobre un proceso en marcha», explica.

Aún así, es claro que este economista de 57 años plantea su alejamiento de la política como algo transitorio, y que como él mismo lo afirma en esta entrevista, las circunstancias en su país marcarán la pauta de su regreso a la contingencia más dura. Mientras aguarda ese momento, Boston y la academia parecen el perfecto lugar para revisar la crisis que vivió Argentina -sobre la cual ha escrito varios papers aquí en Estados Unidos-, examinar las responsabilidades envueltas y analizar sobre la contingencia política y económica de la región.

América Latina vive un buen momento debido en parte a la mayor demanda por commodities que genera el fuerte crecimiento de China. Pero hay dudas sobre si el crecimiento de China es sostenible

La expansión de China es buena para la región, porque se está constituyendo en un motor adicional para el crecimiento mundial. Y creo que va a durar. Es tan grande China y tiene tantas oportunidades de inversión por desarrollar y productividad por generar, que va a tener un proceso muy largo de expansión, como lo han tenido otros países asiáticos en el pasado. Además, se está empezando a gestar una estrategia de desarrollo interesante en India.

¿La inestabilidad política de la región, en particular en Bolivia y Venezuela, y en menor medida Perú, puede opacar este mejor momento económico?

El tema de Venezuela es un caso de vuelta al populismo de los años ’60 o ’70, que está demostrando ser inconducente. No creo que haya ningún progresista en América Latina que tome la experiencia de Chávez como modelo.

Pero está también Bolivia, que enfrenta una fuerte inestabilidad.

El tema Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia tiene un común denominador, que es la mezcla de estos fenómenos de financiamiento provisto por la droga, y el indigenismo pretendiendo cobrar poder, apoyado desde el exterior y planteando una suerte de cambio de sistema que no se sabe en qué consiste, pero que abarcaría no sólo la economía sino la política. Ese es un fenómeno muy peligroso para la democracia de esos países.

Lamentablemente, el retorno del populismo a Venezuela y la actitud de Chávez no ayudan. Pero así como están la mala influencia y el mal ejemplo de Chávez, los países andinos tienen la buena influencia y el buen ejemplo de Chile. Si Chile tuviera gestos de mayor amistad y acercamiento al resto de los países andinos, podría ayudar mucho a frenar este proceso de desestabilización democrática y de reversión de las reformas de mercado que peligrosamente se dan en Bolivia y amenazan a Perú, y eventualmente a Ecuador y Colombia.

¿A qué se refiere con mayor acercamiento por parte de Chile?

Chile tiene la gran ventaja de haber tenido y seguir teniendo éxito económico. Dado eso, podría tener una influencia muy positiva sobre el curso de los acontecimientos en Bolivia, Perú y en todo el resto de los países andinos. Pero creo que requeriría un poco de mayor predisposición de Chile de ayudar a resolver problemas de larga data, como son el acceso la mar de Bolivia y los problemas con Perú.

¿Usted apoya entonces la idea de que Chile le dé a Bolivia salida al mar?

Siempre y cuando Bolivia y Perú consoliden sus regímenes democráticos y sus economías abiertas e integradas al mundo. Chile lo tendría que hacer como una contribución a la estabilidad de la región, así como Alemania concedió muchas cosas para lograr la estabilidad, la paz y el crecimiento de Europa.

Si no hay esa contribución, como usted lo califica, ¿cómo ve las perspectivas para la estabilidad en esos países?

No me gusta ser agorero, pero se están dando situaciones muy peligrosas tanto para el futuro de Bolivia como de Perú y de Ecuador, manifestadas en estos movimientos antisistema.

Esos movimientos también se han dado en Argentina, con los piqueteros, mientras el gobierno de Kirchner ha aislado a su país de la comunidad financiera internacional.

En el caso argentino, fue un primer intento de volver a políticas populistas muy consecuentes con la personalidad y la trayectoria de Duhalde y Alfonsín, y que fue circunstancialmente apoyado por los gobierno provinciales. Pero las consecuencias fueron tan negativas para el pueblo argentino que el mismo Duhalde tuvo que variar la orientación de sus políticas, y ahora Kirchner estoy seguro va a reencauzar la situación.

¿En que dirección? ¿Un nuevo modelo liberal en Argentina?

En la dirección de no mantener a Argentina aislada del mundo y no cerrar oportunidades de inversión, para que ésta pueda retomar un crecimiento vigoroso. Lo que ha habido a partir del año pasado es una vuelta a los niveles razonables de producción y actividad. Pero eso no es crecimiento económico, sino simplemente recuperación del nivel de actividad. El modelo argentino para el futuro no puede ser diferente al que se aplicó y se sigue aplicando en Chile, y que no lo llamaría el modelo del consenso de Washington, ni el modelo neoliberal. Eso es un epíteto que se le ha puesto. Es el modelo de la racionalidad económica y del pleno aprovechamiento de la capacidad productiva y del potencial de crecimiento que tiene un país.

En la definición de las reglas del juego que está pendiente en Argentina ¿es aplicable el modelo chileno?

Cada país tiene su propia historia, pero si por modelo chileno entendemos el haber definido reglas del juego claras, que procuran una creciente integración de Chile al mundo, un alto grado de competencia y transparencia en los mercados, un gran equilibrio fiscal e incentivos al ahorro, sin duda el modelo chileno es apropiado para Argentina, como lo es para cualquier economía emergente.

Pero muchos en Argentina culpan al modelo de los ’90 por lo que pasó en la crisis del 2002.

No, eso de que muchos culpan es una interpretación mediática. Los argentinos son inteligentes y saben que algunas cosas produjeron malos resultados, como el excesivo gasto de las provincias y su endeudamiento. Los políticos que actualmente están en el gobierno, sobre todo los dirigentes provinciales, le echan la culpa a Menem, a De la Rúa, a Cavallo, pero la gente sabe que las responsabilidades por el exceso de gasto fueron de toda la dirigencia entre el ’97 y el ’99.

«El FMI se portó mal»

¿Y cuál fue la responsabilidad del FMI?

La única responsabilidad del FMI es la de haber prometido un apoyo para una reestructuración ordenada de la deuda en el segundo semestre del 2001, y luego no hacerlo. En el momento crítico, el FMI envió señales contradictorias que hicieron interpretar a los populistas argentinos que el Fondo pretendía el default, la devaluación y el caos que sobrevino en el 2002.

Hay quienes critican al FMI por un supuesto doble estándar: impone un severo ajuste fiscal a Brasil, pero con Argentina ha tomado una actitud más paciente, ahora que viene la renegociación…

No, no creo que haya que verlo así. El Fondo se portó muy mal con Argentina en la segunda mitad del 2001, porque debería haber ayudado a Argentina a hacer una reestructuración ordenada de la deuda, tal como lo había prometido en el mes de agosto, y luego no lo hizo. Por lo tanto el Fondo Monetario se siente corresponsable de haber provocado el default y la devaluación, y yo, claramente, lo hago responsable del proceso de pesificación que significó imponerles una quitada a los acreedores internos, que afectó a los ahorristas del sistema bancario y a los titulares de los fondos de pensiones.

Eso llevó a destruir la riqueza financiera de los argentinos y a eliminar los incentivos al ahorro.

Más allá del FMI y de la clase política, la crisis argentina se identificó con usted.

Sin duda hubo una decisión política del gobierno de Duhalde, apoyada por el principal multimedio de la Argentina -el grupo Clarín-, de identificarme a mí como el chivo expiatorio. Pero ahora yá han cambiado, ahora lo tratan de transformar como el chivo expiatorio a Menem y a De la Rua.

¿Y cual fue la responsabilidad de Menem en la crisis?

Tuvo una fortísima responsabilidad política para bien durante un período y para mal en otro. Pero en el desmanejo político y económico del ’97 al ’99 Menem tuvo un colega que es tan o más responsable que él. Y ese colega es Duhalde, porque el desmanejo de esos años fue fruto de la competencia entre los dos por la candidatura presidencial del ’99.

«Se me hizo difícil trabajar en Argentina»

¿Su reclusión en Estados Unidos ha sido un autoexilio dadas las fuertes críticas que enfrentó en su país?

Simplemente yo trabajo donde me ofrecen hacerlo. Con la actitud del gobierno de Duhalde y de la prensa en general, obviamente se me hacía difícil trabajar en la Argentina. Pero yo siempre desarrollé actividades en relación a la Argentina, y aun cuando estuve en actividades académicas, siempre volqué mi experiencia hacia mi país.

¿Quiere volver a participar en política en su país?

Uno nunca sabe si va a volver a participar en política, porque eso no depende tanto de uno sino de las circunstancias.

¿Cómo evalúa lo que han hecho Kirchner y el ministro de Economía Lavagna?

Lo que han hecho desde la segunda mitad del breve período de Duhalde y luego desde que asumió Kirchner es calmar la situación. Pero claramente no han adoptado ninguna decisión que signifique definir un rumbo claro hacia el futuro. Eso es lo que van a tener que hacer y que yo descuento que se va a hacer en el transcurso del próximo año. Yo creo que las va a terminar clarificando en el sentido de restablecer y reparar las reglas del juego que permitieron a Argentina crecer entre el 91 y el 98.

«Washington usó a Argentina como conejillo de indias».

El que fuera «superministro» de economía argentino considera que recuperar la seguridad jurídica y permitir que se revaloricen las inversiones extranjeras son las claves de la recuperación de su país.

Domingo Felipe Cavallo, ex ministro de Economía de Argentina, lleva casi dos años retirado de los intensos focos de la vida pública, y sin embargo todavía levanta pasiones por donde pasa. Cavallo participó en Madrid en el seminario La seguridad jurídica y las inversiones extranjeras en América Latina. El caso argentino, en el que se analizaron las incertidumbres que planean sobre las garantías legales de las inversiones extranjeras en el país, y fue la estrella de la reunión. Ajeno a la opinión extendida en buena parte del pueblo argentino, que lo considera uno de los causantes del desastre que vive el país, huye de la autocrítica. Muy al contrario, lanza sus invectivas contra los Gobiernos que lo antecedieron y que lo sucedieron.

En su conferencia ha sido usted muy crítico con sus críticos…

No, yo simplemente he tratado de describir objetivamente cosas que ocurrieron y que habían sido desvalorizadas en intervenciones anteriores. No es cierto que en mi etapa como ministro se gobernase mediante decretos o se saltasen los trámites legales.

Pero en este seminario se ha puesto de relieve que los gobiernos argentinos han creado mucha incertidumbre sobre la situación legal de las inversiones extranjeras.

En los dos últimos años se ha creado un clima de inseguridad jurídica enorme. Pero no con el primer gobierno de Ménem ni con el de De la Rúa [los dos períodos en los que él fue ministro de Economía]. Hemos escuchado que todo se había hecho por decreto de necesidad y urgencia, en contra de las leyes, y yo he querido corregir ese error. Es cierto que así fue durante la época del doctor Alfonsín, en los años anteriores al 89, también durante el segundo mandato de Ménem, del 97 en adelante, y durante el Gobierno de Duhalde.

En estos períodos, especialmente en el último, prácticamente nada se discutió en el Congreso y todo se resolvió por decreto de necesidad y urgencia. Pero en los períodos en los que yo estuve en el Ministerio siempre tuvimos una gran relación con el Congreso. Todo lo que se hizo en materia económica se hizo por Ley. Todo se discutió y se aprobó a través del Congreso. Las privatizaciones fueron sujetas a la ley, y funcionaron mientras se mantuvo en su puesto a los funcionarios elegidos por concurso. Los entes reguladores se conformaron también por concurso, y quienes invirtieron en estos sectores lo hicieron con amparo legal y total transparencia. Todo fue sometido al trámite legal.

¿Y las leyes económicas más controvertidas también lo fueron?

También. La famosa ley del “déficit cero”, [norma que permitía reducir un 13 por ciento los salarios y pensiones superiores a 500 dólares mensuales] fue una ley muy criticada, pero se aprobó en el Congreso en el año 2001, de acuerdo al trámite legal.

La ley de Convertibilidad [la que ancló la moneda argentina al dólar], también se aprobó así. ¡Lo que nunca se discutió fue su derogación! Cuando se impuso esta ley se hizo legal el uso del dólar, que ya era la moneda más empleada por los argentinos, que no se fiaban de su moneda.  Lo que se hizo fue poner «negro sobre blanco» algo que los argentinos ya hacían.

Sin embargo, se derogó por decreto esta ley, en una violación flagrante de los derechos del pueblo argentino. Lo que pasó en el año 2002 [el fin de la convertibilidad y la devaluación del peso] ha sido una destrucción de la base institucional y contractual de la Economía, con la consecuencia de una tremenda inseguridad jurídica.

¿El Gobierno de Kirchner está respetando la legalidad y ayudando a aumentar esa seguridad jurídica?

El Gobierno de Kirchner heredó una situación de desorganización completa de la economía, y todavía en cuanto a las reglas de juego hacia el futuro no ha tomado decisiones, pero ciertamente no es responsable de lo que pasó anteriormente.

¿La pesificación fue perjudicial para los argentinos?

Sin duda. La pesificación fue la peor medida que se pudo haber tomado. En primer lugar, porque significó la violación de una ley nunca derogada, o mejor dicho, derogada por decreto, de forma inconstitucional. Se le quitó la protección a todo el trabajo y el ahorro argentino, que a partir de entonces ya no es remunerado en la moneda en la que había sido pactado, sino en pesos tremendamente devaluados. Además agravó la crisis financiera y de la deuda.

¿Pero no resultaba imprescindible devaluar el peso?

No. Cuando se creó el corralito, que no fue un congelamiento de depósitos, sino un control del cambio, existían reservas para canjear los pesos en circulación por dólares. Se había facilitado al máximo la transformación de pesos a dólares de los depósitos bancarios.

Los dueños de los pesos, los argentinos en definitiva, podrían hacer valer sus derechos y canjearlos por dólares. Las reservas lo permitían, y si la gente decidía dolarizarse totalmente, era posible.

Si la derogación de la convertibilidad fue inconstitucional, ¿es posible que se detenga ahora en los tribunales?

El Tribunal Supremo debería haberlo declarado inconstitucional, como lo hicieron todos los tribunales de primera y segunda instancia. Lamentablemente, aunque la Corte Suprema se pronuncie en este sentido, los efectos que esta medida ya ha producido desde el 2002 pueden llevar a que esa declaración sea meramente simbólica.  Pero aún así sería importante que se produjese esa declaración para que en el futuro los gobiernos sepan que medidas como ésa, aprobadas de esa forma, no tienen validez y van a ser anuladas.

¿Entonces la solución era mantener la convertibilidad del peso y el dólar?

Sin duda habría que haberla mantenido, porque eso significaba respetar los contratos en la moneda en que había sido pactada. La fijación del tipo de cambio debería haberse cambiado, y se podría haber hecho ordenadamente en el año 2002. Eso ya lo habíamos previsto, porque habíamos introducido el euro como otra moneda de referencia, y eso iba a dar más flexibilidad al peso. Eventualmente el peso hasta podría haber flotado perfectamente, pero manteniéndose la convertibilidad, es decir, respetándose los contratos en la moneda original, y quedando los argentinos con la libertad de elección de sus futuros contratos. Esto fue lo que se anuló en enero del 2002 por el famoso decreto de pesificación, ni siquiera por una Ley.

Qué puede hacer España para ayudar a Argentina?

España ha hecho muchísimo. Lo que tiene que hacer ahora Argentina es permitir que se revaloricen las inversiones españolas en la Argentina, porque de esta forma se revalorizarán también las inversiones argentinas, las inversiones de todos los que confiaron en el país, y se revalorizará el trabajo y el ahorro argentino, en definitiva se revalorizará la Argentina.

¿Considera entonces que la aportación global de España ha sido positiva?

Sí, España ayudó muchísimo al confiar en el país con sus inversiones. Lamentablemente, por los hechos del 2002, a todos los que confiaron en ella Argentina los castigó. Esto es lo que tenemos que revertir, y lo que se ha comenzado a revertir desde que el peso se ha apreciado. Ahora hemos pasado de cuatro pesos por dólar a tres pesos por dólar. A medida que se fortalezca vuelven a revalorizarse inversiones, trabajo, ahorro… En definitiva se vuelve a revalorizar la Argentina, que es en definitiva la solución final de esta situación tan delicada y tan negativa que nos afectó en los últimos años.

Sin embargo entre muchos argentinos se oye decir que “España vino a aprovecharse”, y parece extendida la opinión de que las empresas españolas se llevaron mucho más de lo que dejaron.

No creo que los argentinos íntimamente piensen mal de España. Lo que pasa es que ha habido una campaña mediática muy antiespañola, que ya comenzó en el 2001 con los problemas de Aerolíneas Argentinas. Pero los argentinos no piensan así. Al contrario, el pueblo está muy agradecido por lo que hizo España.

Habla de una campaña interesada: ¿considera que el tratamiento periodístico de su gestión y de la crisis argentina ha sido incorrecto?

En el exterior sí fue correcto excepto en una cosa: se interpretó el “corralito” como un congelamiento de depósito cuando no era eso, era un control de cambio. Pero en Argentina, en la segunda mitad del 2001, hubo un apoyo mediático a la idea de la pesificación y de la devaluación. Esto se hizo de forma interesada, porque les convenía a algunos medios que estaban muy endeudados pero por supuesto no le convenía al país. Estas medidas significaban, como se vio en el 2002, una acentuación de la pobreza.

Se plantea actualmente en todo el mundo el debate sobre la conveniencia de una mayor o menor liberalización de la Economía. En este sentido, ¿a Argentina le sobra o le falta liberalismo?

Creo que no se puede plantear el tema en estos términos. Argentina necesitaba, por un lado, reformas del mercado, y por otro reformas del Estado. Se avanzó en las reformas del mercado pero no se hicieron todas las reformas del Estado que eran necesarias para que fuera más eficiente y produjera menos distorsiones en el funcionamiento de la Economía. Se hizo una reforma incompleta.

¿Cree que el Gobierno actual cuenta con suficiente apoyo como para llevar adelante todas las reformas necesarias?

Sí, el Gobierno tiene una predisposición favorable de toda la opinión pública argentina, incluída la mía, por supuesto. Yo pienso que Kirchner tiene la posibilidad de recrear un clima de legalidad, de seguridad jurídica, que permita recuperar la confianza. Ojalá que lo pueda hacer.

¿Y cree que está actuando correctamente?

Creo que no se puede evaluar hasta el momento, porque el mandato comenzó hace prácticamente dos días. Los meses anteriores fueron de continuidad de la campaña electoral, porque si bien la elección presidencial fue en la primavera pasada, todavía estaban las provinciales de por medio.

¿Pero se nota un talante diferente en este Gobierno, una forma diferente de hacer las cosas en este breve período?

En materia económica el Gobierno no ha tomado ninguna decisión importante. Por el momento, Lavagna ha tenido éxito en su batalla contra la inflación, pero todavía no sabemos cómo quedará organizada la economía hacia el futuro.

Sin embargo se nota una gran valentía para encarar un tema que agobia mucho a los argentinos, el de la inseguridad. En este aspecto el Gobierno ha sido muy efectivo, muy diligente. Han tratado de reformar las policías y el sistema judicial para que los argentinos sientamos más seguridad. No es que haya resuelto el problema, pero por lo menos demuestra una gran voluntad de encararlo con coraje.

Con las presiones que vienen del FMI, de los inversores, de la propia situación de crisis… ¿que margen de maniobra le queda al Gobierno argentino para tomar sus decisiones en materia económica?

Yo creo que tiene un gran margen de maniobra. Lo tuvo siempre, excepto en el año 2001, cuando se produjo esta circunstancia muy desfavorable para nuestro país. Desde Washington sugerían que la cesación de pagos era la puerta para las soluciones. Creo que fue una opinión totalmente irresponsable e inadecuada, que lamentablemente encontró un caldo de cultivo entre dirigentes argentinos que estuvieron dispuestos a ir adelante con la cesación de pagos.

Usted es muy crítico con el Fondo Monetario Internacional, pero ¿no cree que fue Argentina la que falló?

Argentina siempre cumplió sus compromisos. El que no cumplió fue el Fondo, que no ayudó al país a llevar a cabo el plan de reestructuración de la deuda. Desde Washington se decidió utilizar a Argentina como un ejemplo, como conejillo de indias para enviar el mensaje de que la nueva administración estadounidense iba a evitar a toda costa el «moral hazard» [riesgo moral en los préstamos a países deudores]. El FMI aceptó el plan de reestructuración de la deuda en agosto del 2001, pero después boicoteó este plan y rechazó todos los planes que se le presentaron.

¿Cuáles son las principales debilidades y fortalezas de la economía argentina para afrontar su actual situación?

Yo no quiero opinar sobre esto. Lo único que me atrevo a manifestar es que Kirchner tiene la oportunidad de recrear las reglas del juego y de restaurar un clima de seguridad no sólo física, también económica y social.

Una última pregunta de carácter personal: ¿no echa de menos la Política?

No, por el momento no. La Política me consumió tantas energías que ahora estoy descansando.

¿GENIO O CULPABLE?

Aunque es de la provincia de Córdoba, Cavallo responde al prototipo de argentino porteño: tan brillante en la dialéctica como arrogante en su actitud. Este economista metido a política de 57 años es quizá el símbolo más representativo de los 90 en Argentina, esa época fascinante en que el país pareció pasar del Tercer Mundo al Primero en tiempo récord, con un trayecto de retorno todavía más veloz.

Es difícil no dejarse cautivar por un tipo tan inteligente, y para eso lo mejor es vacunarse consultando a sus compatriotas, los argentinos corrientes, de la calle, que generalmente hablan pestes de él. Las opiniones son radicales. Para unos es el político más capacitado de la historia reciente de Argentina y para otros (la mayoría) es uno de los grandes culpables del desastre. Tampoco faltan quienes creen que ambas cosas son ciertas al mismo tiempo.

Los títulos y honores que acumula no caben en esta página, pero entre ellos hay que destacar su Doctorado en Economía en Harvard y otros cinco doctorados honoris causa en diferentes universidades europeas. En su tarea política fue elevado a los altares como «superministro» en 1991, cuando sacó de la chistera el conejo de la paridad peso-dólar y acabó de un plumazo con la hiperinflación, flagelo de la Economía argentina durante la época de Alfonsín. Años después se comprobó la incapacidad o falta de coraje de los sucesivos gobiernos para matar a ese conejo que había engordado más de lo previsto, y el país acabó en una catástrofe sin precedentes que a los argentinos les hace preguntarse si no han vivido en un espejismo todo este tiempo.

«Cómo voy a autocriticar mi pasión por el país»

Reveló que quiere volver a la política y está dispuesto a «servir»

Señala a Alfonsín, a Duhalde y a Moreau como los responsables del fin del gobierno de De la Rúa

Elogia a Kirchner por sus prioridades de gestión

MADRID.- Asegura que está siempre dispuesto para «servir al país» y no desmiente ilusiones por regresar a la política, pero no antes de mediados de 2004, en que caduca el contrato que tiene como profesor en Harvard.

Mientras, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo elogia al presidente Néstor Kirchner por su «coraje» para abordar el problema policial y la «comprensión» que tiene de los problemas del país. «Fue un buen gobernador», insiste, y no revela si tuvo tratos con él desde que llegó a la presidencia. «No hablaré de eso», dice.

En lo personal no tiene ninguna intención autocrítica. «¿Por qué voy a criticar mi pasión por resolver los problemas del país?», contesta. Admite que durante el largo período en que ocupó el Ministerio de Economía «ya sabía de chicos que se morían de hambre por desnutrición, pero fui de los que más luché contra eso».

Si de algo se arrepiente es de haber creído en Raúl Alfonsín, que presidía la UCR cuando se sumó al gobierno de Fernando de la Rúa. «El es el mayor responsable de la peor caída de la Argentina. El, Eduardo Duhalde y Lepoldo Moreau», dice, a los que involucra en el «golpe institucional» con que cayó el gobierno a fines de 2001.

Ahora carga duramente contra ellos y contra el Fondo Monetario Internacional (ver recuadro aparte), las dos únicas cuestiones en las que no mide las palabras durante el diálogo con LA NACION en Madrid. El ex hombre fuerte de Carlos Menem participó aquí en un seminario y su avión de regreso a los Estados Unidos, donde ahora vive y da clases, despegó cuando en Buenos Aires renacía el escándalo por las coimas en el Senado.

«No voy a hablar de cosas personales», se ataja. Y lo primero es la situación del país. «Políticamente lo veo bien, con la situación normalizada. Creo, además, que la prioridad que Kirchner le ha dado al tema seguridad, que requiere cambios en la policía y en la Justicia, demuestra una buena comprensión de los problemas y, sobre todo, coraje. Es una cuestión muy compleja.

-¿Y en lo económico?

-Lavagna ha sido exitoso en su batalla contra la hiperinflación, pero aún no está claro cómo quedará organizada la economía hacia el futuro. Imagino que Kirchner decidirá al respecto, porque eso excede al ministro.

-¿Tiene relación con Kirchner?

-No revelo con quién hablo o dejo de hablar. Siempre lo apoyé. Como gobernador se desempeñó muy bien.

-¿Qué le enseñaron dos años fuera del poder?

-Lo que más hice fue descansar. El poder es extenuante.

-Sí, pero… ¿qué incorporó?

-Leí mucho, asistí a conferencias, a debates de naturaleza académica. Recuperé muchas cosas.

-¿No tiene ninguna autocrítica?

-¿Cómo voy a autocriticar mi pasión por la Argentina o mi dedicación a resolver los problemas del país? ¿Cómo me voy a arrepentir de haber luchado para que no se quiebre el orden constitucional. Lo que pasó en 2001 fue terrible para la República… que dirigentes bonaerenses hayan logrado voltear un gobierno nacional para diluir su propia responsabilidad. Yo luché por evitar una tragedia…

-La tragedia estaba. ¿Ignoró durante su período como ministro la muerte de niños por desnutrición?

-¡Claro que lo sabía! Y puedo asegurarle que yo traté de luchar contra eso.

-¿Cómo?

-Por lo pronto, tratando de mantener el valor de la moneda, porque le aseguro que con la devaluación terrible que se dispuso después el hambre no se cura. Yo luché por evitar la acción de fuerzas malignas.

-¿A qué se refiere?

-Al golpe institucional. Y en eso no sólo es culpable Duhalde, sino, sobre todo, Alfonsín. El, desde el radicalismo, me buscó como tabla de salvación para después hacer caer al gobierno y buscar a Duhalde para que se haga cargo. La mayor responsabilidad es de la dirigencia radical. Y en eso también estuvo Leopoldo Moreau.

-¿Fue un error haber estado en el gobierno de De la Rúa?

-Nunca es un error responder a un pedido de ayuda y menos en beneficio del país. El error fue haber creído en Alfonsín. Respondí a un clamor que no era sólo radical. Toda la gente quería que yo tomara el Ministerio de Economía. Me paraban en la calle para pedirme que ayudara a De la Rúa, pero Alfonsín, desde la UCR, lo boicoteó todo. Forzó la renuncia de Ricardo López Murphy como ministro de Economía e impidió que yo fuera jefe de Gabinete, que es lo que me ofreció De la Rúa. Todo porque la Jefatura de Gabinete la querían para ellos, por eso tampoco lo quisieron allí a Chacho Alvarez, como yo pedí. Mi error fue no haber advertido que a la cúpula radical no le interesaba que los problemas se resolvieran.

Consejos para negociar con el FMI 

«Querían que la Argentina entrara en el default generalizado»

MADRID.- Domingo Cavallo insiste en que el FMI «asuma responsabilidades» por la crisis argentina. Y, cuando menos, que se corrija su «privilegio» como acreedor, aplicándole las mismas condiciones que a los demás (con quitas incluidas) o, incluso, con la «pesificación» de su deuda ya que «fue instigador» de la medida.

«La pesificación es el desastre más grande que se ha hecho con la Argentina. Pero si la Corte Suprema la convalida, la propuesta lógica del gobierno es aplicarla a su deuda con el FMI. Después de todo, ellos la instigaron.

-Pero el FMI ya tiene sus pagos asegurados en dólares.

-Está muy cómodo. Su posición es que, cuanto menos le paguen a los demás, más recursos quedarán para pagarle a él. Y eso no es conveniente para la Argentina. En cambio, si se les pesifica la deuda, empezará a preocuparse para el peso tenga valor.

-¿Con quién conversó esa propuesta?

-Con mucha gente. Y no digo nada extraño. Desde el mundo académico la idea de la pesificación la lanzó Ricardo Hausman, que es profesor en la Escuela Kennedy, en Harvard, e incluía su aplicación a la deuda con los organismos multilaterales.

-Usted dice que el FMI boicoteó la reprogramación ordenada de la deuda. ¿Hace lo que quiere?

-Ellos querían que el país entrara en default generalizado para que sirviera de ejemplo futuro de quitas y castigos a quienes presten a un país. Y es muy preocupante que eso haya sucedido, que el FMI haya cambiado de pronto la política que había fijado. Yo denuncio esa actitud porque fue lamentable para la Argentina.

-¿Algo se reconoció en este nuevo acuerdo logrado por el Gobierno?

-No. Porque después de lo que ha hecho con la Argentina, lo que cabe es un respaldo no como el programa aprobado meses atrás sino con el aporte de recursos, aceptando quitas y la pesificación. El FMI tiene que asumir responsabilidades. Y eso no lo digo yo solo. También se lo escuché al doctor Ricardo López Murphy.