Hoy salió publicado en La Nación el artículo que lleva este título. Lo preparé a partir del epílogo de «Camino a la Estabilidad». Me sorprende que se haya dejado de discutir cómo va a resolver el próximo gobierno el problema de la estanflación. La muerte del Fiscal Nisman ha puesto en la agenda un tema institucional y de seguridad que es absolutamente prioritario. Pero no es bueno que el gobierno e incluso los candidatos a reemplazarlo, actúen con despreocupación frente a un problema que puede llegar a tener graves consecuencias sociales y políticas.
Las políticas que están aplicando el equipo económico y el Banco Central acentúan día a día la represión financiera y cambiaria de una manera que no sólo perjudica a los exportadores y a quienes necesitan insumos importados para producir, sino que acentúa el fenómeno de inflación reprimida y exceso de oferta monetaria. El riesgo de que en algún momento esa inflación reprimida haga saltar la tapa de la olla a presión, aumenta día a día. Y si esa tapa salta en la cara del nuevo gobierno sin que éste esté preparado para manejar sus consecuencias, la destrucción institucional que estamos viviendo como resultado de la falta de escrúpulos del gobierno actual, puede terminar siendo agravada por la falta de preparación del gobierno que asuma el 10 de diciembre.
Me parece importante poner este tema en la agenda, porque veo con preocupación que demasiada gente, no sólo de la política sino también de la economía, piensa que, para encontrar soluciones, bastará con cambiar la política exterior y las relaciones comerciales y financieras externas. Yo creo que, frente a la crisis de confianza hacia nuestro país que existe en el exterior, la ausencia total de credibilidad interna sobre nuestra moneda y la magnitud de los desequilibrios fiscales y de infraestructuras, la tarea del próximo gobierno va a ser más difícil aún que la que enfrentamos con el Presidente Menem al inicio de su gestión. Además, el Gobierno del Dr Alfonsín había dejado un sistema institucional funcionando sin la fragmentación y el desprestigio que se ha venido acrecentando, año a año, desde el golpe institucional de diciembre del 2001.