La noticia que nos hizo sentir más felices desde que tengo memoria.

Se palpa en la calle, se nota en todos los medios de comunicación social y especialmente, en el ciberespacio. La gran mayoría de los argentinos sintió y siente una gran felicidad desde que se anunció la elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo Pontífice de la Iglesia Católica con el nombre de Papa Francisco. Sólo unos pocos fanáticos del odio y el resentimiento manifestaron su desagrado, pero el grueso de los dirigentes sensatos y los comunicadores sociales se encargaron prontamente de desmentirlos.

El Papa Francisco será un gran pastor del rebaño universal. No se inmiscuirá para nada en las mezquindades y miserias de la política Argentina pero tendrá sobre nuestro pueblo el mismo efecto benéfico que proyectará cobre toda la humanidad. Pueda que influya relativamente más, pero por el simple hecho de que, en promedio, los argentinos estamos más alejados que el resto de los pueblos del Mundo, de las virtudes que siempre predicó con el ejemplo el hoy Papa Francisco. Un diario colombiano tituló con chispa:» El Papa es Argentino…pero modesto», podría haber agregado «El Papa es Argentino… pero modesto y predica el amor y el encuentro, no el odio y el desencuentro». Lo primero que debemos hacer los argentinos, para darle sentido a la felicidad que nos embarga, es reflexionar sobre cuan alejados estamos de compartir las virtudes que vive y predica el nuevo Papa.

Además de una gran felicidad popular, el Papa Francisco ya ha permitido, con su sola presencia, que los Argentinos conozcamos, sin lugar a dudas, quienes son los compatriotas que nunca van a contribuir a la pacificación de los espíritus y al progreso material de nuestro pueblo: son los, afortunadamente pocos, que en lugar de mostrarse alegres han salido a pregonar su resentimiento y su vocación por el odio. El que sean muy pocos y que la mayoría de quienes hasta dos días atrás contrastaban mucho con las virtudes que siempre predicó el Cardenal Bergoglio, a pesar del susto inicial que reflejaban sus rostros, hayan también comenzado a manifestar alegría por la buena nueva, es alentador.

Ojalá que la felicidad que nos embarga sea el reflejo de que la mayoría de los argentinos por fin hayamos decidido imitar sus virtudes y dejar atrás los vicios y defectos que explican nuestros reiterados desencuentros y nuestro recurrente empobrecimiento espiritual y material.

La Presidente delira

Yo puedo dar testimonio de que la Presidenta delira, porque surge claramente del examen cuidadoso de sus afirmaciones en las dos oportunidades en las que pronunció mi nombre durante las tres horas de discurso improvisado ante la Asamblea Legislativa, el pasado 1 de marzo.

La primera vez que me mencionó fue a continuación de preguntarse porque a la Argentina le cobran tasas de interés en el mercado de nueva York tres veces superiores a las que le cobran a la Bolivia de Evo Morales. En la explicación que ella dio, trajo a colación el discurso que yo pronuncie por radio y televisión luego de asumir como Presidente del Banco Central en julio de 1982. Lamentablemente no tengo la versión completa a mano de ese discurso porque estoy en Córdoba. Pero la pondré a disposición de Ustedes apenas vuelva a mi oficina en Buenos Aires.

En la transcripción del discurso de la Presidente que reproduzco a continuación, he indicado en itálicas lo que corresponde a la lectura por parte de la Presidente de mi discurso de 1982.

“Entonces, creo que éste es el verdadero problema: que no nos volvimos a endeudar y que, fundamentalmente, hemos tenido éxito sin seguir sus políticas. Es más, hemos ido a contramano de todas y cada una de las cosas que nos decían que teníamos que hacer y nos fue bien. Eso es lo que no nos perdonan, y por eso nos quieren castigar.”

“Pero yo quiero decirles lo siguiente. Miren: tengo aquí algo para entender, porque hay que entender. Invierno del 82: esta deuda que hablábamos. En ese entonces, era presidente del Banco Central el doctor Domingo Cavallo. Voy a hablarles ahora –dijo Cavallo– a los empresarios, industriales, agricultores, comerciantes que están altamente endeudados con el sistema financiero. Quienes estén endeudados en pesos y han estado pagando tan altas tasas de interés, a partir de ahora, pagarán como máximo el 6 por ciento.”

“Les hablaba a los empresarios grandes, no le hablaba al pyme ni al quiosquero de la casa de tu esquina ni al que tiene el taller mecánico a la vuelta de tu casa. ¡Olvidate! No quiero decir los nombres de las empresas porque no quiero entrar en polémicas. Pero no son pymes, ni mini-pymes ni medianas. Son muy grandes, y todavía están…”

“Continuaba diciendo que pagarían como máximo el 6 por ciento por el mes de julio y, luego, el nivel que se fije mensualmente. El plan económico contiene los mecanismos necesarios para asegurar que esta tasa de interés se fije por debajo del ritmo de crecimiento de los ingresos de las empresas. Esta limitación de intereses se fija a todas las deudas. Voy a explicar las medidas que se han implementado para ayudar a las empresas privadas que seguían teniendo deuda financiera en moneda extranjera, especialmente en dólares, y no estaban cubiertas con el seguro de cambio. La mayor parte de las empresas están endeudadas en moneda extranjera porque invirtieron en equipos para modernizar plantas industriales.”

“¿Cuáles plantas industriales? Estamos hablando del 82. Estaba todo cerrado. No había nada. Y a gregaba que, por lo tanto, para salir de la difícil situación por la que están atravesando, necesitaban y merecen ser apoyadas. Obtendrán el beneficio del seguro de cambio, que implica que cuando el Banco Central les entregue las divisas para atender esas obligaciones, lo hará a un precio equivalente a 15.700 pesos –miren lo que fue, todo lo que vino después en la Argentina– por dólar: es decir, el precio anterior a la devaluación recientemente dispuesta. La diferencia corre por cuenta del Banco Central.” “Claro: “Corre por cuenta del Banco Central”. ¡Corre por cuenta de todos los argentinos! El Banco Central no es de Mercedes Marcó del Pont ni de Cristina Fernández de Kirchner. Ahí están las reservas de todos los argentinos. Continuaba diciendo el doctor Cavallo que, por carácter transitivo, la licuación de la deuda externa privada se materializa de esta manera.”

¿Qué quiso argumentar? Aparentemente quiso volver a atribuirme la estatización en setiembre de 1982 de la deuda privada, de las grandes empresas a la que se refirió sin nombrar. Como yo ya no era Presidente del Banco Central cuando se adoptó esa decisión, pensó que podría utilizar mi discurso para reflotar esa falsa imputación. Claro que cuando comenzó a leerlo, advirtió que le estaba saliendo el tiro por la culata, porque leyó precisamente el párrafo donde yo me dirigía a los empresarios, industriales, agricultores, comerciantes que estaban altamente endeudados en pesos y habían estado pagando altas tasas reales de interés. Es decir a los endeudados por la circular 1050. Justamente en los párrafos anteriores de mi discurso aparece lo que yo les dije a las familias que habían adquirido viviendas endeudándose por la Circular 1050, que ella deliberadamente no quiso recordar. Como advirtió que le estaba saliendo el tiro por la culata, se apresuró a decir que yo no le estaba hablando ni a las pymes, ni a las mini-pymes ni a las medianas, sino a las grandes empresas! La interpretación que ella hizo es absurda, porque las grandes empresas no se habían endeudado en pesos sino en dólares, precisamente  para evitar pagar las altas tasas reales de interés que resultaban de la circular 1050. Las perjudicadas habían sido las pequeñas y medianas empresas que no habían tenido acceso al endeudamiento en dólares.

Mientras seguía leyendo se dio cuenta de que demostraba delirio, porque enseguida yo me refería a las empresas endeudadas en dólares. Cuando comenzó a referirse a los seguros de cambio interrumpió la lectura y omitió el párrafo en el que yo dije que el tipo de cambio de 15.700 pesos se iba a justar por el índice de Precios Mayoristas, precisamente para que las deudas en dólares no se licuaran. Y lo fundamenté en el hecho de que quienes se habían endeudado en dólares no habían pagado las altas tasas reales de interés de los endeudados por la circular 1050. Nada de esto quiso leer, o porque no encajaba en su delirio o porque en realidad no delira sino que simple y llanamente engaña a sabiendas de que lo está haciendo.

Yo creo que omitió toda referencia a la circular 1050, porque no quiere que nadie recuerde que ella y su esposo, cuando ejercían la profesión en Santa Cruz, se dedicaban a ejecutar  a las familias endeudas por esa circular. Y  de paso adquirieron varios inmuebles en los remates que ellos promovían.

Pero no terminan aquí las pruebas que puedo aportar sobre su delirio. Volvió a mencionar mi nombre cuando quiso atacar a la Corte de Nazareno por haber dictado una acordada disponiendo que no se aplicara la ley 24631 de 1966 que eliminó la exención para los jueces del impuesto a las Ganancias. A continuación transcribo lo que dijo:

“En realidad, la ley para que los jueces paguen ganancias ya fue sancionada: es la 24.631. Este es el expediente. Estoy yo acá. Miren qué redondo que es el mundo, y en la Argentina, es más redondo que en ninguna parte. Es un proyecto que viene a modificar una ley de Cavallo donde se eximía a los miembros del Poder Judicial en un inciso p), a los miembros del Poder Legislativo en el inciso q), y en el r), a los jubilados de ambos poderes, del pago a las ganancias. Se presenta un proyecto de ley derogando esas exenciones. Esta es una reforma tributaria amplia. Eso era una parte pequeña, no era el proyecto. Era una reforma que, por supuesto, por ser reforma tributaria, tuvo origen aquí, en la Cámara de Diputados. Y entre los firmantes, estaban el entonces presidente Matzkin, de nuestro partido; López Arias; estaba Juan Carlos Maqueda, actual miembro de la Corte y entonces diputado; y otros más. Yo era senadora.”

“Eso llega al Senado. En el Senado lo reformamos. Vuelve aquí, lo vuelven a aprobar y queda convertido en esta ley, la 24.631. Esta ley (Manifestaciones en las galerías.) ¡No, no, por favor! Esta ley mereció una acordada por parte de la Corte que presidía el doctor Nazareno. Por aquí tengo la acordada, pero ahora no la encuentro, con tantos papeles. (Manifestaciones en las galerías.) ¡No, no, no! No silben a nadie, por favor. La acordada 20, la acordada 20 del año 1996. En 1996, esa acordada. Y luego, hubo casos –entre ellos, el caso Gaibisso, también firmado por Nazareno–, donde vuelve a reiterar el no pago, con lo cual no hay forma, si no se reforma la acordada por parte de la Corte. ¡Ojo! Quiero que quede claro que esta es una decisión de un poder que no es ni el Ejecutivo ni el Legislativo. El Poder Legislativo ya tomó una decisión en 1996, la votamos muchos de los que estamos acá, y tuvo una acordada de la Corte, del doctor Nazareno.”

A pesar de que su argumento fue muy confuso, debe haber decidido mencionarme para sugerir que la exención del Impuesto a las Ganancias para los jueces es una medida “neoliberal”. Nuevamente puso de manifiesto su delirio al referirse a “una ley de Cavallo” como la que venía otorgando la exención a los jueces. La “ley de Cavallo” a la que se refirió no es otra que la Ley del Impuesto a las Ganancias que mal podía ser de mi autoría, cuando yo no era legislador y cuando, como todo el mundo sabe, yo siempre abogué por la eliminación de todas las exenciones del impuesto a las Ganancias que no fueran las que correspondían por el Mínimo no Imponible. Ella tenía en sus manos el expediente con el texto de la ley 24631 y del decreto de promulgación 296/96. Allí debió ver mi firma como Ministro de Economía. Pero quienes deliran sólo miran lo que quieren ver. Por eso deliran.

La política exterior de Cristina es coherente

Muchos se sorprenden por el reciente acuerdo de Argentina con Irán para crear una «Comisión de la Verdad» en relación al atentado a la AMIA. Unos lo explican por el deseo del Gobierno de producir avances en la investigación del atentado, otros lo atribuyen a futuros negocios de importación de petróleo y gas o de exportación de tecnología aeroespacial. Creo que hay una explicación más sencilla: el deseo del Gobierno de Cristina de remover los obstáculos que dificultan una relación política estrecha con el régimen de Irán, semejante a la que ese país tiene con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba.

Desde que Cristina Kirchner asumió como Presidente, la política exterior argentina se hizo cada vez más coherente alrededor de una definición muy clara: abandonar la pertenencia al mundo que adhiere a la idea de una comunidad de naciones organizadas en base a reglas, tal como lo pretendieron los acuerdos de Bretton Woods y la Carta de las Naciones Unidas al final de la Segunda Guerra Mundial, e integrarse al conjunto de naciones que ven al proceso de globalización como una etapa más del «Imperialismo Yanqui».

Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner habían comenzado  insinuar ese distanciamiento desde la caída del gobierno de De La Rúa, pero lo habían hecho más por torpeza o conveniencia circunstancial que como elección estratégica y definición ideológica. Desde que asumió Cristina, la política exterior refleja tanto una elección estratégica nítida como una clara definición ideológica: Argentina quiere de socios a Venezuela, Irán, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua.

Argentina decidió no respetar los tratados bilaterales de protección de inversiones que se firmaron durante la década del 90 y se propone denunciarlos. Desconoce la autoridad del FMI para realizar auditorias anuales dispuestas por su carta orgánica y ratificadas por el Grupo de los 20, instituciones ambas de las que Argentina es miembro pleno. Argentina no respeta ni cumple con las decisiones del CIADI y desdeña el crédito del Banco Mundial,  otras dos instituciones de las que Argentina es todavía miembro pleno. Argentina viola casi todas las reglas de la Organización Mundial del Comercio y amenaza con desconocer sentencias de los tribunales de Nueva York si las decisiones judiciales no les son favorables, algo que no debe extrañar porque también desconoce las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de nuestro país. No me sorprendería que en los próximos meses Argentina denuncie su adhesión de 1993 al tratado sobre el control de tecnología de misiles para reflotar el proyecto Cóndor II. Tampoco me extranaría que denuncie su adhesión al tratado de no proliferación de armas nucleares para poder embarcarse nuevamente en un proyecto de enriquecimiento de uranio para todo tipo de usos.

No se puede acusar de incoherente a la política exterior de Cristina. Sí se puede afirmar, que se trata de una política exterior que va a imposibilitar una re-conducción de la política económica capaz de recrear un clima de estabilidad y seguridad jurídica en el que renazca la inversión productiva imprescindible para conseguir crecimiento sostenido y mejoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos. Un futuro gobierno que quiera resolver los cada vez más gravosos y evidentes problemas económicos y sociales de Argentina, deberá comenzar por cambiar de cuajo la política exterior, como me tocó a mí hacerlo como primer ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Menem. Con la actual política exterior es impensable erradicar la inflación y sentar las bases de la modernización económica de la Argentina.

Sobre la medición de la inflación.

Hoy leí dos artículos que tienen que ver con la actividad académica de mi hijo Alberto en los Estados Unidos. Los quiero compartir con los lectores de mi blog, no porque tengan que ver con uno de mis hijos, sino porque son relevantes para desmentir el «relato» de Cristina.

Uno de los artículos  es del periodista de La Nación y se refiere a la actividad académica de Alberto Cavallo y Roberto Rigobón en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Como  derivación de las ideas metodológicas por ellos desarrolladas, un grupo de economistas liderados por Pilar Iglesias han organizado una empresa llamada PriceStats que produce índices de precios diarios para muchos países. El único país para el que los índices, en lugar de anticipar la inflación medida por los organismos oficiales, mide la magnitud de las mentiras del INDEC, es Argentina. El artículo de Campanario se  titula «Vaqueros a la caza de un billón de precios«.

El segundo es un artículo de mi hijo titulado «Online and Official Price Indices: Measuring Argentina’s Inflation«. Ha sido publicado por el «Journal of Monetary Economics», una revista que reproduce sólo artículos académicos que pasan el filtro de rigurosos referís.