Argentina frente a la Crisis Global

 Artículo de Domingo Cavallo publicado por Perfil en su edición del 3 de mayo bajo el título "Nuestra Torpeza".

La interpretación que prevalece en nuestro país sobre el origen de la crisis global, los mecanismos para su solución y la causa de nuestra crisis estanflacionaria es totalmente equivocada. Si nuestra dirigencia no lo comprende, aun cuando la mayoría de la naciones encuentre una salida y vuelvan a crecer sostenidamente, nosotros seguiremos enredados en una crisis local mucho más grave que la que ya nos aqueja y estaremos cada vez más aislados del mundo.

La interpretación que prevalece en Argentina.

Los economistas que dan apoyatura intelectual a las políticas de los Kirchner, así como los empresarios que bregaron por la pesificación con devaluación para licuar sus pasivos en 2002, entienden que la crisis global, iniciada en EE.UU. en agosto de 2007 demuestra el fracaso de la economía de mercado abierta al comercio y al movimiento de capitales, sin suficiente intervención de los Estados nacionales para proteger la producción interna de bienes y servicios. Sostienen que este fracaso quedó demostrado cuando entraron en crisis las políticas de los 90 en Argentina, entre 1999 y 2002.

Entienden que la solución es la que se aplicó en Argentina desde 2002, es decir la implementación de lo que denominan el “modelo productivo”, para contraponerlo al “modelo neoliberal”, al que caracterizan como la prevalencia de los intereses del sector financiero y de los exportadores e importadores sobre los intereses de los que producen bienes y servicios para el mercado interno. Y atribuyen la crisis de la economía argentina al impacto negativo de la crisis global sobre nuestro país que, de otra manera, habría continuado creciendo, según ellos, al ritmo que lo hizo entre 2003 y los tres primeros trimestres de 2008.

Si ésta fuera la interpretación sólo de los Kirchner y sus seguidores, se podría sostener que se trata de una lectura oportunista de la realidad frente a la necesidad de llevar adelante una campaña electoral que se presenta difícil para el oficialismo. Pero muchos de los dirigentes y economistas que habiendo apoyado a Néstor Kirchner durante una buena parte de su mandato se han distanciado de él desde su ruptura con Duhalde algunos, desde la salida de Lavagna del Gobierno otros, o desde la aparición del conflicto con el campo los más, parecen tener la misma interpretación que los Kirchner, al menos respecto de lo que significa la crisis global y cuál es su solución.

Sólo se diferencian de los Kirchner por las causas de la crisis que sufre ahora la Argentina. Sostienen que antes que el impacto negativo de la crisis global, son más responsables los errores de los Kirchner al dejar atrasar el tipo de cambio desde fines de 2006 en adelante.

La interpretación que prevalece en el mundo.

Aunque hay interpretaciones diversas, en el mundo prevalece la opinión de que la crisis global tiene su origen en la subestimación del riesgo asociado a inversiones inmobiliarias y de otro tipo en economías en las que abundó la liquidez y el optimismo, principalmente, pero no exclusivamente, en los Estados Unidos. Algo parecido ocurrió en España, Inglaterra, Irlanda y los países de Europa oriental.

El exceso de liquidez y el optimismo exagerado no se debió a la falta de intervención de los Estados nacionales sobre la economía, sino a la ausencia de mecanismos de coordinación y supervisión global de las intervenciones estatales nacionales que, tanto en países superavitarios como deficitarios, contribuyó por igual al desbalance global de la última década.

Los excesos de liquidez en las economías que pudieron sostener por muchos años fuertes déficits en las cuentas corrientes de sus balanzas de pagos, tuvieron que ver con políticas monetarias expansivas de sus bancos centrales y con las intervenciones de los Estados de muchas economías emergentes que, para evitar la repetición de crisis financieras que las habían afectado en el pasado, siguieron políticas mercantilistas para generar fuerte superávits en las cuentas corrientes de sus balances de pagos. Precisamente, como lo hiciera Argentina desde 2002 en adelante.

Por consiguiente, si ésta es la interpretación más aceptada sobre el origen de la crisis global, es inimaginable que la solución se consiga con una generalización de las políticas mercantilistas como las que pregonan en Argentina los promotores del “modelo productivo”. Por el contrario, en la reunión del G-20 en Londres, se puso énfasis en el compromiso de evitar el proteccionismo y en la necesidad de dar crédito a las economías emergentes para que puedan aplicar políticas expansivas de su demanda interna y no se vean obligadas a generar superávits en la cuenta corriente de su balanza de pagos.

Esta estrategia para sacar al mundo de la crisis global va a determinar que el consumo y la inversión aumenten en las economías emergentes que tienen muchas reservas y conservan buen crédito público, como China, India, Brasil, México y la misma Rusia. Los EE.UU. serán los primeros interesados en que esto ocurra, porque necesitan que alguien compense la caída del consumo y la inversión que sufren y que, si bien podrá atenuarse con las medidas monetarias y fiscales que está aplicando el gobierno de Obama, no se puede revertir totalmente, porque la tasa de ahorro de las familias norteamericanas debe necesariamente aumentar.

En este contexto no debería esperarse un impacto demasiado negativo de la crisis global sobre la economía argentina, porque nuestros principales productos de exportación tienen precisamente como mercados estas economías emergentes y sus precios no deberían bajar mucho más de lo ya han bajado. Además, tienen todavía precios que son casi el doble de los que se conseguían en la década de los 90. ¿Por qué entonces hay más pesimismo que en la mayor parte de las economías emergentes?

La razón es simple. Mientras las economías emergentes, especialmente las que acabo de mencionar, cuentan con un elevado nivel de reservas y muy buen crédito público, nuestra economía apenas tiene reservas para respaldar los pasivos monetarios del Banco Central y el crédito público está más deteriorado que nunca. Además, nuestra economía sufre una inflación persistente y está comenzando a aparecer un déficit fiscal que sólo podrá ser financiado con emisión monetaria. Y los sectores más productivos están agobiados por impuestos distorsivos que desalientan la producción y la inversión.

En otras palabras, nuestros problemas no se originan en la crisis global sino que son fruto de nuestra propia torpeza.

Debemos advertir el error y reinsertarnos en el mundo.

Para salir de esta trampa en la que hemos caído por errores de diagnóstico y la tendencia a culpar a otros de nuestros males, debemos cambiar de actitud frente al mundo. Cumplir con los compromisos asumidos en las reuniones del G-20 y dejar de encerrar a nuestra economía con medidas proteccionistas de viejo cuño que nos malquistan con nuestros vecinos y nos alejarán de China, nuevo actor del escenario mundial.

Debemos aprovechar los mecanismos que están poniendo en marcha las instituciones financieras internacionales para reconstruir el crédito público. No será imposible, siempre y cuando estemos dispuestos a dejar de mentir con nuestras estadísticas y demostremos voluntad de encontrar soluciones mediante el diálogo y la negociación con los acreedores que aún sufren nuestro default de la deuda: los países nucleados en el Club de París y los tenedores de bonos que no se presentaron al canje.

La recuperación del crédito público, en particular el de los organismos, permitirá que el déficit fiscal, sobre todo el que surja de la eliminación de los impuesto distorsivos, no agrave las presiones inflacionarias que surgen de los inevitables ajustes de precios y tarifas antes congelados.

Apenas termine el proceso electoral, cualquiera sea su resultado, el Gobierno debe revisar con sensatez la estrategia seguida desde 2002. Esperar hasta diciembre de 2011, cuando seguramente asumirá un nuevo gobierno, significará una tragedia, porque si no encontramos una salida a la trampa estanflacionaria, las consecuencias sociales en los próximos dos años y medio serán muy dolorosas. Argentina no puede seguir desafiando al mundo con arrogancia, restringiendo las importaciones con medidas proteccionistas y desalentando la inversión y la producción de alimentos y energía.

Estos son los dos rubros en los que nuestros valiosos recursos naturales nos ofrecen oportunidades extraordinarias de generación de ingresos y riqueza y nos permiten contribuir a resolver la crisis alimentaria y energética global que, lejos de haber desaparecido, se acentuará cuando se hayan superado los problemas financieros que hoy agobian al mundo.

Nuestros dirigentes deberían prestar atención a lo que opinan los presidentes de Brasil, Uruguay, Chile, Perú y Colombia. Acabo de participar en Washington en muchas reuniones en las que pensadores de todas las latitudes aportan ideas para resolver la crisis global.
En ninguna he escuchado opiniones positivas sobre el discurso oficial de la Argentina, en contraste con la simpatía que despierta entre gente de distintas posiciones ideológicas, pero obsesionada por encontrar soluciones, la posición de los países hermanos que he mencionado. En nada nos ayuda identificarnos con la Venezuela de Chávez y la Cuba de Fidel. La mayoría de los dirigentes políticos y económicos del mundo identifica los regímenes de estos países como resabios de un pasado al que nadie quiere volver.

 

 

Cómo prevenir un rebrote inflacionario global

Quiero compartir con los visitantes de mi blog la opinión que hemos estado dando con Joaquín Cottani en reuniones de discusión sobre temas de la Crisis Global, mantenidas en Washington y Boston, en las que se nos consultó nuestra opinión sobre cómo prevenir un rebrote inflacionario global.

Cuando los principales bancos centrales del mundo están preocupados por evitar la deflación parece extemporáneo preocuparse por un posible rebrote inflacionario futuro. Sin embargo se escuchan muchas voces que alertan sobre un rebrote inflacionario global, originado en la fuerte expansión de la base monetaria en los EEUU y en la magnitud del déficit fiscal del año en curso y de los años futuros.

 

Entre la gente común, la preocupación se origina en las noticias que recibe sobre el ritmo al que está creciendo la deuda pública de los EEUU y la presunsión de que ésto obligará a aumentar los impuestos o a permitir la emisión inflacionaria de dinero.

 

Entre los economistas profesionales, hasta hace unos meses predominaba la impresión de que no había riesgo inflacionario en el horizonte, porque la crisis financiera estaba dando lugar a una fuga de los inversores hacia la calidad que significó un fuerte aumento de la demanda de dólares y de letras del Tesoro de los EEUU. Se abonaba esta impresión en el fortalecimiento del Dólar frente al resto de las monedas y en la fuerte baja de las tasas pagadas por el tesoro americano, tanto en títulos de corto plazo, como en aquellos de plazos más largos.

 

Sin embargo, desde hace dos meses no sólo se escuchan más opiniones profesionales que alertan sobre las dificultades que puede llegar a enfrentar la FED para controlar la emisión monetaria en el futuro (Ver testimonio ante el Congreso de John Taylor y artículos de Bob Hall y Martin Feldstein), sino que el Dólar ha comenzado a revertir su tendecia al fortalecimiento y las tasas de interés de largo plazo han comenzado a subir (todavía en forma tímida, pero persistente).

 

En el exterior aún resuenan las expresiones de preocupación del Primer Ministro Chino Wen Jimbao, que expresó sin tapujos su preocupación por el valor de las fuertes reservas de dólares que ha acumulado su país. Expresiones como las de Paul Krugman, que señalan a los chinos que están entrampados con el Dólar, no ayudan a aventar las expectativas de que, eventualmente, los EEUU pueden terminar permitiendo una fuerte devaluación del Dólar y la consiguiente inflación mundial para licuar sus pasivos. Mucho menos propuestas como las de Ken Rogoff sobre la conveniencia de que haya al menos dos años de inflación del 6 % anual como forma de resolver la crisis financiera.

 

Si bien es cierto que si los chinos quisieran diversificar sus reservas podrían hacerlo canjeando sus dólares por Euros u otras monedas convertibles, no es menos cierto que ello gatillaría el fenómeno sobre el que expresan temor. Advertirlos sobre esa trampa, como lo hace Paul Krugman, no contribuye a tranquilizarlos. Por de pronto han dejado de canalizar hacia el dólar el flujo de su superávit en Cuenta Corriente, que por otro lado se está reduciendo, y esa decisión es, muy probablemnte, la responsible del cambio de tendencia, tanto del valor del dólar como de las tasas de interés de los bonos a largo plazo del Tesoro de los EEUU.

 

La FED y el Gobierno de los EEUU han relajado de manera muy agresiva tanto su política monetaria como su política fiscal para frenar el proceso recesivo y procurar la reactivación de la economía, pero si se extienden y acentúan las expectativas de un rebrote inflacionario, el objetivo antirecesivo de ambas políticas se puede transformar en inalcanzable, porque sólo se estará reemplazando el riesgo deflacionario y depresivo por el riesgo estanflacionario. Si las expectativas de inflación futura aumentan, también aumentarán las tasas de interés de largo plazo y La FED se verá obligada a aumentar las tasas de interés de corto plazo. Todo esto jugará en contra del ojetivo reactivador y puede quedar instalado en la economía un clima parecido al que predominó durante la década de los 70 hasta el éxito estabilizador del Plan Volcker, ya avanzado 1982.

 

La FED y el Gobierno de los EEUU deberían considerar muy seriamente dos conjuntos de propuestas que podrían ayudar grandemente a remover las futuras expectativas inflacionarias. La de afilar las herramientas para el control de la política monetaria futura y la de aventar el riesgo de que los Bancos centrales del resto del Mundo decidan cambiar la composición monetaria de sus reservas y provoquen al mismo tiempo una devaluación del Dólar y un aumento de las tasas de interés sobre la deuda del Tesoro de los EEUU.

 

Primer conjunto de propuestas: afilar los instrumentos de control monetario:

 

Dado que la Base Monetaria se ha duplicado entre marzo de 2008 y marzo de 2009, M1, que en ese mismo período sólo aumentó 10 %, podría llegar a duplicarse también, con sólo que los bancos decidan reducir a cero sus encajes en exceso de la exigencia legal (que es actualmente del 10 %). Para aventar este riesgo se han sugerido:

1)Mecanismos para inducir a los bancos a mantener sin prestar los encajes en exceso (a través de que la FED maneje la tasa de interés que paga por esos encajes, tal como lo propone Bob Hall) o a prestar esos encajes en exceso a la misma FED (para lo cual, el Congreso debería autorizar a la FED a emitir sus propios títulos de deuda, con el objetivo de regular la oferta monetaria.

2)Establecer los encajes legales en el 100 % de los depósitos a la vista (de tal manera que M0 y M1 sean siempre iguales), con una remuneración de esos encajes de tal forma de no desalentar la inversión de los bancos en la provisión de servicios de pagos. Esta propuesta, revivida recientemente por Larry Kotlikoff, no es sino la propuesta de narrow banking de Simon, Knight y Fisher. Y seguramente tendría mayor influencia sobre las expectativas de inflación futura que la anterior. Además haría innecesaria la garantía del FDIC, al menos para los depósitos a la vista.

3) Siempre existe la posibilidad de que la FED combine ambos conjuntos de instrumentos, anunciando que puede aumentar los encajes legales (aunque no predetermine que serán siempre 100%) y, al mismo tiempo, maneje la tasa de interés con que remunera a los encajes en exceso, de tal forma de desalentar su préstamo por los Bancos.

 

Segunda propuesta: canjear los dólares de las reservas de otros Bancos Centrales por obligaciones de los EEUU en DEGs o en otras monedas.

 

Es dcir, aceptar la propuesta China de canje de los Dólares que están como reservas en los Bancos Centrales por DEGs, de tal forma que los EEUU pasarán a tener parte de su deuda denominada en DEGs en lugar de tenerla sólo en Dólares. La aceptación de este canje llevaría a que los Bancos Centrales no necesiten vender dólares en el mercado para diversificar sus reservas y los EEUU estarían enviando al Mundo una fuerte señal de compromiso con la estabilidad del Dólar y de los precios en dólares a escala global.Sería una forma de decirle al mundo que EEUU desarma la trampa del Dólar, simplemente porque no la piensa usar. Este compromiso de los EEUU podría ser la carta de negociación para que China y otros países superavitarios acepten acentuar la expansión fiscal en sus economías y releven a EEUU de aumentar desmesuradamente su deuda pública como forma de revertir la recesión global. (ver artículo de Fred Bergsten en el FT, la diferencia con la propuesta Bergsten es que e caso de desvalorización del Dólar frente al DEG, el costo sería de los EEUU, mientras Bergsten sugiere que debería cubrirse con las reservas de Oro del FMI o con nuevas emisiones de DEGs).

 

Incluso, esta operación podría ser más simple aún si los EEUU aceptan canjear aquella proporción de su deuda pública que los Bancos Centrales de China y otros paises superavitarios soliciten diversificar, por títulos del Tesoro en otras monedas (Euros, Yenes, Libras Esterlinas o, incluso, Raminbis). Finalmente, si los EEUU no estuvieran dispuestos a cambiar la moneda de pago de su deuda, debería al menos ofrecer a los chinos y a los demás bancos centrales que lo soliciten, la posibilidad de canjear sus títulos del Tesoro por los denominados TIPS, que son títulos de la deuda americana ajustables por el índice de Precios al Consumidor de los EEUU. Esa sería una forma de demostrar que el Gobierno de ese país no planea licuar sus pasivos a través dela inflación.


El Plan Obama-Geithner puede funcionar

Desde que escribí mis tres posts sobre la crisis financiera global y la intervención del Estado, estuve en San Pablo, Lima, New York y ahora estoy en Washington. En todos estos lugares tuve oportunidad de hablar con economistas, políticos y banqueros sobre la crisis financiera global. También pude palpar el estado de ánimo de la gente de la calle en las numerosas oportunidades que tuve para conversar con choferes de taxi y personal de los hoteles y restaurantes. Por supuesto, leí las opiniones de Paul Krugman y Jeffrey Sachs, muy críticas del plan anunciado por Timothy Geithner para sanear el sistema financiero. Mañana viajo a París para participar en sendas reuniones en las que se discutirán soluciones para la crisis financiera global como aportes para la reunión del G20 que se llevará a cabo en Londres el 2 de Abril. Varios visitantes de este blog me han pedido que de mi opinión sobre el plan anunciado por la administración de los EEUU para enfrentar la crisis financiera global iniciada en ese país. Pues, acá vá.

El Plan Obama-Geithner para la economía norteamericana consiste en dos grandes programas de expansión fiscal y moneraria: uno enderezado a revertir o al menos atemperar la caída de la demanda interna de consumo e inversión y otro enderezado a sanear el sistema financiero, para que vuelva a jugar el rol de intermediador eficiente entre los ahorros y la inversión empresaria y familiar. Estos dos programas suponen gran expansión tanto de los pasivos monetarios del Banco de la Reserva Federal como de los pasivos del Tesoro. Es decir, aumentos significativos en la oferta de dólares y de bonos de la deuda pública.

El Plan ha recibido fuertes críticas, tanto por derecha como por izquierda.

Las críticas conservadores aluden al futuro efecto inflacionario y de aumento de los impuestos que predicen como consecuencia de la emisión monetaria y de la deuda pública. Las críticas por izquierda aluden a la insuficiencia de los esfuerzos para aumentar la demanda efectiva de bienes y servicios y al endeudamiento en que se incurre para ayudar a los banqueros y a los tenedores de activos financieros.

Las críticas por derecha son, en mi opinión injustificadas, porque la expansión fiscal es sólo transitoria, para compensar la caída en la demanda efectiva y se va a neutralizar tan pronto como la economía comience a reactivarse, por el efecto de la recuperación económica sobre la recaudación de impuestos. Es cierto que la situación fiscal de los EEUU no era sana, aún antes de que se desatara la crisis financiera, porque en plena expansión económica desplegaba un déficit fiscal de 700 mil millones de dólares y otro déficit semejante en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos. Pero los ajustes necesarios para reducir o eliminar esos desequilibrios deberán lograrse a través de un proceso de coordinación con las economías que son la otra cara de la moneda: las que tuvieron fuertes superávit fiscales y  externos. Intentar hacerlo ahora, con medidas unilaterales decididas por los EEUU, sería agravar la crisis no sólo en ese país sino también y, sobre todo, a escala global. Máxime cuando el mundo ve al Dólar y las letras del Tesoro Americano como los mejores refugios de valor.

La única solución mejor que la expansión fiscal en los EEUU requeriría fuerte expansión fiscal en los países con cuentas fiscales y externas superavitarias que cuentan con monedas nacionales también creíbles. En ese caso, los EEUU deberían utilizar la demanda por sus Dólares y por sus letras del Tesoro, para recrear la oferta de crédito al sector privado o a los países emergentes que están siendo afectados por la crisis global y no tienen bancos centrales ni tesoros nacionales en condiciones de actuar como prestamistas en última instancia. Pero esta alternativa no puede ser decidida unilateralmente por los EEUU. Los discursos de Obama y Geithner sugieren que esta es la propuesta que ellos llevaran al G20 que está por reunirse en Londres.

Las críticas por izquierda son de variado tenor. Por un lado comienzan señalando que el programa de expansión fiscal de Obama hay excesivo componente de rebaja de impuestos e insuficientes asignaciones presupuestarios para programas sociales capaces de mejorar la distribución del ingreso en forma permanente. Pero son poco realistas, porque no tienen en cuenta que la política fiscal es resorte del Congreso y no del Poder Ejecutivo, razón por la cual siempre será fruto de un compromiso entre posiciones más conservadoras y otras mas liberales. Lo que ha hecho Obama es lo único que puede hacer un Presidente norteamericano que respeta  la división de poderes. Los detalles sobre la composición específica de la expansión fiscal siempre será discutible y opinable, pero nadie puede estar seguro que por haber buscado un compromiso el programa está condenado a fracasar.

La crítica por izquierda más fuerte se ha escuchado luego de que Timothy Geithner anunciara su programa para crear una asociación público-privada para la compra de activos tóxicos del sistema financiero norteamericano. Se argumenta que este programa apunta a ayudar a los banqueros a defender el valor de sus tenencias accionarias y a proteger a los acreedores de los bancos que no tienen garantía del Estado, es decir, a los grandes inversores financieros que tomaron por sí, o a través de sus asesores ignorantes o deshonestos, decisiones de inversión equivocadas. En mi opinión, esta crítica es injustificada por varias razones que paso a explicar.

En primer lugar, el argumento de que se trata de defender el valor de las tenencias accionarias de los bancos con problemas es insostenible, porque estas acciones ya han perdido prácticamente todo su valor: fueron licuadas por los aporte de capital que el Estado ya hizo para re-capitalizar a esas entidades financieras. Los tenedores de acciones al momento en que se desató la crisis, entre los cuales estaban los máximos directivos y ejecutivos bancarios que habían cobrado fuertes "bonus", precisamente en acciones de las mismas instituciones, ya perdieron la mayor parte del capital que creían tener. Además, esas acciones aún corren el riesgo de pasar a valer cero, porque no se descarta que si luego de la implementación del programa de compra de activos tóxicos, algunas entidades financieras siguen en estado de insolvencia, las mismas sean sometidas a los procesos de liquidación del FDIC (la institución que garantiza los depósitos bancarios) o a procesos equivalentes para entidades no bancarias, para los que el gobierno de Obama está solicitando la respectiva autorización legislativa al Congreso.

Con respecto a que este programa ofrece protección a los acreedores no garantizados de los bancos hay que hacer al menos tres consideraciones: 1) No se concede a estos acreedores ninguna garantía formal, algo que están buscando algunos de  los que proponen "nacionalizar" los bancos: 2) Quienes aporten el capital accionario a estos fondos públicos-privados, que son los primeros en absorber las pérdidas si los activos que compran siguen desvalorizándose, son los que decidirán que activos comprar y a que precio. El comportamiento racional indica que buscarán las mejores oportunidades utilizando toda su experiencia como administradores de fondos, exactamente como lo hacen quienes invierten  habitualmente en "distressed assets". Es muy probable que haya muchos activos que en este momento están siendo valuados por el mercado (precio al que los bancos deben contabilizarlos en sus balances) muy por debajo del precio que tendrían de no existir el pánico y la incertidumbre que hoy plaga los mercados. Estos serán los activos que buscarán los administradores de estos fondos que contarán no sólo con su aporte de capital sino con recursos prestados por el sector público en una relación 9 a 1; 3) Las entidades finanacieras que luego de este operativo todavía acusen una situación de insolvencia (patrimonio neto negativo) seguramente entrarán en liquidación y no sólo su capital eccionario pasará a valer cero, sino que los sus acreedores no garantizados sólo cobraran la parte que resulte de la liquidación de sus activos despues de honrar los pasivos garantizados (depósitos hasta 250,000 dólares por titular).

Es cierto que el gobierno podría haber dispuesto directamente la liquidación de las entidades financieras insolventes sin la etapa previa de compra  pública-privada de activos tóxicos, pero es probable que por la enorme cantidad de activos que hoy el mercado subvalúa con exageración (como contracara de la exageración con que los sobrevaluó en la etapa previa a la crisis) hubieran terminado siendo liquidadas muchas entidades y afectando a millones de tenedores de bonos y depositantes no garantizados, mucho más de lo que un proceso de liquidación más limitado y ordenado, luego de la compra de activos tóxicos, va a arequerir.

Por supuesto que todo plan tiene siempre la posibilidad de ser insuficiente y fracasar. Pero me parece temerario que se sostenga de antemano que el plan Obama-Geithner está destinado al fracaso. Y mucho menos que está inspirado en el deseo de proteger a banqueros y a inversores imprudentes.

El tipo de intervención que los estados no deben hacer.

Todos los países del mundo emergente están sintiendo en sus economías el efecto de la crisis que se inició en los EEUU y se extendió rápidamente a Europa y a Japón. Algunos, como China, los países del Medio Oriente, la mayoría de los países asiáticos, de América Latina y de África, sufren el impacto a través del comercio exterior, porque se están desmoronando sus exportaciones, con el consiguiente efecto multiplicador negativo sobre sus economías internas.Cuando caen las exportaciones y el consumo interno, la  inversión también cae y produce un efecto acelerador de la recesión. La única forma de revertir este tipo de efecto es lograr que la recesión encuentre su piso en los países avanzados y comience en ellos la reactivación económica.

Este proceso podría verse frustrado si en la desesperación por atenuar el impacto negativo de la caída de exportaciones, cada país comienza a poner restricciones a sus importaciones. En ese caso se puede producir el colapso del sistema comercial internacional y llevar a una depresión mundial como la de los años 30s. Por eso, el primer tipo de intervención en las economías nacionales que los estados no deberían hacer es adoptar políticas proteccionistas. El presidente Lula es quien más ha estado advirtiendo sobre este peligro y la mayor parte de los Jefes de Estado del G20 parecen tener la misma opinión, aunque en sus respectivos congresos nacionales predominan las tendencias proteccionistas. Es muy importante que la Presidente Cristina Kirchner no sea la voz disonante en esta reunión, de la que debería salir un compromiso firme de todas las naciones de evitar una guerra proteccionista y, por el contrario, aprovechar la crisis para revitalizar las negociaciones de la Ronda Doha de la OMC.

En los países emergentes que durante los últimos años continuaron utilizando significativamente el ahorro externo para impulsar la inversión y el crecimiento en sus economías, la crisis global está poniendo en peligro a sus sistemas monetarios y financieros internos, porque al impacto negativo de la caída de las exportaciones se agrega el efecto de la reversión repentina de los flujos de capitales ("sudden stop" en la literatura en inglés). La entrada de capitales había permitido fuertes inversiones modernizadoras de sus economías y explicaban el crecimiento rápido y hasta el momento de la crisis, sostenido, de sus PBIs.

A estos países se les presenta una situación parecida a la que enfrentó Argentina en 2001, cuando no sólo se habían deteriorado los términos del intercambio externo, sino que además sufrió una reversión repentina de la entrada de capitales que había permitido financiar un fuerte proceso de inversión y modernización económica en los años previos. Esto le está ocurriendo a miembros de la Unión Europea que están dentro del área del Euro, como a Irlanda, a países que pertenecen a la Unión Europea aunque aún no tienen al Euro como moneda y al resto de los países de Europa del Este, algunos de los cuales aún no han ingresado a la Unión Europea, pero habían atraídos fuertes inversiones de ese orígen.

Es muy importante que los países con monedas fuertes y buen crédito público provean apoyo financiero a estas economías emergentes para evitar que colapsen sus sistemas monetarios y financieros nacionales y puedan producir los ajustes internos necesarios, en forma ordenada, reestructurando pasivos cuando sea inevitable, pero sin abandonar las reglas de economías de mercado integradas a la economía global y, sobre todo, sin introducir inflación descontrolada en sus economías.

Sería trágico para cada uno de estos países y también para la economía global, que estas economías optaran por aplicar una “solución a la Argentina del 2002”, es decir que destruyeran la base contractual de la economía mediante un default generalizado acompañado por la conversión forzada de contratos pactados en monedas extranjeras a otros pactados en la moneda nacional. Semejante "solución" abriría la puerta a la inflación descontrolada de sus economías y porstergaría sine díe la posibilidad de una recuperación rápida del crecimiento.

En Argentina esa “solución” reintrodujo la inflación en la economía y si bien su PBI logró un crecimiento rápido entre 2003 y 2008, éste se produjo por el aumento extraordinario de los términos del intercambio externo y no por la forma utilizada para sacar de la quiebra a bancos, empresas y familias. Todo lo contrario, la combinación de default generalizado con “pesificación” dio lugar a que Argentina perdiera el crédito público, no lograra volver a atraer ahorros externos y se viera imposibilitada de continuar con el proceso de modernización de sus servicios y de su infraestructura, que había sido tan positivo en los años anteriores. De no haberse dado el impresionante aumento en los precios de los productos de exportación que se produjo entre 2003 y 2008, Argentina hubiera sufrido estanflación durante todo el período, enfermedad que ha comenzado a sufrir desde que se desplomaron los precios de la soja y los demás productos de exportación, a mediados del año pasado.

En la próxima reunión del Grupo de los 20, los países con monedas fuertes y buen crédito público deben comprometer el apoyo: a) de sus bancos centrales a los países que utilizan sus monedas o conducen sus políticas monetarias utilizando a sus monedas como patrón; y b) de sus respectivos tesoros a los tesoros de las economías emergentes, en forma directa o a través de los organismos multilaterales de crédito, con la sola condición de que los países que utilicen ese apoyo no abandonen las reglas de economías de mercados integradas a la economía global, continúen brindando seguridad jurídica a los inversores internos y externos y sigan comprometidos con la estabilidad y el crecimiento de sus economías.

Los países de las economías emergentes que sufran interrupciones repentinas del flujo de capitales después de haber estando utilizando durante muchos años el ahorro externo para modernizar y capitalizar a sus estructuras productivas, podrán conducir procesos de ajustes ordenados sin abandonar la organización básica de sus respectivas economía si cuentan con apoyo externo, tal como lo hicieron Méjico y Argentina en 1995, Corea y varios otros países asiáticos en 1997, Brasil en 1999 y nuevamente en 2002 y Uruguay en 2002. En todos estos casos el ajuste ordenado y la posterior recuperación del crecimiento económico, sin reintroducir la inflación como problema, se logró gracias al apoyo externo.

Lamentablemente esto no ocurrió en Argentina al final de 2001, cuando la decisión del FMI de no continuar apoyando una reestructuración ordenada de la deuda, combinada con la voluntad del nuevo poder político de resolver el problema de los deudores aunque fuera a costa de terminar de destruir el crédito público y privado y reintroducir la inflación, llevó a la desorganización de la economía que hoy, terminada la bonanza extraordinaria creada por los términos del intercambio muy favorables, está produciendo estanflación.

Las economías emergentes que además de sufrir la caída de sus exportaciones como consecuencia de la crisis global, sufren además una interrupción repentina del flujo positivo de capitales con que habían financiado su crecimiento reciente, deben abstenerse de intervenir en los mercados con medidas compulsivas que signifiquen una violación intencional de los contratos vigentes, pero para ello es imprescindible que consigan el apoyo de los países con monedas fuertes y buen crédito público.

Está en la inteligencia de los gobiernos de los países más ricos advertir que el apoyo a las economía emergentes es tan importante como el que están brindando a sus estructuras productivas internas, porque de otra manera la economía que sobrevivirá a la actual crisis, lejos de ser global va a parecerse más a la economía segmentada y conflictuada que emergió de la crisis de los años 30 y que llevó a los trágicos episodios que culminaron con la Segunda Guerra Mundial. Este debería ser el mensaje de los Jefes de Estado de los países con economías emergente en la próxima reunión del G20.

Los chinos ven a la crisis global como una oportunidad para corregir desajustes internos

Durante la última semana escuché muchas exposiciones de altos dirigentes chinos y participé en discusiones sobre lo que debe hacer China frente a la crisis financiera global. Tengo la sensación que esta vez, como ya ocurrió en 2005, los debates en este quinto Foro sobre las Finanzas Internacionales (IFF2008) permiten anticipar las futuras políticas del Gobierno Chino.

Yo había participado, en el año 2005, en la segunda versión de este mismo foro. En esa oportunidad presenté el trabajo que habíamos preparado con Joaquín Cottani titulado: “Debería China revaluar su moneda?” Pocos meses después de aquella reunión, el Banco Central de China anunció su nueva política cambiaria, precisamente la cuestión que había sido motivo de debate en el foro. Desde entonces la moneda china (el Ramimbí, su nombre internacional, o el Yuan, como se lo denomina popularmente dentro de China) se apreció más del 20 % con respecto al Dólar. Esto ayudó a China a neutralizar, en parte, el impacto inflacionario interno del aumento de los precios internacionales de la energía y los alimentos.

 

El manejo de la política cambiaria por parte de China en los últimos tres años estuvo a mitad de camino de la que aplicó Brasil (que dejó que su moneda, el Real, se apreciara frente al Dólar, mucho más que lo que se apreció el Ramimbí) y la que aplicó Argentina (que prácticamente mantuvo fijo el valor del Peso frente al Dólar). Igual que Argentina, China apeló además a la fijación de precios internos de la energía y de los alimentos bastante por debajo que los internacionales. En consecuencia debió financiar, como nuestro país, un fuerte aumento en el presupuesto de subsidios, algo que para China no es un gran problema porque su situación fiscal es muy holgada y no depende de la bonanza internacional. En esta materia aventajan significativamente a nuestro país, cuya holgura fiscal es totalmente dependiente de los altos precios de los productos de exportación.

 

Para esta nueva reunión del foro, su quinta versión, Joaquín Cottani y yo preparamos justamente un nuevo trabajo titulado: “Distorsionando la micro para embellecer la macro” en el que criticamos este tipo de intervención estatal en el sistema de precios de mercado acompañados por subsidios fiscales, aplicados en forma extrema por Argentina y en forma más moderada, pero igualmente distorsiva, también por China.

 

A pesar de que nuestro trabajo no elogia, sino que, por el contrario, advierte sobre los costos y peligros que acarrea este tipo de intervención estatal en los mercados y lo hace no sólo en referencia a nuestro país, sino también a la propia China, los organizadores del evento publicaron nuestro trabajo, en Inglés y en Chino, en el libro conmemorativo del IFF2008. Una clara demostración de que el Gobierno Chino no le tiene miedo a las críticas, algo muy diferente a la actitud del Gobierno Argentino.

 

La importancia que el gobierno Chino le dio a esta quinta versión del Foro sobre la Finanzas Internacionales 2008 se podía visualizar en las amplias avenidas de Beijing que estuvieron embanderadas toda la semana con emblemas y leyendas alusivas a esta reunión. Los organizadores del foro destacaron que este tipo de decoración de la ciudad, alusiva a eventos que se desarrollan en la misma, ocurrió en sólo tres ocasiones durante este año: las otras dos fueron las olimpiadas y el encuentro reciente entre los líderes gubernamentales europeos y asiáticos. Destaco este detalle anecdótico, porque sugiere que las discusiones que tuvieron lugar en el foro no caerán en saco roto, como no lo hicieron las discusiones del 2005.

Para no agobiar a los visitantes de este blog con demasiados detalles, paso a resumir mis conclusiones sobre lo que los chinos están haciendo para transformar a la crisis financiera global en una oportunidad.

 

En primer lugar ya han decidido implementar políticas monetarias y fiscales expansivas de la demanda interna por montos que en los próximos cuatro años significarán, en conjunto, alrededor del 15 % de su Producto Bruto Interno. Lo pueden hacer porque frente a la bonanza externa de los últimos años habían aplicado precisamente políticas monetarias y fiscales internas restrictivas y habían acumulado un impresionante nivel de reservas internacionales. Es interesante destacar además, como ya lo señalé en mi nota anterior sobre la crisis global vista desde China, que estas medidas de expansión fiscal, a pesar de que procuran elevar la demanda interna, no se desentienden de la necesidad de impulsar aumentos de productividad. De esta forma apuntan a que haya también una respuesta rápida de la oferta de bienes y servicios y no aumente la inflación.

 

En segundo lugar, y esto surgió explícitamente en las discusiones del foro, los chinos aprovecharán la baja de los precios internacionales de la energía y los alimentos y las menores presiones inflacionarias que vienen desde afuera de su economía, para acercar rápidamente los precios internos a los precios internacionales, de manera de evitar los subsidios destinados a financiar distorsiones y poder dedicar esos recursos a financiar rebajas de impuestos que hasta hoy encarecían los costos de los productos de exportación. Es decir, el Gobierno Chino se prepara para remover todas las distorsiones a las que se refiere nuestro trabajo sobre Argentina y China.

 

En tercer lugar, los Chinos utilizarán toda su influencia en los organismos y foros internacionales, así como el uso externo de la capacidad de financiamiento que le otorga su fuerte nivel de reservas internacionales, para asegurarse que los países del mundo no apliquen políticas comerciales de cuño proteccionista y, por el contrario, mantengan sus economías abiertas al comercio, tanto en relación a los bienes y servicios en general como en relación a los productos de origen chino. Esto significa que China no brindará apoyo financiero a los países que impongan restricciones a la entrada de productos chinos a sus economías, salvo que esas restricciones estén especialmente aceptadas por las reglas de la Organización Mundial del Comercio y sean no discriminatorias contra China.

 

Así como en varias de mis notas anteriores sugerí a nuestros gobernantes prestar atención a la experiencia de Brasil, aprovecho esta nota, escrita mientras estoy volando de Beijing a New York, para exhortar a Cristina y Nestor Kirchner a prestar mucha atención a las decisiones del Gobierno de Hu Jintao, porque la experiencia China les puede ayudar a advertir cuan equivocado es el enfoque con que se están conduciendo tanto la política económica como la política exterior en Argentina. Lamentablemente mientras Bush, Lula, Brown, Sarkozí y casi todos los demás líderes mundiales se reunieron bilateralmente con el presidente Chino en oportunidad de la reunión del G-20 en New York, tal como lo muestran las tapas de todos los diarios de China del domingo 16 de noviembre, nuestra cancillería no encontró interesante, o no consiguió, una entrevista de Cristina Kirchner con Hu Jintao. Una pena.