Obstinación.

Por Felipe Murolo.

Las autoridades del Banco Central se muestran eufóricas por lo que consideran la convalidación, desde el punto de vista monetario, de la política económica llevada adelante por el Gobierno Nacional durante los últimos ocho años y en especial desde 2007.

Lo que no parecen ver es que el público demanda con furia billetes físicos no para mantenerlos sino para gastarlos. Quiere los billetes que le pertenecen para poder desprenderse rápidamente de ellos.

A este Gobierno lo caracteriza la obstinación. Se obstina en maquillar las cifras del INDEC, se obstina en no sincerar el importe de las prestaciones a jubilados y pensionados, se obstina en mantener subsidiados los servicios públicos, se obstina en su negativa a imprimir billetes de mayor denominación, se obstina en impedir que el dólar flote de una manera mucho menos sucia que en la actualidad, se obstina en aumentar la carga tributaria sobre salarios al no actualizar la tabla de deducciones.

Esta colección de obstinaciones, que no se agota en la precedente enumeración, no representa necesariamente una forma de gobernar que implica remar contra la corriente. Mas bien representa una forma de gobernar que se caracteriza por ensayar heterodoxias a costa de la salud física, económica y mental de la población en general.

Las posiciones quijotescas no suelen ser racionales. Querer estar solos contra el mundo pensando que así vamos a estar mejor parece estar mas cerca del suicidio colectivo que de la pretendida victoria.

Para justificar sus desaguisados se refugian en el keynesianismo, olvidando que ese tipo de políticas tienen el objetivo de moderar los ciclos, no el de acentuarlos. Las medidas de corto plazo pueden modificar el corto plazo pero no la tendencia. Pretender modificar la tendencia prolongando en el tiempo medidas que se deberían haber dejado de aplicar al revertirse el ciclo puede generar una peligrosa burbuja.

Bombear la economía induciendo un consumo exagerado a través de tasas negativas en términos reales implica una anticipación innecesaria del gasto privado o, en todo caso, una asignación ineficiente de recursos, desalentando el ahorro genuino.

Mirar el balance del Banco Central por el lado de los activos, ignorando el crecimiento de los pasivos es, indudablemente, aplicar una óptica que pretende ocultar la realidad. Se jactan de que no han disminuido las reservas pese a haberse aplicado parcialmente al pago de la deuda pública, pero no mencionan que los pasivos, remunerados o no, han crecido mucho mas que el crecimiento de su contrapartida en reservas. Ya se registra en el balance del Banco Central la transferencia 2011 de 30.000 millones de pesos a las cuentas del Gobierno Nacional, efectivizada antes del viernes 14 de enero de 2011.

En cuanto al tema de los billetes físicos, se advierten ya las consecuencias del mayor abastecimiento, aunque tardío y la Circulación Monetaria ha aumentado desde el comienzo del presente año, en lugar de disminuir, como sucede estacionalmente de manera habitual.

Lamentablemente no parece que se deba esperar una actitud realista de parte de las autoridades, ordenando la impresión de billetes de mayor denominación que el actual de 100 pesos, que hoy representa solo 25 dólares, frente a los 50 dólares que representaba el billete de 500.000 australes en el año 1991 y los 100 dólares a los que equivalió desde 1992 hasta 2001 el actual billete de 100 pesos. Evidentemente, nos encontramos ante una obstinación que se prolonga con el correr de los años y que ya deviene en obtusa.

Para la industria ya desapareció el colchón cambiario

Mientras descansé unos días en Córdoba tuve oportunidad de conversar  con varios industriales que me explicaron que si bien hay mucha demanda interna  y el gobierno se preocupa por brindarles protección contra las importaciones, la exportación de manufacturas industriales está enfrentando grandes dificultades por combinación de altos costos salariales y fuerte presión tributaria. Incluso me dieron datos sobre costo salarial horario que resultan sorprendentes. En el caso de un industrial metalúrgico me indicó que mientras a fines de 2001 el costo de la hora del operario industrial era de 7 dólares, hoy cuesta ya 13 dólares y, con los aumentos que se prevén para 2011, si el precio del dólar sube poco, están previendo que ese costo puede llegar a 16 dólares, semejante al costo de la hora operario industrial en el sur de los Estados Unidos. Bastante más alto que en Brasil, México y Chile, a pesar de que en esos países las monedas nacionales se han apreciado mucho en los últimos años. Yo le argumenté que el dólar en 2001 estaba mucho más apreciado que en la actualidad, por lo que la comparación debería ser hecha teniendo en cuenta la canasta de monedas de nuestro comercio exterior. Y le prometí hacer el análisis correcto.

En el Gráfico que acompaña a este post aparece un índice del costo salarial horario para la industria manufacturera con base 1 en 1997, construido con los datos trimestrales de la encuesta industrial que publica el INDEC. El índice llega hasta el tercer trimestre de 2010. Este índice tiene dos características importantes: el costo salarial está corregido por la productividad media del trabajo en la industria manufacturera, medida por el índice de producción industrial dividido por el índice de número de horas totales trabajadas, y está deflactado por un índice del costo en pesos de una cesta de monedas extranjeras, al que le denominamos “dólar canasta”. La cesta de monedas extranjeras representa adecuadamente la composición de nuestro comercio exterior.

Para entender cómo influye el hecho de que no se tienen en cuenta sólo el precio del dólar sino el del resto de las monedas relevantes, por ejemplo, el real brasilero, vale la pena mirar el gráfico y entender el salto hacia arriba del índice de costo salarial que se dio entre el cuarto trimestre de 1998 y el primero de 1999. Ese salto se explica por la fuerte devaluación del real, que equivalió a una disminución del precio en pesos del dólar canasta.

Surge claramente que ya en el tercer trimestre de 2010 el salario industrial corregido por productividad estaba casi tan alto como en el momento de mayor costo horario industrial de la década del 90, el año 1999. Está 15 % por arriba del nivel que ese costo salarial tenía durante los años de la convertibilidad en los que la industria crecía, es decir hasta antes de la devaluación del real.

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Obviamente, si durante 2011 el costo salarial sube 30 % y el precio del dólar sólo 10 %, como surge de los pronósticos más habituales, este índice se ubicará hacia fines del 2011 casi un 35 % por arriba del nivel que tenía durante la década del 90, antes que la crisis Rusa y la desvalorización del Real provocaran un shock fuertemente recesivo a la economía argentina.

Sin duda este comportamiento del costo industrial horario significará un gran desaliento a la exportación de manufacturas. Hay que tener además en cuenta que en la actualidad la presión tributaria que soporta la actividad económica es muy superior a lo que era en  2001. Hoy las exportaciones industriales pagan un 5 % de retención que en aquella época no existía. Además todos los contribuyentes pagan el impuesto a las ganancias sin ajuste por inflación, lo que significa una presión fiscal adicional. Además, el impuesto a las transferencias financieras en aquel año se podía tomar a cuenta de IVA y Ganancias, cosa que hoy no ocurre. Y, por último, han desaparecido los planes de competitividad, que le permitían a las empresas industriales descontar el costo salarial por aportes patronales del IVA. (Las únicas empresas que recuperan los aportes patronales como lo disponían los planes de competitividad son las de transporte que tienen a su personal afiliado al gremio de los camioneros, quienes le tienen que devolver en efectivo, a la gente de Moyano, el 15 % del monto que les devuelve la AFIP).

La única razón por la que hoy hay todavía buenas exportaciones de automóviles es porque Brasil está absorbiendo mucha producción argentina debido a la fuerte demanda que plantea su mercado interno. Pero si esta situación se llegara a revertir por una eventual desvalorización del real, el panorama empeorará  significativamente.

Es paradójico, pero la estrategia que prometía un tipo de cambio real alto, está dejando a la industria exportadora mucho más expuesta que en la época de la convertibilidad. Lo único que queda de la estrategia “»industrialista” que se pregonó hasta el cansancio y se sigue pregonando, es la fuerte tendencia a la sustitución de importaciones basada no en la eficiencia sino en el proteccionismo. Una tendencia que va a contramano de lo que ocurre en todo el resto de las economías emergentes.

Europa no debe seguir la estrategia argentina

Éste es el título del artículo que publicó hoy el País con mi firma. Lo envié a ese medio en respuesta al artículo de Paul Krugman, titulado ¿Tiene salvación Europa?, que ese medio había publicado el martes pasado. Este es el link: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Europa/debe/seguir/estrategia/argentina/elpepiopi/20110120elpepiopi_5/Tes

¿Cómo reaccionaría el Gobierno si la gente comenzara a comprar dólares?

¿Dejaría que el precio del dólar suba todo lo necesario para equilibrar la oferta con la demanda? ó ¿acentuaría los controles de cambio para que la gente no consiga los dólares en el mercado oficial?. No tengo ninguna duda sobre la respuesta: haría lo segundo. La mejor demostración la dio ayer el Secretario de Comercio Guillermo Moreno. Ante la salida de dólares para pagar importaciones de bienes de consumo, la decisión fue limitar esas importaciones. Si el Gobierno recurre a controles  de cambio para frenar la salida de dólares que tienen como contrapartida hacer más fluido el abastecimiento de bienes al mercado interno en un momento de alta inflación, es infinitamente más probable que recurra a ese método si la gente sale a comprar dólares para cubrirse de una posible devaluación del Peso.

Planteo estas preguntas y me las respondo, porque no es imposible que dentro de algún tiempo (no me animo a decir cuántos meses) la gente comience a demandar dólares para protegerse de una posible devaluación del Peso. Lo ha hecho muy frecuentemente en el pasado y no va a dejar de hacerlo ahora, cuando ve que todo parece estar muy caro en dólares y la prédica del gobierno fue, durante varios años, que no dejaría atrasar el tipo de cambio. Ahora bien, cuando llegue ese momento, ¿se producirá una fuerte devaluación?. Mi predicción es que no para los exportadores ni para los importadores, pero sí en el mercado paralelo. En otros términos, se producirá un brecha entre el mercado oficial y el mercado paralelo, tal como ocurría casi permanentemente durante la década de los 80s, cuando convivía la alta inflación con el control de cambios. Y tal como vienen ocurriendo en Venezuela desde hace varios años.

El gobierno podrá, por un tiempo, evitar que el Peso sufra en el mercado oficial de divisas una fuerte devaluación y eso le permitirá seguir controlando, como hasta ahora, a la tasa de inflación dentro del rango 20 a 30% anual. Pero lo que no podrá controlar será la tasa de interés. una vez que la brecha entre el precio del dólar en el mercado oficial y el precio del dólar en el mercado paralelo marque la expectativa de devaluación relevante para las decisiones financieras, la tasa de interés tenderá a ser igual o mayor que la tasa esperada de devaluación. Para entonces ya nadie podrá argumentar que la emisión monetaria y la inflación ayudan a la reactivación de la economía.

Por supuesto, los expertos del gobierno que saben que ésta es una secuencia inexorable de acontecimientos que no se van a poder evitar, se conforman con conseguir que el momento de la verdad llegue después de las elecciones. Los que no entienden como funciona la economía, siguen apostando a que las actuales políticas macro-económicas son un descubrimiento argentino, mas precisamente kichnerista, que desmiente a todas las teorías económicas del pasado.

Releyendo un viejo reportaje…

Acabo de encontrar, en un borrador de post nunca subido antes a este sitio, un muy buen reportaje que me hizo un periodista de de la revista Prensa Económica en setiembre de 2009. Luego de releerlo, debo decir que sigo pensando lo mismo que en aquel momento. Quien lea hoy ese reportaje se preguntará si no me equivoqué de cabo a rabo al decir que no habría colapso pero sí estanflación. No creo haberme equivocado por los argumentos que ya expuse en mi post ¿Hemos salido de la estanflación?

Sigo pensando que no habrá colapso, al menos hasta el momento en que el gobierno pueda seguir controlando el tipo de cambio en la dirección opuesta a la que le recomendaba su pregonada estrategia de «tipo de cambio alto». Pero los riesgos de que el escenario que herede el próximo gobierno sea muy peligroso… aumenta. Está claro que el Gobierno de Cristina Kirchner decidió no hacer ninguna de las correcciones que yo sugería en aquel reportaje y, por el contrario, quiere mantener una ficción de crecimiento a costa de seguir postergando la lucha frontal contra la inflación. Esta estrategia siempre tiene un horizonte corto, por más favorable que sean las circunstancias internacionales.